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Del holocausto a Charlie Hebdo; por Umberto Eco

Del holocausto a Charlie Hebdo; por Umberto Eco

Maus, de Art Spiegelman

Art Speigelman retiró su portada de New Statestman porque la revista no quiso publicar una caricatura de Mahoma. Estaba equivocado. Y es por lo siguiente.

La matanza de Charlie Hebdo en París a comienzos de este año me golpeó con dolorosa fuerza. Eso se debe a que yo conocía al caricaturista Georges Wolinksi, una de las 12 personas asesinadas en las oficinas de la revista satírica en Francia. En una ocasión él me dio una caricatura chistosa que hizo de mí en los días en que el personal editorial de la revista italiana Linus solía reunirse en un bar.

Gente en Francia y por todo el mundo condenó rápidamente el acto terrorista. Aparecieron editoriales defendiendo tanto el derecho de Charlie Hebdo a publicar caricaturas del Profeta Mahoma como el derecho a la libertad de expresión. Los dos terroristas islámicos que abrieron fuego en las oficinas de Charlie, junto con sus despiadados aliados en el grupo Estado Islámico, representan una nueva forma de nazismo. Son racistas que defienden la eliminación de cualquiera que pertenezca a otro grupo étnico. Y quieren conquistar el mundo.

En los meses posteriores al ataque de enero, la revista británica New Statesman empezó a planear una edición dedicada a la libertad de pensamiento, programada para publicación a finales de mayo, y le pidió al ilustrador Art Spiegelman, ganador del Premio Pulitzer, que creara la portada. Spiegelman, quien es un buen amigo mío, trazó una imagen impactante de una mujer amordazada con una pelota. Pero, cuando le pidió a la revista que también publicara su caricatura de Mahoma, los editores se negaron (aún cuando el mismo dibujo ya había aparecido en algunas publicaciones europeas y estadounidenses). Así que Spiegelman también retiró la portada.

Considero que Spiegelman es un genio. Su novela gráfica Maus sigue siendo uno de los textos literarios de mayor importancia (aunque sea en forma de novela gráfica) sobre el Holocausto del que yo sé. Pero en este caso no estoy de acuerdo con él. Spiegelman debería haber consentido a que su portada fuera publicada sin insistir en que la caricatura de Mahoma también se publicara.

Creo que la libertad de expresión debe ser defendida incluso cuando las opiniones expresadas sean contrarias a las nuestras propias (como nos dice Voltaire). Sin embargo, creo también en el principio ético de que no deberíamos ofender las susceptibilidades religiosas de terceros. Es por eso que la gente blasfema en casa, no en la iglesia. Deberíamos abstenernos de hacer caricaturas de Mahoma no por temor a violentas represalias, sino simplemente debido a que es descortés. Por lo cual tampoco deberíamos hacer caricaturas de la Santa Virgen, incluso si los católicos no son propensos (cuando menos últimamente) a masacrar a quienes lo hacen.

Hace poco eché una mirada por la web y noté que ninguno de los sitios que protestaron por la decisión de New Statesman ha publicado el dibujo de Spiegelman. ¿Por qué? ¿Por respeto hacia terceros o por temor? Sospecho que es lo segundo.

En vista del horror de los ataques de París, fue perfectamente legítimo defender el derecho a la libre expresión —incluso cuando la expresión particular fue descortés— al declarar “Je suis Charlie”. Sin embargo, si yo formara parte del personal en Charlie, no andaría por ahí burlándome de susceptibilidades musulmanas o cristianas (o las de cualquier religión).

Estuvieron en juego dos principios fundamentales en el asunto de Charlie, pero fue difícil desenredarlos en vista de violencia tan terrible. Si los católicos se molestan cuando se ofende a la Virgen Bendita, se debería respetar sus sentimientos. Escriba un prudente ensayo proyectando duda sobre la Concepción Inmaculada, si así lo desea. Pero, si los católicos empiezan a dispararles a aquellos que ofenden a la Bendita Virgen, por lo que más quieran, combátanlos con todo lo que tengan.

Por ejemplo, antisemitas de todas variedades publicaron horrendas caricaturas de “judíos villanos” durante décadas. La cultura occidental aceptó básicamente estos insultos y respetó las libertades de aquellos que las difundieron, como deberían haberlo hecho. Pero, cuando los nazis empezaron a masacrar judíos, personas por todo el mundo se alzaron en su contra.

Para expresarlo de otra manera, fue respetada la libertad de Édouard Drumont, virulento antisemita del siglo XIX, pero los carniceros nazis fueron colgados en Núremberg.