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México: amor y rabia por los 43 de Ayotzinapa; por Albinson Linares [México D.F.]

Todo el México civil se manifestó en contra de los 43 estudiantes desaparecidos que en Iguala, Guerrero, conmocionaron a la opinión pública mundial. El pasado 20 de noviembre, una fecha emblemática de la Revolución Mexicana, las calles de Ciudad de México se convirtieron en una vasta manifestación contra el abuso de poder, la impunidad y la violencia. Albinson Linares cubrió esta manifestación en exclusiva para Prodavinci.

Por Albinson Linares | 24 de noviembre, 2014

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Rubén Palomino es un artista callejero de 58 años que esculpe troncos muertos con filosas herramientas. Por estos días lee a Julio Cortázar y lo inspira tanto que brota de sus manos, como por pases mágicos de aserrín, un axolotl de grandes ojos inexpresivos. Pero el 20 de noviembre lo dejó todo a un lado para salir a marchar desde el Ángel de la Independencia por los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa desaparecidos desde la noche del 26 de septiembre en Iguala, en Guerrero.

Caminaba con un andar sinuoso y desacompasado por una vieja lesión en la pierna izquierda pero se paraba cada tanto para gritarle a la multitud que lo rodeaba: “¡Amor y rabia! ¡Amor y rabia! ¡Esto no lo para nadie!”. Y mientras veía los drones que filmaban todo el Paseo de la Reforma aseguraba que eran de la policía y guiñaba un ojo al decir “Los podemos tumbar con una resortera, pero no caeremos en provocaciones”.

“Estoy muy indignado porque me pongo en el lugar de los papás de Ayotzinapa y los otros desaparecidos en sexenios anteriores. En México vivimos una democracia aparente, simulada […] Creo en la acción directa con autonomía, autogestión y autogobierno. Le pido a toda la gente que nos apoyen, no nos dejen solos porque no sabemos qué va a pasar después. Pero estamos en pie de lucha en México”, aseveró mientras se alejaba renqueando entre la muchedumbre que a las 04:00 p.m. ya se arremolinaba en los alrededores de la amplia avenida de Reforma.

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El miércoles 19 la Secretaría de Gobernación informó que no se celebraría el tradicional desfile que cada 20 de noviembre, conmemora el inicio de la Revolución Mexicana. Sin explicar las razones de la suspensión del acto se retiraron las vallas, equipos de sonido y gradas que estaban en el Zócalo.

Esto desató múltiples rumores entre la población mexicana. Una tormenta de mensajes de texto, cadenas de emails y unas grabaciones de audio que se volvieron virales advertían sobre posibles actos de violencia masiva en la manifestación del 20 de noviembre. Por supuesto que todas las fuentes eran anónimas y los mensajes poseían el mismo patrón, alguien que conocía a personas vinculadas a la seguridad estatal le pedía a la población que se resguardara porque había grupos “jugando” a una segunda revolución que iban a tomar todas las universidades y escuelas.

Sin embargo, hacia las 04:30 p.m. del jueves, miles de personas se congregaron en tres frentes de Ciudad de México: el Ángel de la Independencia, la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco y el Monumento a la Revolución. Hacía frío y una leve garúa perlaba las frentes de la multitud encabezada por una caravana de padres y compañeros de los normalistas.

Subido en una alta redoma, José Luis Jiménez blandía una pancarta que rezaba “Crimen de Estado” con fotos del asesinato de Emiliano Zapata en 1919, los estudiantes masacrados en 1968 y los desaparecidos de Ayotzinapa. Jiménez tiene 43 años, estudia un doctorado en la UNAM y es padre de dos hijos, dice que marcha sin miedo para que las desapariciones no vuelvan a repetirse nunca más: “Este país no merece este trato, México no merece este gobierno sino vivir en paz y tranquilo, por eso es que estoy acá”.

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En el Ángel, la marcha comenzó a avanzar, con tropiezos y equívocos, muy cerca de las 05:00 p.m. mientras por los megáfonos se contaba hasta el número 43 y los participantes coreaban una sola demanda: “¡Justicia!”. Era una multitud variopinta donde los estudiantes se mezclaban con encapuchados, profesionales encorbatados con amas de casa, skaters con hipsters y enmascarados con intelectuales.

Un hombre con el rostro cubierto por una máscara de calavera, blandía un machete rodeado de otros enmascarados y al abrirse la chaqueta dejaba ver una camiseta negra con la frase “Peña Nieto, vengo por ti”. De inmediato la gente empezó a gritar “¡Fuera capuchas!, ¡Fuera capuchas”, hasta que se replegaron.

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A las 5:38 p.m. la enorme columna de manifestantes recibió la orden de parar cuando apenas habían transitado una cuadra de la calle Niza. Una confusión los obligó a doblar la esquina para volver a Reforma donde centenares de personas se incorporaban al río humano, gritando “Sacaremos a Enrique de Los Pinos” y “Esta marcha no es de fiesta, es de lucha y protesta”.

“Estoy aquí para denunciar y exteriorizar lo que siento respecto a lo que sucede en nuestro país. Creo que lo que pasó con los 43 estudiantes es un crimen de Estado y también vengo a protestar por los cientos de miles de desaparecidos. Me siento muy indignada y estoy cansada de tanta violencia y represión. Quiero de vuelta al país”, explica Sandra, activista cultural de 38 años, mientras para un momento su marcha de paso rápido cerca del monumento a Tetlepanquetzal y Cuitlahuac.

A las 6:15 p.m. el enorme contingente pasaba frente a las estatuas de los héroes mexicanos que fueron encapuchadas por los manifestantes. Efigies como las de Julián Villagrán Insurgente y Andrés Quintana Roo miraban desde lo alto a la columna de gente, con rojos paliacates sobre la boca.

Alberto Ruiz es un joven menudo de rostro moreno que vende sin cesar banderas a los manifestantes. Su cara aún muestra las marcas del acné adolescente y explica que puede llegar a colocar hasta 100 banderas de luto, con un costo de 20 a 25 pesos, que llevan mensajes de protesta en estas concentraciones: “Estoy aquí para apoyar y hacer propaganda por los desaparecidos para que haya justicia. No había visto marchas como estas desde hace muchísimo tiempo”.

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Cuando los relojes marcaban las 6:30 p.m. la multitud pasaba frente al diario Excelsior mientras por los megáfonos los dirigentes explicaban que “no todos los encapuchados son infiltrados”, puesto que una veintena de hombres con el rostro cubierto y armados con palos, machetes y escudos antidisturbios de la policía integraban la marcha en el centro de la columna.

Decían formar parte del magisterio de Guerrero donde estaban siendo perseguidos por su empeño en esclarecer el paradero de los normalistas de Ayotzinapa. Mientras los manifestantes rugían salmodiando consignas como: “¡Cuidado, Cuidado, Cuidado con Guerrero!, ¡Estado, Estado, Estado guerrillero!” y “Que sube, que baja, ¡Guerrero no se raja!”, uno de los encapuchados, declaró: “Estamos luchando por encontrar a los compañeros normalistas con vida, queremos que el gobierno los regrese con vida porque se los llevaron vivos. Venimos de Guerrero a manifestarnos, no a provocar violencia como dice Peña Nieto […] Venezuela: en México están matando a los estudiantes […] estamos tapados porque el gobierno nos sigue, nos anda vigilando”.

Cerca de las 7:00 p.m. en el monumento a Juárez un grupo de protestantes pusieron veladoras en el piso y posaron con una enorme pancarta que decía: “#NoNarcogobierno! No fear for freedom”. Pocos metros más adelante, el cálido aroma del maíz hervido inundaba las aceras del Palacio de Bellas Artes, la gente se paraba a comprar esquites y mazorcas crujientes mientras proseguían con la caminata hacia el Zócalo. En un muro se lee la cita de José Revueltas: “El poder cree que tiene un gran alma y que hace la labor de Dios cuando destruye su creación”.

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Un representante de Anonymous México, con el rostro tapado con la célebre máscara de Guy Fawkes, expresó: “Nos unen diferentes motivos como lo de Ayotzinapa y la situación del país. No hay dignidad porque el Presidente se ha ido en un momento de gran crisis para el país en vez de quedarse a luchar. Si no puede hay que quitarlo y poner a alguien más competente”.

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A las 7:15 p.m. la marea de gente ataviada de negro, se bamboleaba entre las sombras de la Av. 5 de mayo, ya muy cerca del Zócalo. Al pasar por el Sanborns de la Casa de los Azulejos, un empleado corrió a cerrar las puertas con gesto espantado mientras los clientes que se quedaron afuera golpeaban los cristales con rabia.

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A escasos metros un actor, subido en la plataforma de una camioneta, representaba al padre Hidalgo con el estandarte de la Guadalupe mientras posaba para los cientos de manifestantes que lo retrataban con sus smartphones. Los tres frentes de la gigantesca marcha desembocaban en el Zócalo y en una esquina se encontraba el escritor Fabrizio Mejía Madrid, registrándolo todo.

Llevaba varias horas parado en diversas esquinas del centro de la ciudad, analizando el contingente de manifestantes, viendo su composición y tomando notas para una crónica. Explicaba que esta Acción Global por Ayotzinapa se había desarrollado en 15 ciudades europeas, 15 latinoamericanas y en todos los lugares de Estados Unidos con presencia latina, “esta marcha en México es muy impresionante, la indignación se demuestra en este clamor popular y estamos cada vez más convencidos de que se podría lograr la renuncia del Presidente”, aseveró y entablamos un corto diálogo.

¿Habías visto algo así en los últimos años?
Desde el desafuero a Andrés Manuel López Obrador no se veía una marcha de este tamaño. Esta tiene una nueva característica porque ahora sí están combinados los estudiantes y sindicatos.

¿Es algo nuevo en las manifestaciones?
La pasada marcha fue grande pero solo estudiantil, ahora es mitad y mitad, no sabemos muy bien para dónde va porque no tiene un solo liderazgo, ni un programa fijo porque es un movimiento.

¿Cómo crees que queda López Obrador en este movimiento?
Creo que él se hizo a un lado por lo que le tocaba a la izquierda institucionalizada con lo del narcotráfico y dejó el protagonismo a los ciudadanos, lo que me parece muy bien. Hay un problema de percepción que no quiso abordar porque no le conviene, ya tiene un partido registrado y dejó que su gente de Morena se manifestara con las personas normales.

¿Una manifestación de estas magnitudes podría descontrolarse sin un liderazgo político?
Creo que la demostración de que nunca va a salirse de madre es esta marcha que estuvo amenazada por el Presidente de la República con la provocación que hubo en la Universidad Nacional, la provocación de la UAM en Xochimilco y aún así no les resultó. Tienes una marcha sin policía autorregulada por los propios ciudadanos. Eso te indica que la gente está pacífica y es una marcha cívica.

¿Van a seguir en las calles indefinidamente?
Creo que no. Hay que pensar hacia dónde podemos ir.

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Eran pasadas las 7:00 p.m. cuando la multitud quemó una piñata que representaba al presidente Enrique Peña Nieto en medio de la Plaza de la Constitución y gritaban consignas como “¡Ayotzi vive!, ¡la lucha sigue!” mientras 30 autobuses de granaderos llegaban a reforzar la seguridad del Palacio Nacional. A las 7:45 p.m. las madres de los normalistas hablaron desde el templete del Zócalo, pidieron que el Gobierno les entregue a sus hijos porque ellos sí saben dónde están. Dijeron que si el Ejecutivo no puede dar respuestas, que se vayan.

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Poco después de las 8:00 p.m., el grueso de manifestantes comenzó a retirarse pero varios grupos radicales de encapuchados encendieron hogueras frente al Palacio y empezaron a mover las defensas frente al recinto provocando la reacción de las fuerzas de seguridad. Pese a que toda la jornada había sido pacífica, unos pocos ensombrecieron la jornada cívica y para las 09:50 p.m. 500 granaderos habían recuperado la Plaza de la Constitución.

Mientras muchos ya descansaban en sus casas luego de la jornada de protesta, otros corrían por el centro perseguidos por la policía. A las 10:40 p.m. tras despejar el Zócalo, varios grupos de encapuchados rompieron los cristales de un banco sobre la calle Francisco I. Madero y le lanzaron un coctel molotov.

Si se transitaba por la Av. Bolívar, a escasas cuadras de todos estos sucesos, parecía que no pasaba nada. Casi podría confundirse con una noche más: otra noche en México D.F., como si la revolución no estuviese a la vuelta de la esquina y los jóvenes no gritaran: “¡Amor y rabia!, ¡Amor y rabia”, por doquier.

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VEA TAMBIÉN:

Testimonios: el día que todo México marchó por los 43 de Ayotzinapa
Testimonios el día que todo México marchó por los 43 de Ayotzinapa 496

Albinson Linares 

Comentarios (2)

javier monzon
26 de noviembre, 2014

La desaparicion de los 43, ha dado la justificacion a muchos delincuentes politicos, y saqueadores, so pretexto de “protestar”, para cometer sus fechorias de manera abierta y publica. Aunque los 43 no eran tan inocentes como los pintan, nadie merece tener ese fin y menos aun jovenes que podian haber reencauzado sus vidas. En 1994, en Cuba fueron asesinados por agentes del castrismo, igual numero de mujeres y ninos cuando intentaban abandonar la Isla a bordo de una embarcacion-remolcador “13 de marzo”-, la que fue hundida, y cuyos ocupantes mientras se ahogaban, no fueron auxiliados; sus verdugos asistian gozosos a su lenta agonia. Ese horrible suceso no merecio la atencion de nadie en este Continente. Valen menos los cubanos que otros, o vale mas el regimen castrista que el mexicano?

Maria Herrrera
21 de enero, 2015

Una buena observación Sr. Monzón, aunque lamentó admitirlo es que nadie llevanta la voz por ese o esos que mueren a manos de comunistas. De modo que los Cubanos augados, tanto mujeres como niños, se quedaran sepultados en la hipocresía política de nosotros los latino americanos. Estos 43 estudiantes no merecieron lo que les paso y sus familiares sufrirán pero por lo menos tendrán aceso a la justicia aunque esto sea empañado por la corrupción de el sistema judicial. ¿Pero que justicia existe para esos que no marchamos con banderitas del Che o comandante zero? Ya sabes …zero.

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