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Liberté: cuando Francia decidió seguir riendo; por Cristina Raffalli // #Crónica #CharlieHebdo

Libertad, Liberté, tú eres el idioma (o el día que Francia decidió seguir riendo); por Cristina Raffalli 640A

Hoy, lunes 12 de enero, todavía no hay cifras oficiales que permitan conocer la cantidad de personas que marcharon ayer en París y otras ciudades de Francia, en rechazo al terrorismo y en honor a las 17 personas asesinadas por un grupo de fanáticos fundamentalistas.

Algunas fuentes hablan de 1,5 millones de asistentes en la capital. Otras estiman que se llegó a los dos millones en París y a cuatro millones en toda Francia. Sin embargo, todas coinciden en una certeza: es la manifestación más multitudinaria que ha visto la República en toda su historia, incluyendo aquellas que festejaron la liberación de París en agosto de 1944 y la que en 1998 celebró la victoria de Francia en el Mundial de Fútbol, un triunfo que también era el de la diversidad republicana en todo su esplendor.

El ambiente de ayer domingo era completamente opuesto al de las vigilias que tuvieron lugar los días miércoles y jueves, caracterizadas por el estupor, el abatimiento y las señas de dolor. Ayer salió a la calle una Francia muy distinta: la que grita No tenemos miedo, la que asegura que responderá a la violencia con Más democracia, la que afirma que no caerá en la Trampa de la exclusión.

Es la Francia que denuncia la estigmatización de los musulmanes como el mejor caldo de cultivo para la intención fundamentalista.

Sería imperdonablemente ingenuo pensar que basta con esto para lograr la paz en una sociedad tan compleja como la francesa, cuando están en juego pasiones y subjetividades tan profundas, pero lo que hoy se respira en el aire, lo que se escuchó en la calle ayer y se plasmó firmemente en las sonrisas de los manifestantes, no es un mal comienzo: es encuentro, unidad.

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Pasaron casi dos horas para que pudiéramos ganar la Place de la République desde el Boulevard Magenta. Es un recorrido de 350 metros desde la salida de la estación Jacques Bonsergentt, donde la Asociación Diálogo por Venezuela había invitado al encuentro. Las comunicaciones vía celular colapsaron y, en lugar de salir todos en un mismo grupo, nos fragmentamos en grupos más pequeños, dispersos por la multitud y la imposibilidad de comunicarnos. La fotógrafa y periodista Andreína Mujica marchaba con Reporteros sin Fronteras, con la fortuna de caminar junto al maestro Sebastião Salgado.

A los venezolanos residentes en Francia no nos es ajeno el antagonismo libertad/violencia.

Quizás por eso también marchamos aquí.

Es la misma libertad de expresión, y no otra que la defendida ayer domingo, aquella que nos volcó a las calles cuando el cierre de RCTV. Es la misma libertad de expresión que sufrió un atentado feroz el día que más de treinta emisoras de radio amanecieron cerradas. Es la libertad enferma que dejó de dictar las líneas editoriales de medios públicos y privados. Es la libertad de expresión abofeteada, apenas horas antes de esta marcha, cuando en Venezuela varios ciudadanos fueron detenidos por las autoridades armadas por llevar pancartas con mensajes de protesta que no ofendían ningún credo, que no entorpecían la circulación ni se argumentaban en clave de violencia. La libertad de pensamiento y expresión por cuyo ejercicio ha presos políticos en Venezuela, entre ellos Leopoldo López. La misma por la cual miles de estudiantes venezolanos han conocido los rigores de la prisión, el maltrato y la persecución a sus familias.

No hay una Libertad para cada país o ciudadano. La libertad no tiene pasaporte.

Todos los que bajaron a las calles de París ayer, deplorando el fanatismo que asesinó a unos humoristas y a otros inocentes a sangre fría, hablan el mismo idioma que los lectores de Tal Cual y de Laureano Márquez y de Rayma y de tantos otros,. El mismo idioma que hablan los deudos de Radio Rochela, el programa más antiguo de la televisión venezolana, donde presidentes, ministros, primeras damas, misses, arquetipos nacionales y grandes figuras de la democracia fueron parodiados en completa libertad durante décadas, hasta que en Venezuela el gentilicio se convirtió en dogma, la militancia en culto religioso y el poder en secta.

Libertad, Liberté, tú eres el idioma (o el día que Francia decidió seguir riendo); por Cristina Raffalli 640

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Los habitantes de varios edificios del Boulevard Magenta, cuyos balcones dan hacia la avenida, participaban de la marcha a través de la música que dejaban sonar. Esa multitud inmóvil canta Imagine de John Lennon, mientras globos de colores deambulan por el aire entre palmadas y pancartas. Los niños se desplazan en una plácida línea horizontal sobre los hombros de sus padres. Ellos también son Charlie: eso dicen sus carteles.

Desde los andamios y las barandas se aferran decenas de fotógrafos (profesionales, aficionados, ocasionales) y todos buscan retener para siempre ese relámpago de fraternidad en la historia de un mundo donde la intolerancia anda armada hasta los dientes.

Más adelante, donde los bordes del boulevard se ensanchan para ganar la plaza, un grupo de jóvenes hace honor a la irreverente cultura del burlesque. Están ligeros de ropa en pleno invierno, con narices de payaso y banderas de arcoiris. Algunos tienen alas de mariposa hechas de cartulina, otros fantasías textiles a lo drag-queen. Al son de música antillana aseguran que son homosexuales, que son judíos, que son cristianos, que son musulmanes, que son paganos, que son ateos, que son demócratas, que son humoristas, que son actores, que son travestis, que son pintores, que son cineastas, que son cirqueros, que son Charlie.

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Libertad, Liberté, tú eres el idioma (o el día que Francia decidió seguir riendo); por Cristina Raffalli 640CUn grupo lleva una pancarta que dice “Salón de Otoño”. Posan para decenas de fotógrafos. En el centro está Alice, con una sonrisa que brilla: “Cabu y Wolinski fueron parte del Salón de Otoño y siempre le brindaron su apoyo a ésta, que es una de las instituciones artísticas más prestigiosas y antiguas de la ciudad. El afiche del salón de otoño de 2014 fue hecho por Wolinski. En nombre de ellos y de todos los caídos de Charlie Hebdo estamos aquí, de pie, defendiendo el humor, la libertad, el desparpajo, el derecho a la crítica. Ellos estarán siempre entre nosotros, vivos en el alma de los artistas que han hecho nuestro salón a lo largo de tantos años. No podemos recordarlos con rabia ni con tristeza. Eso no los representa. Los recordamos con una risa grande y poderosa”.

En otro cartel, sostenido por una joven pareja, se lee: “No nos asustan los huecos que han dejado las balas”. Benjamin lo confirma: “Así es y eso sentimos: una gran necesidad de hacerles saber a los terroristas, a los fanáticos, que la democracia es más fuerte que ellos. Que sus balas han dejado una huella que está presente, pero no nos asusta. Nacimos libres y libres vamos a vivir. Y vivir en libertad sólo es posible cuando se vive sin miedo”. A su lado está Corinne y comenta que “es muy estimulante ver que Francia ha despertado, que las calles de muchas ciudades de mi país se desbordan de gente, que mi país está más unido que nunca. Sé que no será fácil. Esta misma mañana ocurrió otro atentado terrorista contra la sede de un periódico alemán y anoche más de veinte personas fueron asesinadas vilmente, utilizando a una niña de 10 años como portadora de una bomba en un mercado de Nigeria. Los gobiernos democráticos tienen un reto que trasciende las fronteras nacionales. Es la hora de la unidad, dentro y fuera de Francia”.

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Una de las frases del día fue pronunciada por el Primer Ministro francés, Manuel Valls: “Sin los judíos, Francia no es Francia”. Puntuales, las palabras de Valls no evaden el carácter antisemita de los asesinatos cometidos por los terroristas en el supermercado de Vincennes el 9 de enero, el ominoso (siniestro) epílogo de los eventos de Charlie Hebdo, que reavivó el sentimiento de amenaza que enfrenta la comunidad judía de Francia.

“Somos franceses de origen congolés”, me explica otro asistente a la marcha que lidera un grupo de unos quince compatriotas: “Nuestra comunidad es parte de esta sociedad llena de diferencias religiosas y étnicas. Pero una cosa tenemos todos en común: queremos vivir en paz. Sin libertad no hay paz posible. Sin respeto a las diferencias no hay paz posible”.

Unos metros más adelante, Sophie contempla la marcha con una gran sonrisa: “Sí, siento que hoy nació otra Francia, una Francia que hacía mucho tiempo estábamos esperando. Por eso sonrío: me siento feliz. Muy feliz de ver a tanta gente aquí. Muy satisfecha de constatar que los franceses aún tenemos la fuerza necesaria para unirnos. Sé que no va a ser fácil, será una lucha diaria contra el intolerante que todos llevamos por dentro. Una lucha de cada uno de nosotros frente a nuestra conciencia, en primer lugar, y frente a nuestros semejantes. Pero lograremos vencer la violencia y reafirmar la libertad porque no hay Francia que no sea libre”.

Un musulmán que ha escuchado el testimonio de Sophie se acerca espontáneamente, pues quiere decir algo. Y lo dice apasionadamente: “Como musulmán, puedo afirmar que estos actos no representan nuestra fe. Estos terroristas han dicho que vengaron al Profeta. Yo les digo a ellos… nosotros, los musulmanes, les decimos a todos ellos: No. No han vengado al profeta, lo han deshonrado, lo han ofendido, como nos han deshonrado y ofendido a todos, a los musulmanes y a quienes no lo son”.

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El Frente Nacional de Marine Le Pen se quedó encerrado en el cuarto de las sombras.

Este domingo marcharon solos, en una localidad gobernada por uno de sus dirigentes. Decidieron hacerlo al margen de la Francia que crea, que ríe, que baila y se besa en público, que no discrimina a los homosexuales y hace topless en invierno en plena calle.

Libertad, Liberté, tú eres el idioma (o el día que Francia decidió seguir riendo); por Cristina Raffalli 640BAsí fue como quedaron por fuera de esa Francia que prolongó su domingo en seis canales de televisión que transmitieron la Soirée Charlie, un espectáculo concebido apenas durante la tarde del sábado y que reunió en la Maison de la Radio a decenas de artistas y personalidades.

Músicos, caricaturistas, intelectuales, humoristas, periodistas, honraron a la libertad y a las víctimas de la violencia, en una iniciativa de este homenaje partió de Radio France y las televisoras nacionales, con el apoyo del Ministerio de la Cultura y de la Comunicación.

A partir de las nueve de la noche, y hasta entrada la madrugada, la escena se llenó de humor irreverente.

No hubo religión ni líder político, ni grupo ni persona pública que no fuera redescubierta en sátira. Y los caricaturistas de Charlie Hebdo no fueron la excepción.

Una profusión de chistes evocaba a Cabu, Charb, Wolinski y Tignous, parodiados hasta el delirio por sus colegas humoristas:

“Como ellos eran ateos, no fueron al cielo sino al Bar Eterno. Ahí están leyendo las noticias. Cabu le dice a Charb:

—¡Epa! ¿Viste? ¡Putin se solidariza con nosotros!

— ¿Después de todo lo que nos burlamos de él? ¡Ah, pero eso es asombroso! ¿Y has visto cuántos países no democráticos vinieron a marchar por la libertad?

– Sí. Y mira: ¡el Papa! ¡El Papa se solidariza con Charlie Hebdo!

– ¿Y qué me dices de esto? ¡Estamos en la portada de l’Équipe! ¡Hermano! ¡Como Ribéry!

— ¡Ah, mira! ¡Jean Claude Van Damme se solidariza con Charlie Abdo!”

Y en honor a los provocadores, no faltó el humor políticamente incorrecto: “¿Cuál es el colmo de un musulmán? Morir en Sabbath en un supermercado judío”. O éste: “¡Basta de meter a todo el mundo en el mismo saco! Tengo muchos amigos terroristas que no son musulmanes”.

Casi al final de la noche, uno de los anfitriones del espectáculo, Frédéric Bonnaud (el director de la revista Les Inrockuptibles), se dirigió a los ministros y otros personeros del gobierno presentes en la sala, reconociendo que en medio de todas las cosas políticamente incorrectas dichas esa noche, en un guión donde no faltó la impertinencia ni incluso aquello que muchos juzgarían de mal gusto: “Nadie nos limitó ni intentó censurarnos. Pusieron malas caras en el ensayo, eso sí… ¡muy malas! Pero nadie nos dijo qué podíamos decir y qué no podíamos decir”. Y mirando hacia el área de la sala donde se encontraba Fleur Pellerin, Ministra de la Cultura y la Comunicación, exclamó el anfitrión: “¡Gracias por eso! ¡Qué buena es la libertad!”.