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Nubes negras; por Antonio Ortuño

Nubes negras; por Antonio Ortuño 640

El lector de Imán Maleki

El año pasado, las autoridades federales de Cultura (representadas, entonces, por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, hoy ya Secretaría de la materia) presentaron una Encuesta Nacional bastante optimista, de la que se desprendía que el promedio de lectura de los mexicanos había superado de largo los 2.9 libros anuales del reporte oficial anterior (realizado un decenio antes) y alcanzado los 5.3. Dado que otros informes (privados) presentaban cálculos mucho peores, que oscilaban entre el 0.5 y el 1.5 libros anuales en promedio, el dato resultaba interesante y hasta esperanzador.

Sin embargo, ya aparecieron las nubes negras en el horizonte. En la pasada edición de la Feria del Libro del Palacio de Minería, José Ignacio Echeverría, presidente de la industria editorial en el país (Caniem, por sus siglas) puso en duda los datos oficiales. Echeverría se basa en las cifras de los agremiados a su cámara. Según ellos, la producción de libros cayó de 330 a 306 millones de ejemplares durante 2015, y las cifras de 2015 (aún por cerrarse) siguen la misma tendencia. También cayeron las ventas totales, en un porcentaje que se calcula en seis por ciento. Las dudas no son pocas. ¿Cómo es que el promedio de lectura casi se duplicó pero las ventas bajaron? ¿Los mexicanos comenzamos a acudir en masa a las bibliotecas? ¿O es que todos nos pusimos a leer archivos digitales (la mayoría de ellos piratas, porque muchos editores nacionales, en especial los independientes, consideran los eBook cosas del diablo)?

Las cifras de la Caniem son elocuentes. El mejor comprador en el país es el gobierno mexicano. El programa de libros de texto gratuito factura casi cuatro mil 600 millones de pesos al año (y se encarga de distribuir alrededor de 67 millones de ejemplares). El siguiente escalón lo ocupan los libros de enseñanza de inglés, con mil 500 millones facturados (y 18 millones y medio de ejemplares distribuidos). Es decir que, sumando uno y otro rubro, más de seis mil millones de pesos se gastan cada año en libros de educación (y 85 millones de ejemplares de estas materias llegan a manos de sus lectores). La literatura ocupa el tercer lugar en la sumatoria, con 842 millones facturados al año (y poco menos de 11 millones de libros vendidos) y abajito aparecen los libros infantiles y juveniles, con 780 millones facturados y más de 13 millones de libros vendidos (los precios promedio son más bajos que los de los volúmenes de literatura “general”, por eso la variación entre los totales facturados y distribuidos).

No nos dejemos engañar por lo aparatoso de las cifras brutas y la danza de los números. Somos más de 110 millones de mexicanos. Con estas cifras no alcanzamos ni a libro por persona cada año. Es evidente que hay un corto-circuito en algún punto. Si quitáramos los textos gratuitos de la ecuación de distribución y venta, nos quedábamos de plano en la inopia. ¿Cuál será la estrategia oficial y la de los particulares del ramo para salir del hoyo?