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Hölderlin revisitado; por Verónica Jaffé

Holderlin revisitado; por Veronica Jaffe

Friedrich Hölderlin

El siguiente texto fue presentado por su autora como conferencia en el marco de la exposición, Ríos, mares, patrias, poesías, en la galería Beatriz Gil de Las Mercedes, en la cual, además del trabajo visual se presentó el libro Friedrich Hölderlin: Cantos Hespéricos. Traducción y versiones libres (en lienzos y poemas) de Verónica Jaffé.

De Tubinga a Caracas: Traducciones, versiones y trasposiciones de los Himnos hespéricos o Cantos patrióticos de Friedrich Hölderlin.

Sobre Hölderlin

Sólo algunos datos biográficos de Hölderlin bastan para entender la importancia de su genio y su figura.

Hölderlin nació en 1770, es decir, que en 1776, cuando USA se declara independiente y afirma la universalidad de los derechos humanos, tiene 6 años, y en1 789, el comienzo de la Revolución Francesa y declaración formal de los derechos humanos, tenía 19 años, y estudiaba teología en el famoso seminario protestante de Tubinga, él y sus amigos filósofos Hegel y Schelling. Y en 1791 publica sus primeros poemas con 21 años.

Nunca fue teólogo o pastor ni profesor universitario, como sus amigos, sino tutor privado, maestro en casa de la nobleza o burguesía adinerada.

Se hace conocido, aunque nunca famoso, con una novela epistolar, el Hiperión, del cual se publican 2 tomos, el primero en 1797, dos años después de la muerte de Danton y la ejecución de Robespierre, con lo que termina la época del Terror en Francia.

En 1799 cuando Napoleón se hace Primer Cónsul, publica el segundo tomo de la novela, y trabaja en la segunda obra muy conocida suya, la pieza teatral del Empédocles, que queda inconclusa y nunca se publicará en vida.

Y a comienzos del siglo, en 1800 se vuelca definitiva y exclusivamente a la poesía, primero con algunas elegías, que mucho más tarde lo harán muy famoso, y luego los himnos o cantos, que él llama ‘de la patria’, Vaterland.

En 1804 se publican sus traducciones de la Antígona y el Edipo Rey, que él llama tirano, traduciendo en forma a la vez estrictamente literal e insólitamente original, creando así algo que estudiosos posteriores consideraron como un idioma nuevo, una lengua greco-alemana. Ya antes, en 1799, había traducido más de una docena de himnos y odas de Píndaro, como ejercicio literario recomendado por Schiller, quien jamás vio en Hölderlin más que un talento bruto y sin pulitura. Son famosas las risas de Schiller y Goethe por algunos pasajes de la traducción de la Antígona.

En 1806, a los 36 años, es internado en una clínica psiquiátrica en Tubinga, muy cerca de donde había estudiado. El diagnóstico aún es ampliamente discutido, pero antes como ahora se habla de una especie de esquizofrenia.

Varios meses después, ya en 1807, un carpintero que hacía trabajos en la clínica le da hospedaje al famoso autor del Hiperión, tenido como enfermo irrecuperable e inofensivo. No saldrá más de esta casa, de su cuarto en una torre que daba al río Neckar, uno de los afluentes del Rin.

En ese mismo año Hegel publica su Fenomenología del Espíritu.

Hölderlin vivirá en su cuarto en la torre en casa del carpintero exactamente 36 años más, y muere en 1843, a la edad de 73 años. 3 años después se publican por primera vez unas ‘obras completas’ en 2 tomos.

Pero gran parte de sus poemas tardíos y cantos son interpretados por mucho tiempo como fragmentos poéticos escritos por una mente enferma.

Por ello, uno de los elementos más importantes en la vida de Hölderlin su pensamiento filosófico, permaneció por siglos olvidado. Ni las profundas reflexiones en el Hiperión, en el Empédocles, en varios escritos o cartas fueron leídas sino muy recientemente como lo que son, aportes filosóficos originales al pensamiento alemán después de Kant. Refiero a los estudios de Dieter Henrich sobre el tema titulado El fondo, fundamento, esencia en la conciencia (Der Grund im Bewusstsein. Untersuchungen zu Hölderlin Denken 1794-95) como los quizás más destacados y consecuentes. Ideas importantes formuladas por Hölderlin entre 1794 y 1795 se relacionan con concepciones sobre las posibilidades y limitaciones del saber humano, tal como se formula en el fragmento de 1795 llamado “Ser – juicio – realidad y posibilidad”. Juicio, en alemán, se dice Ur-teil, que traducido literalmente es partición, separación, división originaria. Con lo que es fácil entender el interés postkantiano por la formas dialécticas, y por conceptos como la mortalidad divina y la utilización de metáforas afines en la poesía.

Un segundo elemento en la vida de Hölderlin que lo marcó en lo personal y emocional es su secreto amor platónico por la esposa de su empleador y patrono, un rico comerciante y banquero llamado Jacobo Gontard. La relación se rompió inevitablemente, también por la diferencia entre clases sociales. Hölderlin era, aún cuando ya conocido autor de una novela, un servidor doméstico. 4 años después, en 1802, muere Suzette Gontard a causa de la rubeola, el mismo año que Hölderlin huye intempestivamente de Bordeaux, se acentúan sus dolencias mentales  y comienza a escribir sus himnos. La relación es, por supuesto, un escándalo mayor, y debe ser ocultada en claves metafóricas en los himnos y elegías escritas a partir de 1800 y sobre todo 1802.

Un tercer elemento, su interés por la Revolución Francesa y política europea del momento, se relaciona con las inquietudes de la mayoría de la intelectualidad alemana del momento, las esperanzas por un futuro de derechos humanos y libertades individuales, y las desesperanzas por los acontecimientos del Terror jacobino, de las guerras y ejecuciones bajo el Directorio y la dictadura bonapartista que le siguen. Ya en 1796-97 Hölderlin trata de consolar a un amigo en Paris con una futura ‘revolución de conciencias y formas de imaginación’  más allá de las épicas batallas y trágicas caídas y muertes de estos tiempos (Carta a Ebel, BA5, 79) En los himnos y cantos que Hölderlin concibe para Hesperia, es decir, Occidente, y para el Vater-land, la tierra patria se traducen estas ilusiones y desilusiones en crípticas metáforas de tierras y montañas, padres y ríos.

Como todo en Hölderlin estos tres elementos pueden resumirse en una gran temática y preocupación, que es la de la libertad, en lo religioso, en lo filosófico, en lo social y sobre todo en lo individual, que en su caso es lo estético y poético.

Los himnos

Los hoy famosos himnos de Hölderlin no están incluidos ahí sino en pocos fragmentos, y es a principios del siglo 20, en 1916 cuando se publican como “corazón, centro, culmen, cúspide de su obra, su verdadero legado”, como dice Hellingrath, su editor, un joven escritor del círculo del poeta Stefan George de radical esteticismo modernista. Hölderlin se convierte ahora en profeta y mártir de este circulo neoromántico-simbolista, la voz necesaria para los tiempos de penuria, de escasez y de miseria, dürftige Zeit, una expresión de una de sus elegías más famosas, Pan y Vino.

La primera gran edición de sus obras completas se comienza a trabajar en 1941 para conmemorar en 1943 los 100 años de su muerte, y presentar su obra como ‘opera magna del espíritu alemán’ en plena Segunda Guerra. Esta edición llamada de Stuttgart, se termina de publicar en 1985. Por múltiples razones editoriales, e ideológicas, despierta diversas críticas y en 1975 se comienza a editar la llamada edición de Frankfurt, con estricta fidelidad facsimilar. El ultimo tomo 20 se publica en el 2008. Su editor D.E. Sattler lo presenta como edición cronológica e integral e incorpora todos los cantos en dos versiones, alfa y beta, para integrar las correcciones y anotaciones con los poemas y fragmentos establecidos en ediciones anteriores.

Por esta dual atención tanto a la intención del poeta de presentar cantos ‘patrióticos’ al estilo pindárico, como a su persistente transformación y variación, la edición de Sattler es, más allá de su seriedad y reproducción facsimilar, la reconstrucción más fiel y más cuidadosa de estos himnos. Es la que mejor muestra la verdadera dimensión e importancia, la modernidad por largo tiempo olvidada de la poesía tardía de H. Una modernidad que antecede por decenas de años la modernidad de un Baudelaire.

Y esta modernidad se fundamenta en la conciencia de sus diferencias y semejanzas con la antigüedad de la Grecia clásica.

Al traducir a Píndaro y a Sófocles, Hölderlin reflexiona sobre las semejanzas y diferencias de aquella poesía con la de sus contemporáneos y redefine el neoclasicismo de la Ilustración  como reflexión y toma de conciencia sobre las constantes y las variaciones que unen y diferencian la literatura moderna occidental de la clásica griega, que Hölderlin llama oriental.

Quiero mencionar sólo tres ideas que dan soporte a esta toma de conciencia, a esta poetología de H:

1. En 1799 reflexiona sobre la mejor forma de leer y comprender la literatura antigua, y diagnostica una oposición de ímpetu, de pulsión cultural: mientras los griegos buscaban darle orden y forma artística a lo ‘ crudo, infantil, inculto, es decir, lo natural, simple, franco, irreflexivo e irracional, para quedar encerrados en el corset de las reglas y las formas estrictas perdiendo toda ‘originalidad’ y ‘viva naturaleza propia’ (BA 7, 126), los occidentales contemporáneos creen erróneamente tener que seguir el mismo camino para ser ‘originales e independientes’. Falso, por supuesto. No es ni la copia ni la negación y olvido el camino. Los modernos, para ser originales y romper con la ‘servidumbre’ a las formas antiguas, es decir, para ser ‘propiamente modernos’, deben emprender el camino inverso y pasar de la excelsa belleza de las reglas y formas clásicas a la naturalidad, a la simpleza, a la crudeza irreflexiva de la primaria condición humana. En una famosa carta de diciembre de 1801, antes de partir a Francia habla de esta aparente paradoja en detalle: para los modernos no hay nada más necesario que aprender de los antiguos griegos, de lo ajeno, porque lo propio y nacional no ayuda a la formación y aprendizaje, a la toma de conciencia. Pero esta conciencia, el ‘libre uso de lo propio’, pasa por la inversión del camino de los griegos, si estos fueron del fuego y pasión de Oriente a la serenidad y belleza de las formas clásicas, el camino de los modernos, occidentales, es lógicamente al revés. (Carta a Casimir Ulrich Böhlendorff, BA9, 183)

2. Ese camino a la inversa es la traducción de los grandes poetas clásicos. Y como todo traductor sabe, no se puede traducir la música de la poesía sino sus imágenes, sus metáforas. Hölderlin recurre insistentemente a formas metafóricas en sus escritos y apuntes filosóficos. Pero las figuras, heroicas y divinas, las historias míticas que sostienen el entramado del canto pindárico son ahora traducidas a imágenes propias, menos míticas y más terrenas, a metáforas espaciales y geográficas que en clave hablan de una modernidad sin dioses, de figuras y mitos de la historia más propia, terrenal, contemporánea. Una de las metáforas más frecuentes en los himnos de Hölderlin es la del río, como figuración, marca y cifra del héroe mortal, del cielo sobre la tierra, de la historia humana literalmente terrena.

3. Una de las ideas más discutidas de Hölderlin se refiere al así llamado ‘cambio de los tonos’ o de los géneros literarios o de categorías a la vez poetológicas e históricas. Después de abandonar las reflexiones sobre los ‘fundamentos del Empédocles’, la pieza trágica sobre el mítico suicidio del filósofo pre-socrático exiliado por sus conciudadanos, dejar inconclusa la pieza misma, h se vuelca a fines de 1799 a la escritura de un texto teórico conocido bajo el título de ‘la patria cayendo, o en ruinas ’, Das untergehende Vaterland, por las primeras frases del fragmento conservado (BA 8, 119-20), pieza principal para tratar de comprender las concepciones históricas y antropológicas de H. En el mismo folio donde Hölderlin traza esquemáticamente la tercera versión de la tragedia. En un apunte al margen Hölderlin parece remedar las recomendaciones de Sócrates sobre las bondades de la comedia para el poeta trágico, y de la tragedia para el escritor de comedias:

“El poeta trágico hace bien en estudiar al lírico, el lírico al épico y el épico al trágico. Porque en lo trágico está la conclusión y perfección de lo épico, en lo lírico la de lo trágico y en lo épico la de lo lírico.” 119

Esta complicada dialéctica, que Hölderlin propone para describir una nueva filosofía poética, o poética filosófica, se complica aún más cuando pasa a reflexionar sobre la ‘vida poética libre ideal’. Algo que sólo vislumbra como posibilidad muy remota.

Sólo quiero llamar la atención sobre las diferencias de concepción con su amigo Hegel. Si la dialéctica hegeliana, simplificada hasta lo caricaturesco, ya lo sé, puede resumirse en términos de lógica aristotélica como tesis-antítesis-síntesis, proponiendo así una clara dirección en el tiempo y en la historia del así llamado progreso humano con los tres tiempos del arte, la religión y la filosofía como síntesis de un pensamiento libre del espíritu absoluto, esta última síntesis no sólo incluye sino que supera y sobrepasa, domina las dos etapas anteriores.

El modelo de Hölderlin es más bien una elipsis. Lo heroico, y épico, que es ‘metáfora de los grandes afanes’, de las grandes hazañas’, los trabajos y esfuerzos humanos, culmina en lo trágico, en la caída y ruina, que es metáfora de una reflexión intelectual, dice Hölderlin  y a su vez, como reflexión, encuentra su forma culminante en lo lírico, íntimo, personal, individual como metáfora de una emoción o sentimiento, para recomenzar el ciclo pasando nuevamente a lo épico.

Sin privilegiar alguno de los tres momentos Hölderlin se mantiene en su concepción de la historia humana fiel a la tríada poética clásica, de lo épico, trágico, lírico, pero también, y sin pretender construir grandes sistemas filosóficos, ni ver pasar el ‘espíritu universal’, o más exactamente, el alma del mundo, la Weltseele, en la figura de Napoleón, como hace Hegel (lo ve pasar a caballo en 1806), Hölderlin recoge en estas reflexiones su propio camino existencial, su alma individual, que en ese año de 1800 deja atrás la novela Hiperión, el eremita en Grecia, la tragedia de la muerte de Empédocles y en 1802, 2 años antes que Bonaparte se corona emperador, comienza a a trabajar en sus himnos hespéricos, sus grandes cantos patrióticos. Hölderlin ya había visto y vivido la tragedia. Y comprendido su papel como poeta moderno, cantor a lo propio y patrio: la toma de conciencia en metáforas.

No puedo hablar acá de todos los 12 himnos ordenados en 4 tríadas ni de su epílogo, que Sattler llama coda, de 2 pequeñas reflexiones filosóficas y un último canto recogido de los papeles sueltos del poeta ya gravemente enfermo. Pero quiero decir dos cositas más adelante sobre el prólogo, que Sattler llama proemio y que es el famoso y muy estudiado poema Andenken, es decir, Recuerdo, souvenir, literalmente “pensar en”.

La traducción

Desde que trabajé a finales de los 90 sobre las metáforas de la traducción y leí sobre teorías tanto de la traducción como de la metáfora, se me hizo evidente algo que podrá parecer un lugar común, pero que para mi labor con los himnos de Hölderlin fue de gran ayuda: traducción y metáfora tienen sentidos muy parecidos que refieren al traslado o transporte de imágenes.

Ya pocos años antes, la lectura del libro sobre las diferentes Antígonas de George Steiner, y por supuesto su revisión de la historia de la traducción en Occidente en su libro Después de Babel, me abrieron los ojos para otras afinidades, nuevos paisajes.

Tres lecturas sobre todo me sirvieron de guía para adentrarme en ellos: la introducción que Benjamin escribe a su traducción de algunos poemas de Baudelaire y que llama ‘la tarea del traductor’, de 1923; varios ensayos sobre metaforología del filósofo alemán Hans Blumenberg, y las reflexiones sobre lo metafórico del filósofo Martin Seel. No sólo de ellos, claro, sino de muchos otros también, aprendí que traducir poesía significa en gran medida transportar imágenes. La poesía, al menos en la historia de Occidente, perdura y se decanta en su traducción, y es cierto que en ella no existe lo propiamente moderno si no se confronta con lo ajeno y antiguo. Eso hizo Hölderlin con una consecuencia impresionante. Entendió a la perfección que la poesía como lenguaje metafórico por excelencia sólo puede traducirse en la traducción y apropiación – no en la copia y reproducción – de las imágenes antiguas, y entonces es que puede aprender ‘el uso libre de lo propio’ y ser en efecto propia, individual, original. Y todo reposa sobre las imágenes. El Rin o el Danubio serán entonces imágenes de míticos semidioses, como Hércules, pero también metáforas del paso del tiempo, de los procesos civilizatorios, de reflexiones poetológicas (siguiendo una clásica cita de Horacio que habla del canto de Píndaro como de un poderoso río) (odas, libro 4, cap2,versos5-8)

Cuando traduje, creo que fue entre 1998 -1999, La versión de Ismena es del 2000, partes de la traducción de Hölderlin de la Antígona de Sófocles y sentí por experiencia propia la insuficiencia abismal de toda traducción, creí poder, después de años de dudas y miedos, aprender más de la traducción, sus tragedias (así se han llamado, creo que fue Benjamin, o si no Steiner, las de H), sobre la modernidad y la poesía, acercándome con esas dudas y miedos a los himnos de H. Ahora pienso que las fechas fueron importantes, un Creonte se alzaba arrogante con el derecho de decidir sobre vivos y sobre muertos, mucho más cínico y taimado que el de Sófocles o el de H.

Comencé a traducir tímidamente, y de la forma más fiel y literal posible, creo primero An-denken, El Ister y luego Mnemósine. Pronto me di cuenta que no entendía nada, o muy poco, de lo que traducía. Tuve que parar, recomenzar, parar y recomenzar muchas veces hasta que leyendo y releyendo los escritos de Hölderlin y ayudándome con algunas de las miles y miles de páginas escritas sobre él, en cierto momento pensé en recurrir a las imágenes en concreto, y comencé a trazar las imágenes que asociaba con los poemas, de verdad, literalmente, sobre un lienzo.

Y la imagen primordial, esa que Blumenberg llama metáfora absoluta, eran por supuesto los ríos. El río. El de Heráclito, que es el mismo y nunca lo es. “Lo mejor es el agua”, comienza Píndaro (en la Oda olímpica, 1,1)

Trazar el curso de los ríos poéticos de Hölderlin  ese paisaje lingüístico de míticas significaciones que tan bien analiza e interpreta Sattler fue como hacerme mapas para no perderme en las múltiples complicaciones de estos poemas extremadamente oscuros. Con ellos fui comprendiendo, a-propiándome por instantes, en versos sueltos, imágenes aisladas, de la extrema ajenidad y bellísima extrañeza de esos poemas. Y así, pasando del texto al cuadro y del cuadro al texto creí entrar yo también en el río. Creo recordar que comencé en el 2005 o 2006 y terminé, si es que se puede terminar una traducción, en el 2012-13. Me acompañaron en todos los sombríos años del gobierno anterior.

Que la publicación del libro también haya sido lenta, difícil, también me parece sólo coherente con su tema. Porque desde el primer momento sabía que él y sus cuadros tenían que estar en Caracas. Para cumplir fielmente con el sentido de la metáfora de la traducción, en lo personal, en lo político: el traslado de las imágenes para la toma de conciencia, quiere decir, para el uso libre de lo propio, cercano, por vía de lo ajeno y lejano requería ese transporte.

Esta también es una forma de fidelidad a lo que en lo personal y político comprendo apenas ahora de estas traducciones: la absoluta seriedad de las palabras alemanas de Hölderlin no la podía traducir simplemente en palabras españolas, venezolanas. Para cumplir con lo patrio del canto original, debía traer los poemas y sus cuadros acá, completar con el traslado literal la traducción y abrir la ‘tierra del padre’, que es lo que quiere decir ‘patria’ en alemán, a uno de sus sentidos más serios y profundos. Traducir en serio, se me ocurre, no puede ser sino eso para mí: traer la lengua de mi padre, lo patrio, a espacios, textos e imágenes que son este libro y estos cuadros, a este país, esta ciudad de mi madre. Ríos, mares, patrias, poesías, como forma de hablar en serio y de verdad de patrias, más allá de toda mentira, toda cínica manipulación politiquera.

Un himno, un ejemplo, Andenken

Para terminar, quiero referirme brevemente al himno del proemio, Andenken, Recuerdo

El poema es uno de los más conocidos de Hölderlin fue publicado en 1808, y quizás el último que Hölderlin preparó para su publicación. Ha sido interpretado por multitud de estudiosos y críticos, entre ellos Heidegger y Adorno. También por su título, que significa literalmente un ‘pensar en’, es decir, un pensamiento que incluye el objeto de su pensar dentro de su acción subjetiva. Tal pensamiento no es el universal y teórico, el abstracto y sistemático, sino el poético. Y como pensar poético es una forma de recuerdo y memoria que en su forma poética incluye y expresa las imágenes, metáforas, ideas en sus ritmos y tonos. En este sentido el poema no habla DE nada, sino que en su fluidez y paso de recuerdo en recuerdo, de verso en verso, da, construye, fundamenta, dona, lo que los famosos dos últimos versos no pueden nombrar sino como ‘lo que queda’.

En el estudio que Dieter Henrich le dedicó al poema (Der Gand des Andenkens. Beobachtungen und Gedanken zu Hölderlin Gedicht de 1986) se habla del ‘poema como realización, consumación de esta filosofía no-filosófica sino poética. El título se recoge en el final, como el estuario recoge los dos ríos Garona y Dordoña. Los paisajes, las ciudades, los ríos recogen, repiten, regresan, todo confluye, como  sus contrastes, sus fiestas y soledades, sus diferencias y oposiciones, sus ríos, y mares, en el transcurso armónico del poema mismo. No ha entrado aún en este poema el segundo paso del transcurso hímnico de Hölderlin que Henrich explica con la respuesta trágica del otro poema dedicado a la memoria que es el llamado Mnemosyne. Aquí la conciencia trágica se hace evidente. El saber fundamental de toda la poesía tardía de Hölderlin  según palabras de Henrich: que la unicidad del origen está definitivamente perdida pero que se guarda en lugares y caminos del mundo y en tendencias de la vida consciente (182), se quiebra en Mnemosyne. Cuando Hölderlin lo escribe, ha traducido las dos tragedias de Sófocles. El saber está en la conciencia ahora abiertamente trágica, de error, perdición y oscuridad del poema que lleva el nombre de una titánide y de un río del inframundo que ahora también cae en el ‘error’ y en la ‘tristeza’. Ya el canto no puede fluir de verso en verso, y la traducción del canto de Píndaro en himnos propios resulta imposible (186).

La poesía se sabe construida desde la tragedia, y como conciencia de sus límites y fracasos.

Pero todo había comenzado con lo más antiguo, lo que quedaba, como objeto y recuerdo, y como imagen. Creo que por eso usé las amonitas, y las bellísimas leonas de las cuevas de Chauvet. Esos caracolitos, marcas de la millonaria antigüedad de la tierra, y las imágenes de los hermosísimos animales en las cuevas del Paleolítico en el cuadro de Recuerdo me ayudaron a marcar y medir la profundidad imaginaria de estos orígenes de la poesía moderna occidental.