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Actores: un fragmento de ‘Telenovela adentro’ el nuevo libro de Carolina Acosta-Alzuru

Telenovela adentro DEF OUT

Hay tres tipos de gente: hombres, mujeres y actores.
Fernando Trueba

La actuación es un privilegio, un don y una carga muy pesada.
Elba Escobar

A los actores los confunden con sus personajes, y los tratan y maltratan como celebridades. Su ego es tema de conversación. Tienen fama de temperamentales. Algunos son crónicamente impuntuales. Son imprescindibles en el cine, el teatro y la televisión. Y, por supuesto, en las telenovelas. Conforman un gremio incomprensible e ingobernable para algunos ejecutivos y una solución para los encargados de llenar el hueco noticioso de las páginas de espectáculos. Mientras mejores son en su arte, menos cuenta nos damos de la complejidad de su oficio. Tanto, que hay quienes se creen actores sin serlo. Este capítulo no es sobre ellos, sino sobre los verdaderos actores, quienes son fáciles de reconocer porque no supeditan la responsabilidad de meterse en la piel de otro ser humano a la aspiración a la fama. Para ellos es al revés. Saben que el mundo de ficción que se vive a través de un personaje es estrecho y entrañable. Por eso, ser actor es vivir un contrasentido. Es realizar en público un oficio intimista.

Yo lo he visto de cerca. Los actores me han hecho espacio en sus pautas de grabación y en sus minúsculos camerinos. He visto mi mínimo maquillaje en sus espejos mientras ellos luchan por la apariencia perfecta que el medio les exige. Me han confiado sus satisfacciones y temores a la vez que visten a sus personajes. He encontrado sus dudas en los pasillos del canal y en la privacidad incompleta del motorhome que funge como camerino en las grabaciones de exteriores. Los he visto trabajar delante de las cámaras de televisión y cine, ante el público teatral y frente a sus colegas en talleres de actuación que los desnudan de cara a su arte. Se han sentado conmigo en restaurantes, panaderías y cafés. Y en las salas de sus casas. Los he traído a mis clases en persona y vía Skype. Los he visto risueños y llorosos, fuertes y vulnerables, asertivos y equivocados, amables y dictatoriales, entregados, exigentes y agotados. Con ellos he analizado personajes, telenovelas, televisión y país. También he mirado dentro de mí al ver cómo ellos se examinan a sí mismos.

Los actores son observadores habituales de la realidad y estudiosos empedernidos de la naturaleza humana. Toman notas mentales (o reales) de las personas con las que se cruzan en la vida y las convierten en personajes. En eso se parecen a los escritores. Sin embargo, solo los actores tienen la capacidad de ser otra persona. De entregarle su cuerpo y emociones a alguien cuya existencia y credibilidad depende, en gran parte, de ellos.

Entender la construcción de un personaje, un proceso clave en cualquier investigación sobre telenovelas, es un trayecto que hago acompañada de escritores, actores y público. Si me faltara alguno de ellos, los hallazgos de mi investigación estarían incompletos. Porque, aunque yo conozca a un personaje desde su concepción en la mente de su autor(a), son la lectura e interpretación del actor los que me permiten dialogar con él y entenderlo como una ficción que funciona en la realidad. Y es la decodificación que realiza el televidente la que ilumina mi estudio de la telenovela como género comercial y me ayuda a asomarme a la dinámica de la formación social.

Un personaje puede generar distintas lecturas en diferentes actores. Y todas pueden ser acertadas. Conversar sobre ellas es esencial para mí porque construir un personaje es un proceso delicado y complejo. Y es que aun los personajes que son «malos» gratuitos o inmaculadamente «buenos» pueden ser personificados poniendo el énfasis en la palabra «verdad». Lo ideal es la conjunción de un perfil bien diseñado, un texto coherente[1], un actor comprometido y una dirección que no sea solo de cámaras, sino también de actores. Esa coincidencia no es frecuente en las telenovelas, donde la longitud del seriado, su naturaleza comercial y su ritmo industrial atentan contra la coherencia, la profundidad y la calidad. Además, por mejor escrito que esté el perfil inicial de un personaje, su historia se va escribiendo en el día a día, a velocidad de vértigo y respondiendo a los avatares del rating. De modo que el actor ignora de entrada el periplo de su personaje. En este sentido, y contrario a los que muchos piensan, actuar en telenovelas puede ser más complicado que hacerlo en cine o teatro, donde la historia y el texto están ya completos. Trabajar en novelas significa meses de largas jornadas de trabajo, de esperas que parecen eternas y de decisiones hechas frecuentemente sin la ayuda de un director y siempre con base en una historia parcial, en la cual la importancia y/o visibilidad del personaje puede aumentar o disminuir. En ese proceso un actor puede hacerse mejor en su oficio. Pero también puede adquirir una serie de vicios.

Tener un micrófono siguiéndolo, como ocurre en televisión, puede traerle al actor problemas de proyección vocal y de dicción que se reflejarán luego cuando haga teatro o cine. En cuanto al aspecto visual, trabajar con tres cámaras a veces produce que el actor esté más pendiente de la cámara que lo toma que de la escena que realiza o de los otros actores que participan en ella.

El ritmo de producción de las telenovelas también puede crear vicios. La celeridad empuja al actor a buscar vías fáciles y expeditas en las que no se pregunta con suficiente frecuencia el «¿por qué?» y «¿para qué?» de las acciones del personaje, sino que pasa a configurarlo solo en su exterior, quizás con un vestuario pintoresco o agregándole una frase pegajosa que lo acerque al público, pero que también lo aproxima peligrosamente al cliché. Es la prevalencia de la forma sobre el fondo. El resultado es que si el actor no se preocupó por entender las complejidades interiores del personaje, el público nunca se interesará en ellas tampoco.

La velocidad de producción implica también que las escenas se graban con el menor número de tomas posibles. Inclusive las que son difíciles. Por lo tanto, las telenovelas no entrenan al actor para reproducir la carga emocional de la escena diariamente, como ocurre en el teatro, ni le enseñan a administrarla para un día de rodaje de cine, en el cual se hacen múltiples tomas y tiros de cámara de una misma escena.

No es que yo piense que los actores que solo trabajan en televisión son inferiores a los que hacen cine y/o teatro. Creo firmemente que el verdadero actor está definido por su manera de abordar el oficio y por su talento, no por el medio en el que se desempeñe. Y sé bien que la transición del cine/teatro a la televisión también tiene sus dificultades. Pero sí he observado, y los propios actores me lo confirman, que cuando se trabaja también en teatro y cine, aumenta la inmunidad respecto a los vicios que la televisión puede inocular.

Cada actor tiene su propio método, o combinación de ellos, para abordar su personaje. Pero, invariablemente, he encontrado que, además de talento, los mejores actores traen en su ecuación personal (y en proporción más alta que la persona promedio) varios de los siguientes elementos: perspicacia, inteligencia, intuición, imaginación, capacidad de reflexión y sensibilidad.

Habrá quien se sorprenda con esa lista de características relacionadas con un gremio al que muchos perciben como superficial. En parte, esto se debe a la representación (y apreciación) generalizada de los actores como celebridades. También es producto del barniz de frivolidad que recubre todo lo que tiene que ver con la televisión. Y, hay que decirlo, a la tendencia hacia lo epidérmico que la sociedad venezolana muestra con frecuencia. Un ejemplo de esto es la prevalencia del físico sobre el talento. La prensa, el público y los ejecutivos hablan de la necesidad de priorizar al talento. Pero la realidad es que el actor que no esté bien físicamente –en cuanto a belleza y al paso del tiempo– rara vez tendrá un trabajo acorde con su talento o con su verdadera edad. Hemos visto casos en los que una actriz que apenas pisa los 30 años hace de madre de otra que es solo diez años menor que ella. En los foros virtuales, las redes sociales y la prensa de espectáculos prevalecen los comentarios centrados en el físico, no en el oficio, de los actores. Con frecuencia culpabilizan a los que están pasados de peso y muestran intolerancia hacia las escenas de sexo cuando los amantes no son jóvenes o de físico perfecto. En consecuencia, son los concursos de belleza, no las escuelas ni talleres de actuación[2], donde se realizan los grandes castings del talento que trabaja en televisión. Y las cirugías, dietas, pastillas y gimnasios son los costosos aliados de un gremio en el que la mayoría de sus miembros solo tiene una entrada económica regular cuando trabaja en una telenovela.

La profesión de actor es como una montaña rusa. Cuando te encuentras arriba,
no hay que dejar de pensar que enseguida se vuelve a bajar.
Antonio Banderas

La actuación es una profesión de baja seguridad económica. Y en Venezuela es de gran inestabilidad. En eso los actores también se parecen a los escritores. A pesar de que el cine y el teatro han crecido en cuanto a inversión y número de películas y obras producidas, no están todavía suficientemente bien desarrollados en el país. La televisión, por lo tanto, sigue siendo la mejor entrada económica para un actor.

Hasta principios de la década del 2000, un número significativo de ellos estaba en la nómina del canal de televisión para el cual trabajaban con exclusividad. Eso cambió de manera drástica y hoy en día son contados los actores que tienen un sueldo fijo. La mayoría son contratados por proyecto. En consecuencia, cuando se termina una telenovela, el elenco queda cesante. Si el actor no tiene otra entrada asegurada[3], entonces enfrenta meses en los que tendrá que sobrevivir sin sueldo hasta ser llamado para otro seriado. «Con esta novela pagué las deudas que tenía, ahora no me quedará otra que volverme a endeudar hasta que logre estar en otra novela», me confió una actriz.

Complicando aún más la situación, el cierre de rctv y la crisis que vive la telenovela venezolana han reducido el mercado laboral de los actores. Muchos emigran hacia Miami, Colombia y México donde, quizás, tengan que comenzar de nuevo.

Ocurre que el valor de un actor en la industria de la telenovela no depende exclusivamente de su talento. Es mas bien una fórmula comercial en la que juega un papel importante la percepción que tienen los ejecutivos, productores y escritores sobre el enganche del público con el actor. «Pegar» un personaje en el público le sube las acciones. Sobre todo si se considera que el personaje ha sido fundamental para los puntos de rating que logra la novela. De la misma manera, cuando una producción no tiene éxito, eso marca tanto a su autor como a los actores que tuvieron roles protagónicos. Les bajan las acciones. Por todo esto, cada oferta de trabajo es bienvenida desde el punto de vista económico. Pero constituye también una encrucijada. El actor sabe bien que si el personaje o la novela son de baja calidad, o fracasan, eso le puede dificultar el recibir futuras ofertas. Y en una profesión de baja estabilidad laboral, ese es un escenario indeseable.

Hay otro elemento que influye en las ofertas que recibe un actor: su manager. Estos agentes hacen un trabajo de lobby para mantener a su representado en la mira de los que toman las decisiones, quienes en muchos casos no frecuentan ni el teatro ni el cine venezolano. También son intermediarios en la negociación del contrato: desde el monto que ganará el actor hasta su lugar en los créditos. Son dos puntos importantes para la percepción que la industria tiene del talento que emplea. Posteriormente, y a lo largo de las grabaciones, muchos managers siguen funcionando como terceros entre el canal y los actores que representan.

Otro aspecto de la vida profesional de un actor en la televisión es que no todas las telenovelas incluyen roles jugosos para actores de todos los fenotipos y de todas las edades. El fenotipo puede encasillar al actor. Y, a medida que aumenta su edad, disminuye la probabilidad de que sea llamado para un personaje que tenga relevancia en la trama y/o represente un reto actoral. En el caso de las actrices, esta tendencia es aún más marcada.

[1] «El actor siempre está esperando por un escritor. Nosotros siempre estamos esperando que nos escriban y que nos escriban bien. Que nos escriban bonito. Que lo que diga el personaje sea creíble», dice Caridad Canelón. Ver: Canelón, C. (2005). Entorno4: La Magia de la Televisión.

[2] No son muchos los lugares donde un actor se puede formar en Venezuela de manera sistematizada: la Escuela Juana Sujo y la Unearte. Gran parte de nuestros actores estudian en talleres organizados por diversas organizaciones y actores de variable calidad.

[3] La mayoría de los actores han tratado de crearse otras fuentes de ingresos, bien sea trabajando en teatro, cine o radio, o invirtiendo en alguna actividad comercial no relacionada con la actuación, como restaurantes, bares, tiendas y negocios de comida hecha en casa.