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Lecturas de 2014 (II); por Antonio Ortuño

Lecturas de 2014 (II); por Antonio Ortuño 640

El campo de estudio, con todo y acotaciones, es inmenso: la narrativa publicada en 2014. No creo que nadie pueda sostener, con sinceridad, que leyó al menos una parte sustancial de ella, ni siquiera limitándola a un país o idioma. Resulta, por tanto, imposible elaborar un top-ten riguroso de “los mejores libros del año”. En vez de ello, y siguiendo la estela de la columna de hace una semana —en la que se anotaron, a modo de bitácora personal, algunas de las lecturas nacionales favoritas de quien esto escribe durante el año por terminar y sin ningún orden jerárquico—, se recuerdan acá algunos libros de narrativa escritos y publicados originalmente fuera de México y que me parecieron particularmente disfrutables (y aquí el lector tiene, claro, la opción de saltárselos, de sentirse curioso y buscarlos o de aventurar sus propias sugerencias).

Galveston, de Nick Pizzolato (Salamandra), creador del serial televisivo True Detective, es una novela negra quizá un tanto baldada por la proliferación de lugares comunes (el tipo rudo pero de buen corazón, la chica bella, confundida y en problemas) pero con gran ritmo e interés. Lógicamente, Pizzolato escribe con un ojo puesto en la pantalla y el libro termina por ser casi una fusión de recursos literarios y procedimientos de narrativa visual.

Así empieza lo malo, de Javier Marías (Alfaguara, España). Detestado por algunos y admirado, me parece, por muchos más, Marías sigue proponiendo una de las obras narrativas más rigurosas y virtuosas del idioma. Y en su nueva novela da otra cátedra de la prosa digresiva, reflexiva y aguda que lo caracteriza.

Amalgama (Cal y Arena), del magistral Rubem Fonseca, es una colección de relatos tramados por la mente maestra y escritos por la mano inconfundible, virulenta, corrosiva y hábil del brasileño. Aunque no puede negarse que libros como El cobrador o Feliz año nuevo son insuperables y Amalgama no será recordado en esa misma escala, para los fans de Fonseca (que somos varios) es una alegría tener un libro nuevo suyo en las manos.

La sangre de la aurora, de Claudia Salazar Jiménez (Animal de Invierno, Perú): una novela pequeña, apretada, de gran prosa, que aborda la violencia peruana (la de Sendero Luminoso, la del Gobierno) a través de su impacto en la vida de tres mujeres.

Los hermanos Cuervo, de Andrés Felipe Solano (Alfaguara, Colombia): una pequeña joya de narrativa elegante, irónica, nostálgica. Algo así como Wes Anderson en clave sudamericana. Ciclismo, road novel, gótico bogotano. Magistral.

Las nieves del tiempo, de Marcelo Birmajer (Sudamericana, Argentina): una novela, a la vez, policial, humorística y dramática. Un prosista implacable en su mejor momento.

Punto de fuga, de Jeremías Gamboa (Alfagura, Perú): una colección de relatos hermana de su estupenda novela Contarlo todo, con ese estilo emotivo y minucioso de Gamboa.

Fogwill, una memoria coral, de Patricio Zunini (Mansalva, Argentina): un documental por escrito, con entrevistas con varias docenas de amigos, colegas, amantes, rivales y discípulos del gran Fogwill, que perfilan los alcances de su genio monstruoso.