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Maritza Izaguirre: “La destrucción de la institucionalidad fue algo intencional”; por Hugo Prieto

Maritza Izaguirre retratada por Roberto Mata

Maritza Izaguirre retratada por Roberto Mata

Puede ser que el rostro de Maritza Izaguirre no sea un selfie para la sociedad venezolana. Como ella misma dice,  y “por cosas del destino”, le tocó enfrentar dos períodos de quiebra de las finanzas públicas. Dos devaluaciones. Un anatema en el país. Una cosa de la que nadie habla.

Pero Maritza Izaguirre también tiene una experiencia valiosa dentro del Banco Interamericano de Desarrollo y como consultora internacional. Más allá de lo episódico, hay que hacerse una pregunta. ¿Cómo es que el país que tuvo el ingreso per cápita más alto de América Latina no tiene acceso a los alimentos y a las medicinas? ¿O tenía razón Celso Furtado cuando dijo que el caso venezolano era un parto sin dolor?

Aquí hay una explicación. No hay data confiable, no hay transparencia. Se invocó la seguridad nacional para nacionalizar empresas de servicio público. ¿Pero se mantuvo o mejoró su eficiencia?

No supimos leer el chavismo en sus comienzos, porque había la voluntad indescifrable, pero tenaz, de echar por tierra el pasado. Una institucionalidad paralela que nos llevaría como un viaje espacial al socialismo utópico. Esa fantasiosa idea de la izquierda de liquidar al ancien regime al precio que sea.

Una vez más estamos hablando de superar el rentismo petrolero. Que tema tan cacareado, tan manoseado por los políticos. ¿Cómo resumiría este punto de la agenda?
Voy a tratar de ordenar mi propia experiencia a lo largo de los últimos 25 ó 30 años. Por cosas del destino, a mí me tocó actuar directamente en dos períodos difíciles de la economía venezolana. El período constitucional del presidente Herrera, con el famoso viernes negro, y luego regresar con el programa de ajustes del presidente Caldera, en su segundo mandato. Al final de la experiencia de la década del 80, era claro que el país tenía que cambiar. El modelo se había agotado y el punto de quiebre fue el viernes negro. Definitivamente, teníamos que dirigir la economía de una manera distinta, tratando de dejar atrás el famoso rentismo petrolero. Erradicarlo, de una vez por todas. Pero para eso había que tomar una serie de medidas, las cuales estaban destinadas a un proceso de ajuste y de reordenamiento de la economía, en las que había distintas alternativas.

No llegamos a esa premisa por espontaneidad política. Había un marco de referencia, una experiencia acumulada en América Latina.
El ajuste requería ciertos principios básicos. Uno de ellos era el problema fiscal. Tenías que mejorar la recaudación de ingresos, a través de las famosas reformas fiscales. Eso es lo que se organiza en el segundo mandato de Caldera con el fortalecimiento del Seniat. Visto en perspectiva, nos toma años atacar y resolver los problemas. Otra cosa que era clara, además de resolver el déficit fiscal, era crear una nueva mentalidad en la ciudadanía. ¿Por qué la gente no quería pagar impuestos? Porque el razonamiento era: ¿Para qué voy a darle dinero a un gobierno que no es probo, que no es transparente? No solamente en Venezuela, era un rechazo general en América Latina, porque estaba asociado a la poca transparencia y a los esquemas que se armaban para financiar los grandes proyectos públicos. Tenías que entrar en un juego distinto. Ahora, equilibrio fiscal significa no solamente renta, sino gasto. Eso también estaba claro. Una racionalización del gasto, en la cual tienes que establecer prioridades para que el ajuste funcione. Y una de ellas era buscar la forma de proteger a los más débiles, a través de programas sociales focalizados, según la experiencia acumulada en otros países.

¿Podría mencionar algunos ejemplos?
¿Cómo Bolivia sale del ajuste inicial? Mediante la creación de un fondo social, manejado con inteligencia. Un fondo que movilizaba recursos para las comunidades directamente, en ciertos casos, a través de los concejos municipales. El estímulo a obras públicas, en su gran mayoría pequeñas, pero con fondos locales. Existían diversas formas de acompañar los procesos de transformación.

¿Por qué los venezolanos tenemos 30 años dándole vueltas al mismo asunto?
No solamente eso. Algunas iniciativas que funcionan se interrumpen, se obstaculizan, no se evalúan correctamente, y años más tarde aparece una iniciativa similar, porque muy poco se aprendió de la experiencia anterior. En Venezuela, internamente, tenemos un problema serio de racionalizar una situación, entre otras cosas, porque actuamos de acuerdo con la fluctuación del precio del petróleo. ¿Mejora el precio? Dejas de poner la atención en un problema en el cual te habías enfocado y vuelves a utilizar los recursos de una manera poco racional y de esa forma caes en el mismo problema.

No hay mucho interés en los temas de largo plazo. Hemos demostrado un desdén, una gran indiferencia, por la experiencia acumulada, tanto en el país como en el resto de América Latina.
El problema del ajuste fiscal está pendiente. Pero además tenemos el problema de la institucionalización de la gerencia pública. Aquí se había hecho un esfuerzo muy importante, durante muchísimos años, para tratar de tener un aparato público con alguna eficiencia, que se inicia en la década de 1930. ¿Cómo se forjó el Ministerio de Salud y Asistencia Social? Ese fue un proceso que exigió la formación de recursos humanos, la especialización en otros países y su incorporación posterior. En esa época jugó un papel muy importante el exilio republicano español que, entre otras cosas, contribuyó a armar un aparato público capaz, en un periodo determinado y con acciones sucesivas, de sanear el país. Se resolvió, mediante acciones puntuales, el problema de la bilharzia, de la malaria, se atacó el problema de la tuberculosis y eso se hizo en un marco institucional que fue mejorando progresivamente. El Ministerio de Hacienda, por ejemplo, estaba bien organizado y fue capaz, después de los años 30, de manejarse con una característica muy importante. Los ministros eran cuidadosos en el manejo de los recursos públicos y tenían muy presente la traumática experiencia de principios de siglo (el bloqueo anglo alemán a nuestros puertos, a raíz del endeudamiento externo). Son áreas en las cuales el país logra institucionalizar, mediante mecanismos y programas de ejecución bastante buenos. Todo eso sirvió como soporte a la expansión y estabilidad que el país experimentó en los años 50, 60 y 70. Claro, tenías el respaldo de un ingreso, proveniente de la renta petrolera, que permitía financiar ese esquema.

Maritza Izaguirre retratada por Roberto Mata

Maritza Izaguirre retratada por Roberto Mata

¿No resulta curioso que los empresarios asistan a reuniones en Miraflores, al encendido de los motores productivos, para asegurar sus negocios, para tener acceso a los dólares, en medio de la destrucción del aparato productivo?  ¿Qué ha pasado con los empresarios venezolanos?
Uno advirtió que la sobrevaluación del bolívar no acompañaba adecuadamente el esfuerzo que se estaba haciendo a través de la sustitución de importaciones, porque las importaciones satisfacían el mercado interno, pero llega un momento en que el interés —el objetivo de esa política, digamos— es que parte de este esfuerzo se orientara hacia afuera para generar divisas distintas a la industria petrolera y así resolver nuestros problemas. Pero acuérdate que en Venezuela no se podía hablar de devaluación, ni de sincerar el precio del dólar, que si bien sirvió para el equipamiento del país, llegado el momento, no se exportaba. No se hizo, no se corrigió, no fue posible que la gente lo entendiera,  y se fueron acumulando una gran cantidad de distorsiones, dentro de un modelo económico, que está respaldado por el negocio petrolero, que te ayuda a palear la situación, circunstancialmente, pero no terminas de corregir.

Si la gente no quería pagar impuestos porque los gobiernos no eran probos ni transparentes, ¿Qué podemos decir actualmente, que hay una caja negra en toda la institucionalidad del país? No sabemos cuál es el índice de inflación, no sabemos cuál es el índice de escasez o la caída del PIB. No sabemos cuánto gasta el gobierno.
Todas esas inquietudes están en línea con lo que veníamos hablando sobre la institucionalidad del país. Aquí había una mecánica para recolectar información. La gente creía en el censo, por ejemplo, en la capacidad técnica del Instituto Nacional de Estadística, que fue mejorando su base de información y que ayudó para tomar medidas de políticas públicas en ciertos momentos. Ese esfuerzo se perdió y es lo que me parece más grave en estos 17 años. Cada vez más me convenzo de que esto fue intencional, hubo una orientación. ¿Qué ocurre? Destruyes la capacidad de recolección de información básica, destruyes al Banco Central de Venezuela que había sido un modelo, con unidades de investigación, con personal técnico bien formado, ¿Y ahora cómo puedes entender los problemas? A nivel político, la gran dificultad es que nuestros dirigentes no entendían que la economía era una materia de interés de primer nivel, sino una herramienta para financiar sus programas de gobierno. No es el caso de México, por ejemplo, donde muchos presidentes del PRI venían del Ministerio de Hacienda y, al menos, entendían el problema. Mi impresión, desde adentro, es que nosotros perdimos 25 años, que eran los años críticos para hacer el cambio y liquidar el problema del rentismo petrolero.

No advertimos las amenazas, ni la acumulación creciente de las dificultades. El país iba sobre ruedas.
Celso Furtado (uno de los pilares del pensamiento económico latinoamericano), hizo un estudio famoso sobre Venezuela en la década de 1950, en el cual él coloca la siguiente frase. Venezuela es un parto sin dolor.  Acuérdate que nuestro ingreso per cápita era uno de los más altos. No había una conexión clara entre el logro y el trabajo sistemático.

Realmente no hay parto sin dolor. ¿Cuál sería el parto de la sociedad venezolana? ¿Qué criatura vendría al mundo?
Ese esfuerzo se asocia a una serie de valores compartidos, a un escenario de progreso como el que hubo en Venezuela en los años 50, 60 y 70. Oportunidades de trabajo. Yo le doy mucha importancia a ese momento, porque se fortaleció la realización personal de muchísima gente de distintos orígenes y de la más diversa procedencia social. Había ascenso social y una construcción de la política a través de los partidos políticos, lo que nos permitió llegar a unos acuerdos, cosa que no veo actualmente. Había una visión personal de respeto y de progreso, por encima de las ideologías. Era una sociedad cambiante, con un poder público que permitía que la gente se incorporara, a la vez que fortalecía instituciones básicas.

Usted dijo que detrás de la desinstitucionalización del país hubo una intencionalidad, ¿cuál era el propósito?
Nosotros no leímos adecuadamente la etapa inicial (del chavismo). Por ejemplo, cuando yo me quedo los seis meses en el gobierno del presidente Chávez, lo hice por una solicitud personal, no sólo del propio presidente, sino de sus asesores políticos, José Vicente Rangel y Luis Miquilena, quienes hablaron conmigo, bajo la premisa de que era importante mantener cierta estabilidad inicial, mientras se tomaban medidas y se diseñaban políticas, pero siempre —y así lo había entendido—, de respeto hacia el marco institucional, con una preocupación especial por resolver los problemas pendientes del país:  la inclusión social, el empleo y el problema de los bajos ingresos. Esa era una preocupación común, en la cual demostraban interés sectores del país, incluidas organizaciones políticas. Pero las diferencias afloraban alrededor del problema de la pobreza y una de las formas de entender ese problema era advertir la relación que había con el fortalecimiento del aparato productivo y la creación de empleo. Eso se iba a hacer a través de un proceso de industrialización impulsado por una economía mixta, tal como se estableció en la Constitución. Ahí estaba, clarito, el problema de la sobrevaluación del bolívar. Si el ajuste hubiese sido progresivo, no habríamos tenido que devaluar tan fuerte como se hizo en el 83 y después más tarde.

Lo que trascendió, al menos en la esfera de la opinión pública, era que la presencia de Maritza Izaguirre en el gobierno era necesaria para “tranquilizar” a los mercados.
Una de las cosas que traté de transmitir era el problema de la transparencia de la información y el problema de la confianza. Ambas están muy asociadas. El mundo te visualiza de acuerdo con la calidad de datos que procesas y presentas. A nosotros nos creían todas las cifras del BCV, toda la información demográfica, que tiene que ser comparable con el resto de los países. ¿Y qué observas ahora en los informes del Banco Mundial, por ejemplo? Que de Venezuela no hay información disponible o la más reciente es de hace tres años. Se habían logrado ciertas áreas merecedoras de respeto, una de ellas era el caso de la nacionalización del petróleo. Y detrás de esa integración de procesos y de culturas corporativas distintas, estuvo la mente del general Rafael Alfonzo Ravard (primer presidente de Pdvsa). Había una trama social que hacía que las cosas funcionaran y se facilitaran.

¿Qué fue lo que leímos mal al comienzo y por qué la lectura que se hizo fue equivocada?
Nosotros creíamos que estábamos en un proceso de cambio de gobierno dentro del marco institucional, como había ocurrido en el pasado, dentro del cual había un giro en la política asociado a la ideología de cada uno de nosotros. Pero aquí empieza a entrar en vigencia un Estado en el cual la arista de la participación popular empieza a cambiar y se le da un énfasis a ese esfuerzo a través de la creación de los consejos comunales y otras formas de organización popular. Pero a su vez eso se hace a través de una estructura paralela que choca con la estructura federal venezolana, estados y municipios, que se fortaleció con el proceso de descentralización. Esto empieza a cambiar, se consolida con la Constitución del 99 y esa estructura paralela empieza a tener un protagonismo que está relacionado con el liderazgo de Chávez.

Esa fue una apuesta política. Los actores políticos, diría yo, tienen derecho a hacer sus apuestas. La gente se mete en la política para desarrollar su visión del país. ¿No es una cuestión legítima?
Lo que quiero poner de relieve, y lo que uno no vio, era la profundidad de convencimiento de los actores que habían llegado al poder para realmente transformar esto en una sociedad socialista utópica pura. ¿Qué implicó ese esfuerzo? La decisión de que no podías actuar con las instituciones del pasado. Tú tienes que cambiar eso, ¿verdad? ¿Por qué vas a destruir todo el sector de servicios (Hidrocapital, la Electricidad de Caracas, la Cantv)? ¿Por razones de seguridad? Y las conviertes en empresas públicas, pero no conservas la eficiencia que tenían esas instituciones. Cambias los actores y con ellos los criterios. Habría que tomar en cuenta que los países no se construyen de la noche a la mañana.