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¿Quién era Gustavo Cerati? Pues el hombre que le puso eñes al rock; por Gerardo Guarache #Perfil

Gustavo Cerati, el que le puso eñes al rock ; por Gerardo Guarache 640

Prolífico: autor de muchas obras. Genuino: auténtico, legítimo. Creativo: capaz de crear algo nuevo. Osado: que actúa con atrevimiento. Al enfrentarse a una página en blanco, justo después de conocer la noticia de la muerte de Gustavo Cerati, provoca inundar el texto con adjetivos así.

Si se realizara una obra pictórica para representar la historia del rock en castellano, Gustavo Cerati sería un trazo gigante de color fluorescente que abarcaría buena parte del lienzo. Su impronta como cerebro de Soda Stéreo dejó huellas indelebles en músicos inquietos de muchas esquinas latinoamericanas.

Cada álbum de la banda, formada en Buenos Aires en 1982, no hizo sino confirmar la profundidad de su creación, que implicaba un engranaje poco usual entre estructuras musicalmente novedosas y una forma poética que de pronto se aproximaba a una suerte de adivinanza.

Soda Stéreo ya es legendaria, a pesar de que la pintura luzca fresca todavía. La agrupación, de la que fue frontman, vocalista, compositor y guitarrista, dejó ocho trabajos: desde Soda Stéreo (1984) hasta Sueño Stéreo (1995), sin olvidar los discos en directo, Ruido blanco (1987), El Último Concierto: A y B (1997) y Me verás volver (2008); los compilatorios y álbumes de remixes; y el unplugged para la cadena MTV Comfort y música para volar (1996), en el que la banda alcanzó su punto máximo.

En septiembre de 1997, tal como estaba previsto, el baterista Charly Alberti, el bajista Zeta Bosio y Cerati se despidieron en el estadio de River, después de recorrer México, Chile, Perú y Venezuela. Aquel “Gracias totales” cerró una época dorada, pero la pluma del cancionista tenía demasiada tinta todavía.

En 1999 retomó una senda en solitario que había iniciado con Amor Amarillo (1993). Aquel disco, favorito de muchos, fue una suerte de abreboca de lo que vendría. Desintegrado el grupo, y con la marea baja, creó Bocanada, una producción experimental en la que el músico bonaerense jugó con samplings, guitarras y más letras enrevesadas. Fue un mago de las perillas, fue seductor en ritmo funky y fue crooner como un Sinatra decadente. De paso, volvió a atacar las emisoras radiales con piezas como “Puente”, “Paseo inmoral” y “Raíz”.

Con Gustavo Adrián Cerati Clark, no existían fórmulas preconcebidas. Cuando se trataba del terreno creativo, no cedía ante nadie que intentara someterlo a presiones o encerrarlo en casillas. Cuando se le propuso el unplugged de MTV, aceptó pero sólo si podía tacharle el “un”. Es decir, si podía jugar con sus pedales de guitarra y envenenarlo todo. Cuando se le planteo editar un “grandes éxitos”, lo llamó Canciones elegidas, obvió las cifras de popularidad y escogió él mismo el contenido. Y frente a la posibilidad de hacer una gira y grabar un álbum con sus temas llevados a lenguaje sinfónico, aceptó, pero con una salvedad: no ocurriría lo mismo de otras propuestas que combinan el sonido de la banda con el gran ensamble. Él se lanzó de clavado, a cuerpo completo, en el concepto. Vistió un traje de antaño en teatros y, sin tocar instrumentos, dejó que su voz se sumergiera sobre una base orquestal en clave gótica.

En Siempre es hoy (2002) persistió su empeño de alcanzar la simbiosis entre la electrónica y el rock. En 17 pistas, que van de “Cosas imposibles” a “Especie”, hizo exactamente lo que le dio la gana. Y, para ir contra la corriente que él mismo impulsó, cuatro años después volvió a su placenta y grabó un álbum completamente roquero llamado Ahí vamos.

Piensa su amigo y tecladista Leandro Fresco, quien lo acompañó durante diez años hasta su último show, que tras el éxito de ese catártico disco, el artista se sintió realizado, a tal punto que ahora sí, para el beneplácito de millones de personas, se confesó dispuesto a reunirse con Bosio y Alberti. Fue así como el trío legendario saboreó las ovaciones nuevamente: en Caracas, el 29 de noviembre de 2007, se cree que dejaron un récord de asistencia (aproximadamente 45.000 personas).

Esperó que bajara la euforia y, apoyado en el venezolano Héctor Castillo, volvió al estudio a producir su quinto álbum como solista. Navegó aguas que le habían sido ajenas, como el folk y el country, y logró Fuerza natural, un disco criticado, un capricho que el artista salió a defender con energía desde las tarimas.

El 15 de mayo de 2010 llegó al campo de fútbol de la Universidad Simón Bolívar, fascinado porque el escenario estaba completamente rodeado de vegetación. Montaña, árboles, alimañas. Durante las dos horas de show, la lluvia fue tenue e intermitente. Sólo se desató minutos después del último acorde, como si Cerati estuviese sosteniendo las nubes con su música.

Como acostumbraba, llegó metido en otro personaje. Cada disco y cada gira del argentino era una nueva apuesta que se reflejaba en el vestuario, el sonido, la iluminación. Ya no era el hippie con gorro de pescador de Bocanada. Tampoco era el tipo cool de camisas de cuadros que presentó Siempre es hoy, ni el rocanrolero de Ahí vamos.

Ahora era una suerte de caballero apocalíptico, con todo y máscara.

Pocos artistas pueden darse el lujo de guardarse sus éxitos. Quien se atreva, se enfrentará a una audiencia enardecida. Pero eso no ocurría con este profanador. Esa noche, aparte de hacerle sendos guiños a David Bowie y Led Zeppelin, presentó parte de Fuerza natural y escogió con pinza piezas de sus otros álbumes. De Soda Stéreo sólo ofreció “Trátame suavemente”. Nada de “Persiana americana” o “De música ligera”. ¡Que va! Un espectáculo impecable, en el que bromeó y fumó, culminó con “Lago en el cielo”, que le va como anillo al dedo a los buscadores de claves premonitorias.

Lo que ocurrió después ya se conoce. Durante cuatro años y tres meses todos dudaban si referirse al músico en presente o en pasado. Su relato se había quedado congelado en una misma página desde ese último solo de guitarra que salió de su alma y embriagó a quienes lo seguían con ojos y oídos.

Ahora, por fin, el cuerpo descansa… y le abre paso a la leyenda.

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