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El Síndrome del Ciclista, la actitud de moda en la sociedad; por Alberto Salcedo Ramos

Por Alberto Salcedo Ramos | 14 de diciembre, 2015
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Fotografía de Marcos González Valdés. Para ver su perfil en Flickr, haga click en la imagen

En el país del “usted no sabe quién soy yo” es apenas natural que a nadie le importe quiénes son los otros. “Los otros”, en principio, son aquellas personas cuyos problemas no nos afectan. Lo que les suceda o deje de sucederles es asunto de ellos, así que ya verán cómo se las arreglan.

“Los otros”, entonces, vienen a ser todos los demás. Si a menudo los colombianos son desconsiderados con sus parientes, ¿cómo esperar que respeten a “los otros”, a quienes perciben como seres ajenos?

Los colombianos suelen ser serviles ante los poderosos y humillantes con los débiles. Tal comportamiento es definido por los alemanes con el gráfico nombre de Síndrome del ciclista. Quienes lo padecen entierran la cabeza en el trasero del competidor que va adelante, porque lo consideran fuerte, y pisotean sin miramientos los pedales, porque los tienen bajo los pies.

Al colombiano no le preocupa tanto la generalización del síndrome como el estilo altanero —políticamente incorrecto— de muchos de quienes lo padecen. Cada vez que se conoce un video mediático en el que un ciudadano es despótico con otro —el famoso “usted no sabe quién soy yo”—, se discute la forma y se omite el fondo. El insolente de turno recibe entonces un linchamiento moral en la prensa y en las redes sociales, pero nadie busca las razones estructurales de la discriminación.

El Síndrome del ciclista: nada más apropiado para definirnos. Así como hemos dado muchos escaladores maravillosos que son protagonistas en las principales carreras ciclísticas del mundo, hemos producido una legión de trepadores mezquinos, de esos que ascienden social o económicamente pisoteando a los demás.

En el país del Síndrome del ciclista la competencia en las rutas es bastante desigual. Los líderes están determinados desde antes de correr, y el resto del pelotón, siempre a la zaga, va propagando hacia abajo la misma exclusión que recibe desde arriba.

En ese eje vertical de la ignominia, la peor parte corresponde a los trabajadores no calificados: peones, empleadas domésticas, mensajeros. A ellos los maltrata todo el mundo, y muy rara vez tienen la posibilidad de hacer valer sus derechos.

La semana pasada apareció en la prensa una noticia alarmante: un abogado tuvo a una pobre mujer como empleada durante veintiún años, y cuando la despidió sin justa causa no le dio ni medio centavo. Según declaró tramposamente en los estrados judiciales, la mujer no era su empleada sino su arrendataria. En el 2007, cuando la arrojó a la calle, sólo le pagaba dos mil pesos diarios.

Justo ahora, mientras ustedes leen esta columna, centenares de peones se parten el lomo en un sinfín de oficios duros: ordeñan bajo el sol, desbravan maleza, asean inodoros, friegan calderos. Y lo hacen en condiciones laborales infames, a cambio de jornales inferiores a los establecidos por la ley.

Ellos, situados desde siempre en la base de la pirámide, soportan todo el peso de nuestro canibalismo. Nadie los oye porque este país no es receptivo a las quejas de los débiles sino a la voluntad de los poderosos. Nadie los defiende porque quienes deberían hacerlo también están dedicados a pisotearlos.

Alberto Salcedo Ramos 

Comentarios (3)

Alexandre Daniel Buvat Irazàbal
14 de diciembre, 2015

Asì lo percibi hace unos 40 años cuando fui por primera vez a ese paìs.. Muy bien atendido por los cultos señores grandes dueños de grandes fincas en la sabana de Bogotà,, sus vetrinarios y agrònomos( como serìan los peones) tenian huecos en las zuelas de los zapatos y eran personas muy bien preparada geradoras de productividad para esa familias los dueños de siempre.. la ùltima vez que fuì hace trs años, casi nada habìa cambiado Sòlo una clase medis eh¡jecutiva que se preciaba de hablar muy bien inglès,, un mejor urbanismo, y los de abajo bien segregados Y en viejas empresas, la preferencia hacia las personas de famlia sobre los profesionales nacionales o no , era notoria .. Caldo para las Farc y todo lo demàs.. Su escrito crìtico es excelente para que se tome consciencia : Colombia cuando se rompa ese tonto acartonamiento, despegarà asombrosamente

Odoardo Graterol
14 de diciembre, 2015

Este tipo de opinión debería tener cabida en el Congreso, y ser atendido para resolver las carencias de una conciencia de valores humanos, o se tropezarán con un gobierno como el venezolano actual que acentuará los desbalances en favor de los “humanitarios” que lo utilicen para llegar a gobernar y pisotéen a cuantos quieran corregir el curso de los acontecimientos. Esta es la tarea que tenemos por delante, convertir en programas de mejoramiento las “visiones” y “perspectivas” que iluminan carencias de conciencia de los valores humanos (que no de los derechos, pues los valores son inmanentes al Ser humano, mientras que los derechos son exteriores y de “normal violación permanente por cuantos inconscientes quieran utilizarlos en provecho propio”). Es urgente encontrar maneras de influir en los gobiernos para introducir estas tareas en los programas y proyectos… y en la instrucción pública que contribuya a formar “valores humanos” y conciencia.

Diógenes Decambrí.-
17 de diciembre, 2015

No dudo que hayan ocurrido los casos de despotismo personal que narra este escrito, pero rechazo la generalización (no puede abarcar a todos los colombianos) y la rigidez en el tiempo (imposible que no hayan ocurrido cambios de actitud y de conducta, propio de todo conjunto humano, en especial durante los últimos cien años de avances en todos los órdenes). Las veces que he visitado Colombia, me he formado un buen concepto de sus habitantes, más cultos que el promedio de los venezolanos (en modales y en conocimientos), y ha soportado la nefasta violencia interna de décadas (violencia criminal que no puede ser justificada con ningún argumento, secuestradores, asesinos y narcotraficantes no pueden dictar cátedra de moral y civismo, sin importar los casos reales de “síndrome del ciclista” que puedan ocurrir). No concibo que los colombianos permanezcan hoy iguales a como eran hace más de medio siglo, de eso quisieran convencernos los que hoy exigen IMPUNIDAD, que los exoneren de culpas.

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