Artes

Juvenal Ravelo: “El cinetismo es un arte que reivindica al género humano”; por Carlos Egaña

Por Carlos Egaña | 9 de octubre, 2015
Juvenal Ravelo

Juvenal Ravelo

La entrevista se dio en mitad de Sábana Grande. A pocas avenidas de distancia, sobre nosotros, la Av. Libertador hacía de puente entre dos sectores de la ciudad profundamente divididos. Seguramente más de un insulto fue esbozado mientras conversaba con Ravelo. Los Módulos Cromáticos del artista, no obstante, le infunden cierta vitalidad a la avenida. Una alegre y movida —una cinética. El gran mural abstracto que se extiende a los lados de los vehículos, sirve de lazo para enmendar aquel extenso puente agrietado. Nadie puede negar su rol icónico ni su inconfundible atractivo.

Antes de ser conocido en Caracas por la elaboración de tales Módulos Cromáticos, Ravelo emprendió la hazaña de hacer de su barrio natal una obra de arte que respira. En 1975, luego de cursar estudios en la Sorbona, pintó junto a sus viejos vecinos las casas que compusieron las calles de su infancia. Hizo del abstraccionismo geométrico, contrario a lo que Miguel Otero Silva alguna vez describió como “ajeno al pueblo” y divorciado de “sus asuntos y sus sentimientos”, un medio de expresión y convivencia para los marginados. De alguna manera, tal hazaña fue precursora de proyectos de reivindicación artística como Favela Painting Project, que tantas vueltas ha dado por las redes sociales.

Recientemente, Ravelo se ha visto envuelto en una polémica por la elaboración de su último mural en el Parque del Este. Las acusaciones que se han realizado contra él —o más bien, contra el mural— han tenido cierto tizne político, difícil de ignorar. Sin desquitarse, el artista expresó su postura frente a las mismas, entre otras visiones que tiene sobre su trayectoria.

Alguna vez dijo Alejandro Otero que “el artista es conciencia social y (…) basta con que tenga y exprese una concepción de mundo para que su obra, que es su mejor acción, intervenga, como elemento clarificador, en establecer esa noción”. ¿De qué manera le ha servido el Arte Cinético para establecer su concepción de mundo?

Bueno, tú sabes que el Arte Cinético nació para incorporar el tiempo en la obra, de paso incorporando el movimiento. Por eso la palabra Cinético, que traduce a movimiento. Eso va de mano de la física. El movimiento artístico lo bautizaron tomando prestada la palabra. Eso, lo cinético, se manifiesta sobre todo en la energía hidráulica: eso que se ve en la represa del Guri, el movimiento de las turbinas que genera electricidad, eso es energía cinética… Entonces, se incorporó el movimiento en la obra y se ha visto que las obras se mueven y puede ocurrir metamorfosis del color, desmaterialización óptica de los elementos que están en relieve, fragmentación de la luz –como lo hago yo, pues. Ese es el lenguaje que tiene el arte cinético: ilusiones ópticas… Pero tal como empezó allí Alejandro Otero, desde el punto de vista social, yo he buscado la incorporación de ese arte con la gente que pertenece a un mundo…, que no va a los museos, que no tiene la posibilidad de disfrutar del arte. Gente que vive en las zonas del tercer mundo, como los barrios. Yo hice una primera experiencia en 1975 en el pueblo mío como un regalo para ellos, que participaron y transformaron el barrio en una obra de arte. El escritor Arturo Uslar Pietri fue uno de los primeros que escribió sobre eso, en un libro llamado Fachas, fechas y fichas. Recuerdo parte del párrafo que escribió allí, decía: “En un día de inusitado hallazgo, cambiaron el pueblo y el barco de su vida. La vieja calle se convirtió en un arlequín de alegría. Cuando Ravelo se marchó, se dieron cuenta de que les había regalado una fiesta sin término, un pueblo nuevo, o acaso una nueva vida.” Antes había escrito que yo había cerrado por un momento el taller de París y había ido a ver a mis viejos vecinos; los había invitado a revisar un patrón de color, que vino a ser el de aquellos Módulos Cromáticos, del cual los habitantes seleccionaron los colores con los que pintaron sus casas. Y así se hizo esa primera experiencia. Y esa es mi expresión de militancia en el arte social, como lo expresa ahí Alejandro Otero. De hecho, yo tengo ya una hermosa experiencia aquí en Venezuela. Después tuve la oportunidad de hacerlo en Francia y últimamente en la Bienal de La Habana, donde hice dos grandes murales con la participación de la comunidad. El entusiasmo de la gente es extraordinario, te da dos resultados, ¿no? Uno es la transformación física del barrio, del muro, y otro es la transformación de la estructura mental de los que participan.

Sus obras más conocidas se encuentran en espacios públicos —calles y parques; pienso particularmente en los Módulos Cromáticos de la Av. Libertador— y no en museos. ¿Responde esto a alguna filosofía? ¿Piensa Ud. que los museos, las galerías, son medios elitistas, que alejan al espectador común?

Los museos cumplen su rol desde que fueron fundados, ¿no? Yo tengo obras en algunos museos también, cómo no. Lo que pasa es que yo me di cuenta que se crea un público alrededor de los museos que es apenas el que tiene las posibilidades económicas y culturales para asistir a ellos. Y como dije antes, una gran masa humana se queda sin ese privilegio. Entonces dije: la única manera de resolver esto es que el artista vaya hacia dónde están ellos. Pensé de esta manera en hacer participarlos en esta obra, y después ha ocurrido que mucha gente ha participado de esta idea. Por ahí me escribió Carlos Cruz-Diez, me mandó una felicitación por los trabajos con la participación de la gente en la Habana. Me decía: “Mira, tienes seguidores, porque en México pintaron un barrio completo y en Brasil también.” Y lo bueno es que eso comenzó hace cuarenta años.

El documental Juvenal Ravelo, el viajero de la luz, muestra como usted vuelve a Caripito, su barrio natal luego de obtener cierta fama internacional, y emprende la hazaña de pintar las casas de dicho barrio, haciendo de ellas una gran instalación artística. ¿Cree que el artista, sin importar su procedencia, debe pagar tributo a sus orígenes? ¿Puede el artista desligarse de sus orígenes?

Mira, eso es bastante relativo. Entre las posiciones de muchos artistas hay una gran diversidad. Yo tomé en mi rol de artista ese camino, pero hay muchos artistas que no se han preocupado por eso. Entonces se han quedado haciendo su obra muy buena, muy extraordinaria, trascendente, pero se han quedado dentro del taller. Y dentro de un núcleo social. Yo no lo critico, eso se respeta. Pero yo tomé mis riesgos de compartir con la gente, los desposeídos. Tú sabes que dentro del Arte Cinético ha habido una preocupación, también, por participar de cosas parecidas a esto que he ido haciendo. Fíjate que Victor Vasarely, uno de los grandes maestros del cinetismo, escribió que “transformar diariamente la existencia gris de los desheredados en una obra de alegría y de expresión artística, es mucho más importante que construir milagros”. Algunos escritores que se han encontrado conmigo, me han dicho, coño, que pareciera que lo hubiese escrito para mí. Y no, cuando él escribió eso, yo ni siquiera estaba en el cinetismo. Pero se ve que él quiso hacer cosas; hay otros pensamientos donde ha dicho que debemos utilizar la tecnología para reproducir nuestras obras en los colegios y en las fábricas. Y él fue un pintor elitesco: hizo una obra extraordinaria, que recorrió el mundo entero pero dentro de los museos. Sin embargo, tenía sus preocupaciones. Lo que pasa es que no logró realizar ninguna. Y hubo preocupación antes también con la pintura figurativa; por parte del realismo socialista, particularmente. Yo digo que quienes lo hicieron mejor fueron los muralistas mexicanos: Rivera, Siqueiros, Orozco. Aquí en Venezuela también se hizo por parte de grandes artistas: Héctor Poleo, César Rengifo, Gabriel Bracho. Pero el problema está en que se pintaba en el cuadro el escenario de la pobreza, de la injusticia social, y por la misma belleza de los cuadros, los mismos se adquirían por la gente que tenía los medios. Y se desvinculaba ya el cuadro de su temática. En extensión la obra fue buena, pero el pueblo no participó nunca de ella. Entonces fue cuando yo dije: no, mi invención va a ser esta: voy a hacer los Módulos Cromáticos, haciendo armonías de colores, para que ellos selecciones el color de cada una de sus casas. Eso fue previo a un estudio que hice con la psicólogo de mi equipo —porque para esto hay un equipo: hay psicólogos, sociólogos, arquitectos y artistas plásticos. Cuando nosotros llegamos a un barrio, les damos talleres y hacemos un censo para investigar cuál es la potencialidad cultural que existe allí. Así nos damos cuenta de cuál es el nivel cultural y educacional del lugar, preparamos los talleres y mientras el arquitecto va arreglando casas caídas, fachadas rotas, vamos instruyendo. La gente va adquiriendo la motivación, se entusiasma, y comienza luego el trabajo. Bueno, nosotros allí junto a la psicólogo descubrimos que todos los seres humanos tienen una identificación con el color. Eso se ve en la ropa que compras, por ejemplo. Basándome en eso, hice el patrón de los Módulos Cromáticos y cada quien eligió el color de sus casas, siempre una armonía de medio. Y por ahí va el cuento. Después eso se incorpora a los murales. Así hemos realizado toda esta cosa, pues.

En La cocina de Jurassic Park y otros ensayos visuales, Luis Pérez Oramas afirma que “el cinetismo, como muralismo oficial de la democracia venezolana, es (…) la continuación del muralismo nacionalista de nuestras dictaduras”. ¿Responde, en efecto, el Arte Cinético en Venezuela a una ideología política particular?

No, no está concebido de esa manera. Tal vez Pérez Oramas se refiere a la Ciudad Universitaria, que fue hecha por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva y en la que participaron varios pintores abstractos. Todo en la época de Pérez Jiménez. Dice que es una continuidad, pero no está concebido así –sobre todo en el caso mío. No hay identificación con alguna ideología o cuestión del escenario político. Aquí hay más bien reivindicación social contra la injusticia social. Fíjate que tomar un barrio de estos y transformarlos, algunas veces haciendo participación en el interior de las casas, es una ayuda a la gente; pero no es algo sujeto a algún código político. Este es un resultado estético que se vuelve utilitario desde el punto de vista social. Y es tan extraordinario lo que ocurre que los habitantes del barrio, que pertenecen a distintos partidos políticos, se unen para hacer la obra. Y la defienden para que nadie la ensucie ni peguen afiches políticos; no aceptan que les vayan a desaparecer la obra. Eso se ha dado así. Entonces, es un arte que reivindica al género humano, al desposeído, pero sin el discurso político. Se ataca la injusticia social, pero sin el discurso político.

¿Y no cree que la promoción de, digamos, las obras de Cruz-Diez y Soto en la autopista, en el aeropuerto, en Plaza Venezuela, no responde a un ideal de Estado Moderno que vino con la democracia?

Sí, estas obras que me nombraste se hicieron en el período democrático, después de que cayó Pérez Jiménez. Pero nada que ver. Más bien aplaudimos a ciertos políticos que tienen sensibilidad y tienen nivel cultural y han hecho posibles esas obras. Eso lo aplaudimos, sin importar el partido en el que se milite. Yo siempre he hecho una defensa de la cultura en general, y siempre me ha preocupado que en el mundo político no haya mucho entusiasmo hacia la cultura. No la hay en ninguno de los partidos políticos. Lo escribí en un artículo en la Revista Nacional de Cultura, llamado Una visón de la apreciación de las artes plásticas, donde expongo cómo la sociedad ha visto el arte, qué ha ocurrido con las injusticias que se han realizado contra algunos artistas –caso Armando Reverón en Venezuela, caso Van Gogh en Francia–. Y yo termino ese trabajo diciendo: “En este momento en que se educa al pueblo con ambición es necesaria la presencia de la cultura en los cuadros políticos. Es la única manera de ser capaz, de ser asertivo, de ser inteligente y de tener parte de la capacidad en la administración gubernamental.” Y puse allí: “Es necesario recordar una lección que nos dejó Simón Rodríguez: “Nadie hace bien lo que no se sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuera el plan que se adopte.”” Entonces continúo diciendo: “Siempre hemos sostenido que ningún macro-proyecto económico dirigido al sector público o privado tendrá éxito sin la presencia de la cultura. Porque entre otras cosas, la ignorancia en matrimonio con el dinero, degenera en estupidez humana.” Y eso ha ocurrido muchísimo: que ha habido mucho dinero, pero no la capacidad ni la formación cultural. Lo cual ha sido un desastre en la administración política-administrativa. Esa ha sido siempre mi posición, defendiendo la cultura.

Encabezando la Fundación para la Memoria Urbana, Hannia Gómez ha criticado la elaboración de su último mural, realizado junto al colectivo Fuga Muralista, en el Parque del Este por, supuestamente, violar el diseño original del muro sobre el que se ha pintado, pues debería ir en obra limpia. ¿Cómo responde a tal acusación?

Bueno, hoy justamente también vi otra acusación por allí. La van a responder otros, no yo. No me he querido ocupar, porque he visto mucha ignorancia en la manera en cómo se han tratado las cosas. Algunos han tenido cierto respeto con la obra, ¿no? Porque hacen más hincapié en que está violando la obra de una arquitecto, Burle-Marx, quien murió… Pero mira lo que ocurre, hay un libro que escribió el equipo que trabajó con Burle-Marx, y hay una parte donde dicen que Burle-Marx era artista plástico también y que hizo el muro con idea de que fuera intervenido –que le pensaba hacer una obra de arte sobre él, pero murió. Eso está allí; parece que van a publicar la página esa para responder a los que están atacando. Porque bueno, no se informan tampoco. Pero, ¿sabes?, hay otra cosa en eso de las acusaciones: hay mucha carga política. Fíjate que yo te he ido diciendo que nada de lo que he hecho lleva identificación política. El mural de la Av. Libertador lo hice con la alcaldía de Chacao, que son gente de la oposición. Y después con el gobierno, con la alcaldía de Libertador hice una última experiencia en Los Flores de Catia. Y los que han atacado diciendo que se violó al arquitecto, no solo no se dan cuenta que está escrito que la cosa no es así…, fíjate la carga política, que los señores que ponen sus acusaciones se niegan a que el parque se llame Generalísimo Francisco de Miranda. Y ni deberían involucrar a Miranda en esto, pues no es chavista, ni de oposición: es de otra época. Y tiene toda la jerarquía para que el parque lleve ese nombre. Entonces, se ve que cuando la gente bombardea ahí, dicen Parque del Este y nunca Parque Generalísimo Francisco de Miranda. Ahora, yo me quedé asombrado, estupefacto, cuando llegué al Arco de Triunfo en París y vi el nombre de Miranda con los generales de la Revolución Francesa. Después aparece en Rusia, también. En los Estados Unidos, peleando con el general Lafayette. Por favor, ¿le van a negar ese nombre al parque? Pero ya tú ves, ese no es problema mío. Lo estoy contando porque me he dado cuenta de lo que está pasando. Cuando yo vi que eso estaba revestido de una carga político, dije no, no me meto en la diatriba política.

Lo que sí aprovecharé decir es que…, hoy veo que una señora escribe una cosa muy bella, que si la obra es importante, debemos estar felices y multiplicarla y reconocer al autor con letras grandes. Pero después dice que su problema es que quiere saber cuánto costaron los muros. Bueno, ¡los muros no costaron nada! Yo regalé el boceto, fue un regalo que hice para el parque. Los muchachos a lo mejor si les pagaron por lo que realizaron, porque coño, ¿esos muchachos de que viven? Pero yo no. Lo digo con cierta modestia: las obras mías tienen un mercado extraordinario. En la última exposición que hice en Miami, se vendieron todas las obras; tengo un encargo ahora en Nueva York, en Miami hay otro más. Entonces cuando me dijeron de eso, dije no, que yo regalo el boceto.

¿Está obligado el artista a comercializar su obra para subsistir? ¿Cómo asegurar que esta sea objeto de contemplación antes que objeto de consumo?

Fíjate, el artista vive de su obra. No sabe hacer otra cosa sino eso; no hace de la vida sino eso. Y las obras tienen que venderse. Lo único que tiene que evitar el artista es convertirse en un mercantil de su creatividad. Porque si se cae en eso, lo escribí en la Revista Nacional de la Cultura, en el arte como negocio y no como investigación…, oye, tiene penuria e injuria eso. Uno tiene que conservar la creatividad con todas las libertades. El artista crea lo que le da la gana, sin que nadie venga a decirle lo que tiene que hacer. Pero si el artista va a caer en el terreno de estar complaciendo a una gente que viene y le dice Mira, yo quiero que me pintes diez cuadros, pero que todo sea rosado o con un verdecito; así no funciona la cosa. Por ahí no marcho yo: Yo hago la obra, quien la quiera comprar que la compre. Trabajo con mi libertad creativa, con lo que siento que estoy expresando. No quiero que nadie me venga a imponer lo que debo pintar; si caigo ene se terreno, me estoy saliendo de la moral del arte, de lo que tienen que ser el objetivo del arte.

Ya ves, cuando hago mi trabajo en los barrios, es una sociedad de desposeídos la que recibe ese arte. ¿Cuánto cobro yo ahí? Cobro una tontería, porque si cobro lo que tengo que cobrar, pues no da… A mí me dijo Gustavo Pereira, un gran poeta, que haciendo mi arte en la calle no me voy a hacer rico, pero que pasaré a la historia. Y bueno, esa es la respuesta a la pregunta.

¿Cree que el artista debe renovarse constantemente para mantenerse relevante?

Eso tiene que ser cierto. Si no es así, se queda estancado el artista. Esa es una de las preocupaciones mías: que no se me repita la obra. Cada vez que hago una exposición, es distinta a la otra. Y ya tú ves que el planteamiento de este mural, el del Parque del Este, no se parece al de la Av. Libertador. Para nada. Y lo que hice en La Habana, tampoco. Entonces me he cuidado de eso, hasta donde me den las posibilidades. Mientras esté en vida, sigo inventando. de Modernidad que vino con la democracia?opista, las de Cruz-Diez en el aeropuerto y en Plaza Venezuela, no responde a un ideal

Carlos Egaña 

Comentarios (2)

Máximo Rangel
9 de octubre, 2015

¡Bravo una vez más por Juvenal, su labor y sus apreciaciones por el arte! Algo de esto hablamos hace años en Cari pito en una entrevista que tuve la dicha y el gran honor de hacerle para la revista “Nosotros” de Lagoven. Recuerdo haber leído hace unos meses que Ravelo estaba gestionando el mantenimiento o remozamiento del mural de la avenida Libertador ¡Cuánto bien le haría a la ciudad esa labor! Saludos Juvenal.

aura rincon
10 de octubre, 2015

Juvenal Ravelo, centrado y sencillo. No ha olvidado sus orígenes. Ravelo fue una inspiración para mi trabajo de grado en la Simón Bolívar, una especialización en Gestión Sociocultural. Su deseo de trabajar directamente con la gente es el camino, la clave para involucrar a las comunidades a trabajar por sus espacios y cuidarlos. Un gran abrazo a JR

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