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Final de fotografía, envidiando al Perú; por Carmen Beatriz Fernández

Final de fotografía, envidiando al Perú; por Carmen Beatriz Fernández 640

Fotografía de Picture Alliance.

Un final de fotografía y un escrutinio de infarto terminaron haciendo presidente a Pedro Pablo Kuczinsky (PPK) en el Perú. Apenas 42 mil votos separaron al ganador de su adversaria Keiko Fujimori, en un universo de 20 millones de electores convocados. Un número muy cercano a lo que creo sigue siendo el récord latinoamericano: los 35.000 votos que hicieron presidente en Venezuela a Rafael Caldera en 1968 frente al candidato adeco Gonzalo Barrios. Proporcionalmente la diferencia es quizás la menor que haya habido en procesos electorales presidenciales en el mundo: apenas un 0.244%. ¡Un cuarto de punto porcentual!

Otros procesos han sido también muy reñidos: en la elección presidencial de México en el año 2006, Felipe Calderón se hizo presidente frente a López Obrador por sólo 0,56%. Y, más recientemente, un partido ecológico le gano a otro de extrema derecha la elección presidencial austríaca por apenas 0,6%. Si las elecciones ponen a prueba el funcionamiento democrático de una sociedad, las elecciones tan ajustadas son la prueba más extrema. El Perú aguardó en tensa calma, pero con paciencia, el resultado electoral. Los resultados se fueron dando gota a gota, mostrándose en la web de la ONPE en tiempo real. Al principio muy rápido y luego muy lentamente, mientras llegaban resultados del Perú más rural y los votos consulares. Cada parte electoral era, sospechamos, motivo de angustia para ambos comandos. Pero allí esperaban, en calma, sin declaraciones altisonantes ni ireflexivas.

Observando esas elecciones, y supongo que con envidia, estaba Tibisay Lucena, la presidenta de nuestro árbitro electoral. Su presencia había sido objetada duramente en redes sociales los días anteriores, haciéndole saber a la invitada que no era popularmente bienvenida, pues Venezuela es un tema recurrente en la política peruana y el rechazo al gobierno de Maduro es un consenso nacional. #SOSVenezuela #PlantónPorlaDemocracia #TibisayLucenaLargoDelPerú decían las etiquetas en los días previos a la elección. Tanto en redes sociales como en una concurrida concentración pública en un parque urbano, los convocantes expresaron el rechazo a esa invitación. Sin embargo los venezolanos deberíamos agradecer esa visita y esperar haya aprendido mucho en cuanto a transparencia y el trabajo en pro de la confianza institucional.

Confieso de entrada que envidié el conciliador primer mensaje de PPK en Twitter tras el anuncio del conteo al 100%: “Gracias a los que votaron por mí y a los que votaron contra mí…les prometo un país mejor y diferente”. A lo que siguieron mensajes de agradecimiento a la presidenta Bachelet, al presidente Santos, al presidente Macri, al presidente Peña Nieto y al único no-presidente Henrique Capriles Radonski, a quien dedicó en mensaje especial: “@hcapriles Los peruanos demócratas llevamos a Venezuela en el corazón. ¡Y en la memoria! Gracias amigo”.

Se votó el pasado domingo en balotaje o segunda vuelta tras una primer elección en la que Keiko Fujimori le había sacado 20 puntos de ventaja a PPK dos meses atrás. Si Tibisay tuvo envidia de ese proceso debo confesar que yo también envidio sanamente al Perú, tras varias cosas que se vieron en esta singular elección:

1. La diáspora tomada en cuenta: Durante muchos años, Perú fue un país de emigrantes. Los años duros en lo económico y muy conflictivos en lo político expulsaron del país a cientos de miles de ciudadanos. Cerca del 1.5% de los electores lo hacían desde el exterior, en su mayoría ubicados en ciudades de USA, España e Italia. Fueron ellos, en esa elección tan reñida, los que terminaron dándole al victoria a PPK. Hoy, cuando se estima que en Venezuela podría haber un millón y medio de Venezolanos fuera de nuestras fronteras, o cerca de un 8% del padrón electoral, bueno es recordar que el voto desde el extranjero es un derecho constitucional que el gobierno venezolano hace todo lo posible por burlar.

2. La transparencia del árbitro: La paciencia con la que el Perú esperó los resultados que iban fluyendo gota a gota, la transmisión en tiempo real a través de la web de la ONPE, y el control y transparencia del financiamiento de las campañas son tres elementos que hablaron muy positivamente del arbitraje de este proceso electoral. Si bien en la primera vuelta hubo un episodio muy cuestionable cuando dos candidatos de relativa importancia en las encuestas fueron eliminados por el árbitro electoral en una decisión inédita, relativa al manejo financiero de la campaña, que fue vista como arbitraria y una intromisión que sentaba un negativo precedente en la segunda vuelta el arbitraje electoral fue técnicamente impoluto. Muy, muy distinto al espectáculo agónico que nos ofrece el CNE venezolano tras cada contienda electoral. En el que la baranda del CNE suele ser la protagonista de la ansiedad nacional.

3. Los debates: El debate político es cultura democrática y si hay un país de la América Latina con tradición de debate democrático es precisamente Perú. Desde 1990, cuando debatieron Vargas Llosa y Alberto Fujimori hace ya muchas contiendas electorales, el debate ha sido un sano hábito que ahora organiza el propio árbitro electoral. Los debates están entre los más eficientes instrumentos de educación política. La comunicación política descansa, con demasiada frecuencia, sobre la publicidad, cuestión que la hace muy costosa y que, además, tiende a banalizar los conceptos y argumentos por la imperiosa necesidad de transmitirlos en 20 ó 30 segundos. Un debate, en cambio, suele generar enormes expectativas y grandes audiencias, en un tiempo de TV gratuito para los participantes. Los debate enseñan, cultivan y forman ideológicamente al electorado. En este proceso de la segunda vuelta hubo dos debates: uno en la Universidad de Lima y,  por primera vez, otro en el interior del país, en Piura. En añadidura hubo un muy buen ejercicio periodístico tras los debates, en los que las aseveraciones y argumentos fueron escrutados por “Ojo Público” con rol de “watch-dog”. Mucho que aprender tiene Venezuela de la cultura del debate político peruana.

4. Lo menos malo: Nos gusta creer que escogemos lo mejor, pero con mucha frecuencia en nuestras vidas terminamos escogiendo lo que juzgamos menos malo. Votar por el menos malo es una máxima muy realista de la política electoral, en la que terminamos escogiendo la menos dañina entre dos opciones que no nos gustan. Podría creerse que es desencanto, o negativo para la democracia, pero nada más lejos: es asumir con madurez una realidad que nos aleja de los caudillos, los políticos heróicos, los predestinados y los iluminados que tanto daño han hecho a las naciones.

5. El aprendizaje de las lecciones históricas: Toda elección es un referéndum sobre un tema en particular: al finalizar la campaña, en la serenidad del cuarto de votación, al confrontarse el elector con su decisión hay una pregunta fundamental que ronda en su cabeza. La respuesta a esa pregunta está en la forma en que vote. La pregunta central del referéndum electoral del domingo de la segunda vuelta fue: ¿Fujimorismo si o no? La agenda mediática durante toda la campaña estuvo centrada en ese tema, pese a que Keiko intentaba desviar la discusión hacia otro tema fundamental en el que ella salía mucho mejor parada: la seguridad. La seguridad es la gran preocupación del elector peruano: un 70% de la población lo consideraba el mayor desafío para el próximo gobierno (Ipsos 2016), por ello Keiko intentó darle un vuelco al eje de la discusión pública valorativa sobre el fujimorismo. La mano dura de Fujimori era mejor concepto que el fujimorismo a secas, incluso coqueteando con duros conceptos como la pena de muerte, el toque de queda, o durísimas penas de cárcel para conquistar a parte del electorado. Aún así una mayoría absoluta rechazaba lo que fue, o en lo que se convirtió, el gobierno de Fujimori.

6. No hay victoria sin organización política: El sistema de partidos del Perú es débil, fraccionado y disminuido. Los partidos históricos conservan redes nacionales pero llevadas al mínimo y los partidos más nuevos tienen fortalezas en espacios geográficos particulares. En contraste, en ese escenario de dispersión partidista, Keiko fue capaz de articular un movimiento nacional sólido y con buena distribución geográfica a lo largo y ancho del país. Aunque una mayoría absoluta rechace lo que fue el gobierno de Fujimori, otra tercera parte del país le apoya consecuentemente. Ese tercio es tan sólido y articulado que hizo de Keiko Fujimori la permanente frontrunner de la contienda desde al menos cinco años antes de la elección, tras perder la pasada contienda. Ese tercio del país, con buena distribución geográfica, logró finalmente capitalizar casi un 40% de la votación en la elección parlamentaria y hacerse con el 56% de los escaños del parlamento nacional: una mayoría absoluta con la que deberá convivir el nuevo presidente electo, tras una árida campaña, además, que no facilita de entrada los acuerdos. Gracias a esa amplísima mayoría parlamentaria Keiko tiene ahora muchísimo trabajo y posibilidades de proyección nacional, manejar su mayoría parlamentaria con sensatez será su reto. Keiko tendría la posibilidad de ponerse a impugnar resultados y copiar el fallido modelo de AMLO en México 2006, con su simbólica, caótica y a la postre inútil toma del zócalo durante un año. Si desiste de hacerlo saldrá ganando…

7. Hay un proyecto país por encima de las diferencias. Otro elemento singular de esta elección fue el rol relevante que tuvo la candidata izquierdista Verónika Mendoza en el final de la contienda. Joven, fresca y con un buen mensaje de izquierda moderna, Veronika obtuvo el tercer lugar de la primera vuelta, con 18% del electorado, a dos puntos de PPK. Se había mantenido hasta el final como simple observadora de la segunda vuelta, pero a una semana de la elección Mendoza, la joven psicóloga a quien sus enemigos acusaron en la primera vuelta de ser la candidata chavista de la contienda, cerró filas con PPK. Animó el voto de sus seguidores contra Fujimori, al grito de  #FujimoriNuncaMás y #KeikonoVa en las redes sociales, y promoviendo una muy masiva manifestación popular cuatro días antes de la elección. Al convertirse en una vocera en contra del fujimorismo Verónika se vacuno ante una de sus principales debilidades: ser tildada de chavista, habida cuenta de que los vínculos entre Chávez, Montesinos y el fujimorismo en general fueron bien conocidos. PPK creció esa última semana un punto diario y recortó diferencias en el voto rural, lo suficiente como para alcanzar a Keiko. Y además el apoyo le dio un soporte territorial imprescindible en el Sur del país y zonas en las que era débil: Puno, Tacna, Cuzco y más. No dejó de advertir Verónika en ese endoso de última hora que si ganaba PPK ella pasaría de inmediato a ser parte de quienes se le oponían.

8. El Perú crece y reduce la pobreza: Es lo que más admiración nos genera a los otrora ricos vecinos del norte. Los peruanos vienen creciendo a un ritmo constante y sin pausas, con niveles promedio de un 6% interanual en el último quinquenio, y ha reducido la pobreza desde el 33% al 22% en el mismo período. Un presidente saliente muy exitoso en lo económico, con apenas 11% de popularidad, sugiere lo severos que pueden ser los peruanos en sus juicios públicos.