- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Vallejo alemán: Durs Grünbein; por Alejandro Oliveros

Durs Grünbein fotografiado por Barbara Klemm, 2001.

Durs Grünbein fotografiado por Barbara Klemm, 2001.

“Trilce, César” es el nombre de un poema del alemán Durs Grünbein, nacido en Dresde en  1962,  recogido en su volumen Después de las sátiras. Se trata de un texto autobiográfico. Cuenta y canta el autor su experiencia de estudiante en la asfixiante atmósfera de la totalitaria y desaparecida, como todas ellas, tarde o temprano, República Democrática Alemana; la cual,  como la vecina Cuba, con sus elecciones y diputados, ha podido tener de todo, menos de democracia. Los años de la adolescencia de Grünbein son los  más comprometidos de aquella guerra fría de ciencia-ficción. Nació apenas unos meses después de la “crisis de los misiles”, en la que probablemente sea la ciudad más bella de Alemania y, seguramente, la más fina y aristocrática. El protagonista del poema se encuentra en una biblioteca que, como toda poesía que se respete, deberíamos leer como una alegoría, un microcosmos de la sociedad comunista en su versión germana: estudios, papeles, libros, aburrimiento, alienación, aislamiento, ausencia de privacidad y libertad, escasez y racionamiento. El horizonte llegaba hasta la puerta de la casa, y el futuro en las manos de funcionarios siempre corruptos y siempre intransigentes. Es el mismo ambiente enrarecido de libros como el necesario Noticias sobre Christa T., de la gran Christa Wolf; o, más reciente, de la formidable La torre de Uwe Tellkamp, la más ajustada crónica de los últimos años de la decadencia y caída del aquel proyecto comunista. En algún momento de su dilata narración, Tellkamp se refiere a la misma  cerrazón que agobia al personaje de Grünbein, que no era distinto al de otros treinta millones de personas:

Porque ese era el primer regalo de muchos ciudadanos de la
República Democrática para confirmar el paso a la juventud
de sus hijos: inscribirlo para obtener un vehículo que, tras
quince años de espera y trabajo, cuando habían ganado el suficiente
dinero, podían comprar.

Ante tantas limitaciones y fastidio, la lectura del Trilce  vallejiano tiene que haber sido una experiencia epifánica para nuestro poeta. El texto está compuesto en versos libres, seguramente bajo la influencia de Ezra Pound. Una forma que abandonará por otra de versos más regulares, que es la que emplea para, Nieve, su obra más ambiciosa hasta ahora. Lo que sigue es la primera parte de “Trilce, César”, traducida del alemán con el apoyo de la versión inglesa de Michael Hofmann.

TRILCE, CESAR

 

Uno de esos días en los cuales
    lo único que se nos ocurre es,
     “No puede ser”, o
        “Algo tiene que pasar”, aburrido

 

en calurosas bibliotecas donde un poco antes
    las miradas de nuestros ojos enrojecidos,
      sin rumbo, se encontraban
       como anillos de humo,
        bajo los altos techos artesanados
          de infinitas salas de lectura.

 

La mayoría, con ganas de irse (a Nueva York
    o cualquier otro sitio), estudiantes
      con sus divertidas voces quebradizas
        pensando con entusiasmo
          en fracasados proyectos,

 

y algunos, en nuestra nostálgica anarquía.
    convertidos en siervos de nuevos ídolos,
      tótems de pasadas revoluciones
       y el cuerpo lleno de mágicas acupunturas.

 

Pero no era caro
    (especialmente en verano)
      pasar allí todo el día, solo,
       en los breves intervalos,
        sin otras preocupaciones,
         como el pago de la renta, absorbiendo el silencio
          de los libros, como gas nervioso,
           todas las domadas bestias,

 

y de vez en cuando,
    incluso en el inalterable
     calor de la biblioteca,
      una maravillosa sorpresa:
       Trilce, César.