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Nuevos Precios, Nueva Realidad; por Ricardo Becerra

Nuevos Precios, Nueva Realidad; por Ricardo Becerra 640

Desde hace más de un año el chavismo sabe que el modelo económico actual es inviable. Lo sabe pero espera un milagro. Un déficit fiscal monstruoso, que ya supera el 20 por ciento del PIB, con una caída continua de los ingresos petroleros, ha terminado por liquidar el control cambiario mientras que los controles de precios han profundizado la escasez y expandido una economía subterránea que colapsó los mecanismos de comercialización de alimentos y medicamentos en todo el país. Ante semejante realidad, ¿por qué el chavismo no ha cambiado la política económica? ¿Acaso no ha habido otros movimientos populistas que lo han hecho como por ejemplo en Argentina, Bolivia y México durante la década de los noventa? ¿Por qué Maduro le temió tanto a las recomendaciones de Rafael Ramírez cuando propuso la unificación cambiaria o por qué desconoce algunas voces internas que claman por mayor racionalidad y apertura al sector privado?

Las reformas económicas en América Latina, y en especial los procesos de estabilización macroeconómica, no siempre han sido  impopulares —al menos no en el mediano y largo plazo—, y tampoco tienen un sesgo ideológico: lo han llevado acabo gobiernos de izquierda y derecha y han sido exitosamente implementados tanto por gobiernos autoritarios como democráticos. La evidencia empírica es bastante robusta en este sentido. Lo que sí es cierto es que una inflación cómo la que experimentamos, en un contexto de escasez, es una fuente capaz de liquidar popularmente a cualquier gobierno. Es una bomba de tiempo. Peor aún, son pocos los sistemas políticos, por no decir ninguno, que sean capaces de soportar socialmente una caída del ingreso como la que está experimentando Venezuela en estos momentos. El dramático declive del ingreso petrolero presagia cambios políticos, que si el chavismo no sabe abordar, le traerá como consecuencia ser superado tarde o temprano por la historia. Para muestra un botón de nuestro propio pasado: los partidos tradicionales nunca quisieron aceptar durante los noventa que el precio petrolero había declinado de forma permanente y que era necesario reinventar el modelo económico y el resultado fue que en menos de una década estaban fuera del poder.  La economía es cruel y la política siempre genera sus propias alternativas.

¿Pero puede reinventarse el chavismo? Evidentemente su inclinación ideológica, y en especial el afán por avanzar por el camino de los controles, hace más difícil un reto de esta naturaleza. Pero no será la primera vez que ocurre que el liderazgo de un partido socialista con inclinaciones populistas se convenza también de algunas bondades del mercado. Dos condiciones parecieran ser centrales para que pueda ocurrir ese cambio. Primero, que no sea Chávez el culpable del modelo sino que sea el mismo Maduro quien cargue con el costo. Es difícil pensar que el chavismo pueda cambiar el modelo si tiene que acusar al padre fundador de las ineficiencias del sistema. Es más fácil castigar al heredero. Las condiciones del mercado petrolero pronto van a obligar al PSUV a tutelar el gobierno de Maduro y claramente ese proceso está cantado. De ahí que sea difícil pensar en esta nueva coyuntura petrolera sin una transición política dentro del chavismo; algo que está ocurriendo y que es un secreto a voces. El costo político de semejante sacrificio no garantiza que el chavismo sobreviva, al menos no como lo conocemos hoy, pero sí luce como un camino que inevitablemente van a tener que transitar.

Segundo, el chavismo se construyó sobre dos pilares políticos como lo fueron el control institucional de los poderes y la expansión del gasto público para sustentar una clientela ampliamente mayoritaria desde el punto de vista electoral. El primer pilar es algo que el PSUV no va a sacrificar voluntariamente pues puede mantener en el corto plazo el control institucional aún con precios petroleros relativamente bajos. Le va a tocar a la oposición, de una forma coordinada y movilizada en la calle, acompañada por una mayoría parlamentaria, pelear por restablecer las condiciones constitucionales y electorales. Es imposible pensar en un proceso de liberalización y democratización sin que la oposición plantee un conflicto político desde la Asamblea Nacional que obligue al PSUV a conceder ciertas garantías. De ahí que la oposición no pueda plantearse una transición sin conflicto social sino que debe canalizar el conflicto  para precipitar una serie de reformas que incluyen no sólo el cambio del CNE y la liberación de los presos políticos sino también la eliminación de la reelección indefinida y la activación del federalismo. Este es el trasfondo de lo que está planteado con la nueva elección de la Asamblea Nacional –escenario que requiere que la MUD logre obtener la mayoría. En ese contexto, el chavismo tendrá que enfrentar esa presión política lo cual también generará fisuras entre radicales y moderados.

Pero lo que sí es muy claro es que la caída del precio petrolero plantea inexorablemente abandonar la idea que el gasto público se puede expandir permanentemente para garantizar la fortuna electoral del PSUV. Abordar el tema fiscal es perentorio. La alternativa frente a no cambiar el desorden que subyace detrás de la política fiscal es el financiamiento monetario, es decir, más inflación. En un escenario sin ajustes, la inflación anual fácilmente sobrepasaría el 120 por ciento. Esto también implica no sólo sincerar el tipo de cambio así como los precios relativos sino abandonar el esquema cambiario actual. Tampoco hay forma que el gobierno pueda sostener su estructura de gasto, los grandes subsidios energéticos así como el control estatal sobre más de dos mil empresas. Esta realidad, producto de la nueva coyuntura petrolera, plantea para el chavismo la necesidad de volver a moldear el tamaño del Estado y en especial repensar la política social. Al igual que países como Brasil, el gobierno deberá privilegiar transferencias directas a los sectores más desprotegidos no sólo para protegerlos económicamente sino para evitar un deterioro aún más acentuado de su capital político.

Venezuela entró en un proceso irreversible de cambio guiado por la caída del precio petrolero. Algunos piensan que ese cambio implica un colapso y un nuevo inicio del sistema político venezolano –algo así como lo que ocurrió el 23 de Enero de 1958.  Sin embargo, muy probablemente ese cambio va a ser más gradual y aún más desordenado de lo que muchos esperan, pues no hay ningún grupo político que tenga suficiente poder como para imponerse, en un ambiente marcado por una mayor inestabilidad tanto en el plano económico como político. No será un proceso sencillo. Será un proceso más bien largo y complejo. Veremos en ese proceso qué tipo de liderazgo termina por imponerse en el país: si uno marcado por la confrontación pero con miras a concertar acuerdos o el intento de alguna facción por imponerse infructuosamente precipitando una mayor conflictividad social.