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La vida secreta de Panama City; por Jon Lee Anderson // #PanamaPapers

Por Jon Lee Anderson | 6 de abril, 2016
CASCO VIEJO / OLD TOWN - Panama City Panama 2011 Photography by Aaron Sosa El Casco Antiguo o Casco Viejo es el nombre que recibe el sitio adonde fue traslada y vuelta a fundar en 1673 la ciudad de Panamá. Esta nueva ciudad, trazada de forma reticular hacia los cuatro puntos cardinales, se caracterizó por la axialidad de sus calles y póstigos, lo cual le valió ser considerada un modelo clásico de ciudad indiana. Está situada en una pequeña península, rodeada de un manto de arrecifes rocosos, dentro del actual corregimiento de San Felipe. En 1997, el Casco Antiguo de Panamá es incluido en la lista de sitios de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Casco Viejo (Spanish for Old Town), also known as Casco Antiguo or San Felipe, is the historic district of Panama City. Completed and settled in 1673, it was built following the near-total destruction of the original Panamá city, Panamá Viejo in 1671, when the latter was attacked by pirates. It was designated a World Heritage Site in 1997.

Casco Antiguo de Panamá. Fotografía de Aaron Sosa. 2011.

Panamá, un país que ofrece su bandera nacional a transportistas internacionales, direcciones locales a corporaciones fantasmas, un sistema bancario permisivo para cualquiera con dinero, por mucho tiempo ha sido reconocido como un lugar complaciente para los negocios. En una visita al país a finales de los noventa, fui guiado por un empresario panameño, un amigo, quien me llevó a un hotel y a un edificio de oficinas recién construido en el centro de Ciudad de Panamá. La reluciente torre de vidrio verde se erigía incongruente sobre lo que de otra manera era un agradable distrito de hogares residenciales de uno o dos pisos con vista a las aguas de la bahía y, más allá, al Oceano Pacífico. Muy pocas de las oficinas parecían ocupadas, según noté. “Es lavado de dinero”, dijo mi amigo con impasibilidad.

Le pregunté a mi amigo a qué se refería exactamente con “lavado de dinero”. En los minutos siguientes, con hermosa simplicidad, me dijo cómo funcionaba. Una compañía registrada en Panamá era, como una boda en Tijuana, algo que podía ser montado rápidamente por uno de los muchos abogados astutos de Panamá. Si fueras un narcotraficante, y necesitaras lavar varios millones de dólares de ingreso ilegal al mes, por ejemplo, podrías crear varias docenas de empresas panameñas, todas completamente ficticias, y luego hacer un acuerdo con el dueño de la nueva torre para alquilar tantas oficinas como necesites. Después de algunos minutos de cálculos realizados luego de echarle un ojo la torre y contar sus pisos, mi amigo concluyó que sería posible lavar hasta cien millones de dólares al año tan sólo con esa torre.

Hay, por supuesto, muchas otras maneras de esconder o lavar dinero, y la espectacular filtración de documentos de esta semana de la firma panameña Mossak Fonseca, los llamados PanamaPapers, muestran algunas de las formas que ofrece al sistema bancario offshore, del cual Panamá es parte integral, a la gente adinerada de todo tipo —no exclusivamente a los narcotraficantes— para hacerlo.

(Paraísos bancarios como el de Panamá también existen en la casi-nación caribeña de Gran Caimán; en la isla de Jersey y en la Isla de Man; en la sub-nación pirinea de Andorra; y en muchos otros nidos alrededor del mundo. Quizás el más famoso y posiblemente el más lucrativo de todos los bancos offshore es Suiza)

Pero como quedó demostrado por mi amigo cuando usó la reluciente torre de oficinas como ejemplo, ladrillo y cemento son una manera inteligente de ocultar el dinero. Y desde hace tiempo Panamá se ha puesto a sí misma a disposición de los desarrolladores inmobiliarios que atienden esta economía en auge. Tan exitoso ha sido este recurso para Panamá que, diecisiete años más tarde, el barrio de bajos recursos alrededor de la torre ha desaparecido, reemplazado por numerosas torres nuevas de todos los colores y estilos. Una, casi perdida entre el revoltijo de acero y vidrio, tiene la elegante forma de un sacacorchos. El último presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, quien dirigió el país desde 2009 hasta 2014 y ahora vive en Miami acusado de corrupción por la Corte Suprema de Panamá, fue un gran creyente de los proyectos de infraestructura pública, construyendo autopistas, caminos oceánicos y un sistema de metro que costará miles de millones de dólares. La firma que Martinelli favoreció con la mayoría de los proyectos, la brasileña Odebrecht, hoy está en medio de un dramático escándalo de corrupción en su país.

En 1999, cuando finalmente el Canal de Panamá fue regresado a soberanía panameña, sobrevino una gran venta de propiedades en la antigua zona del canal de Estados Unidos, y lo reporté para la revista. Un día, acompañé a Nicolás Ardito Barletta, un economista patricio panameño y antiguo vicepresidente del Banco Mundial, quien estuvo a cargo de la campaña de inversión-promoción, durante un paseo en helicóptero por la zona. Todo, desde antiguas bases militares hasta puertos, estaba disponible. En nuestro tour, Barletta me dijo que la visión para el futuro del país era convertirse “en un poquito de Singapur y un poquito de Rotterdam”. A una de nuestras excursiones se llevó a dos potenciales inversionistas de la región catalana de España. Ellos estaban incómodos con mi presencia y luego me enteré por qué. Un hombre llamado Juan Manuel Rosillo estaba libre bajo fianza por cargos criminales relativos a un fraude fiscal en España. Su amigo y socio no era otro que Josep Pujol, hijo del mandatario catalán Jordi Pujol. (Unos meses más tarde, de vuelta en España, Rosillo fue sentenciado a seis años y medio de prisión por sus crímenes, pero fue liberado en la apelación. Y un año más tarde fue sentenciado a un nueva condena de prisión tras un accidente de tráfico en el que su Bentley atropelló y mató a un joven, pero Rosillo huyó del país —de regreso a Panamá, donde vivió hasta su muerte, en 2007. En 2014, Jordi Pujol, antiguo mandatario catalán, reconoció ante investigadores policiales que usó cuentas bancarias offshore durante décadas para mover sumas de dinero, el cual dijo fue acumulado por una herencia, alrededor del mundo. Entre los países involucrados en su actividad, la cual sigue siendo investigada, estaba Panamá).

En ese viaje también me encontré con un par de prominentes fugitivos extranjeros que residían en Panamá, entre ellos Jorge Serrano Elías, otrora presidente de  Guatemala. Serrano había escapado de su país a Panamá tras ser derrocado en 1993. En Guatemala fue acusado formalmente de robar decenas de millones de dólares de los fondos públicos, pero le habían dado una cálida bienvenida en Panamá y se veía relajado cuando nos encontramos en los campos de un complejo residencial de lujo y un club de polo que estaba construyendo en las afueras de la ciudad.

Unos días más tarde, le pregunté al alcalde de Ciudad de Panamá, Juan Carlos Navarro, un hombre educado en Harvard con ambiciones presidenciales, sobre su propia visión para Panamá y cómo se sentía sobre su dudosa reputación, especialmente por su tradición de albergar personajes cuestionables como Serrano. A él no le gustó la línea de cuestionamiento. “Siempre he pensado en Panamá como una especie de Suiza”, me dijo. Frunció el entrecejo cuando sugerí que afuera su país tenía una reputación más parecida a la de Casablanca o Tánger. “Ellos traen dinero, lo invierten aquí. ¿Qué tiene eso de malo?”, dijo. Pero le pregunté: ¿qué pasaría si un criminal de guerra o el próximo Mengele decidiera venir a Panamá? Y Navarro se encogió de hombros. “Eso tampoco sería un problema”, dijo. “Yo lo veo como un servicio proporcionado por Panamá a la comunidad internacional. El mundo puede ver en Panamá un refugio de último recurso… y si quieren vivir aquí tranquilamente, bienvenidos”.

Podría ser mera coincidencia, pero es interesante resaltar que Erhard Mossack, padre de Jürgen Mossack, el propietario de una parte de Mossak Fonseca, fue un antiguo oficial del cuerpo armado de la SS que inmigró a Panamá con su familia después de la Segunda Guerra Mundial. Entonces, como ahora, Panamá era un lugar extremadamente acogedor.

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Texto publicado en New Yorker. La traducción es de Rodrigo Marcano Arciniegas y exclusiva para Prodavinci.

Jon Lee Anderson 

Comentarios (5)

Francisco Esteban Somana
6 de abril, 2016

Panama es a donde todos los eticamente cuestionables van a ocultar su patrimonio. La existencia de panama como paraiso fiscal prolonga la inequidad, estos echos son una afronta a la justicia social.

Fernando Gonzalez
7 de abril, 2016

Muy buen artículo y con nexos que vienen del mal paterno de Mossak, un terrible SS alemán.

Diógenes Decambrí.-
7 de abril, 2016

Indignantes las opiniones de Juan Carlos Navarro “un hombre educado en Harvard con ambiciones presidenciales”, para colmo representativas de posiciones contrarias a la Ética, de una mayoría de los personeros a cuyo cargo está la responsabilidad de dirigir la Política y la Economía de Panamá. La exagerada profusión de documentos filtrados, 11 millones, hace la investigación más ardua, pero a la vez más prometedora, pues cuando esté completa podremos separar la minoría de cuentahabientes relativamente honestos, de la mayoría delincuencial, cuyos dineros provienen de actividades no declarables, vinculadas a la comisión de crímenes (narcotráfico, secuestros, extorsiones), e inapropiados manejos de dineros públicos en estos países donde la Contraloría es una palabra de adorno que llena la bocota de los demagogos, populistas, doblemoralistas y otros especímenes de la peor calaña, en torno a algunos de los cuales hay inclusive cultos que bordean la religiosidad. Cosas veredes amigo Sancho.

Jose Gaston Paternò
9 de abril, 2016

Aqui no va a pasar nada lamentablemente, los paraisos fiscales pueden ser eliminados si lo paises del primer mundo se lo proponen, pero esto no esta en su agenda. Se imaginan a los paises de primera linea yendo contra Suiza ? Yo no me lo imagino.

Humberto
13 de abril, 2016

Es evidente que este señor no conoce la economía panameña. El registro de empresas solo representa el 1% de de la economía, y el sistema financiero es el más sólido de américa latina. Además, no hay banco central y por lo tanto la gente escoge el dinero que usar y no los burócratas del Estado, que roban a la gente con la emisión de moneda. por otro lado Europa es un “Infierno Fiscal” ya que roban en exceso a los ciudadanos con los impuestos. Que triste que mediocres tengan espacios en la prensa digital porque su ignorancia confunde muchísimo a los lectores.

Humberto Rivero, economista venezolano radicado en Panamá.

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