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Alexis Márquez Rodríguez: In memoriam [1935-2015]; por Mari Montes

Por Mari Montes | 11 de mayo, 2015

Alexis Márquez

Alexis Márquez Rodríguez dejó una fortuna.

Somos afortunados por haberlo tenido. Hombres como el profesor Alexis Márquez Rodríguez son privilegios extraordinarios.

Era una bendición. Aunque él se reconocía ateo, era un gran lector de la Biblia y respetó los mandamientos, naturalmente. Alexis Márquez Rodríguez fue un hombre bueno y generoso. Vivió enamorado de su esposa, dedicado a sus hijos y después a sus nietos y a los alumnos, quienes al final de su trayectoria, cuando hizo radio y televisión, se ampliaron a un número incalculable, sumados a los que tuvo cuando fue maestro de escuela, en el Liceo Andrés Bello, en el Instituto Pedagógico de Caracas y en la Universidad Central de Venezuela.

A mí me gustaba llamarlo por su primer nombre, Gregorio; don Gregorio, como su papá. A él también le gustaba. Era un guiño entre nosotros. Le gustaba hablar de su padre, el herrero, de quien se sentía tan orgulloso al recordar su infancia en Acarigua y rememorar sus primeros libros. Entonces aprovechaba para hablar de Robinson Crusoe y de cómo aquellas aventuras lo habían interesado por las letras.

Disfrutaba invitando a leer porque “a escribir se aprende leyendo”, decía para responder a quienes le pedían fórmulas para ser escritores. “Que la musa te agarre sentada frente a la máquina”, era otro de sus consejos. Creía en la inspiración, pero insistía en que había que buscarla; instía en lo importante de la disciplina de sentarse a leer y también a escribir.

La herencia que nos deja Alexis Márquez Rodríguez a quienes hablamos castellano es infinita. Hizo todo lo posible para que se mantuviera el buen gusto por la lectura, para que se hablara y escribiera bien. No le gustaba decir “correcto”, sin embargo dio todas las explicaciones, los argumentos y las razones para que usáramos el idioma con propiedad.

Me gustaba decirle que era mi amigo más poderoso desde que me contó, como si fuera cualquier cosa, que a lo consultaban para que algunas palabras entraran en el diccionario.

Eso era, de verdad, poder.

No era inflexible a pesar de ser un académico. Tenía la gran virtud de enseñar con humildad, con las palabras pertinentes para hacerse entender por sus auditorios. Explicaba que el idioma está vivo y por eso cambia. Le preguntaba a sus nietos cuáles eran las nuevas palabras para estar actualizado y saber qué significaba que le dijeran que era muy “cool”.

Tenía paciencia. Podía responder 187 veces a cualquier duda. Cuenta que inventaba respuestas cuando volvía a oír la pregunta “¿por qué no se dice habemos ni hubieron?”. Qué sabrosas sus lecciones, su prosa para decirnos cómo conjugar un verbo o contarnos el origen de una palabra, su uso o su abuso. Fue el gran defensor del castellano, desde todas las tribunas que tuvo durante su vida, aunque nunca ejerció la profesión de abogado con la que egresó de la Universidad Central de Venezuela.

Alexis Márquez Rodríguez no guardó rencores a nadie. No se ocupaba de guardar facturas con quienes no valoraron su talento y lo apartaron. Él seguía su camino y siempre conseguía un espacio para seguir su cruzada por enseñar el castellano.

Sensible. A veces compartía un poema y se le quebraba la voz. Se emocionaba al sentirse querido por sus lectores, por sus escuchas de la radio o la televisión.

Lo llevaremos en el corazón, en cada frase con sentido y compromiso. Nos encontraremos con él siempre, en todos los libros, en las aventuras y las esperanzas. La última vez que hablamos, hace unas semanas, le dije:

— “Dios te bendiga”.

— “¡Amén!”— me respondió, y me regaló otra sonrisa.

***

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Mari Montes 

Comentarios (6)

Edgard J. González.-
11 de mayo, 2015

Hace más de diez años disfruté de su sapiencia en un Foro en Barquisimeto, y como coincidimos a la salida, aproveché para decirle que había leído en alguna parte que sus alumnos le decían “Carepiña” (por las abundantes marcas que le dejó el Acné), y él, sonriendo, me confió que también le decían “Carecoñazo”. Además de ser una autoridad en el idioma Castellano, andaba repartiendo su bonhomía sin distingos ni limitaciones. 83 años muy bien vividos, fue un hombre Culto, útil, amable, a quien muchos extrañaremos con agrado en el recuerdo.

ethel duran jones
12 de mayo, 2015

en paz descanse: admirable pedagogo, escritor,defensor del Idioma Castellano en todos sus sentidos,culto y con muy buenas maneras en su programa de television, q. yo no me perdia, y lo admiraba mucho por su paciencia y buen sentido. Un venezolano q. vamos a extrañar y q.debe ser ejemplo para muchos. ,

Ana Rangel
12 de mayo, 2015

Bonita, memoria, Mari. Sólo una aclaratoria que, de seguro, él mismo te hubiera señalado: su niñez transcurrió en Guanare, la capital del Estado Portuguesa.

Gloria Muñoz
12 de mayo, 2015

Maestro de Maestros. Paso por este mundo y dejos hermosas huellas que perdurarán siempre en nuestro corazón!

cejotave
13 de mayo, 2015

No me sorprende Mari Montes, sino que me reconforta saber que pisa diferentes terrenos, incluidos los del beisbol. Me cuento entre los imnumerables lectores de la columna “CON LA LENGUA”, y tuve la satisfaccion de recordar todas las clases que recibi de mis maestras y docntes de castellano, ademas de muchas cosas que aprendi en esa catedra del maestro Alexis Marquez. Con la lengua se merece su publicacion

Maria Eugenia Mejia
15 de mayo, 2015

Gracias a Dios por regalarnos sabiduría a través de un venezolano de Excepción, mi madre Eugenia Palacio recortaba su columna y me la daba a leer para seguir respetando nuestro idioma. Legado sin limites.

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