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Al límite // La insoportable precariedad del orden; por Luis García Mora

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El Presidente Maduro, junto al ex Ministro Miguel Rodríguez Torres, inspecciona armas entregadas para su inutilización en el 23 de enero [Alba Ciudad, 8 de agosto de 2013]

 

El reciente y relampagueante cambio lo demuestra: esto da un giro completamente militar.

Maduro saca al general Rodríguez Torres del Gobierno (o por lo menos del despacho de Relaciones Interiores). Como dicen, le entrega su cabeza a los colectivos, a unas bandas armadas que ante los criterios de Miraflores parecieran depositarios de tanta o más fuerza política que las FAN.

¿Debilidad institucional? ¿Fortaleza política?

Quién sabe…

Simultáneamente y como dato central, ha pasado a encargarse del despacho de la Defensa el general Padrino López, quien es considerado como se sabe el profesional de mayor jerarquía y respeto dentro del estamento militar. Asume esta parte importante del Ejecutivo sin soltar, eso sí, la jefatura del CEO o Comando Estratégico Operacional, quizás el nivel de más alto rango castrense hoy por hoy. Y, como sucesora de un general, en el MRI otro general (o generala) la señora Carmen Meléndez.

¿Qué ha ocurrido?

¿Es un mensaje a la FAN, tras aquel que evidentemente habría enviado al paramilitarismo revolucionario la policía judicial en un acto de atrevimiento y en un exceso de fuego al meterle más de treinta disparos al líder de ese mismo 5 de Marzo, José Odreman?

¿Pero es solamente un recado a la FAN? ¿O también al propio Gobierno? ¿A Maduro? ¿A Cabello?

¿O quizás estemos contemplando un juego en el cual, en un ambiente nacional de profundas contradicciones y carencias, el gobierno esté tratando de sostener con pinzas una gobernabilidad y una estabilidad que aparentemente penden de un hilo? Uno donde el estamento militar es básico, aunque de momento permita alguna mínima flexibilidad. Razonable. Pragmática.

Es sabido que para el mantenimiento en el tiempo de cualquier gobierno es necesario un grado considerable de cooperación e interacción entre el Estado y actores no estatales en el interior de redes de decisiones mixtas públicas y privadas, y que al mismo tiempo definen un conjunto de modalidades de coordinación de las acciones individuales entendidas como constructivas de un orden social.

Es decir: de gobernabilidad.

Piedra angular (o última llave institucional) que cierra la puerta al caos. Una frontera vital, de una construcción precaria y vulnerable, hoy sujeta a la amenaza de disolución, sustentada en la ansiedad que genera el miedo. Y como diría alguien, en la fragilidad de las opiniones caprichosas de la gente.

El mantenimiento de una gobernabilidad que constituye un grave problema tanto para el Gobierno como para la Oposición, y que está generando una tensión muy fuerte, más o menos advertida por el sostén del actual status quo: nuestra Fuerza Armada.

Y no, no es fácil manejarse ante esta situación en la que el poder de las armas no es patrimonio único de la FAN.

No es fácil sostener eso. Menos en un clima como el actual, de un desabastecimiento híper-inflacionado y la inseguridad en el pecho. Violenta. Total. Y los minutos corriendo en lo inmediato hacia unas elecciones en 2015. Elecciones que el Gobierno puede perder. Y perder el Legislativo.

Esto es una realidad.

Que alerta. Que enloquece. Y pone la mirada en el juego. Como la de Diosdado Cabello, quien acaba de dar otro paso en el juego el pasado fin de semana cuando en El Universal y Televén, en dos entrevistas simultáneas quedó claro que el tipo del poder era él.

De esto ocurrir, tendrían obligatoriamente que cambiarse las estrategias tanto del Gobierno como de la oposición. Cuestión que debería tenerse dilucidada como mínimo en junio antes de perder el Gobierno y de ganar la oposición.

Del lado de la oposición, de ganar, deberán decidir si hundirían el acelerador parlamentario, con lo que entraríamos en lo que alguien llamaba el escenario “candela”. O no. O lo medio hunden y entramos en el llamado escenario “suavesón”, que comunicaría con el 2016 y la posibilidad de la convocatoria a un Referéndum Revocatorio.

De decidirse por el escenario “candela”, la oposición metería unas medidas arrechísimas en la AN y el Gobierno pasaría a tumbárselas en el TSJ, y habría marchas y contramarchas, y una situación de doble poder, como en la crisis constitucional rusa de 1993 cuando el presidente Boris Yeltsin decretó la disolución del Congreso y el Soviet Supremo, organismos que constituían un obstáculo para su consolidación en el poder.

En la posibilidad tersa, apacible, dócil, que denominamos el escenario “suavesón”, pudiera pasar que 8 ó 10 diputados no chavistas pero no partidarios de la candela, como los de AD, o como otra porción que pudiera salir electa del enigmático Henry Falcón, buscara un entendimiento sin cambiarse para el Gobierno.

Y Maduro terminaría de perder piso no porque le jueguen atrás algunos de sus apoyos, cosa que puede influir, sino porque hay suficientes elementos para que esto ocurra sin tener que llegarse a ese extremo. Y si en tal escenario Maduro sale, un José Vicente o un Diosdado tendrían vida, ya que en un fuego tan intenso como ése, y con la demanda de salida de Nicolás tan encendida (si ello ocurre) algunos podrían hasta pensar incluso desde el Gobierno en una acción que, lógico, podría constituirse en otra manera de jugar.

Aunque 30 días después tendrían que convocar a elecciones.

De manera que una opción es que se pierden las legislativas y en febrero de 2016 le digan que renuncie porque la gente no lo quiere, y un mes o seis después son ilegales en la conducción de lo que quede porque no han sido electos por el voto popular, y lancen a la hija de Chávez, y gane la oposición.

Ahora, si el chavismo gana la Asamblea, Cabello es candidato para 2019.

Junto a otras opciones. Como por ejemplo, que pierda la oposición en diciembre. ¿Qué hace?

Que alcanzamos al 2016, y junto a las posibilidades de un Referendo Revocatorio hay elecciones de gobernadores y alcaldes, y entonces iríamos al 2019 y se tiran no sólo Henrique Capriles sino también María Corina, Leopoldo y Eduardo (que luce inaguantable), aunque estos acontecimientos no pasen por la salida de Maduro, y entonces, sí, se lanzaría Cabello.

Otro. Si el Gobierno pierde, que es el escenario más claro (para todos, chavistas y antichavistas, con excepción de Cabello), puedes suspender desde el Gobierno las elecciones, pero tendrías que convivir con un escenario sumamente convulsionado. Y de no suspender, pierdes, pero con 45% de los votos, y con el Poder Ejecutivo en tus manos. Algo inédito, muy difícil, que también puede terminar mal.

Cuando AD perdió en el 98, perdió en desbandada, y no salió ninguna marcha adeca a protestar. Que no es el caso del PSUV, que no viviría un naufragio sino solamente una disminución del número de sus votos. De manera que al perder el Legislativo no es automático que el chavismo pierda el Ejecutivo.

Y acaso ni el Judicial.

Ahora, amigo lector, dejemos el futuro-ficción y aboquémonos a esta situación tan difícil, en la que el Gobierno a lo interno se debate entre dos grandes tendencias, una más radical que la otra.

La de un grupo liderado por el vicepresidente Arreaza (sí, aquél entrevistador de VTV de perfil afligido que luego pegó un salto al pódium y dejó a todo el mundo atónito), de confianza no únicamente de Chávez and Family, sino también (como se dice) de los cubanos, o como una contención en el Gobierno de Maduro impuesto (también se dice) por los Castro. Ala que es la más radical.

Y está la otra de más avanzada que es la que está dando la batalla y de la que forma parte Maduro, con la consciencia de que hay que hacer cambios políticos y económicos, y con la gran limitación de que saben que no disponen del piso político para hacerlos.

Y Cabello, que juega al radical pero es institucional con el Presidente, más militar, mantiene una tendencia y una ascendencia en las FAN, y ve el choque de trenes que se está produciendo (según algunos funcionarios del BCV esta situación sin las medidas no soportaría hasta diciembre, y en enero pueden haber desenlaces importantes)

¿Que tratarían de adelantar las elecciones?

Pueden. Con un ambiente como éste en el que la popularidad y el apoyo al Gobierno y a Maduro van en caída libre y a la misma velocidad del deterioro económico en subida, quizá Maduro lo piense.

El tiempo corre. Y tienen que tomar decisiones rápidas con un equipo ejecutivo también básico, que se debate sin saber qué hacer para sostenerse.

Tratan de entenderse con AD que al mismo tiempo torpedea a la MUD y execra a los radicales, y donde un zorro viejo como Ramos Allup, con una AD como su franquicia, al contrario de Julio Borges con PJ, sí puede comprometerse porque entiende el factor de poder en el que se está convirtiendo para el Gobierno y en lo que redundaría para él y el partido. Van a meter unos miembros en el CNE y a 2 ó 3 magistrados en el TSJ (discuten si uno para la Sala Constitucional y otro para la Civil). Y hasta pudieran lograr constituirse en la fracción parlamentaria más importante de la oposición, la cual, completándole al Gobierno su mayoría con estos acuerdos, junto con el PSUV aprobarían las leyes.

Así estabilizarían el status quo.

Y muchos se preguntan: ¿Por qué este país, el mismo que en el 92 explotó con Carlos Andrés, no lo ha hecho hasta ahora con Maduro?

Porque no hay factores organizados que conduzcan el descontento.

Entre tanto, esto sigue girando hacia lo militar. Para el mantenimiento de la gobernabilidad. De la estabilidad.

El desafío es claro tanto para Maduro y su gobierno, como para la dirección de la oposición, sometidos ambos a una tensión permanente por el sostén del tinglado, donde una estructura castrense, con la atención puesta en unos colectivos que pesan, cómo pesan, controla, supervisa y monitorea la situación.

Tictac.