Actualidad

Petro, Valencia y el 9 de abril; por Santiago Gamboa

Por Santiago Gamboa | 1 de abril, 2015

Petro, Valencia y el 9 de abril; por Santiago Gamboa 640

La historia es lenta y en ocasiones gira y da vueltas sobre sí misma, pero lo que hemos visto hasta ahora en Colombia es la suprema quietud. A pesar de que durante décadas pasaron muchas cosas, en el fondo todo siguió igual, y cuando algo innovador o reformista surgió en el horizonte fue rechazado sin más por nuestra dirigencia social y política. Por eso seguimos siendo, en lo esencial, la misma sociedad aristocrática y racista del 9 de abril, la que de un lado asesinó y del otro lloró a Jorge Eliécer Gaitán. Esto es aún más visible cuando, paradójicamente, se empiezan a notar ciertos cambios.

Lo pienso ante la increíble propuesta de Paloma Valencia (como decía mi abuelo: “Hablando de burros me acordé de mi comadre”), ese súmmum del racismo y la exclusión, que parece provenir de otra época. Y es cierto, es de otra época, porque esa aristocracia que la comadre Valencia representa es muy antigua pero todavía está ahí, vivita y coleando, y por supuesto aún pelea por mantener sus privilegios de clase, raza y jerarquía. Para ella los derechos civiles de los indígenas fueron una concesión exagerada que su estirpe ya debió tragarse en términos de tierras hace algunas décadas, como para que sigan hoy con sus reivindicaciones. “¡Qué descaro!”, pensará. O incluso, en esa modalidad racista del español que es el bogotano clásico, habrá exclamado, “¡Tan guaches!” (recuerden que “guache” quiere decir joven en lengua chibcha, y “guaricha” mujer joven o niña).

Lo curioso es que este episodio fue poco después del gran debate nacional de rechazo a la inefable frasecita “Usted no sabe quién soy yo”, que es el eslogan o el sello de marca de ese mundo obsoleto que Paloma Valencia representa y defiende. Probablemente ella ni siquiera lo pensó, pero es como si el subconsciente la hubiera empujado a una actitud defensiva de clase. Como si dijera: está bien, no vamos a volver a sacar los pergaminos, ¡pero tampoco exageren!

Santos ha dicho varias veces que quiere ser recordado como un traidor a esa misma clase, y la verdad es que lo está logrando, sobre todo con el proceso de paz que tanto asusta a los partidarios del inmovilismo, aquejados (cuando no es por interés) de una patología que podríamos denominar “el miedo del recluso a la libertad”. Para Paloma Valencia y su casta, el proceso de paz es realmente una catástrofe. Nada mejor que mantener un conflicto en su propia periferia —no en sus bellos barrios, sino en la tiniebla exterior habitada por clasemedieros mestizos, campesinos, pobres, indios, zambos y negros— que les permita seguir dividiendo el mundo entre buenos y malos, siendo ellos los buenos, claro, y pudiendo acusar de terrorista a todo el que se queje o abra la boca.

Los furibundos ataques a Petro están en este mismo contexto, en esa colombianísima versión judicial de la lucha de clases de Mr. Ordóñez & Cía., en la que el sistema aristocrático no sólo intenta defender su supervivencia sino mantener limpio su ecosistema, pues aún se preguntan, aterrados: ¿cómo pudo alguien como Petro Urrego, que viene de la periferia onomástica y de la intemperie social, habérsenos metido a la Alcaldía? Y puede que agreguen, con esa “r” palatal líquida tan capitalina: “¡Qué horror!”.

Santiago Gamboa 

Comentarios (1)

Estelio Mario Pedreáñez
10 de abril, 2015

Una de las causas que influyó en la decisión de las oligarquías provinciales americanas de independizarse del decadente Imperio Colonial Español cuando España fue invadida por las tropas francesas en 1808 y los Reyes de España cobardemente abdicaron en favor del traidor a la Revolución Francesa, el general Napoleón Bonaparte, fue la discriminación que sufrían por parte de los gobernantes, la aristocracia y la burocracia españolas, porque los criollos, que se ufanaban de ser “españoles americanos” en España eran llamados despectivamente “indianos” y allá en España se burlaban de sus comprados “títulos nobiliarios” porque sabían, dado el limitadísimo número de mujeres españolas que a lo largo de 300 años desembarcaron en América, que estos “españoles americanos” eran generalmente mestizos de español con indias, allá quienes aún vivan la mentira de sentirse “europeos” en Colombia, en México, en Venezuela, o en cualquier otro país antigua colonia americana de España, cuya instancia de gobierno para todas sus colonias se llamaba “Real Consejo de Indias”, que asesoraba al Rey y coordinaba sus políticas para sus virreinatos, capitanías generales y presidencias en dichas colonias. Invito a los ignorantes de esta realidad histórica que se creen “aristócratas con linaje y escudo de armas” a que se sometan a una prueba de ADN para que sepan en qué porcentajes tienen genes indígenas americanos, europeos, asiáticos, africanos y de cualquier otro pueblo o etnia del mundo para que entiendan que todos los seres humanos descendemos de los africanos y todos somos iguales en capacidades, derechos y en dignidad. Los racistas, además de estar científicamente errados, dan pena ajena.

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.