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Boris Muñoz: “El cuento de hadas terminó en fraude”; por Hugo Prieto

Boris Muñoz retratado por Roberto Mata

Boris Muñoz retratado por Roberto Mata

Ha corrido mucha agua bajo el puente. A comienzos de los años 90, Boris Muñoz era un joven recién graduado de periodismo que buscaba un lugar donde escribir. Sus crónicas en Domingo HOY, en Letra G, presagiaban una mezcla de curiosidad y talento.

Quiso ir más lejos y se matriculó en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, Estados Unidos, donde obtuvo primero una maestría y luego un doctorado en Literatura Hispanoamericana. Durante esa época, aceptó escribir una crónica quincenal para el suplemento “Siete Días” del diario El Nacional, bajo el título “Despachos del Imperio”, que a la postre se convertiría en un libro homónimo que reúne una selección de esas crónicas. Una de ellas, quizás la más emblemática, se puede leer en este portal. 

Sus vínculos con el país tienen una raíz profunda, debido a la huella que dejó su padre, el poeta Rafael José Muñoz, en la literatura y la política venezolana. Su trabajo, asociado a varias actividades académicas, particularmente a la Universidad de Harvard, le ha permitido ampliar el rango de su mirada. Desde un principio ha cubierto el devenir de la llamada revolución bolivariana para varios medios estadounidenses, incluida la plataforma on line de la revista The New Yorker.

Recientemente, Boris Muñoz fue designado editor de las páginas de opinión en español del diario The New York Times. Con ocasión de su visita a Caracas, donde será parte del jurado que fallará el próximo martes el ganador del más reciente concurso de trabajos de periodismo de investigación, organizado por el Instituto Prensa y Sociedad (Ipys), capítulo Venezuela, conversó con Prodavinci sobre su visión del país.

Al menos dos estudios de opinión, pudieran ser los más recientes, arrojan que el 60% de la población venezolana aprueba la gestión de Hugo Chávez. ¿Qué nos dice eso? Porque sin duda ¿quién podría dudar que en Miraflores gobierna ‘el hijo de Chávez’?
Sin duda alguna. En las filas de Gramovén hay un refugio, cuyo nombre es “el legado de Chávez”. Me pareció elocuente que un lugar de esas características, donde la gente vive en hacinamiento, con mínimas condiciones de vida, sea bautizado con ese nombre. Yo creo que el legado de Chávez es una narrativa, en la que gran parte de la población venezolana sigue atrapada. Es una narrativa acrítica con los mitos que ella misma manipuló, por ejemplo, el mito del igualitarismo venezolano, el mito del merecimiento, el mito de la renta petrolera como palanca para promover el ascenso social, entre otros. Chávez utilizó unas narrativas, muy arraigadas en los venezolanos, a las cuales había que darles la vuelta. No mediante el discurso, que pudiera tener alguna coherencia, alguna justificación, sino en la práctica. No hubo una aproximación entre el discurso y la práctica. Esto se convirtió en un problema de principios, de valores, que nos ha ido llevando, progresivamente, al estado de anomia, de caos, en el cual nos encontramos.

Salvo el caso de la industria petrolera y de algunas experiencias, que no dudaría en calificar de excepcionales, a la sociedad venezolana le faltó probarse en prácticas económicas y de organización social, en estilos de vida, democráticos. ¿Será por eso que estamos anclados en ese mito?
El gran problema del ahora, del hoy, no solamente es lograr una salida constitucional, electoral y pacífica del gobierno, sino la gran revisión que tiene que producirse para que esta sociedad pueda volver a arrancar. No sólo es un programa de ajustes que, en efecto, pueda resolver la crisis económica. Ese no sería el problema. Hay suficiente capacidad técnica y suficiente materia gris para articular ese programa. Pero lo que no se sabe es si hay suficiente institucionalidad para que ese programa se traduzca en un beneficio de largo plazo y no sólo en una solución coyuntural.

El programa de ajustes, como enunciado, es una obviedad, porque todo el mundo sabe que es inevitable.
Sí. Resulta inevitable por las condiciones en las que nos encontramos actualmente, a la que llegamos, entre otras cosas, por el desmantelamiento del aparato productivo nacional y el colapso de la renta petrolera. Ni siquiera con un precio de 150 dólares el barril, podríamos alcanzar el nivel que teníamos en 2008. El gran debate actual, junto a la necesaria remoción del gobierno de Nicolás Maduro, que llegó a este punto por su propia cerrazón, debería centrarse, creo yo, en los contenidos y en las prácticas, no sólo del ser, sino de cómo somos y qué hacemos los venezolanos.

Eso pasa, entre otras cosas, por expropiar al Estado, empoderar realmente a la gente, identificar qué cosas se pueden hacer con los recursos del país, aplicar mecanismos de transparencia de gestión. Pero sobre esos temas no hablan los políticos, quizás porque están acostumbrados únicamente a decidir.
No les gusta, entre otras cosas, porque el sistema político es muy corrupto. Y vive, además, de los negocios que hacen unos empresarios que benefician a unos políticos cuando éstos llegan al poder, de tal forma que puedan distribuir renta a través de contratos y comisiones. Por eso es que los políticos, esencialmente, no quieren tocar ese punto. Subyace allí un problema de liderazgo muy serio que atraviesa a toda la sociedad. La oposición no ha logrado, por ejemplo, construir una narrativa suficientemente efectiva para superar, para darle la vuelta al chavismo, porque en ningún momento ha puesto en el debate estos temas. Quizá ha habido uno o dos líderes que lo han hecho, pero desde un punto de vista teórico y de su propio interés: la promoción del liberalismo económico que pudiera tener cosas muy positivas, pero donde se descarta, casi de plano, lo que piensa la sociedad.

Uno de los grandes temas que puso Chávez en la agenda es el drama social que vive Venezuela. Un asunto clave en el futuro. ¿La oposición debería darle la vuelta a ese discurso? ¿Reelaborarlo mediante demostraciones concretas?
Es un tema mucho más actual de lo que fue en el 98-99. Chávez logró crear, momentáneamente, una capacidad adquisitiva que estaba muy mermada, gracias a la renta petrolera. Pero no logró desmarginalizar al país. Todo lo contrario. Lo volvió mucho más marginal. Uso la palabra marginal no en sentido peyorativo. El punto es que Chávez no logró crear las instituciones que iban a promover a los sectores empobrecidos hacia un estadio de clase media que, al fin y al cabo, contribuye en gran medida a que haya un nivel profesional, una capacidad de innovación, una competitividad que está por completo ausente en Venezuela. Digamos que creó una mayoría subsidiada por el gobierno, sin importar que la gente se desentendiera de sus deberes.

¿Improvisación rampante o acción deliberada?
La Misión Vivienda, por ejemplo, arrancó en 2011 y vino a satisfacer, un gran déficit habitacional que aún persiste en Venezuela, con todas sus falencias, pero no se crearon los mecanismos para que la gente pagara una mensualidad. En cualquier país, quien accede a una vivienda paga una hipoteca, ese es el mecanismo. Se hizo así, dado que eso crea desinstitucionalización. La falla tectónica del chavismo no fue la comunicación como dijo Chávez, sino la desinstitucionalización que el propio Chávez creó y fomentó en aras del control absoluto. Pero el cuento de hadas terminó en fraude. No ha habido criterio. Son mecanismos dadivosos muy directos. La expresión más reciente son los Clap, la forma necrosada de la ayuda del Estado, ahora te ponen la comida en la boca. A mí me parece una forma deshonrosa y humillante. Estamos viviendo una situación de desastre, que no ha sido reconocida.

La imagen congelada del ministro Marco Torres al pie de una carretilla llena de bolsas de comida.
Esa es la foto, como este gobierno vive del discurso, de la palabra, pues ese ministro llevó esa carretilla y posteriormente, ahí, no se hizo nada. Esa es la triste realidad y lo puedes comprobar en todos los casos. Al final del día lo que tienes es un país que se ha informalizado casi completamente. El comercio está en manos de los bachaqueros. La gente que se ha beneficiado de las misiones no tiene mecanismos de contraprestación, es más informal. Y así llegamos a un grado donde todo es la “combinancia”, el aparato, la estructura que propicia que la República funcione de manera ilegal. Todos nos beneficiamos porque somos sobrevivientes y estamos obligados a pasar por ese sistema.

El caldo de cultivo para que aparezcan las mafias.
Sí, a la vez, es un estímulo que va destruyendo la capacidad ciudadana. Aquí hay un problema de ciudadanía severo, que ya estaba presente antes de Chávez, pero que ahora se ha potenciado de una manera increíble y que ha sido, en mi opinión, uno de los factores más fuertes de las grandes oleadas migratorias que están drenando la capacidad profesional de Venezuela.

Es la imagen de la redoma de Petare.
Absolutamente, como un mercado persa después de la bomba nuclear. Hemos llegado a un grado de pobreza y de hambre muy preocupante, del que se benefician grupos que manejan esa renta. Aquí todo se ha estructurado para controlar la renta. Eso va desde el alto gobierno para abajo.

Un nuevo concepto: la universalización de la renta. Desde los mecanismos sofisticados de carácter financiero, que han servido para enriquecer a figuras del chavismo, hasta los más elementales, incluso rudimentarios, como los que funcionan en la redoma de Petare.
Yo creo que esto se acentuó a partir de 2002. El gobierno fue concentrando el poder para controlar la renta y el aparato del Estado. No digo que eso no estuviese en el plan original de Chávez, por el contrario, yo creo que desde el principio Chávez tenía muchas de estas cosas en la cabeza. Pero eso se acentuó, como dije, a partir de ese año y en ese proceso algo de responsabilidad tiene la oposición (la secuencia de errores políticos que van desde el golpe de Estado, pasando por el paro petrolero, hasta el boicot de las elecciones parlamentarias de 2005, que le facilitaron al gobierno la tarea). Habrá que revisar algunas respuestas que dio Chávez, algunas se conocen, por ejemplo, la hegemonía mediática, que fue consecuencia directa de todo esto y se fraguó en una reunión que se celebró en Fuerte Tiuna, como parte del nuevo mapa estratégico que allí se estableció. Digamos que es una de sus líneas principales: el control absoluto de la comunicación. Uno ve que el totalitarismo, cada vez más cimentado, ya tiene una estructura, un momento clave. Habría que estudiar muchas de las cosas que han pasado.

Boris Muñoz retratado por Roberto Mata

Boris Muñoz retratado por Roberto Mata

Particularmente con el negocio petrolero, particularmente con el negocio minero, particularmente con el tráfico de drogas. A mí se me ocurren esas tres cosas.
Todos son cajas negras. Ese fue otro mecanismo del chavismo: la destrucción de la autonomía institucional de los poderes públicos para que toda la gestión del gobierno fuese opaca y no hubiese posibilidad de hacer auditorías, ni nada que se parezca. Pero llegó la hora de pagar la cuenta y la vamos a tener que pagar todos. Yo creo que viene una era post chavista, en la que habrá que crear una comisión de la verdad, que no sólo investigue la violación de los Derechos Humanos, sino cómo se hicieron los negocios del gobierno y quienes están involucrados. Seguramente habrá gente del sector privado y políticos de oposición involucrados. Tiene que haber un examen de conciencia general para poder crear unas nuevas bases. Eso se va a tomar un lapso de 15 a 20 años. El equipo que asuma la dirección del país va a enfrentar una etapa dificilísima.

Los venezolanos estamos pagando un ajuste que haría palidecer al que intentaron aplicar, sin éxito, los IESA boys y que demagógicamente el chavismo convirtió en coartada.
La economía venezolana está dolarizada. Lo advertí apenas me bajé del avión. Cada cosa se paga en dólares, pero uno no recibe el servicio de una economía de patrón dólar. Ni parecido a Ecuador, por ejemplo. ¿Por qué? Porque todo el ajuste está siendo trasladado a la gente. Eso es un acto criminal, diría yo… por lo más leve.

Nicolás Maduro se victimiza y dice que Venezuela está sometida a un bloqueo financiero internacional. ¿Quién le puede prestar dinero a un gobierno que todo lo convirtió en una caja negra?
No, porque se robó buena parte del dinero que le prestaron, o porque los proyectos que tenía que ejecutar no se hicieron o en muchos casos se hicieron mal. Ahí es donde está el problema. Nadie presta dinero para perder. La otra cosa es que sobre el equipo técnico del gobierno de Venezuela hay grandes dudas acerca de su capacidad para ejecutar los préstamos. O sobre las garantías que ofrecen de que esos créditos no van a ser malversados o mal ejecutados. Sobre este tema hay suficientes evidencias. Por eso es tan necesaria la remoción del gobierno, porque para poder arrancar la economía necesitas unas condiciones que sean satisfactorias para que el ajuste tenga eficacia.

Necesitas un gobierno creíble.
La nomenclatura del chavismo se ha convertido en una banda de gánsteres que tiene secuestrado al gobierno. Esa es la verdad. Están espalda contra espalda en la trinchera, primero para no darse entre ellos mismos y segundo para repeler cualquier ataque externo. Es una estrategia equivocada, porque ya Hollywood ha documentado cómo terminan esos sitios. Yo dudo que un país que está pagando 30% por el servicio de deuda, que son los intereses más altos del mundo, pueda imponer condiciones muy “patrióticas” para contratar nueva deuda.

En una ocasión empleó el término de “gobierno malandro”. ¿Tiene la misma opinión o por el contrario tiene otro parecer?
Yo creo que esa es una identidad que se asumió. El malandro, en el trato, puede ser jovial, simpático incluso, pero también tiene aspectos oscuros, tenebrosos, sobre todo en el uso de la violencia para imponer su superioridad. Eso lo vemos a diario. Varios de los principales voceros del gobierno asumen tribunas para hacer bullying. Eso lo podemos extrapolar a mucha de las prácticas de lo que ha sido el chavismo, que tiene que ver con el atropello, la desvalorización del otro, la expropiación, es decir, el robo, a partir de una situación de fuerza o de un privilegio. Tiene el privilegio de que maneja las armas, el privilegio de que hace lo que le venga en gana con la ley. Estás prevalido. Y eso ha infectado gran parte de la sociedad venezolana, que ya no respeta las normas, sino la cultura de la violencia, a través del miedo. Es una cosa muy terrible. Esta es una sociedad que vive con miedo.

Me voy a aventurar a hacer un silogismo, que es algo engañoso y por tanto muy incierto. Digamos entonces: “como el gobierno tiene un comportamiento malandro, que ha permeado a todos los sectores de la sociedad venezolana, hemos llegado a la anomia, a 26.000 homicidios al año, a los espectáculos dantescos que vemos en las cárceles venezolanas”.
Yo diría que es una línea bastante coherente. Y el último peldaño de esa escalera es la desvalorización del otro y de la vida humana. Aquí estamos vacunados contra la pérdida del otro y del sufrimiento que podría causarnos, lo vemos con los linchamientos que han venido sucediendo este año cada vez más frecuentes. Lo demostramos con profunda indiferencia ante las noticias más espantosas que hay. Por eso no creo que se trate de una reconstrucción, sino de una reconstitución que tiene que venir desde el sustrato. Es una política deliberada donde se valora y se premia a los “pranes”. El “pranato” se convirtió en una especie de sino de esta sociedad. Y el gobierno, cuando advierte que no puede contener la propagación de esta enfermedad viral, de este cáncer viral, decide atacarlo de la manera más brutal: a través de las OLP, que son unas máquinas de violación de Derechos Humanos. ¿De qué estamos hablando? Esto no es una república en ese sentido. Aquí no hay garantías. Es la destrucción del aparato de justicia, que sólo sirve para legitimar la acción del gobierno. La crisis de la justicia es el eje donde hay que comenzar a reinstitucionalizar al país.

Se puso de moda, nuevamente, el tema del diálogo. ¿Pero para qué? ¿Para oficializar una simple transacción de intereses políticos entre el chavismo y la oposición? ¿El diálogo del Gatopardo, para que no cambie nada?
Hay muy pocas condiciones para el diálogo. Lo está planteando el gobierno y es una estrategia que la ha usado anteriormente. En 2003, con la mesa de negociación y acuerdos, en 2014 para desmantelar los campamentos y la protesta. El gobierno ha utilizado el diálogo como una estrategia para comprar tiempo y para embaucar a la oposición. En 2014 especialmente. No produjo ningún resultado, a no ser una violación masiva de Derechos Humanos en la calle Élice y en la avenida Francisco de Miranda, donde se violaron las garantías constitucionales del ciudadano. Eso por un lado. Pero por otro, el diálogo debería venir después que se realice el referéndum revocatorio. La oposición debería ser más agresiva en su liderazgo, decirle a la gente: “primero referéndum y después diálogo”. Sólo entonces debería haber un diálogo, porque el chavismo no va a dejar de existir tampoco.

¿Cree que va a haber una salida pacífica, electoral y constitucional?
Creo que ese es un anhelo generalizado. Aunque el gobierno se empeñe en inducir desesperanza. Es una conducta no sólo irresponsable, sino perversa. Hay una perversión en esa insistencia en que la gente no tiene salida ni mecanismos para expresar su malestar y la necesidad de expresar un cambio.

Pero hay una rebelión, ¿no?
Sí, y la va a seguir habiendo. El cambio cualitativo es tremendo. Hay un deterioro exponencial. En marzo, al menos, hubo más de 20 saqueos, número reconocido por el propio Aristóbulo Istúriz, vicepresidente Ejecutivo. Aquí hay una situación de micro estallidos permanentes, algunos de ellos de considerable intensidad como el de Cumaná. Hay una crisis social que al parecer no se resuelve con mecanismos paliativos. Hay una crisis política que no puede lidiar con la crisis social, con la crisis económica. ¿Qué va a pasar en ese escenario? Yo creo que lo que está pasando con la validación de las firmas expresa una voluntad de cambio casi imparable. ¿Los líderes dónde están? ¿La nomenclatura que maneja el gobierno no puede leer lo que está pasando en las calles? El gobierno responde únicamente a sus intereses, lo que encierra un gran peligro, porque pudiera haber una salida de fuerza y ahí es donde vamos a ver cómo se resuelve el enigma militar.