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Habla la madre de Sairam Rivas: “Ella me da la fortaleza para soportar verla presa”; por César Batiz

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Una familia está presa, aunque sólo uno de sus miembros se encuentra tras las rejas. Por eso, intranquilos, sus miembros sobreviven bajo los efectos de la esperanza, bálsamo que alivia la impaciencia ante lo que consideran una injusticia adobada con ensañamiento del poder oficial.

Ocurre así en la casa de los Rivas Moreno, en la de la abuela, en la de los tíos y en la de los primos, quienes ven por primera vez a uno de los suyos  encarcelado, con más de 122 días en una celda, acusada de hechos que no se parecen a ella –instigación para delinquir, agavillamiento y uso de menores para la comisión de delitos–, a la Sairam Rivas de 21 años, desenvuelta, habladora, que en 2012 ganó el reinado del Carnaval de su Guatire natal, el Señorita Imagen Venezuela y fue la primera finalista de un concurso de belleza en Panamá, precisamente el mismo año en que ganó la presidencia del Centro de Estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela, dominada durante siete años por simpatizantes del chavismo.

Era viernes 5 de septiembre de una tarde guatireña. Hacía apenas dos días que el juez 2 de Control del Área Metropolitana, Néstor Herrera, había decidido el pase a juicio de Sairam y de los también estudiantes Manuel Cotiz y Cristian Gil, todos detenidos el 8 de mayo en la plaza Alfredo Sadel del municipio Baruta, quienes deben permanecer en la sede del Sebin, en el Helicoide. Pero en la sala de casa de Balbina Moreno, la abuela de la dirigente estudiantil, las fotografías y páginas de periódicos se mueven entre las manos como mariposas con alas cortas para demostrar el orgullo de una familia ante la breve historia de logros de la joven.

Sandys Moreno tiene los mismos ojos que su hija Sairam, con una sonrisa permanente que se sobrepone a las amenazas de las lágrimas, pese a tener a la mayor de sus dos muchachas presa y al esposo en quimioterapia por un cáncer en un riñón extirpado el 3 de febrero de este año.

“Ella está consciente de su situación. Por la formación política que ha tenido, reconoce que en esta lucha sabes cuándo entras, pero no cuándo vas a salir. Sairam se siente preocupada por los otros dos muchachos –Cotiz y Gil, ambos de Falcón–. Teme que no puedan aguantar esto”, dice Moreno con ritmo fluido, develando la comunicación que existe entre madre e hija.

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Sandys Moreno. Foto: César Batiz

 

¿Usted tiene fortaleza para aguantar, ver a su hija presa?
Sairam me da la fortaleza para verla ahí metida, porque si ella no tuviera esa fuerza, yo no lo pudiera aguantar.

La última vez que vio a su hija en libertad fue el 7 de mayo. Ese día acudió a la plaza Alfredo Sadel a acompañarla a una entrevista que le realizó una reportera de El Nacional para una nota especial por el Día de las Madres. La periodista recogía testimonios de las mamás de los jóvenes que protestaban contra el presidente Nicolás Maduro en los tres campamentos instalados en el Este Caracas: Chacao, Pnud y Sadel. Después de ese día, sólo quedó la oportunidad de abrazarla los miércoles y sábados de cada semana, cuando permiten la visita en el Sebin.

De modelo a dirigente

Un rápido paneo por la vida de Sairam lleva a contar que a los siete años su mamá la inscribió en clase de danza. Seis años después, un profesor de modelaje le dijo que probara en la pasarela y desde entonces caminó por esa senda hasta llegar a ser ganadora de concursos de belleza.

Al momento de escoger la carrera universitaria, la joven, empeñada en estudiar en la UCV, presentó pruebas en tres escuelas de esa casa de estudios, incluyendo Comunicación Social, que era su preferida. Con un promedio de 18 puntos, obtuvo un cupo en Trabajo Social. Al menos ya había logrado el objetivo de ingresar a la universidad.

“Ella veía a los dirigentes estudiantiles chavistas que pasaban todo el día hablando de Chávez por el micrófono, pero no se interesaban por las necesidades de los estudiantes”, relata la mamá de Sairam al explicar los inicios de la incursión en política de una joven que nunca antes había participado en una organización partidista.

En Trabajo Social organizaron un grupo denominado Identidad Universitaria con el apoyo de profesores. Para diciembre de 2011 fueron convocadas las elecciones, las cuales fueron suspendidas por violencia previa al acto comicial. Luego, en enero del siguiente año, se efectuó la votación que rompió la hegemonía chavista en esa escuela, tras el triunfo de Sairam sobre el dirigente estudiantil oficialista, Kevin Ávila, proceso que también estuvo marcado por desórdenes.

La nueva presidenta del Centro de Estudiantes de Comunicación Social recibió el apoyo, entre otros, del profesor Carlos Hermoso, quien además es directivo del Partido Bandera Roja. Por eso, desde ese momento Sairam se convirtió en un cuadro de la organización.

¿En algún momento temió por la seguridad de su hija tras su incursión en la política?
Le dije que debía tener mucho cuidado. Esa gente (los oficialistas) tira a sacar… En Trabajo Social hay dirigentes de 30 y 40 años, unos hombres que pueden causar daño a un muchacho.

Cuenta la madre que la escasez y la inseguridad, llevaron a Sairam a participar en manifestaciones políticas fuera del recinto universitario. Luego vinieron los sucesos del 12 de febrero en Candelaria, donde murió Bassil Da Costa, otro muchacho originario de Guatire, que no tuvo relación cercana con la dirigente estudiantil, y con ello el aumento de las protestas, con tranca de calles y enfrentamiento de las policías con jóvenes en el Este de Caracas y otros 17 municipios del país. Después se formaron los campamentos en la plaza Sadel, Chacao y Pnud.

“Ella se cuidaba porque nosotros le dijimos que no se metiera ni en huelga de hambre ni en guarimbas”, comenta la madre. Sairam dormía en el campamento de la plaza Sadel algunos días. Otras veces lo hacía en la habitación en Los Chaguaramos que le alquilaron sus padres desde marzo de 2012, aunque más de una vez sintió temor porque percibió que era vigilada.

Dos días de sol

Ese 7 de mayo, día en el cual había visto a su madre, Sairam se quedó en la plaza a dormir. Desde temprano, un palo de agua inundó carpas y mojó las colchonetas de los jóvenes manifestantes. Algunos decidieron irse a sus casas, pero Sairam optó por sacudir, medio secar y acomodarse dentro de su habitación bajo un cielo que manaba más agua.

Todos los días algún grupo de jóvenes se quedaba a vigilar, pero el aguacero los obligó a meterse en las carpas. A las 3:30 am del 8 de mayo, con la complicidad de la lluvia, llegaron efectivos militares que detuvieron a los muchachos de la Sadel, Chacao y Pnud. 122 personas apresadas en los tres lugares, entre ellos Sairam, que vio desde el interior de su carpa como un fusil la apuntaba a la cara.

“A las 6 de la mañana me llamó mi hermana. Me dijo que los militares habían tomado los otros dos campamentos, pero no decían nada de la plaza Alfredo Sadel”, detalla Moreno. Pero una hora después se enteró que donde estaba su hija también actuaron los efectivos y que ella estaba detenida.

Los esposos Rivas Moreno subieron de Guatire a Caracas sin saber dónde tenían a Sairam. Fueron a Fuerte Tiuna pero no encontraron a nadie que les diera información. Sólo un señor, militar retirado, que tenía un familiar preso, les sugirió ir al Comando Regional 5, donde llegaron a las 10 pm. Durante siete horas esperaron que les dijeran dónde estaba Sairam. A las 5 pm apareció una lista, con el nombre de la dirigente estudiantil entre ellos. Tras ser presentada en tribunales, fue enviada al Helicoide, bajo la custodia de la policía política, Sebin, organismo al cual están adscritos los funcionarios que dispararon el 12 de febrero en la calle de la Candelaria donde asesinaron de un tiro en la nuca al estudiante Bassil Da Costa.

De los 120 muchachos encarcelados ese 8 de mayo, sólo quedan cinco tras las rejas, entre ellos Sairam, quien está alojada en una celda de 15 metros cuadrados con baño, que en algún momento de estos más de 120 días detenida, compartió hasta con otras seis mujeres. En la actualidad están con ella sólo tres más. Una, presa por proteger a jóvenes manifestantes, otra por estafa, y la más reciente, que llegó por una averiguación por el uso dado a dólares de Cadivi.

Las detenidas enfrentan un régimen estricto, cuyo castigo más fuerte es suspender las salidas a los espacios abiertos del Helicoide. “Sólo las sacan al sol dos veces a la semana, una hora cada vez. Si hacen algo que no les guste a los funcionarios, las dejan en sus celdas”, relata la mamá.

Pese a la intención de los profesores de la Escuela de Trabajo Social, la dirección del Sebin prohíbe que Sairam reciba clases en la cárcel, lo cual ayudaría a evitar que pierda el cuarto año de la carrera. “Los funcionarios me dicen que en vez de preocuparme buscando que entren los profesores, que busque sacarla de la cárcel, como si ella estuviera allí porque yo quiero”, afirma Moreno.

Bandera política

“Me cuenta Sairam que la defensa de los abogados del Foro Penal –Alonso Medina Roa y Carlos Moreno– en los tribunales es tan buena, que cada vez que ellos hablan ella queda segura que obtendrá la libertad, pero al final el juez admite todo lo que dice la Fiscalía”, cuenta la madre de la dirigente.

El último episodio de esta carrera por la justicia ocurrió el miércoles 3 de septiembre. Relata la mamá de Sairam, quien no ha podido ingresar a las audiencias por encontrarse en la fase preliminar, que su hija llegó a pensar que ella se podría quedar detenida y los otros dos muchachos se irían libres, incluso habría llegado a planteárselo al juez, porque ella y su familia entienden que la muchacha que venció la hegemonía chavista en la Escuela de Trabajo Social de la UCV representa un objetivo político.

“Ella es una bandera política del oficialismo. Pero quién puede luchar con un monstruo de mil cabezas con tanto poder”, dice Moreno con la sonrisa oculta en una máscara de desesperanza, mientras del otro lado de la sala la abuela Balbina hace muecas que interrumpe con una sentencia: “Maduro ni siquiera sabrá quién es Sairam Rivas”. Como si en los últimos días se hubieran escrito pocas líneas sobre ella.