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Grecia blues; por Santiago Gamboa

Por Santiago Gamboa | 13 de julio, 2015

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La crisis griega va dejando algunas enseñanzas y sobre todo muchas dudas. Que Grecia tenga una deuda de 320 mil millones de euros con sólo 11 millones de habitantes (¡cada ciudadano debe cerca de 30 mil!) debe ser una señal de alarma. Algo está mal, algo no cuadra. ¿Cómo se llegó a esto? Hay una historia de corrupción en la economía helénica, por supuesto, pero los últimos 240 mil millones de euros de esa deuda nunca llegaron a los ciudadanos griegos, sino que se gastaron en el pago de intereses, que son como una avalancha de nieve que va creciendo según baja, sin nunca tocar fondo.

Los beneficiarios son los bancos que prestaron a intereses altísimos —en ocasiones hasta del 35%—. Para ellos es como pasarse un fajo de billetes de un bolsillo a otro a través del deudor, que hace que al llegar al segundo bolsillo el fajo sea más grande. Un sistema parecido al de la cauchería de La vorágine con los caucheros, esclavos de una deuda que crece sin posibilidad de ser pagada. Cuando el deudor se niega a seguir aparecen las armas, pero si es una nación, el Estado sale en su defensa. En este caso es la Unión Europea. La UE le da a Grecia para que Grecia les pague a los bancos, lo que convierte a Grecia en una especie de gran coctelera que transforma dinero público (de los contribuyentes europeos) en dinero privado. Y los griegos se quedan con la deuda. Es lo que, con la crisis de 2008 en EE.UU, Noam Chomsky llamó “capitalismo depredador”, cuando en una operación similar los bancos privados lograron apoderarse de 700 mil millones de dólares del erario público norteamericano.

Como a los grandes capitalistas no les gusta que los gobiernos gasten en inversión social o pública, pregonan la austeridad como panacea de una economía saludable. Pero, ¿resuelve realmente los problemas? En el 2009 la deuda griega equivalía al 120% del PIB. Hoy, después de cinco largos años de austeridad impuesta por el FMI y los acreedores europeos, la deuda es el 180% del PIB. Como dijo Tsipras: “Grecia es el gran laboratorio de la austeridad, pero debemos ver el resultado: no sirve”. La austeridad los hizo más pobres y los alejó aún más de poder pagar. Como los caucheros de La vorágine.

Hay otro aspecto que se pone de relieve con esta crisis y es que la jefatura de Europa está en Alemania. Los demás países hablan, pero Berlín es la que manda, y por eso Berlín decidirá este fin de semana el futuro griego. “Si un gobierno soberano no puede decidir el modo de hacer su economía, ¿para qué seguimos haciendo elecciones?”, preguntó Tsipras. El ministro de Economía alemán lo fulminó con la mirada, como diciendo: “Un país en quiebra ya no es soberano. Es igual a un país que pierde una guerra”. Al final de la guerra Alemania era una gigantesca montaña de escombros de la que emergían seres humanos flacos y algo zumbados aún por los cañonazos. Hoy, 70 años después, tiene la sartén por el mango. Tsipras recordó que en 1953 se le perdonó a Alemania el 60% de su deuda para que pudiera desarrollarse, y dijo: “Fue el momento más grande de solidaridad europea”. Tal vez imaginó que ahora Alemania permitiría un “segundo momento de solidaridad” hacia Grecia. Pero la Merkel, por desgracia para el premier griego, no quiere ni oír hablar de esas viejas y gastadas palabras.

Santiago Gamboa 

Comentarios (2)

Francisco Laguna
13 de julio, 2015

Europa, pero los alemanes sobre todo, deberian recordar cual fue el precio de encarnizarse con los derrotados. Europa no sufrio a Hitler de gratis.

Ernesto Ponsot Balaguer
17 de julio, 2015

Buen intento de justificación, pero se te olvidó comentar sobre un pequeño detalle: nadie a obligó a Grecia a pedir prestado esa montaña de dinero y menos a aceptar esas condiciones o tasas de interés. Digamos que fue por desesperación, entonces cabe la pregunta: ¿cómo llegaron a un nivel de descalabro económico que se vieron tan desesperados como para pedir dinero en esas condiciones? Por donde lo mires los GOBIERNOS GRIEGOS SON LOS RESPONSABLES de la crisis y el pueblo griego, lamentablemente, por elegirlos. Ya se gastaron el préstamo, ahora toca HONRAR los compromisos adquiridos…

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