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El cansancio; por Santiago Gamboa

El cansancio; por Santiago Gamboa 640

Hasta de lo que más necesita y le es vital, y a veces, con tal de remover un poco las aguas, algunos prefieren exponerse, romper la monotonía, salir del peso del aburrimiento y sus consecuencias, porque muchos asocian aburrimiento con tristeza y luchan contra él con el mismo denuedo con el que pretenden ser felices. Y no hay nada estadísticamente más peligroso que la búsqueda de la felicidad. Por eso los españoles dicen: “El diablo, cuando se aburre, mata moscas con el rabo”. Algo parecido creo notar por estos días en Colombia con dos términos que le son absolutamente esenciales, casi diría de vida o muerte: paz y posconflicto. Hay muchos que al oírlos voltean los ojos hacia arriba y se dan un golpecito en la rodilla, como diciendo, ay, ¡qué jartera!, ¿otra vez con eso? Porque se las repite y define con frecuencia, son palabras que empiezan a provocar cansancio y, entonces, para ser original y paliar el posmoderno aburrimiento, más vale buscarles el lunar, ironizar sobre ellas o burlarse de quien aún las respeta.

Pero que parezcan repetitivas y aburridas no quiere decir que hayan perdido su valor. Ellas representan la mejor posibilidad de futuro —tal vez la única— que tenemos en el país, y por eso me parece tan curioso el modo en que, por ejemplo, la prensa y los analistas políticos, con tal de adelantarse y presentar el argumento más original, le buscan cuatro pelos al gato y salen a rasgarse las vestiduras. Que el posconflicto va a crear un antecedente inaceptable, que los acuerdos relacionados con la justicia le van a abrir la puerta a desmanes que, a futuro, harán peligrar la Constitución. Y cosas así.

No me cabe duda de que estas hiper interpretaciones, en principio, son de buena fe, pero cada vez que las escucho pienso que quien las hace, en lugar de contribuir, lo que hace es poner un nuevo palo en las ruedas. Es tan atractivo para los analistas ser el descubridor de ese nuevo e insospechado matiz y sus peligros, de una muesca inadvertida en el complejo sistema, que uno los oye o lee llenándose la boca, invocando la seguridad nacional y el futuro de la Nación, cuando lo que están haciendo, en el fondo, es elevar su propio pedestal. Porque esos analistas, en su afán por ser originales, disfrutan agarrando un pelo y partiéndolo en cuatro, sin importarles que en este cometido le den argumentos a los enemigos de la paz y contribuyan con eso a demorar o interferir en el proceso, cuya resolución final, creo yo, sí que debería ser el norte de toda persona que quiera que este país tenga un futuro mejor.

Por eso me parece que, más que los ataques de la derecha al proceso, sus principales enemigos, hoy, son el cansancio y el aburrimiento, y mucho más a la hora de encarar un plebiscito. Porque la velocidad a la que nos ha tenido acostumbrados la realidad colombiana hace que muchos no puedan mantener un entusiasmo más allá de pocas semanas, ni siquiera cuando se trata de algo tan enorme y de repercusiones positivas. Es como el síndrome del enfermo crónico, que ya no soporta al enfermero y le caen gordas las medicinas que lo mantienen vivo y sin dolores. Lo único que espero es que el impulso por lograr la paz sea tan fuerte que logre vencer estas pequeñas mezquindades.