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Ricardo Sucre: “No tenemos un liderazgo transformador”; por Hugo Prieto

Ricardo Sucre retratado por Roberto Mata

Ricardo Sucre retratado por Roberto Mata

El juego político está trancado, pero no por falta de mecanismos institucionales, sino por la inercia de una cultura muy arraigada en la sociedad venezolana, que juega al desgaste, al reacomodo, aunque el costo sea perverso y elevado.

En realidad, hay poca disposición de ánimo y no hay estómago para jugarse a Rosalinda o para dar el jaque mate. Vamos a ver una sucesión de conflictos, de quebraderos de cabeza, pero al final del día, muy probablemente, lleguemos a una consulta electoral, mientras tanto, el gobierno y la oposición mueven sus piezas.

Ricardo Sucre, politólogo, tiene la costumbre de decir lo que piensa, lo que le ha traído no pocas mortificaciones. No tiene el deseo de agradar a los actores políticos, ni siquiera a su interlocutor. Solo el compromiso, el ánimo, de manifestar una opinión independiente. Ha pagado un precio elevado, entre otras cosas, porque la sociedad venezolana es benévola con los desaciertos y con aquellos que suele equivocarse, más por placer que por cualquier otra cosa.

Después del 6-D, la expectativa de la gente se resumía a una pregunta: ¿Vamos a ver qué pasa? Se instaló la Asamblea, se dispararon los conflictos institucionales, hay una ley de emergencia económica y, mientras tanto, la cotidianidad de los venezolanos sigue siendo una penuria, una calamidad. ¿Han pasado cosas, pero no ha pasado nada?

Diría que están pasando algunas cosas, pero tal vez no tienen el calado, las expectativas que en buena medida se hicieron o se hacen las personas, frente a lo que está ocurriendo. Sí, efectivamente, se instaló la Asamblea Nacional y lo que estamos viendo es una cierta regularidad de la relación que habrá entre el poder legislativo y el Ejecutivo… conflictiva o menos conflictiva. Si bien la reunión de Maduro con los empresarios no es una novedad, se da en un contexto distinto. Un contexto, en definitiva, donde los actores políticos están buscando una forma, un modo, de relacionarse, que si lo sintetizo podríamos llamar el modo de cohabitación o el modo de buscar una solución “definitiva”, una confrontación o un conflicto. Pareciera que no está pasando nada, pero hay que advertir que los conflictos y las soluciones se dan o se plantean sobre la marcha. Me refiero a la impugnación de los diputados de Amazonas o al episodio de los retratos de Bolívar y Chávez, por ejemplo. Lo que ocurre es que no hay un patrón definitivo en la forma en que los actores políticos intentan relacionarse.

Tenemos una gran experiencia en esta guerra de trincheras, al menos en el terreno social, con la polarización y los episodios políticos (y mediáticos) que se han construido alrededor de ella, en estos 17 años de  lo que algunos llaman la era chavista. Hay toda una cultura en este tema, pero los actores políticos están viendo cómo se tratan, cómo se relacionan, ¿No cree que los caballos estén detrás de la carreta?

No, porque en estos 17 años, en lo que llamas la era chavista, había un modo de relacionarse. Chávez logró, por medio de la fuerza, el carisma o la persuasión, que la sociedad lo respetara. La sociedad toda. Ahora lo llaman el muerto, el galáctico, pero en vida era el presidente Chávez. La sociedad aceptó el modo de relacionarse de Chávez, ¿Cuál era ese modo? Pues bien, la hegemonía la tengo yo, puedo perder, puedo ganar, pero la hegemonía la tengo yo; las reglas de juego las impongo yo. Hagamos un poco de memoria, en las elecciones parlamentarias de 2010, ningún analista, ninguna de las figuras políticas, pensó que la oposición podía sacar algo más del 60% y mi hipótesis es, más allá de sus cálculos erróneos, que en su mente no cabía la posibilidad de algo diferente que Chávez no mandara. Ahora es distinto.

¿Por qué ninguna de estas dos fuerzas visibles, en medio de esta especie de limbo político, ha sido capaz de tomar la iniciativa? No es algo que lo podamos atribuir al chavismo o a la oposición ¿por qué eso no ha cuajado?

No ha cuajado por una razón fundamental: en el fondo, en el mero fondo, ninguno de los dos puede imponerse y tomar una iniciativa de mayor calado, entre otras cosas, porque eso significa que uno tendría que anular al otro adversario. Ninguno de los dos puede hacerlo, o no están dadas las condiciones para hacerlo. Y por eso se apela a este juego de resolver los conflictos sobre la marcha. Porque ¿cuál sería esa iniciativa? En el caso de la oposición, ¿van a decidir cuál sería la permanencia del gobierno? ¿Y la del gobierno? ¿Van a radicalizar la revolución? ¿Van a tomar medidas más extremas? Yo creo que ninguno de los dos está en capacidad de hacer eso. Ni buena parte de la sociedad tiene estómago para asumir ese costo. Quizás no sería una solución definitiva, pero pondría el juego político en otro nivel.

¿Dónde está el liderazgo?

Bueno, haciendo lo tradicional. No tenemos un liderazgo transformador. El gran problema es que el liderazgo no es capaz de trascender al país. Me refiero a la visión que tiene ese liderazgo de ese país. Pero ese no es solo un problema político. Es de otra índole. Lo que estamos viendo es un reacomodo del estatus quo, que a lo mejor pasa por una nueva forma de relacionarse y permita que cada uno lleve su agenda. ¿Habrá consciencia en el país, en el liderazgo de uno u otro sector político, de romper con eso? Siento que no.  Liderazgo en esos términos no hay.

Uno podría pensar que el gobierno está acorralado por la crisis económica y que el tiempo juega a favor de la oposición, pero si no hay liderazgo, el tiempo, sencillamente, pasa a ser un dato y no una variable decisiva en el juego político.

En un país tan conservador como Venezuela, el tiempo sin liderazgo puede ser un factor decisivo. A lo mejor, en una y otra esfera política, se juega al desgaste, que podría llevar a una solución electoral. Tampoco la sociedad se hace muchas exigencias, tal vez quisiera a  una persona “que diga lo que yo quiero oír”. Voy llevando las cosas, haciendo lo mío, pero a lo mejor esa resolución nunca llega. Creo que al final del juego, nadie quiere romper y cuando digo esto me refiero a sacar al gobierno o acabar con la oposición. Hay una situación de crisis que tampoco da para eso. A lo mejor esa sensación de la que hablamos al principio, “¿Qué va a pasar”, pasa por estirar el juego, llegas a un punto de crisis, resuelves, vuelves a poner el contador en cero, confiando en que el tiempo puede jugar a tu favor, porque tienes, entre otras cosas, una serie de consultas electorales y sobre eso la gente se va a definir.

Trasladar el conflicto a la consulta electoral (referéndum revocatorio) sería muy riesgoso; sería jugarse a Rosalinda.

Sí, porque lo estás poniendo todo sobre la mesa. Lo puede hacer, perfectamente, aunque para el revocatorio, institucionalmente, hay que superar más obstáculos. Quizás la oposición opte por una enmienda, que se ve más sencilla. Pero igual sería jugarse a Rosalinda. Perdiste, muy bien. Ganaste, hay recorte del mandato y el gobierno podrá presentar su candidato. El punto, creo, es que eso no va a tener un efecto decisivo. Venezuela, políticamente hablando, es una sociedad inelástica, al no existir mecanismos de pesos y contrapesos o de responsabilidades. La enmienda puede ser aprobada con la mayoría parlamentaria. Pero allí está la lucha política. En todo caso, la oposición irá avanzando.

¿Cuál es su pronóstico? ¿Cree que la oposición va hacer esa jugada?

Yo sí creo que vamos a llegar a un punto donde el mecanismo de consulta se va a plantear. El tema de la enmienda, por lo visto, va a ser considerado muy seriamente.

Siguiendo la cultura del desgaste, a la que estamos tan acostumbrados, ¿No sería mejor copar otros espacios de poder mediante la lucha electoral? A fin de año habrá elecciones de gobernadores y alcaldes, sería una forma de voltear la tortilla.

Claro, pero allí entramos en las dos visiones que hay en la oposición, donde tampoco un criterio se puede imponer sobre el otro. Hay una postura próxima a lo que tú planteas, en la cual yo me inscribiría. Vas agarrando fuerza, vas constituyendo. Por eso es tan importante que la AN funcione. Por eso, yo sí creo que están pasando cosas, a lo mejor no las que uno quisiera ver, pero hay unas ciertas regularidades institucionales. Si eso alcanza su velocidad de crucero, su propia dinámica, puede ser que apuntale el planteamiento de ir acumulando fuerzas y espacios de poder.

¿Siguiendo el curso electoral?

Sí, pero no de forma pasiva o sentados en una mesa.

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RIcardo Sucre retratado por Roberto Mata

¿Cuál sería la agenda política para esa opción?

En primer lugar, que la Asamblea funcione, que cumpla sus actividades, que sus comisiones puedan hacer su trabajo. En segundo lugar, que la MUD retome su papel como instancia política y de debate. Uno siente que la MUD se apagó, que la Asamblea es el centro, pero la MUD tendría que tener su centro de gravitación. Y pensaría, además, en la relación con el gobierno, fórmulas de cohabitación. Es cierto que esta palabra no le gusta a todo el mundo. Pero es la fórmula que yo buscaría. Si el gobierno no las acepta o no se dan, porque es su naturaleza, entraríamos al escenario donde habría que discutir el mecanismo de consulta popular.  Estaríamos pisando la raya amarilla, pero primero buscaría una cierta normalización política, que vaya dándote músculo. Al principio, la gente puede ser escéptica, pero a partir de esa base, más sólida, puedes plantear cosas de mayor envergadura que la sociedad demanda y para que tengas éxito.

Un sector de la oposición podría decir: el señor Ricardo Sucre está loco. Aquí la única opción es activar la consulta electoral y chao.

Ahí la cosa es muy sencilla. Que la MUD anuncie que se va a declarar en sesión permanente, con el propósito de considerar cuál sería el mecanismo de consulta y ya. No es para dentro de seis meses. Tendría que ser hoy mismo para que finiquites ese asunto de una vez. Pensando que Ricardo Sucre está loco, te voy a decir otra locura. Yo le diría a Aristóbulo Istúriz (vicepresidente) mira, nosotros te queremos participar, para que a su vez se lo hagas saber a la presidente de la República, que vamos a adelantar esta iniciativa, que la vamos a llevar a cabo, con las relaciones y con los conflictos. Lo que sea, lo tiene que decidir ya. No es que en julio veremos qué vamos a hacer.

¿No dijo que la MUD está desaparecida?

Eso implica que la MUD se active, que retome su centro de gravedad que vuelva a retomar sus reuniones, su organización, el eje cuatro, el eje seis o el eje nueve (grupo directivo), con el secretario ejecutivo.

El gobierno espera como caimán en boca de caño, porque vistas las cosas así, parece que el tiempo juega a su favor. Se concentra en el frente económico, mientras la MUD sigue desaparecida.

Allí el tiempo es una variable dependiente, porque la variable independiente es lo que pueda hacer o no la oposición, lo que pueda hacer o no el gobierno. Si el escenario es ese, si la discusión va a girar en torno a la consulta electoral, lo que va a hacer el gobierno, y ya lo está haciendo, es construir sus cortafuegos de legitimidad, con el tema económico, con el mensaje. Pero tampoco hay garantía de que el tiempo juegue a su favor.

En la legislatura pasada (2010-2015), el trabajo de la oposición en la AN fue bastante mediocre. ¿Por qué sería diferente en esta ocasión?

Por varias razones. Una, hay una mayoría. Dos, veo un país más vigilante. Casi la mitad de los diputados de la legislatura pasada optaron por cargos de elección popular, me atrevería decir que si eso ocurre en esta ocasión, la opinión de la sociedad va a ser muy severa. Tres, la oposición es responsable de un poder. Y el mandato de la oposición fue muy claro. Hay más incentivos para que hagan sus trabajos.

Ya no se pueden victimizar.

Efectivamente, y ese fue el mandato de los electores. El mandato de los electores es claro, esa cantidad de votos para que no se victimizaran. Es decir, los electores dijeron si este juego está trancado, si este juego no fluye, lo que voy a hacer es repartir la capacidad de retaliación, la oposición también tiene su bomba atómica, vamos a utilizar esa metáfora, esa imagen, el gobierno también la tiene.

¿Qué le dice a la gente que vislumbra una hambruna, que no hay tiempo, que apaguen la luz, que esto se acabó, que estamos a las puertas de un estallido social?

Les diría que el año pasado se dijo lo mismo. Nada de eso se descarta, pero cuál es la historia. El año pasado, por estas fechas, se dijo algo similar, que venía un default, que venía una hambruna, lo que ocurre es que la gran fortaleza que tienen estas visiones catastróficas es que nunca pueden ser probadas. En cambio, si no crees en eso, que es mi caso, uno tiene que estar dando explicaciones de por qué no van a ocurrir. Te repito, yo creo que Venezuela es una sociedad sumamente inelástica, puede haber bajones, donde precisamente, estamos, pero una hambruna, una crisis humanitaria, un Caracazo, no creo que vayan a ocurrir.

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Ricardo Sucre retratado por Roberto Mata

¿Cuándo dice que la sociedad venezolana es inelástica a qué se refiere?

A que tiene una gran capacidad de resistencia, tiene muchos mecanismos de rebusque político, por decirlo coloquialmente. Tiene muchos amortiguadores, muchas formas de compensar los golpes. Podrán gustar unos y otros no tanto.

Pero funcionan y para prueba tenemos el <bachaqueo>.

Justamente, ese es un mecanismo de compensación, que no sólo opera en los sectores populares. Ahí tienes una dinámica política que lo permite. Puede ser perverso y a un costo social muy alto, pero esta sociedad no hace el jaque mate. Va moviendo sus piezas. Y al final, lo reitero, creo que vamos a llegar a una consulta sobre la permanencia o no del gobierno.

Está de moda el discurso del rentismo petrolero, de la Venezuela productiva, de los miles de millones de dólares que se despilfarraron. Un discurso, una película repetida a lo largo de un siglo.

Sí,  es correcto y yo creo que al país no le interesa cambiar esa película. Vamos a sembrar el petróleo, vamos a producir lo que comemos y eso se repite como un ritornelo. Yo creo que la sociedad no quiere dejar eso. Lo que a la sociedad le interesa es quién controla esa renta, quien controla esa distribución. Y parte del problema de Maduro es que no tiene el respaldo de los dólares como lo tuvieron otros presidentes, incluido Chávez y de ahí lo que comentamos más arriba, por qué la sociedad le aceptó tantas cosas, en parte porque Chávez supo administrar esa renta. La sociedad no quiere cambiar eso, porque eso supone una nueva relación y cancelar esa “cualidad” inelástica. Yo creo que nadie quiere salir de esa zona de confort, pero eso supone un precio muy alto, que se diluye con esos mecanismos de resistencia, pero el precio lo estamos pagando tú, yo y el que va a leer esta entrevista.