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Cuba y su diplomacia del Ébola; por Jon Lee Anderson

Traducción exclusiva 640

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Incluso en esta época de coaliciones internacionales, la que se ha formado en contra la epidemia de Ébola en el África Occidental es impresionante. En el mes de septiembre, más de ciento treinta naciones votaron en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a favor de una resolución que declaró al virus, que está rampante en Liberia, Guinea y Sierra Leona, una amenaza a la seguridad internacional y la creación de la Misión de las Naciones Unidas para la Respuesta de Emergencia al Ébola (UNMEER), consagrada a combatir la epidemia. La misión fue puesta bajo el control de Anthony Banbury, un veterano solucionador de problemas, quien esperaba entrar al trabajo sin la burocracia que frecuentemente atasca a las misiones de la ONU. En una semana, Banbury ha armado un equipo de miles de voluntarios de la miríada de agencias de la ONU y se fue a poner en marcha las operaciones en su nuevo cuartel de campo en Accra, Ghana.

El presidente Obama también hizo del Ébola un asunto prioritario, ordenando a sesenta y cinco profesionales de la salud, apoyados por cuatro mil miembros de tropas, ir a Liberia para ayudar a supervisar la construcción de dieciocho clínicas móviles. El Reino Unido ha tomado una iniciativa similar, enviando setecientas cincuenta tropas y equipos médicos a Sierra Leona, una antigua colonia británica. Otros países, incluyendo Japón y la India, han hecho donaciones de dinero, equipos y pequeños grupos de personal médico. La última semana, después de ser criticada por no haber hecho más, China anunció que enviará a su propio contingente militar y cuerpos de médicos a la región.

Pero, en cierto modo, todos estos países están siguiendo el liderazgo de Cuba. El 12 de septiembre, el ministro de salud del presidente Raúl Castro anunció que Cuba enviaría cerca de quinientos profesionales de la salud a África Occidental. Desde entonces, ciento sesenta y cinco cubanos han llegado a Sierra Leona y un segundo grupo de ochenta y tres han llegado a Liberia y Guinea. Y se esperan doscientos más. Ningún otro país, hasta la fecha, ha contribuido con tantos profesionales de la salud en la crisis del Ébola como lo ha hecho Cuba. (El único paralelo más cercano al esfuerzo de Cuba puede ser el de Médicos Sin Fronteras, la organización humanitaria radicada en Francia, la cual tiene más de doscientos cincuenta médicos internacionales en la región, al igual que más de tres mil trabajadores locales).

Por mucho tiempo Cuba ha sido conocida por sus equipos de médicos itinerantes. De hecho, Cuba, una isla-nación de once millones de personas, con ochenta y tres mil doctores entrenados —una de las proporciones más grandes del mundo— se ha convertido en algo así como el primer país en responder a las crisis internacionales en los últimos años. Envió cientos de médicos cubanos a Pakistán después del terremoto en el 2005 y a Haití después del catastrófico terremoto de 2010, al igual que a otras grandes emergencias. En cualquier momento, hay un estimado de cincuenta mil médicos cubanos trabajando en los suburbios y áreas rurales de treinta países en vías de desarrollo en todo el mundo; de los cuales unos treinta mil trabajan en Venezuela, bajo un acuerdo bilateral de ayuda-por-petróleo que fue iniciado por el fallecido presidente Hugo Chávez.

Éste es el resultado de una estrategia a largo plazo que el gobierno cubano ha implementado desde que tomó el poder en 1959. La política pública es tanto económica como política. Los trabajadores de la salud son un recurso exportable que, en un país pequeño sin muchos recursos naturales, con una inversión en escuelas se pueden producir a larga escala. El internacionalismo médico de Castro ha resultado en una inmensa ayuda financiera para la isla, generando un estimado de 8 mil millones de dólares al año. Pero el foco en entrenamiento médico ha contribuido a la permamnencia del atractivo de Cuba en el mundo en vías de desarrollo, cerca de un cuarto de siglo después del colapso del comunismo en otras partes. Cientos de miles de estudiantes de África, Asia, América Latina —y algunos de los Estados Unidos— han recibido educación médica subsidiada en la Escuela Latinoamericana de Medicina, cuyo campus principal está en la Habana occidental. En 2013, un estimado de diecinueve mil quinientos estudiantes de más de cien países fueron inscritos ahí. La participación en los cuerpos médicos internacionales de Cuba provee de ingresos adicionales para los doctores y enfermeras sub pagados de la isla; también es una fuente de orgullo. En su convocatoria ante la tarea del ébola, el gobierno de Cuba fue inundado con más de quince mil voluntarios. (Además de enviar médicos de cuidados intensivos y enfermeras, los equipos cubanos en África Occidental incluyen cirujanos, anestesiólogos epidemiólogos, y pediatras, en un intento de abarcar un rango amplio de cuidados médicos).

El gesto desproporcionado de Cuba en el África Occidental no ha pasado desapercibido, y puede pavimentar el camino para comenzar una diplomacia del ébola entre la Habana y Washington. El 19 de octubre, el secretario de estado John Kerry calificó a Cuba como una nación que ha hecho un esfuerzo “impresionante” en la campaña anti-ébola. Diez días después, luego de una conferencia en la Habana sobre ébola en la que estuvieron presentes dos oficiales estadounidenses representando a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), en una pausa muy inusual de procedimientos en ambas naciones, sin relaciones diplomáticas, Raul Castro dijo, con mucha claridad, que “Cuba desea trabajar lado a lado con todas las naciones, incluidos los Estados Unidos, en la lucha contra el ébola”. Al regresar el viernes de su gira de reconocimiento en los países afectado por el ébola, la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Samantha Power, también alabó claramente a la misión cubana.

La diplomacia del ébola le sigue a un amistoso apretón de manos que Obama y Raúl Castro intercambiaron en el funeral de Nelson Mandela en Sudáfrica el diciembre pasado y que ha incrementado la expectativa de que la administración del presidente Obama podría buscar levantar las restricciones restantes en el embargo de Estados Unidos contra Cuba. El embargo ha estado en pie desde hace cuarenta y tres años; removerlo pavimentaría el camino a una restauración completa de las relaciones diplomáticas. (Gracias a la Ley Helms Burton, la cual fue firmada por Clinton, sólo se requiere una ley del congreso para levantar el embargo. Pero Obama aparentemente puede desechar la mayoría de sus disposiciones por orden ejecutiva) La página editorial del New York Times ha hecho dos veces el mes pasado un llamado para levantar el embargo, citando las iniciativas de Cuba en cuanto al ébola en su segundo texto. El martes, y no por primera vez, la asamblea general de las Naciones Unidas votó masivamente en contra del embargo de Estados Unidos contra Cuba. Esta vez, el conteo de votos fue de ciento ochenta y ocho a dos. Hablando en una conferencia llamada “Cuba en Transición” que tuvo lugar en la Universidad de Columbia a mediados de octubre, Grag Craig, un abogado de Washington y ex consejero de la Casa Blanca, señaló que el momento de Obama de avanzar con el tema de Cuba ocurriría muy pronto o no ocurriría para nada. Dijo que el momento ideal para hacerlo sería justo después de las elecciones de medio término, por consiguiente, minimizando las consecuencias políticas, y antes de la Cumbre de las Américas, una reunión de los líderes del hemisferio que es convocada cada tres años, y que tendrá lugar en abril, en Panamá. Ambos, Obama y Raúl Castro —quien ha sido invitado por la insistencia de los otros líderes, en una votación sin precedentes en la última cumbre de 2012, han dicho que se presentarán. Si Obama y Raúl Castro se encuentran allí, será la primera vez en más de medio siglo que un líder estadounidense y un líder cubano se sienten en la misma mesa frente a frente. En Columbia, Craig dijo que su consejo a Obama fue simple: “Sólo hazlo”.

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Para leer el artículo original publicado en The New Yorker haga click acá.