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3 protagonistas y 3 películas: ¿cambia Simón Bolívar a los actores?; por Albinson Linares

Por Albinson Linares | 24 de julio, 2014

Es conocido el magnetismo personal que el prócer independentista Simón Bolívar ejercía sobre quienes lo rodeaban. José Antonio Sucre y O’Leary, por ejemplo, lo amaban con locura como consta en epístolas y minutas de la Guerra de Independencia.

El mito del hombre que liberó a cinco naciones vuelve a ser tocado por las artes desde 2013 con tres producciones audiovisuales. Los filmes Bolívar, el hombre de las dificultades de Luis Alberto Lamata y Libertador de Alberto Arvelo, junto a la teleserie Diario de Bucaramanga, reviven la figura del caudillo patriota.

1. Temístocles López: el Bolívar surreal. Fue en 1979 cuando Diego Rísquez, quien sólo tenía 29 años, acometió su primera película llamada Bolívar, sinfonía tropikal, basada en la figura del célebre militar: “Me interesaba, sobre todo, tratar de buscar a un Bolívar más humano porque hay dos Bolívar: uno que es como un superhéroe y el hombre. Por eso en la película hay dos actores que lo interpretan. Uno es Temístocles López que es el más parecido a la iconografía del Libertador y el otro era Antonio Eduardo Dagnino”.

Esta obra de Rísquez aparece enmarcada dentro del cine surrealista, con una cuidada puesta en escena que convierte a las escenas filmadas en un verdadero homenaje al acervo pictórico venezolano. El cineasta asevera que la idea de la película es tratar de tocar el “inconsciente colectivo de los venezolanos” a través de las imágenes que se ven desde las aulas de clase, en la educación primaria: “Veías pinturas de Bolívar como Mi delirio sobre el Chimborazo, conocías a personajes como Miranda y lo veías en La Carraca, a María Teresa del Toro… todo ese mundo está plasmado en cuadros de Tito Salas, Arturo Michelena, Martín Tovar y Tovar y Pedro Centeno Vallenilla que están registrados en nuestra memoria como la iconografía patriótica del siglo XIX”.

Temístocles López acompañó al realizador en esta aventura audiovisual y acota que fue un gran honor interpretar al Libertador: “Dado el índole iconoclasta y la estética de la película, no puedo decir sino que encarnarlo en ese momento fue una experiencia profundamente transformadora a nivel psicológico, puesto que la película no trata al personaje desde el punto de vista anímico o psicológico sino como ícono en un contexto estético”.

Sin embargo con el paso de los años, López advierte la influencia del personaje: “Desde entonces he estudiado mucho la historia de Bolívar, Venezuela y el Caribe. Fue sumamente importante en mi carrera haber podido encarnar al hombre más relevante de nuestra historia y lo veo con un carácter distinto”.

Para Rísquez este filme que sólo costó 10.000 dólares le abrió las puertas del mundo puesto que fue seleccionado al Festival de Cannes en 1980 y 1982: “Quizá es la única película que ha sido aceptada dos veces, la segunda por ser la versión en 135 mm. Ese estreno se hizo en la casa de Francis Ford Coppola, en San Francisco, y tiene una cantidad de connotaciones para mí”.

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2. Mariano Álvarez: detrás de un gran hombre… Dos décadas después, en el año 2000, Rísquez estrenó Manuela Sáenz, la libertadora del Libertador, en la que el personaje de Bolívar aparece interpretado por el fallecido actor Mariano Álvarez. Muchos consideran esta actuación como una de las mejores encarnaciones de El Libertador: “Dirigir a Mariano fue muy grato, porque ese hombre se entregó como pocos actores y seres humanos lo hacen. Él ya había hecho el papel en los años ochenta, en una miniserie dirigida por Betty Kaplan, por lo que lo conocía muy bien”.

Rísquez recuerda que en cada lectura el actor estaba totalmente concentrado, como aislado del mundo, y concluye que la excepcional interpretación prefiguraba el destino de Álvarez: “El filme está centrado en los últimos ocho años de su relación con Manuela, por lo que mostramos a un Bolívar en picada, cansado y cerca del final. Justo después de terminar el rodaje nos enteramos de que Mariano estaba enfermo. Por eso nunca vio la película en cine, sino en video”.

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 3. Roberto Moll: el general en las tablas (y en la celda). Bolívar, la obra de teatro escrita por el dramaturgo español José Antonio Rial, es un hito dentro de las puestas en escena que han tratado la figura del prócer venezolano. Escribir sobre ella es recordar la época dorada del grupo Rajatabla en los ochenta, cuando viajaron por todo el mundo con diversas piezas como El señor Presidente, La muerte de García Lorca y, precisamente, el Bolívar de Rial.

Es también volver sobre el fallecido director Carlos Giménez, quien basaba sus proyectos en un “teatro de proyección política inmediata” con tanto éxito que el montaje de la pieza basada en El Libertador produjo gran controversia en todas partes.

En mayo de 1982, Fernando Samaniego reseñó en el diario El País de España los montajes de Sevilla y Madrid, planeados con motivo del Bicentenario Bolivariano:

Para su autor, José Antonio Rial, se trata de un drama político sobre el ‘violento contraste’ entre la lucha de Bolívar y las dictaduras actuales en Latinoamérica. El director Carlos Giménez planteó el montaje como una desmitificación de la historia oficial sobre el Libertador, cuya figura está enraizada en la mitología popular. El espacio escénico es un campo de concentración donde un grupo de presos políticos ensayan una obra sobre Bolívar, con una fuerte presencia de la Iglesia católica y del caudillismo.

Roberto Moll interpretó a ese Bolívar y se sumerge en su memoria para recordar la experiencia: “En esos años casi en toda América Latina había dictaduras militares, por eso se escenificó en un país con dictadura militar donde hay una cárcel con presos políticos y se prepara a un grupo de reos para que se memoricen a los personajes de la independencia y libertad como Bolívar, Sucre, Simón Rodríguez, Páez y Manuela Sáenz”.

El actor hacía el papel doble de “Preso-Bolívar” y explica que era muy interesante porque “hasta la mitad de la obra éramos los presos, pero llega un momento en que los presos se creen a los personajes de verdad y eso cobra una dimensión trágica gigantesca”.

El montaje dirigido por Carlos Giménez implicó ensayos durante un año completo antes de estrenar la obra. La música era de Juan Carlos Núñez y se cantaban coros en latín. Samaniego escribió con asombro sobre esa primera puesta en escena:

El director Carlos Giménez planteó el montaje como una desmitificación de la historia oficial sobre El Libertador, cuya figura está enraizada en la mitología popular. El espacio escénico es un campo de concentración donde un grupo de presos políticos ensayan una obra sobre Bolívar, con una fuerte presencia de la Iglesia católica y del caudillismo.

Este rol cambió la vida de Moll: “Llegué del Perú en 1976 y allá estudiamos la figura de San Martín. Cuando investigo a Simón Bolívar me convertí en bolivariano por la dimensión gigantesca de este hombre, por todo lo que hizo en tan pocos años y su muerte prematura. Liberó cinco países y todo ese trabajo intelectual intenso de pensamientos, discursos, cartas… él creó un continente ideal donde abogaba por la libertad y armonía entre los seres humanos. Sí, me cambió la vida”.

El intérprete aún recuerda un parlamento, donde el reo Bolívar le dice a la presa Manuela Sáenz: “Lo único que el ser humano puede gobernar es su ser interior. Nada puede decir que le pertenece. Las batallas perdidas en el campo hay que ganarlas en lo íntimo, no desfalleciendo”.

Moll cree que Bolívar es el personaje más traicionado de toda la historia de América Latina. Y capitula: “Lo traiciona todo el mundo, su proyecto era tan puro y de tanta altura que las gentes comunes no lo entendieron. Los caracteres pedestres, tan llenos de egoísmo,  codicia y corrupción se dejaron llevar por los demonios”. El 30 de octubre de 2009, Roberto Moll volvió a encarnar la figura del Libertador en el montaje de “Bolívar, la Gloria de un General”, presentado en Puerto La Cruz donde fue dirigido por Dairo Piñeres.

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