- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

“Mi candidato soy yo mero”; por Antonio Ortuño

Mi candidato soy yo mero por Antonio Ortuño 640

Hace unos días cometí la excentricidad de solicitarles a mis contactos en las redes sociales algunas recomendaciones al respecto de obras notables escritas por narradores latinoamericanos menores de 30 años. Ya que no soy un académico especializado, ni un crítico, ni un editor, ni un agente, ni un scout ni nada similar y mi interés es puramente amateur, como lector de a pie, supuse que obtendría simplemente un listado con los nombres y referencias de algunos autores, los suficientes para darme una idea más clara de cómo marchan las cosas en un terreno del que no estoy al tanto, debo reconocerlo, con la necesaria profundidad.

Puedo decir que conseguí muy certeras referencias, gracias a los buenos oficios de contactos y amigos en diferentes países, que entendieron la idea y se tomaron un minuto (o varios) para pensar y enviarme enlaces y fichas. Pero también, en otro sentido, obtuve más informes de los que hubiera deseado y de un modo bastante inquietante. Me refiero, sí, al fenómeno, tan propio de las redes (pero también de la humanidad en general), de echar por delante a los amigos, los parientes y hasta las parejas sentimentales a la hora de recomendarle candidatos a quien sea que pide un nombre: desde un trabajador eventual hasta un profesor de asignatura, pasando por un animador de cruceros y alcanzando incluso un posible Premio Nobel. No es que uno espere pudor (el pudor no es una virtud literaria sino más bien lo contrario), pero al menos sí cierto sentido común. Antes de que se crea que hago un berrinche sin caso, pongo un ejemplo de una de las reacciones desaforadas que obtuve: “Yo no escribo narraciones pero si quiere me aviento unas ahorita”, se me ofreció en un mensaje. Lo pensé una simple broma hasta que el remitente cumplió la primera parte de su promesa y comenzó a enviarme los avances de un relato en construcción en eso que los entusiastas de las nuevas tecnologías llaman “tiempo real”: es decir, línea por línea y a medida que se escribía. El relato era bastante malo, como era de esperarse.

Otros interpretaron la expresión “latinoamericano” como “tus vecinos de la otra cuadra a los que les urge un empujón para ya ponerse a trabajar” y comenzaron a recomendarme reparar en lo bien escritos de los estados de Facebook de algunas personas que conocen, con quienes ellos y yo tenemos 800 contactos en común, y a manifestarme lo mucho que les extrañaba que no los ubicara ya como grandes escritores en potencia (“¿No le ves el anca al pollo, aunque no escriba?”).  Ante mi escepticismo, se me explicó que uno nunca debe decirle a alguien que se siente artista que eso se demostrará solamente con sus obras, porque entonces se le falta al respeto a su “potencialidad”.

Pero el mejor fue el mensaje de alguien que firmó como “Agallón” y que, lejos de cualquier trauma, me dijo: “Mi candidato soy yo mero. Nomás escriba una novela que ando maliciando y verá”.

Públicamente espero que sea así.