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Al límite // El 6D en la mira del mundo; por Luis García Mora

Por Luis García Mora | 22 de noviembre, 2015

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Este vuelco, ¿cuándo comenzó?

Porque se respira un vuelco, ¿o no? El clima es el de una sorda impaciencia. Y tanto Gobierno como oposición lo saben: la naturaleza estrictamente legislativa de esta contienda en puertas del 6 de diciembre ha sido por completo desbordada.

Se ha roto el dique político.

Y está a punto de llevarse por delante cualquier barrera. Ahora bien, ¿cuándo fue que comenzó esto? ¿En 1998, cuando ninguno de los viejos partidos del sistema, AD y Copei, y no hablemos del resto, carecían por completo de un dirigente nacional que tuviese más de 4 puntos en las encuestas y a quien pudieran lanzar como candidato presidencial ganador?

Y por tanto debieron forzosamente acudir, ya dentro de un verdadero cataclismo, a pedir auxilio a una glamorosa miss Universo, o a un anciano y experimentado político de 76 años de edad y cuarto grado de instrucción primaria, para terminar de conducirnos (al país, a la democracia) al naufragio. Incapaces todos entonces de comprender que un verdadero liderazgo, con auténtica consciencia nacional, no puede dejar de entender el papel de las pasiones en la política democrática, y la ineludible necesidad de movilizarlas.

Cundió la desmoralización más trágica. Un cristo de la violencia se encumbró. Sin ánimo despreciativo sino en la búsqueda de alguna mínima realidad fáctica: un líder pícaro y peligroso que, aupado con todos los hierros por una élite superficial y vana de empresarios, editores y políticos que salieron a hacerle la corte, y que hoy rabiosamente lo combaten, a él o a lo que queda de él y su legado, terminó deshaciéndonos en su vórtice.

En ese remolino de viento y aire, hueco, que rápidamente avanzó arrastrando todo a su paso: «¡Jajaja, los voy a convertir a todos en polvo cósmico!».

Y quien por cierto, en alguna medida, siempre nos recordó –con esa dosis de paranoia saludable que siempre debería habitar en todo periodista que se precie– al personaje de It, la novela de Stephen King.

Artista huido de un circo, en nuestro caso de un circo político, vestido y maquillado de forma llamativa, que nos mantuvo a todos hipnotizados con sus gestos y escenificaciones, y nos contaba chistes para divertir y hacer reír a su público.

Aunque capaz de cambiar de forma, alimentándose políticamente del terror que producía en sus víctimas.

Aferrado a nuestra alma colectiva como un rencor, tras tanto abandono y desdén por alguna élite incapaz de reconocer en el fondo de las crisis (así les golpee en el rostro) la dimensión antagónica de lo político.

Razón por la cual solo es posible proteger y consolidar la política, si se admite con lucidez que consiste siempre en “domesticar” la hostilidad y en tratar de neutralizar el antagonismo potencial que acompaña toda construcción de identidades colectivas.

Vuelco que comenzó con él, como una gran promesa de futuro y de la perfectibilidad de la democracia, para después dejar a todos –quienes lo apoyaron y quienes no– en esta terrible carraplana colectiva.

Que exige que examinemos las vainas correctamente.

Como siempre, se juega con  las cartas abiertas.

En los dos últimos años (como informan los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida 2015, referentes a la pobreza, de la UCAB) el país ha experimentado la peor contracción de ingresos de toda su historia, al punto que la pobreza en hogares este año alcanzó una cifra record de 73 por ciento. Tanto, que se asegura que, en estos momentos, sin alimento subsidiado no se come en Venezuela.

De manera que, cuando el Gobierno se percató de que había comenzado este proceso de deterioro fulminante y se abría este desaguadero de votos, comprendió que necesitaba parar el drenaje. La avería era en la sala de máquinas. Y aunque unos chavistas se quebraban y otros no, el vaciado amenazaba la propia estabilidad política del régimen.

Y, entre paréntesis, estamos hablando de un deterioro que ya era por completo manifiesto en abril de 2013 cuando un Maduro, en muchas mejores condiciones de opinión pública que hoy, le ganó de chiripa a un Capriles que pocos meses antes le había llegado a Hugo Chávez en las presidenciales del 7-O a una distancia de poco más de millón y medio de votos, respirándole poderosamente en la nuca.

Ya el monstruo del desmantelamiento de la legitimidad peseuvista, asomaba su hocico. Y la oposición impertérrita no mostraba hacia los votos del chavismo, más allá de Capriles, referencias suficientemente atractivas para recibirlos. Porque como reza el famoso proverbio antiguo, “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. O como decía, ¿Plutarco?, los dioses ciegan a quienes quieren perder.

Se dice que los asesores cubanos, y sobre todo los españoles, ¿Monedero?, en privado esgrimían que “aquí hay poca gente que produzca ideas”. Y que “Cabello en 16 años no había producido ni una única idea ingeniosa”. Y en el caso de los cubanos (a quien siempre se acude en las fases críticas), es de todos conocido que solo saben de reprimir brutalmente a la población, para mantener a su grupo privilegiado en el poder e intimidar, en un país como Cuba, que vive 50 años atrás.

En una Venezuela del siglo XXI y de la globalización que, aunque atropellada y avasallada por estos tipos, es un país con una clase media a prueba de balas –demostrado–, que puede vivir con dificultades pero sin ceder, sin depender del gobierno. Y que solamente se queda ahí, esperando, con su silencio de leones, a que el Gobierno siga “inactuando”, desactivando, inutilizando, anulando, deteniendo.

Impidiendo. Trancando. Esperando hasta que reviente. Como los estoicos.

Con unos asesores cubanos que deciden entonces un plan que se monta pragmáticamente sobre el concepto del régimen, y afirma que el Gobierno está en capacidad de aguantar sin reventar, una diferencia de 10 ó 15 puntos por debajo de las fuerzas del cambio.

Pero eso sí, utilizando todos los recursos materiales e institucionales disponibles, sin el menor escrúpulo democrático, como si de del propio gobierno cubano se tratara. En el que hay que intentar voltear a los opositores,  a los que solo hay que, elementalmente, rebatir cada cosa que digan, castigarlos y satanizarlos, y apresar, asustar, maltratar, desmoralizar. Comprar a quien se pueda comprar en la élite de la oposición (con negocios y dólares), a banqueros o cúpulas empresariales chavistas o de oposición, si no es posible neutralizarlos, como a los dueños de medios muy bien vendidos o cuadrados.

Y ver a quienes es posible comprar directamente, del MAS, de un pedazo de Copei, de UNT, de Podemos, del PPT. Y declarar el estado de excepción en los estados fronterizos, Táchira y Zulia y hasta Barinas, que facilite influir para unos resultados diferentes.

Lo que quizás (a las luces de lo que al final observamos en estos momentos) hubiese permitido equilibrar los guarismos.

Pues hasta se modificó electoralmente el mapa para captar mas diputados y no se han admitido presiones; nada de observadores, ni de UNASUR ni de la OEA ni de nada.

Y es más: escogemos dentro de un lenguaje agresivo y amenazante a alguien del universo opositor, y ¿por qué no de las familias empresariales como Lorenzo Mendoza y lo satanizamos como, ja, el “pelucón mayor”, y lo anunciamos como el rico mayor que nos va a gobernar y lo exponemos como un espantapájaros en el sector más triturado de la población. Y agrego que tengo una plata que me dieron los chinos y ofrezco comida a los barrios, aunque con esa pérfida debilidad en mi improvisado esquema de distribución.

Que con una diferencia de 10-15 puntos, jugaba. Equilibraba.

Y aunque la oposición nos ganaba con el conjunto de toda la maquinaria del Gobierno a todo tren, contrarrestábamos más o menos nuestra caída de simpatía.

Ah, ¡pero la vaina se montó por encima de 20 puntos!

Y hasta hay quien habla de por encima de los 30 puntos porcentuales.

Y por primera vez hay convencimiento de la derrota del Gobierno. Y estamos a solo 14 días de las elecciones. Y no se ha podido parar la caída ni restarle apoyo a las fuerzas del cambio.

Y aún más grave. El hecho de que se haya colocado al presidente de la República como la figura central de los resultados que arrojen los comicios del 6 de diciembre, es fatal. Pues es sobre la imagen del Gobierno que caen todas las responsabilidades de lo que ocurra. De todas las calamidades que estamos viviendo.

¿Qué hacer?, como dijo Lenin.

¿Cómo suavizar el rechazo? ¿Cómo inundar de alimentos y medicinas a los barrios?

Ya.

La oposición se reunió esta semana. La oposición obtendrá una ventaja holgada el 6-D. Obtendrá la mayoría de los diputados. Y ya se examinan tendencias. Puede obtener las 3/5 partes para una mayoría calificada: 101 diputados. Incluso no es descartable la avalancha anunciada por algunas encuestas que puede llevarla a obtener los 2/3.

¿Cómo vamos a reaccionar ante eso?

¿Nos lo calamos y luego busco cómo neutralizar a esa Asamblea como a la Alcaldía Metropolitana cuando el triunfo de Antonio Ledezma? ¿Cuando admití e impedí y controlé la capacidad de acción de ese poder civil electo usando la fuerza, controlando la capacidad de acción de mi enemigo? ¿O no me lo calo e impugno los resultados ante el CNE y el TSJ, pero no de todos, solo los puntuales que puedan significar la mayoría y creo una situación de tensión?

¿O le doy el palo a la lámpara, que no es lo más probable, pero no lo imposible?

Pero eso requiere otra clase de apoyo.

Y en 2007, cuando Chávez le daba puñetazos a las paredes por los malos resultados del referéndum de su reforma constitucional, los militares, en la misma habitación, le dijeron que la conclusión de aquella acalorada y tensa reunión no era otra que respetar los resultados.

Y Chávez sí era el Comandante.

Como es el comentario a voces. En los cuarteles se habla de que el Gobierno no sirve, que destruyó la obra del Comandante y que se respeta constitucionalmente porque se trata de un Gobierno electo, porque si no se produciría la reflexión de que llegado a este punto de los resultados del 6-D, de los 2/3, lo conveniente sería convocar a elecciones, y que eso se contempla como una posibilidad de salvar la revolución.

Y otro: “El CNE (aunque hasta el momento alcahuetee al Gobierno) va a decir los resultados que salgan de ahí”.

Son partes que llegan de más allá de las alambradas.

Que lo más incómodo para el estamento militar es la pelea con los Estados Unidos, donde siempre ha tenido un pedazo de ombligo. Y son los elementos de arbitraje de lo que va a ocurrir en el Gobierno.

El consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon, ha dicho esta semana en el Senado que las relaciones con Venezuela van a depender de la actuación del Gobierno en diciembre.

Más la banderilla que el gobierno de EEUU le ha clavado a Diosdado Cabello.

Junto a la caída estrepitosa y el juicio seguro a la gobernante de Brasil. Y la supuesta relación de la pareja presidencial con los protagonistas de lo acontecido en Haití. Y el posible triunfo de Macri hoy domingo en las presidenciales de Argentina… El interés por el 6-D.

Nunca antes unas elecciones legislativas habían despertado tamaño interés, tanta expectativa nacional e internacional.

Hay claridad en que el 6-D, y después, se va a producir una coyuntura en la que los ojos del mundo van a estar pendientes de Venezuela. Vienen ex presidentes, Zapatero, Pastrana, el de Dominicana, más de 10 parlamentarios del mundo, la delegación de UNASUR, grande ¿50?, todas las internacionales políticas, la Liberal, la Democracia Cristiana, la Internacional Socialista, la mayoría de los parlamentos de América Latina y Europa.

Lo que da el tono de cómo se percibe nuestra crisis política.

Y hacia adentro, por el índice de participación. Con más del 60%. No se trata de una elección cualquiera.

Se espera un vuelco.

Se respira.

¿O no?

La naturaleza legislativa de la cita ha roto el dique.

Luis García Mora 

Comentarios (5)

Juan Carlos
22 de noviembre, 2015

¿cuándo fue que comenzó esto? ¿En 1998, cuando ninguno de los viejos partidos del sistema, AD y Copei, y no hablemos del resto, carecían por completo de un dirigente nacional que tuviese más de 4 puntos en las encuestas y a quien pudieran lanzar como candidato presidencial ganador? No, Irene Saez fue candidata independiente y tenia opcion a ganar, se alio con partidos tradicionales y ahi fue que Chavez empezo a repuntar

Marcos Pereira
22 de noviembre, 2015

Ahora bien, ¿cuándo fue que comenzó esto? ¿En 1998, NOOOOOOOOOO! Esto comenzo antes, cuando agotado el Pacto De Punto Fijo, el pais pedia un cambio, un cambio normal, como cualquier Democracia, como cuando llego Kennedy a USA o Brain a Inglaterra, renovacion generacional y el Gran Ingenuo de Teodoro busca en los escombros al mas stalinistas de la generacion del 28, a Caldera y lo lanza de candidato. Era el momento del cambio, que seria lideralizado por Andres Velazquez, Tablante o Oswaldo Alvarez Paz, pero no Teodoro impuso a Caldera y de ahi el cambio paso a manos del galactico.

Freddy Sisos
22 de noviembre, 2015

El ambiente nacional, es que el 6-D la pelea es peleando y no creo que del lado opositor se estén chupando el dedo. La FANB tiene hoy sus barbas en remojo. Mucho se está jugando el estamento militar en las legislativas, tanto como el PSUV.

Maribel
22 de noviembre, 2015

Todos a votar el 6 d diciembre, será un paso importante, pese a todos los obstáculos premeditados por el gobierno, serán derrotados. La nación esta harta de incapaces, de corrupción, inseguridad, cuya responsabilidad está suficientemente identificada. El encuentro será, una vez más a derrotar al gorilaje rojo.

Petrusco
23 de noviembre, 2015

Todo gobierno sufre de desgaste a lo largo de su accionar. Si el gobierno chavista luego de 17 años en el poder, no tuviera desgaste y perdiera algunos cargos mas en elecciones, pues eso si no sería para nada normal.

Están descubriendo el agua caliente al mismo tiempo que ahogándose en un vaso de agua, para ponerle drama a procesos naturales de sistemas democráticos porque, si la premisa es que el chavismo va a perder la Asamblea Nacional el próximo 6D, entonces hablar de dictadura en Venezuela ha sido y es una ridiculez.

El chavismo se ha desgastado solo. La oposición nada o muy poco tiene que ver con la posibilidad de cambio en Venezuela. De hecho, nadie sabe como es que haría, hipotéticamente hablando, esa oposición para lograr cambios en nuestra nación. Su accionar ha sido mediocre, incoherente, muchas veces violento, sin programa y sin unidad. Eso todos lo sabemos.

Esperemos que hablen los votos y analizaremos el porvenir del poder legislativo, con el mismo poder ejecutivo.

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