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#SaludEnCrisis “Me dijeron que guardara la aguja porque no había más”; por Isabel C. Morán [1 de 4]

En los hospitales del país falta desde algodón y medicamentos hasta gases anestésicos. Las enfermeras del Hospital Universitario de Maracaibo les dicen a los pacientes del piso seis que guarden los yelcos y mariposas para usarlos de nuevo la próxima vez que le tomen vías.

“Me dijeron que guardara la aguja porque no había más”; por Isabel Cristina Morán 640

“La emergencia de adultos del Hospital de Maracaibo recibe la mayor cantidad de pacientes del estado” [Fotografía de Vianny Vílchez]

Pudo haberse enterado de los pesares de un paciente que espera turno quirúrgico en un hospital desde su casa. Pudo haberse dado cuenta de la crisis hospitalaria nacional sentado frente a un televisor o sobre su sofá leyendo periódicos. Pudo conmoverse incluso, hasta el punto de las lágrimas, con los casos de enfermos que mueren en las emergencias porque no hay insumos en los pabellones para intervenirlos con urgencia.

Pero no. Julio Guevara está percatándose de todo esto desde el piso seis del Hospital Universitario de Maracaibo mientras ve padecer a su mujer. A María se le perforó un pulmón y se hizo daños en el estómago luego de un accidente en carro. Hace mes y medio llegó ahí. Y desde hace mes y medio su esposo va cada tres días a las farmacias para comprar inyectadoras, yelcos, gasas, medicamentos para el dolor, alcohol y potes y potes de soluciones salinas porque en el Universitario, sencillamente, no hay material médico.

No es el caso del Universitario, no, pero Julio Guevara ha escuchado que en centros de salud de Caracas y del Oriente se improvisan las hidrataciones con soluciones salinas sin óptimas medidas de seguridad. También leyó en Internet que se mueren los pacientes oncológicos por falta de tratamiento y se mueren esperando prótesis los pacientes valvulares cardíacos. Se mueren niños con cardiopatías esperando turnos quirúrgicos. Se complican los diabéticos los, hipertensos, los nefrópatas, cardiópatas y portadores de VIH.

Él sabe que desaparecieron los medicamentos analgésicos efectivos, como la morfina, la meperidina y hasta la aspirina. Sabe que dejan de hacerse exámenes de laboratorio por falta de reactivos químicos. No hay divisas para repuestos de maquinarias de alta tecnología y menos para obtener nuevas tecnologías.

Reciclan insumos. María pudo haberle tirado la aguja y el yelco en la cara a la enfermera, pero prefirió guardar la compostura. Su marido quiso mandarla al lugar del nunca jamás, pero recordó cuánto le había costado conseguir cama en hospital y lo que podría costarle esa contestación. Y es que no cualquiera se vive su rabia para adentro cuando una enfermera dice que, como no hay insumos, es mejor que guarden hasta los algodones.

— Me dijeron que guardara la aguja porque no había más, reclamó María sin poder siquiera hacerlo rabia, pues el cuerpo no le da para más.

La noche en la que tuvo el accidente iba sola en un taxi camino a la casa de su hermana. Lo tomó apurada. En su memoria ese momento se borró. Solo recuerda cuando se montó y cuando despertó en la sala de trauma-shock del Universitario.

De todas las cosas que habría podido hacer María, irse a una clínica no era una de ellas. El sueldo mínimo de su marido Julio, con todo y sus trabajos extras, no le hubiese dado para pagar la entrada en emergencia y, como no tienen póliza de seguros, está obligada a esperar turno quirúrgico con 61 personas más que están hospitalizadas en ese piso.

La han devuelto dos veces de pabellón. La primera vez fue porque se le subió la tensión. Y cómo no, si entre los médicos que pasan revistas en las mañanas no hay un internista y tampoco le toman la tensión. La segunda vez se quedó con la bata azul puesta y pre-anestesiada. En esa ocasión le dijeron que había anestesia para dormirla, pero no para despertarla.

En el pasillo de enfrente hay 29 camas más. Esa es la sección de Urología. Hasta los oídos de Julio y María llegan comentarios    que, por azar, han comprobado luego: que no dan almohadas, que los colchones están rotos y las camas eléctricas no funcionan, que a los enfermos renales le mandan a comprar las sondas, que no hay agua, que pofenil y los antibióticos no hay en las farmacias del hospital y que pocos dan respuesta.

Esta realidad hospitalaria nacional la describe así Samir Kabbabe en la revista digital Prodavinci:

“La realidad es que el 90% de los insumos médicos son importados, que hasta el Ministerio de Comercio exige certificados de no producción en el país de los cientos de miles de ítems que se deben importar y que las divisas no llegan al sector salud. La Asociación Venezolana de Clínicas y Hospitales ha solicitado al Ejecutivo Nacional una declaratoria de emergencia humanitaria en el sector porque está en riesgo la vida de personas. Hasta ahora, la respuesta de la Defensora del Pueblo es que la petición es desproporcionada, que se está apaleando el diálogo y que no se puede politizar el problema y que hay voluntad y buenas”.

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Este texto de Isabel Cristina Morán fue publicado en el periódico Versión Final, en Maracaibo.

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