- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Centro y márgenes; por Antonio Ortuño

Centro y margenes; por Antonio Ortuño 640

El escritor Carlos Fuentes.

Los habitantes de muchos países, y en especial quienes se dedican en ellos al arte literario, suelen entender que el eje de las letras mundiales lo constituyen los escritores de su propia tradición. No es infrecuente que las agencias de noticias y algunos portales web divulguen encuestas en las que se vota por los libros (o autores) más importantes de  todos los tiempos, ya sea entre lectores en general o ya sea entre “especialistas”, es decir, narradores, poetas, ensayistas, críticos, académicos, editores.

Aunque algunos ingenuos se van con la finta y se piensan que las encuestas las hace la ONU y el planeta entero está representado en ellas, revisar someramente el universo de entrevistados suele dar las respuestas a los porqués de los resultados que arrojan. Lo más usual, por ejemplo, es que en estas notas aparezcan sondeos de publicaciones estadounidenses o inglesas. Así, veremos que los autores “más importantes” de todos los tiempos son, para sus compatriotas en cada caso, Hemingway, Fitzgerald, Melville, Faulkner, Harper Lee y hasta Salinger, cuando no Shakespeare, Dickens, Jane Austen o las hermanas Brontë. En ejercicios similares, queda claro que para los franceses, los imprescindibles son Flaubert, Hugo y Proust, para los españoles Cervantes y Quevedo, para los rusos Tolstoi y Dostoievsky… etcétera. El caso mexicano, me temo, rompe en parte con esa idea.

A menos que hagamos como las revistas Letras Libres o Nexos hace unos años, y acotemos nuestras encuestas al exclusivo universo de los autores nacionales (y así vemos el triunfo de Rulfo, Fuentes, Pacheco, Paz, Del Paso, Poniatowska…) los sondeos suelen mostrar que los mexicanos localizamos con frecuencia en otros horizontes nuestros entusiasmos literarios. Nombres como los de Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa o Roberto Bolaño son algunos de los más recurridos entre quienes responden “al azar”. También los de autores de literatura de la que es llamada “popular”: de JK Rowling a Tolkien, del “místico” Paulo Coelho al conspirativo Dan Brown. Y en cuanto a los lectores “especializados”, basta leerlos un poco para darse cuenta de que su mirada está puesta, decididamente, en el exterior. No hay un narrador joven que cite a Carlos Fuentes como referencia ineludible de su trabajo, por ejemplo, pero es sencillo dar con algunos que lo hacen con autores tan variopintos como Lispector, Vila-Matas, Foster Wallace, etcétera.

Esto no es necesariamente un asunto lamentable y funesto. El relativo cosmopolitismo de las letras mexicanas ha sido una de sus fortalezas. Elizondo y García Ponce, los Contemporáneos, Paz, Fuentes, Margo Glantz, Amparo Dávila, Agustín y Sainz, Ibargüengoitia y Sada, entre mil más, han sido entusiastas de tradiciones de otros lares y han nutrido la nuestra gracias a sus lecturas. Incluso Rulfo, en quien muchos quieren ver un nacionalista cerrado, fue en realidad un lector agradecido e inteligente de nórdicos y centroeuropeos. El nacionalismo mexicano es tan complejo y puede ser tan asfixiante que a veces se agradece que algunos autores nos abran puertas y ventanas que asomen al resto del planeta.