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Francia descubre la oscuridad de ‘The Night’; por Cristina Raffalli

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El escritor Rodrigo Blanco Calderón retratado por Roberto Mata.

The Night (Madera fina, 2016), la primera novela de Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981), salió en Venezuela a principios de este año. Desde entonces, cuatro grandes editoriales europeas han pautado su publicación: Alfaguara (España), Gallimard (Francia), De Bezige Bij (Holanda) y Euromedia, de República Checa. La salida en Francia de The night tiene lugar esta semana y motiva las entrevistas que ofrecemos a continuación tanto al autor como a Gustavo Guerrero, quien desde 1996 responde por la selección de los títulos procedentes del mundo hispano que integran el catálogo de Gallimard, y que hoy en día constituyen entre el 15 y el 20 por ciento de la literatura no francesa del prestigioso sello.

Rodrigo Blanco Calderón: “Un personaje es una voz”

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Portada de la edición venezolana de The Night, editada por Madera fina.

CR: Gallimard publica tu primera novela. ¿Cómo procesas esto? ¿Qué implica? ¿Qué impacto crees que tendrá en tu trabajo?
RBC:
Cuando me enteré, hace tres años, simplemente no lo podía creer. Y de hecho, sólo caí en verdadera cuenta hace poco, cuando vi el libro publicado. Creo que ese tiempo de espera me sirvió para procesarlo, es decir, para olvidarme de eso.

El impacto es diverso. Por un lado, me permite ser leído por lectores que yo no esperaba alcanzar. Y por otro, me ha servido para afinar mucho más el proceso de escritura. La experiencia con el traductor, Robert Amutio, ha sido fundamental para mí. Y creo que va a determinar algunos cambios positivos en mi modo de escribir.

CR: De ser un escritor muy leído y reconocido en tu país, pasas con tu novela a ser un escritor editado en España, Francia, Holanda y República Checa, por los momentos. ¿Qué cambia a partir de ahora?
RBC:
Digamos que se amplía, aunque sea un poco, los lectores de mi trabajo. Los cambios, como dije, me parece que se dan hacia el interior de la escritura. Detalles de estilo que probablemente sólo yo perciba en lo que estoy haciendo.

CR: ¿La escritura de una novela polifónica requiere de alguna disposición, de algún método de control? ¿Cuáles son las estrategias narrativas de una novela de estructura tan compleja como The night?
RBC: Requiere de una disposición a la locura. Escribir una novela polifónica implica haber engendrado y alimentado un coro de voces en tu propia cabeza previamente. Y es una experiencia que en último término conduce a la locura. La escritura es lo que permite sacar esas voces de tu cabeza y darle cierto orden. O, al menos, transmitir la sensación de que detrás de todo lo que se cuenta hay un orden hacia el que la atención, inevitablemente, se dirige.

La única estrategia que conozco es la de la profunda atención a lo que esas voces me están diciendo. Atención a los elementos comunes que tienen entre sí esas historias. Son como fantasmas que están buscando encontrarse.

CR: ¿The night podría leerse como una novela histórica?
RBC:
Yo creo en la libertad total de lectura. Me imagino que la segunda parte de la novela, donde hago una reconstrucción ficcional de la vida de Darío Lancini, pudiera prestarse a una lectura “histórica”. Sin embargo, la categoría “novela histórica” es bastante precisa y no creo que mi novela quepa en ella.

CR: ¿Es la investigación, la documentación, un recurso imaginativo? Es decir, ¿cómo se deja permear la imaginación en contacto con el dato, con lo fáctico?
RBC:
Yo investigo mucho mientras escribo. Los hechos “reales” se juntan como limaduras de hierro en el imán de la ficción. A veces la ficción se limita a eso: a un orden distinto de las cosas.

A veces me sorprendo al encontrar que determinado giro de la trama. que yo había imaginado, cuenta con un equivalente histórico casi idéntico. Y otras veces, me gusta ver cómo, a pesar de que parto de una intención realista de contar algún episodio histórico, termino falseando los hechos, torciendo el relato hasta volverlo parcialmente irreconocible.

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Portada de la edición española de The Night, editada por Alfaguara.

CR: Los personajes de The night tienen una consistencia abrumadora, una presencia corporal, material. ¿De qué están hechos? ¿Cómo se construye un personaje?
RBC:
Un personaje es una voz. Y se trata de escuchar esa voz. El problema es que no siempre la voz se mantiene igual cuando uno la escucha y cuando uno la escribe. En ocasiones, la voz que se revela en la escritura es la verdadera, y la que uno escuchaba en su cabeza es falsa. A veces es al revés. Es un verdadero problema discernir esto. Es como cuando a Hamlet se le aparece por primera vez el fantasma de su padre. Al escuchar todas aquellas terribles revelaciones, al príncipe Hamlet lo que le atormenta es no saber si se trata efectivamente del fantasma de su padre, que le está diciendo la verdad, o de un espíritu que asumiendo los rasgos de su padre ha sido enviado para perderlo. La manera en que Hamlet resuelve este dilema es uno de los momentos más asombrosos de la literatura. Hamlet decide “hacerse el loco”. Y además, decide montar una pieza teatral con el argumento que le dictó el fantasma de su padre, para ver las reacciones de su tío y de su madre. Es decir, Hamlet usa la ficción para ver dónde está la verdad. El efecto final de todo esto es la ficción en su grado más puro, es decir, más contaminado de realidad. Al final, uno no sabe verdaderamente si Hamlet ha perdido o no el juicio. Al final, lo revelado por el fantasma de su padre fue verdad, pero los efectos de esa revelación, ¿no fueron desastrosos también?

CR: Lo monstruoso, lo deforme y deformante, lo titánico: ¿cuál es su lugar en tu invención literaria?
RBC:
No lo tengo muy claro, pero sé que está ahí. Creo que lo titánico y lo monstruoso cumplen esa función de sombra de la que habla Jung. Me atraen los personajes monstruosos y deformes porque son el negativo de esa fotografía, casi siempre luminosa, que creemos que nos define. En The night, la figura del monstruo aparece como sombra de la del artista. A veces, sombra exteriorizada y marcadamente contrapuesta, como sucede con la relación de los personajes de Montesinos y Lancini. O del Monstruo de Los Palos Grandes y de nuevo Lancini. Pero en ocasiones, lo monstruoso está dentro del propio artista luminoso. La anécdota de Saussure y su teoría de los anagramas, proyecto al que llamaba precisamente “El Monstruo”, lo refleja muy bien.

CR: ¿Qué ocurre en la relación violencia – lenguaje?
RBC:
El lenguaje puede hacer ver zonas o posibilidades de violencia donde normalmente no se ven. Entre ellas, en el mismo lenguaje. La circulación de ciertas palabras y expresiones sirve muchas veces para ver los niveles de violencia en una sociedad. E, igualmente, al ser transformada en literatura, la violencia puede revelar un costado estético. Es lo que le sucede al personaje de Lila Hernández en la novela. Ella ha sido torturada para que un pintor pueda pintar un cuadro. Y a pesar de todo lo sufrido, una vez que observa el cuadro, no puede dejar de encontrar allí cierta belleza.

Por otra parte, el lenguaje literario implica una forma de violencia con respecto al lenguaje no literario. Así caracterizaba Roman Jakobson al lenguaje poético: como aquel que violentaba organizadamente el lenguaje cotidiano. Es una violencia liberadora. Y ya sabemos que ciertas épocas, como las que vivieron los formalistas rusos y las que estamos viviendo nosotros actualmente, la libertad y sus diversas manifestaciones suelen ser vistas como ataques, como violencia contra una norma que se asume como eterna y natural.

Gustavo Guerrero: “The night es una novela singularísima”

CR: ¿Por qué The night?
GG: Porque es un libro que no se parece a ningún otro y que, sin embargo, está escrito por alguien que evidentemente ha leído mucho y bien. Es prodigioso el punto de equilibrio que alcanza entre invención y homenaje, acaso tanto como la estructura toda del libro que se sostiene de principio a fin sin que se sepa nunca exactamente cómo. Y es que pareciera que Rodrigo Blanco Calderón se limitara a encadenar historias y voces, unas tras otras, con una naturalidad pasmosa. No se ve el esfuerzo ni el trabajo. Tampoco el inmenso riesgo. Un signo del verdadero talento. Casi todos mis lectores en la editorial lo percibieron desde la primera lectura del manuscrito. Y luego otros escritores y críticos, como Edmundo Paz Soldán, Vicente Luis Mora, Antonio José Ponte e incluso Christopher Domínguez-Michael lo han dicho y repetido. The night es una novela singularísima.

CR: Pienso que The night inaugura la memoria de la Venezuela rota que estamos siendo. ¿Estarías de acuerdo con esta afirmación?
GG: Creo que sí. Es como nuestro “viaje al fin de la noche”. O nuestras pinturas negras, goyescas. Ya no se trata de un reportaje periodístico ni de una crónica histórica más o menos novelada. Digamos que la oscuridad física y moral tiene aquí otra profundidad: es la de ese subsuelo pesadillesco, infernal, que ha acabado devorando a la superficie, ese subsuelo o ese inconsciente donde el país, o lo que queda de él, chapotea hundido en el charco que forman nuestras inmensas reservas petroleras.

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Portada de la edición francesa de The Night, editada por Gallimard.

CR: ¿Cómo se manejó desde el punto de vista de la traducción al francés el problema de los palíndromos y los anagramas, tan presentes en la novela?
GG: La traducción al francés de The night es una obra dentro de la obra. Cuando decidí publicar la novela pensé inmediatamente en el traductor de Roberto Bolaño, Robert Amutio, no solo por las afinidades evidentes entre Blanco Calderón y el chileno sino por el tipo de dificultad que presentaba la traducción. El trabajo de Amutio es excepcional: se dio cuenta pronto de que no había que traducirlo todo sino que, dentro de la propia traducción francesa, se podía jugar a veces con los palíndromos y anagramas en castellano y luego se podían agregar otros en francés que prolongaran o alimentaran los juegos de palabras en la novela. Amutio llega incluso a inventar algunos nuevos que no están en la versión original pero que calan perfectamente en francés. No sé cómo van a hacer los traductores de otros idiomas. Pero la traducción de Amutio, que ya ha sido saludada por la crítica (por ejemplo, por Mony en “Livres Hebdo”), marca una pauta. Fueron muchos meses de trabajo para un resultado ante el que hay que quitarse el sombrero.

CR: Desde el punto de vista de la originalidad y de las novedades que aporta The night a nuestra tradición novelística: ¿qué consideras que es lo más importante, lo más diferenciador?
GG: La manera de leer conjuntamente la historia de Venezuela y su literatura, la de ayer y la de hoy, desde una perspectiva lúdica, abierta y dialogante, donde caben por igual Darío Lancini y James Ellroy, o Teodoro Petkoff y Louis Aragon. En este sentido, The night es como una red con muchos hilos y muchas tramas para entrar y salir en el espacio y el tiempo. La estructura me hace pensar a veces en las esferas de Tomás Saraceno.

CR: La voz de Rodrigo Blanco deja una impresión de timbre nunca antes escuchado. ¿Estamos frente a una nueva generación de escritores? ¿Es él un ejemplo de las voces que va dejando la Venezuela en que nos convertimos?
GG: Carmen Balcells me dijo una vez, refiriéndose a Rodrigo Blanco Calderón, “nadie escribe así hoy”. Esa sensación de estar ante una voz muy original es una impresión compartida por muchos lectores de la novela. Claro, obviamente están los juegos con Bolaño y las referencias a Borges y a Piglia y a tantos otros. Pero el tema es que Blanco Calderón hace algo nuevo con ellos, algo inédito y como bastante lúdico y desenfadado. ¿Es el signo de una nueva generación? No lo sé. Lo que sí puedo decirte es que, como la novela de Alberto Barrera Tyzska, Patria o muerte, cuya traducción al francés voy a publicar el año entrante, estamos asistiendo a la aparición de algunos libros venezolanos que no solo dicen el país en este momento de crisis sino que saben contárselo a otros y están generando así formas de inteligibilidad de la situación venezolana a las que cada vez deberíamos prestarles más atención.