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¿Cómo podría la oposición apropiarse de la principal bandera del gobierno?; por Pedro L. Rodríguez

El subsidio y la bandera petrolera  Cómo apropiarsede laprincipal bandera discursiva del gobierno por Pedro Rodriguez 640

Las razones por las que el subsidio a la gasolina debe ser eliminado son bien conocidas y contundentes (ver Asdrúbal Oliveros). El subsidio no se justifica desde ningún punto de vista, no se justifica como política económica (la energía barata no es una ventaja comparativa si es barata porque la subsidias) y mucho menos como política social (el subsidio claramente beneficia a quién más tiene). Ante lo que parece ser evidente, ¿por qué resulta un trago tan amargo apoyar la iniciativa del gobierno de aumentar el precio de la gasolina? A mi parecer, por dos razones:

Primero, sabemos que la iniciativa del gobierno no se debe a un momento de lucidez que les hizo entender lo perverso del subsidio. Todo lo contrario, se debe a la estrechez fiscal producto de una terrible irresponsabilidad en el manejo de los recursos públicos a lo largo de estos últimos quince años. El resultado: un aparato productivo reducido a su mínima expresión, niveles históricos de escasez, y una acelerada erosión del poder de compra de los venezolanos. Todo ello a pesar de haber disfrutado del auge petrolero de mayor magnitud y duración en la historia del país. ¿Es sensato aumentar el precio para que los recursos vayan al mismo barril sin fondo?¿No debe exigírsele al gobierno un mínimo de transparencia en el uso de los recursos? ¿Sería creíble cualquier promesa al respecto?

Segundo, hablar de aumento del precio de la gasolina le abre un flanco débil a cualquier gobierno que difícilmente puede ser ignorado por sus contrincantes. Este gobierno, autodenominado “hijos de El Caracazo” (ver Ángel Alayón), es particularmente vulnerable dado la evidente contradicción entre la medida a tomar y el discurso socialista. La ausencia del líder supremo y los pleitos internos en torno su legado y su culpabilidad en la crisis (ver Nicmer Evans) le agregan otro grado de vulnerabilidad. ¿Qué hubiese hecho Chávez? Se preguntará más de un simpatizante del oficialismo. Añádase el rechazo generalizado a la regaladera de recursos a países aliados y el cóctel puede ser explosivo para el gobierno. ¿Es equivocado por parte de la oposición querer maximizar el costo político de dicha reforma?

Al parecer, la oposición enfrenta un dilema: asumir una postura constructiva, aceptando la necesidad de discutir el tema y plantear sus propuestas,corriendo el riesgo de hacerle el juego al gobierno al mitigar el costo político sin obtener mayores beneficios a cambio.O, adoptar una postura desafiante ya sea oponiéndose férreamente a cualquier aumento o haciendo exigencias que difícilmente el gobierno cumplirá, pero que sirvan para aumentarle el costo político a la medida. ¿Qué debe hacer la oposición?

Una oportunidad para un debate más amplio. Para comenzar, darse cuenta que la puesta en escena de un aumento en el precio de la gasolina por parte del gobierno, más que un dilema, representa una oportunidad única para iniciar una ofensiva cuyo propósito final sea apropiarse de la bandera discursiva más preciada por el gobierno: la petrolera.

Para ello es necesario primero enmarcar el debate dentro de un ámbito mucho más amplio, el debate en torno al manejo de nuestros recursos petroleros, desde el pozo hasta la renta. La perversidad del subsidio, así como la razón por la que el gobierno se ha visto obligado a plantear un aumento, son parte de un problema mayor: nuestra incapacidad de convertir nuestros recursos petroleros en un instrumento de progreso, comenzando con una industria petrolera productiva y pujante hasta un manejo de la renta eficiente y equitativo,que sirva para apalancar (no sustituir) nuestro principal recurso: el esfuerzo que nace de las aspiraciones de superación de los venezolanos. Lo cierto es que el fracaso del gobierno va desde el pozo hasta la renta y esa debe ser la discusión.

Ahora bien, a pesar de su fracaso, el gobierno sigue apropiándose la bandera petrolera en su discurso. Y no es cierto que hay escasez de propuestas por el lado de la oposición. En la campaña presidencial de 2012 se planteó una política petrolera alternativa mientras que a diario analistas conocedores del tema exponen las mentiras del gobierno en materia petrolera. A mi parecer, hay dos razones por las que no hemos sido más efectivos: (1) las propuestas por el lado del uso de la renta no convencen. Es decir, los venezolanos confían en que un gobierno de oposición sea mejor administrando la industria (no hay de que sentirse halagados, Ramírez ha puesto la barra bastante baja), pero desconfían de lo que se hará con la renta generada.Dado que la gente tiene más conexión con la renta que con la industria, no sorprende que le pongan un mayor peso al momento de elegir. (2) A diferencia del oficialismo, la oposición no tiene una narrativa sobre el petróleo y el papel de éste en su visión de país.La ofensiva de la oposición en materia petrolera debe abordar ambos puntos. Veamos cada uno en su justa dimensión.

Un problema de diferenciación y credibilidad. El destino de la renta en la propuesta opositora poco se diferencia de la política oficial: inversión social.Para cada uno de los programas propuestos por la oposición en 2012existe su equivalente en versión Misión: programa hambre cero -Misión Alimentación; sistema de cuidado infantily educación preescolar —Gran Misión Hijos de Venezuela(ahora Gran Misión Hogares);ticket de alimentación y medicamentos para los adultos mayores— Gran Misión Amor Mayor. Tan es así que la sección referente al uso de la renta en el programa de gestión de la oposición se titulaba: “Comprometido contigo: misiones y programas sociales”. De tal manera que las propuestas poco se diferencian en contenido.

Es cierto que la propuesta de la oposición plantea un uso más transparente y menos clientelar de los recursos, es decir, la oposición promete ser mejor administradora. El problema con dichas promesas es que el electorado las ve como poco creíbles en general. Aunado a ello, en 2012 el oficialismo contaba con tres ventajas que implicaban un menor descuento a las promesas del oficialismo:

1. Como dice el dicho,“mejor malo conocido que bueno por conocer”, lo que no es más que una aversión al riesgo de perder lo que ya se tiene, aunque lo que se tenga sea imperfecto.

2. El uso de la renta para política social sin intermediarios (más directa) se le atribuye a la revolución. Las Misiones representa el brand original, lo que le brinda una ventaja competitiva al gobierno (que sin embargo puede erosionarse a medida que el brand original no cumple).

3. La relación cuasi-religiosa de Chávez con un amplio sector de la población. Algunos dirán que ahora el mal conocido es bastante malo, el brand original de las misiones ha perdido su lustre y Chávez ya no está en la escena. Todo ello puede ser cierto, pero ¿es ello suficiente? Incluso de serlo, cabría preguntarse ¿qué dice de la oposición el hecho de que su estrategia consiste en esperar que el electorado se desanime lo suficiente con el oficialismo como para que la considere una opción viable?

El Caso Mi Negra. Las tímidas propuestas en materia del uso de la renta petrolera en 2012 pueden en parte deberse al fracaso de la propuesta algo más aventurada del candidato opositor en 2006, conocida como Mi Negra. Esta última fue la respuesta que el candidato y su equipo le dieron a la pregunta: ¿cómo diferenciarse de las Misiones? La lógica es impecable: las Misiones son atractivas porque distribuyen renta de forma más directa; Mi Negra propone distribuir renta en efectivo, es decir, lo más directo posible; ergo Mi Negra debe ser una propuesta más atractiva que las Misiones. A pesar de ello la propuesta no despegó. ¿Por qué?

Primero, varias de las Misiones contemplan distribución directa de efectivo o beneficios materiales por lo que la distribución directa no era del todo novedosa. Segundo, no quedaba claro quién iba a poder optar por el mecanismo ni cuánto sería el monto a recibir. Los detalles variaban dependiendo de la audiencia, restándole credibilidad (más allá de las desventajas resaltadas arriba que aplicaban con mayor vigor en 2006).

Tercero, además de los beneficios materiales que pueden generar las Misiones, parte del éxito de las mismas se debe a que son promocionadas como la materialización de la proclama: “el petróleo ahora es de todos los venezolanos”. A pesar de ello ser más propaganda que realidad, la pregunta a plantearse es: ¿sería Mi Negra mejor intérprete de dicha consigna? No lo sería. Mi Negra seguiría siendo una política de distribución discrecional, cuyos beneficiarios estarían sujetos a la buena voluntad del gobierno de turno (como es el caso de las Misiones).  Al final del día Mi Negra quedó como una propuesta populista electoralmente fallida.

La distribución directa como mecanismo para empoderar. A pesar del fracaso de Mi Negra, es errado concluir que estos mecanismos no son atractivos. La clave está en el diseño y como veremos, en la narrativa. Las aristas a considerar en torno al diseño han sido ampliamente desarrolladas en otros trabajos (ver Rodríguez, Morales y Monaldi (2012)), acá me limito a resaltar dos características esenciales en toda propuesta que busque diferenciarse de las Misiones.

Primero, la propuesta debe tener como objetivo el empoderamiento ciudadano en el manejo y contraloría de los recursos petroleros por dos vías:

1. Abriendo la industria a la participación del capital doméstico mediante inversiones directas, así como la posibilidad de que los venezolanos inviertan sus ahorros en el sector.

2. La asignación de los derechos de propiedad sobre la renta petrolera directamente a los ciudadanos.Como tal, la propuesta no debe entenderse como una política social (para ello deberán haber otras propuestas) sino como una reforma institucional que busca modificar la actual relación Ciudadano-Estado-Petróleo. En efecto se busca desplazar a las Misiones como materialización de la consigna: “el petróleo ahora es de todos los venezolanos”.

Segundo, debe ser universal. La universalidad cumple dos propósitos:

1. Es consistente con el principio de los ciudadanos como dueños de su petróleo, siendo que el beneficio directo no estaría sujeto a la voluntad del gobierno de turno e incluye a todos los ciudadanos por el simple hecho de ser venezolanos.

2. Le brinda credibilidad a la propuesta al imposibilitar la exclusión, transversalmente (es decir, entre personas en un punto dado en el tiempo) así como inter-temporalmente (es decir, una misma persona en diferentes períodos).

¿Sería ello atractivo? Estudios tales como los grupos focales realizados por el IESA en 2011 con participantes de los estratos D y E así como una encuesta realizada por Bolívar y Gómez (manuscrito 2013) en el área metropolitana sugieren que sí. Entre los hallazgos resaltan:

A. el subsidio a la gasolina se valora no sólo por ser un subsidio, sino por ser “la única parte de la renta petrolera que tenemos garantizada”.

B. Los mecanismos de distribución directa son preferidos a mayor control, ya sea por parte del gobierno central o de las gobernaciones y alcaldías.

C. A mayor ingreso, menor el apoyo por la distribución directa.

D. Al evaluar propuestas de distribución directa destacó la preferencia de que sean universales, argumentando explícitamente que sería la única garantía de no ser excluidos del mecanismo.

E. Aunque la distribución en efectivo es atractiva, ambos estudios encontraron preferencias por limitar el uso por parte de los ciudadanos a educación y salud (mediante un mecanismo tipo vouchers).

Hay diferentes propuestas en esta dirección (ver Rodríguez y Rodríguez 2014, Kurowski), incluyendo propuestas específicas al subsidio a la gasolina (ver Barrios y Morales 2012, Rodríguez 2014). Cabe resaltar que las propuestas no son producto de una lógica electoral, sino más bien el resultado de investigaciones en torno a retos de políticas públicas, ya sea ¿cómo corregir el subsidio a la gasolina? O, en el caso de Rodríguez y Rodríguez (2014), ¿cómo superar el modelo rentista?Las razones por las que el empoderamiento ciudadano es parte consustancial de la salida al rentismo van más allá del contenido de este artículo y se aborda en detalle en los escritos citados, entre otros.

Ahora bien, como resaltamos anteriormente, una propuesta diferenciadora no es suficiente. De allí el segundo punto: es fundamental que dicha propuesta sea parte de una narrativa que la respalde.

La política como una lucha de narrativas. Los más recientes avances en el estudio de la mente y su relación con la política han demostrado que el electorado no es frío y calculador como asumen los modelos tradicionales, su razonamiento es antes que nada emocional.Así mismo, se ha demostrado que la mente política es particularmente susceptible a narrativas sencillas que estimulen las emociones; narrativas ricas en metáforas, imágenes y analogías pero cuya estructura no rebasa la estructura de una narrativa infantil: un protagonista, un reto, un antagonista, un final feliz y una moraleja. Al parecer, la competencia política al fin al cabo, no es una lucha entre propuestas alternativas, es una lucha entre narrativas contrapuestas.

En nuestro caso, me atrevería a argumentar que, entre otros factores, el robusto apoyo del cual aún goza el oficialismo, a pesar de una realidad cada vez más desoladora, se debe menos a que el oficialismo tenga una mejor narrativa, y más a que la oposición no tiene una narrativa que se contraponga. Ello no quiere decir que no hay propuestas, como a veces arguyen algunos. Como bien vimos arriba, propuestas hay, y muchas, lo que falta es el hilo conductor y una estructura, que haga de una mera lista una narrativa, o una serie de narrativas enmarcadas en una narrativa mayor como es el caso del gobierno.

La narrativa petrolera oficial. Ramírez resume bien la narrativa petrolera del gobierno en una publicación de reciente data de PDVSA: “Pensamiento Petrolero del Comandante Chávez”. El Plan de la Patria plantea como objetivo histórico la Independencia Nacional. Esta es la narrativa maestra que envuelve y le brinda un hilo conductor a todas las demás sub-narrativas. Una de estas sub-narrativas, y quizás la más importante, es la petrolera, delineada en la Política de Plena Soberanía Petrolera. Sus principios: nacional, popular y revolucionaria. Nacional: “porque por medio de ella recobramos el absoluto control de las actividades petroleras y gasíferas…”. Popular: “porque luego de la derrota del sabotaje petrolero el pueblo venezolano, junto con la Fuerza Armada Bolivariana, se convirtieron en actores fundamental del rescate, operatividad de la industria y nacimiento de la nueva PDVSA”. Revolucionaria: “porque a diferencia de lo que sucede en otros países productores…en la RBV la divisas generadas por la explotación de nuestros recursos naturales, se transforman en inversión social y desarrollo de infraestructura”. Su implementación representa la tarea hercúlea de Chávez, nuestro protagonista, frente al enemigo:  “…los tentáculos históricos de las grandes transnacionales, gobiernos imperiales y odiosas oligarquías criollas”.

Como toda buena narrativa, está llena de metáforas, analogías e imágenes que estimulan las emociones y evocan un gran sentido de patriotismo y pertenencia a un proyecto. A la vez es sencilla y por lo tanto fácil de recordar y difundir (Ramírez la resume en dos páginas y media). Distorsiona conceptos asociados al enemigo a su gusto: “…trabajar sin descanso en el desmontaje de la nefasta Apertura Petrolera cuya meta última era la privatización de PDVSA”; “La Nacionalización de la Faja Petrolífera del Orinoco”. La moraleja: gracias a Chávez y la revolución “el petróleo ahora es de todos los venezolanos”. ¿Es esta narrativa fiel a la realidad? Evidentemente que no, pero ese no es su propósito, su propósito es estimular la emociones de los venezolanos y brindarle un prisma para percibir e interpretar la realidad que sea cónsono con el objetivo último del gobierno:concentrar y mantener el poder.

La realidad. Durante la época de bonanza la narrativa parecía ajustarse bien a la realidad, el héroe estaba venciendo. Sin embargo, la actual coyuntura pone en riesgo la credibilidad y por lo tanto la efectividad de dicha narrativa como instrumento de persuasión. La creciente brecha entre el discurso y la realidad amenaza con poner de relieve las contradicciones inherentes, comienzan a vérsele las costuras al discurso oficialista. El gobierno, como estratega que es, ya comienza a modificar su narrativa para ajustarse a esta nueva realidad. No se le debe permitir tal lujo. Aunque las diferencias internas en torno al legado de Chávez representan en sí un freno, el principal obstáculo sería una contra-narrativa por parte de la oposición que encajone al gobierno en la suya y le presente a los venezolanos un prisma alternativo a través del cual entender la realidad. El debate sobre el subsidio a la gasolina representa una oportunidad única para avanzar en este objetivo.

Hacia una nueva narrativa. Desarrollar una narrativa requiere primero responder la siguiente pregunta: ¿cuál es la moraleja a transmitir? La escogencia debe ser atractiva pero, más importante aún,  sus intérpretes deben estar plenamente convencidos de su validez, de no estar convencidos ellos,difícilmente pueden pretender convencer a otros. Cónsono con lo dicho en torno a una propuesta diferenciadora,proponemos la siguiente moraleja para la narrativa petrolera: para aprovechar plenamente nuestros recursos petroleros es necesario empoderar a los venezolanos en el manejo y contraloría de los mismos, haciéndolos sus legítimos dueños. Hacer así que el Estado dependa de los aportes del ciudadano y no como ahora que el ciudadano sea un dependiente del Estado.

Una vez acordada la moraleja, toca desarrollar cada componente de la narrativa. Los protagonistas:a diferencia de la narrativa oficial en la que el protagonista era Chávez y los venezolanos eran actores secundarios que veían su voluntad expresada a través de él, en esta nueva narrativa los venezolanos pasan a ser los actores principales. Los antagonistas: los privilegiados apegados al poder que se benefician desproporcionadamente de la renta y harán todo lo posible por evitar que los venezolanos sean dueños de sus recursos. El reto: hacer de todos los venezolanos propietarios y por lo tanto beneficiarios directos de sus recursos. El obstáculo: la codicia e ineptitud del actual gobierno y sus allegados, responsables del desfalco más grande que haya vivido la nación, así como de evitar materializar los aumentos de producción, con lo que en efecto están obstruyendo el acceso de los venezolanos al provecho pleno de sus recursos.

Demás está decir que existen innumerables ejemplos que respaldan dicha narrativa (ej. las empresas de maletín, PDVAL, el fracaso del Plan Siembra Petrolera, etc.). Así mismo,la narrativa debe apropiarse de las consignas del contrincante reformulándolas a su manera: “la verdadera nacionalización del petróleo será cuando la nación, es decir los venezolanos, sean realmente dueños de sus recursos”.Por último, debe imprimírsele un sentido de urgencia a la narrativa, resaltando que la ventana de oportunidad para desarrollar cabalmente nuestro potencial petrolero y aprovechar nuestros recursos para apalancar el progreso de los venezolanos es finita y pronto se comenzará a cerrar.

En contexto histórico. La narrativa se debe contextualizar dentro una serie de hitos que marcaron la lucha por la apropiación de la renta en nombre de la nación. Desde la primera ley de hidrocarburos de 1920, pasando por la de 1943, el “fifty-fifty” de 1948, la formación de la OPEP, hasta la nacionalización de 1976 que cerraba un ciclo de maximización de la captura de la renta. Si bien la abundancia y la estabilidad en los primero lustros de la democracia permitió que todos los sectores se vieran beneficiados por esta herencia común, no todos se beneficiaban por igual.Esta inequidad se agudizó una vez que la renta comenzó a declinar y hacerse más volátil a partir de 1978. Aunque todos perdían, producto de una caída sostenida en los ingresos petroleros y la ausencia de voluntad para cambiar de modelo, unos perdían más que otros. La exclusión comenzó a erosionar las bases del contrato social establecido, dando paso a la crisis de la democracia en los 90.

La revolución bolivariana prometía un cambio, en particular en su narrativa el objetivo planteado era que el petróleo fuese de todos. Al igual que había ocurrido anteriormente, el auge permitió alimentar las expectativas en torno a un cambio. Sin embargo, si bien todos recibieron algo, los más cercanos al poder recibieron la porción más grande. Ahora, a pesar de continuar los precios históricamente altos, el colapso del modelo económico así como el colapso de la industria petrolera han dejado al país en una situación precaria. Los mismos pocos que más se beneficiaron en los tiempos de auge están protegiendo su tajada, mientras la gran mayoría de los venezolanos sufren las consecuencias. ¿El reto de nuestros protagonistas? Cerrar el ciclo mediante la nacionalización plena de los recursos petroleros.

La industria. Es tentador concluir que el enfoque del mensaje debe estar en el manejo de la renta, esto es equivocado. Primero, la industria está en un condición tan deteriorada que cualquier gobierno de oposición que llegue va a tener que dedicar gran parte de su esfuerzo inicial a recuperarla para luego hacerla crecer. El costo de oportunidad que ello puede implicar en el corto plazo va a requerir de un amplio apoyo de la población. Segundo, es posible convertir a la industria en un tema políticamente rentable de dos maneras:

1. Resaltando los beneficios tangibles que implica una industria petrolera pujante, más allá de la renta adicional (inversión y el empleo directo e indirecto asociado).

2. Cuantificar cómo la recuperación de la industria va a multiplicar los beneficios por el lado de la renta. Esta última surtirá mayor efecto mientras más atractiva sea la propuesta por el lado del uso.

Es decir, un buen manejo de la industria y de la renta se apalancan mutuamente. Un ejemplo concreto de ello sería una propuesta de atar todo aumento de producción a un nuevo contrato social regido por un mecanismo como el Fondo Patrimonial de los Venezolanos u otro similar. Ello tendría el potencial de galvanizar a la población en torno a un plan concreto de recuperación de la industria y de aumento de la producción.

Comentarios finales. La necesidad del gobierno de avanzar con un aumento del precio de la gasolina representa una oportunidad única para la oposición de iniciar una ofensiva sistemática e inclemente que le permita apropiarse de la principal bandera discursiva del gobierno: la petrolera. En este artículo hemos planteado que dicha ofensiva tiene dos requisitos:

1. Una propuesta verdaderamente diferenciadora.

2. Una narrativa que fundamente dicha propuesta.

Así mismo, esbozamos una alternativa de propuesta y narrativa como material para la discusión. La misma implica una enorme transferencia de poder del Estado al ciudadano. Siendo esto una de sus principales virtudes, es a su vez, su principal obstáculo, ya que un gobierno puede sentir que limitar su discrecionalidad en la distribución de la renta le despoja de uno de sus principales instrumentos políticos. Es por eso que este tipo de reformas suelen realizarse en momentos fundacionales, aquellos en los que existe un amplio consenso acerca de la urgencia de un cambio de rumbo dentro del cual los intereses generales de largo plazo deben trascender las conveniencias políticas inmediatas.

Finalmente, cabe resaltar que la narrativa petrolera debe formar parte de una narrativa superior que respalde la propuesta política de la oposición. Una narrativa que empodere al ciudadano, impulsando su capacidad de forjar su propio futuro y en la que el petróleo aparezca, no como sustituto de su esfuerzo o mecanismo de dependencia y sumisión, sino como instrumento para potenciar sus aspiraciones y hacer realidad su proyecto de vida.