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#SaludEnCrisis “Mi esposo esperó siete meses para que le operaran la cadera”; por Isabel C. Morán [3 de 4]

Dentro de los contenidos de #SaludEnCrisis, la periodista Isabel Cristina Morán ha investigado cuatro historias donde, desde el propio testimonio de quienes padecen las consecuencias de la crisis, se trazan las líneas para comprender la gravedad de la coyuntura sanitaria que vive Venezuela. Esta es la tercera de las cuatro historias que compartiremos con los lectores de Prodavinci. Puede leer la primera haciendo click acá.

Por Isabel Cristina Morán | 31 de agosto, 2014

Antes de que en el Universitario de Maracaibo operaran a Daniel Samper le hablaron con la verdad:” te vamos a ayudar, pero vas a tener que esperar”. El señor de 48 años se volcó en una moto en Santa Bárbara del Zulia en febrero. En el hospital de la localidad no hacían esas intervenciones. Bregaron y pasaron necesidad hasta llegar al HUM. 

En la emergencia pediátrica del Universitario de Maracaibo, en algunas ocasiones, los familiares de los niños hospitalizados duermen en el piso.

En la emergencia pediátrica del Universitario de Maracaibo, en algunas ocasiones, los familiares de los niños hospitalizados duermen en el piso.

El “alta” en un hospital del Zulia puede significar la pérdida de un día entero o una falsa esperanza de partida. La espera de un hombre de 48 años que está una cama del Hospital Universitario de Maracaibo, con el anhelo de que le compongan sus caderas rotas, cuesta las ganas de seguir luchando.

Daniel Samper no siente deseos de vivir.

Ni su mujer, que bregó con él desde que la moto se volteó y lo dejó inconsciente en las traicioneras vías de Santa Bárbara del Zulia, lo animó en el más triste momento cuando esperaba en un hospital de su localidad un cupo para la intervención quirúrgica.

Aún así, la señora Maite estuvo con él hasta que lo admitieron en el Universitario. Ahora espera que la secretaria de Traumatología le dé el boleto de vuelta a Santa Bárbara: aguarda por el alta médica.

Un par de días luego del accidente en moto, Daniel Samper despertó. A su alrededor lo miraban sus cuatro hijos y Maite. La cara de Maite ese día no se parece en nada a la que tiene hoy mientras espera la autorización para salir del centro de salud. Esta Maite del presente luce desesperanzada pese a que a su marido por fin lo operaron. La Maite de hace siete meses esperaba a su marido con la mesa puesta. Los rostros cambian cuando toca vivir en carne viva la crisis hospitalaria del país.

El día del accidente en moto Daniel Samper venía de su taller mecánico. Eran casi las 7.00 de la noche y antes de salir había llamado a Maite para decirle que quería comer plátano con queso y mantequilla.

Y le llegó a un árbol.

No lo vio, estaba oscuro. Al despertar, estaba en la cama número tres del Hospital de Santa Bárbara del Zulia.

Comienza la brega. Su esposo tiene desprendimiento de caderas y múltiples fracturas. Es necesario una intervención. Aquí no hacemos esas operaciones. Tiene que ir a Maracaibo, le dijo el médico que recibió el cuerpo mallugado de Daniel Samper a Maite.

El plátano se secó en la mesa. Sus hijos dejaron de hacer su noche y Maite dejó de tener sombra de colores. Todo eso pasó a partir de ese diagnóstico. Quince días pasaron antes de que Daniel decidiera irse del hospital. No hubo poder humano que lo convenciera de lo contrario.

— Me cansé de esperar —, gritó.

Al día dieciséis de una hospitalización sin respuesta abandonó la cama tres.

Para entonces, los ingresos en el hogar Samper eran mínimos. Dos de sus cuatro hijos, los mayores, se hicieron cargo de las obligaciones del papá en el taller mecánico. El señor supervisaba los trabajos desde la silla de ruedas. De vez en cuando se paraba con la ayuda de un par de muletas, lo cual fue contraproducente en su condición.

Los riesgos de tanta espera. Las fracturas de cadera son prioritarias en pabellón. Mientras más se tardan en intervenirlas, más complicaciones hay en el pos-operatorio. Hay más problemas porque esa lesión se consolida parcialmente con el tiempo.

Lo de Daniel Samper es grave. Cuando lo ingresaron por primera vez en el hospital de Santa Bárbara le dijeron que su caso “iba para rato. Para apaciguar el dolor y el golpe, le vendaron de las piernas para abajo y le inmovilizaron las piernas.

Gracias a programas sociales gubernamentales, logró un contacto en el Universitario. Al concretarlo, habló con su hermana en la ciudad. Tuvo que convencer a Daniel para irse a Maracaibo.

Pasó un mes antes de que lo admitieran.

— Daniel no quiso hospitalizarse la primera vez que vinimos —, recuerda mientras espera el alta de su marido. Quiso reunir antes a la familia para explicarle que esto tomaría tiempo. Y claro que tomaría tiempo, si al entrar lo primero que me mostraron fue la lista de espera para las operaciones de traumatología.

El desenlace. Hay ojos tristes en la vida y los de Maite en este momento. Hay pieles muertas en esta vida y la de Maite ahora. Le habla su hijo pausadamente, como quien se acostumbró al ritmo de la espera. Le pide que por favor vaya a buscar el alta en la secretaría de Traumatología.

Dentro de la habitación Daniel Samper duerme.

Lo operaron el martes. Corrieron con suerte, admite Maite, porque en un mes ha escuchado reclamos y quejas de otros pacientes: que si no hay suturas, que si le mandan a comprar los materiales para enyesar, que si le piden hasta las inyectadoras.

Dentro de la habitación Daniel Samper duerme.

Maite está a punto de ir y derrumbar la puerta de la secretaría de Traumatología. Manda a su hijo insistentemente a preguntar por el alta. No se quiere sentar, tampoco quiere caminar, solo quiere llegar a Santa Bárbara.

Dentro de la habitación Daniel Samper duerme.

Ese boleto de vuelta al pueblo no es lo que Maite cree. Ese papel no significa que regresan a casa, no, ese papel significa que el próximo lunes debe ir a la cita de control pos-operatorio.

***

Este texto de Isabel Cristina Morán fue publicado en el periódico Versión Final, en Maracaibo.

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Isabel Cristina Morán 

Comentarios (1)

Irma Sànchez de Dìaz
2 de septiembre, 2014

No saben cuanta impotencia y tristeza sentì al leer ese relato, porque todos somos Venezolanos, como es posible que un Paìs que ha recibido millones de dòlares no tenga para operar a personas que sufren accidentes de trànsito y quedan como este SEÑOR, hay miles, como vas a esperar 8 meses con la Cadera fracturada, no quiero imaginar como se sentiria el Sr.Daniel y sus familiares,cuando le dicen no podemos operarte porque no hay insumos, ni cama, tienes que esperar 8 meses o màs, que cosa tan horrible el no poder caminar, en este Paìs es mejor morirse en el accidente aunque suene duro , si tienes que pasar por todo lo que està pasando Daniel y su familia, pero se regala a Paises extraños y se le construyen Urbanizaciones y Hospitales, son claridad de la calle oscuridad de la casa, que màs puedo decirles. ES TODO

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