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Las últimas crónicas de Ramón Velásquez, por Pablo Antillano

Por Prodavinci | 25 de junio, 2014
Fotografía de El Nacional

Fotografía de El Nacional

Como saben los venezolanos, Ramón J. Velásquez se inició en el periodismo político “de gran tirada” en la Ultimas Noticias de los años 40. Y quiso el destino – o él mismo– que sus últimas crónicas periodísticas fuesen publicadas en el diario que lo convirtió en actor de primera línea de nuestra historia moderna. Esos artículos fueron recopilados y publicados bajo el nombre de Memorias del Siglo XX[1].

Un libro que tiene valores múltiples, de manera que cada lector podrá encontrar en él no sólo lo que anda buscando, sino también revelaciones inesperadas. Los seguidores habituales de sus peripecias como gran intérprete de la vida contemporánea de Venezuela se  regocijarán nuevamente al ver la coherencia que ata esta serie de artículos sobre la historia doméstica que va desde la muerte de Juan Vicente Gómez hasta la caída de Rómulo Gallegos, doce años tormentosos que introdujeron a Venezuela en la era moderna de Occidente.

Nos referimos a ese lector habitual de Ramón J. Velásquez, cuya fidelidad al autor le ha entrenado en la astucia interpretativa, y que ha aprendido a entender la historia venezolana de finales del siglo XIX y el siglo XX con la liviandad de la socarronería. Nuestro formidable historiador tachirense adiestró a sus innumerables lectores en las artes de la distancia inteligente, del humor omnisciente, y de la narrativa periodística, que convierten cada episodio en un evento de extrema teatralidad y de interpretación multidimensional.

El principio activo de su poder demiúrgico proviene de su naturaleza de periodista, ese riesgoso oficio que le permitió ser testigo excepcional de las aventuras ciudadanas, unas veces épicas, otras intimistas, siempre abrumadora y defectuosamente humanas. De las migraciones alemanas y el café tachirense Velásquez era un heredero nato, un genotipo laborioso y fecundo. Del liberalismo amarillo y las escaramuzas  de finales del XIX parece más bien un cronista de guerra, un corresponsal teñido de sepia que valora tanto la foto del desastre  como la misiva amorosa del guerrero, o el suelto periodístico que le insufla al drama una pizca de adulancia o un tonel de absurdo. Y para hablar de Juan Vicente Gómez, su coterráneo excelso, en el que identifica rasgos de su alter  ego, prefiere la confidencia imaginaria, la voz libre de la intuición y la consanguinidad, la energía brutal del saber telúrico y de la biología culta.

Este método, este principio activo de narrador e intérprete, alcanza su apoteosis en ese libro, el último publicado en vida, en los que reúne su versión de los acontecimientos históricos del siglo XX. ¿Por que? Simplemente  porque él estaba allí. Estuvo siempre: él ya era gran reportero político de Últimas Noticias en la década de los 40 cuando la nación veía extinguirse las últimas banderías del liberalismo amarillo y de los nacionalismos rojos, él vio nacer al nuevo sindicalismo de mano de las nuevas clases políticas,  presenció en primera fila los discursos de los solcialdemócratas, los comunistas y los democristianos que le abrían paso al sistema de partidos de la vida reciente. Fue testigo del nacimiento de una nación, de sus crímenes y alzamientos.

No fue que se lo contaron, no pasó que lo leyó en un libro de historia ni en la hemeroteca de Jesús Sanoja Hernández, no. Formó parte de las primeras generaciones de venezolanos que oyeron con sus propios oídos las voces de “proletariado”, “burguesía”, “clases sociales”, “explotación”, y “camaleón.  Vio nacer el Juan Bimba de los adecos y la Constituyente y leyó en caliente  las primeras ediciones de El Popular, El País y el Morrocoy Azul. ¿De qué estamos hablando?  ¿Qué clase de lujo estamos celebrando cuando leemos a este historiador protagonista, a este corresponsal de guerra, a este testigo de excepción que fue secretario de Diógenes Escalante y construyó su primera entrevista para los venezolanos a partir de las cartas que el candidato, primero de López Contreras y después del antigomecismo, le enviaba a su hermana, amiga muy personal del R.J. Velásquez?

Ese no es tan sólo un libro de historia que da cuenta rigurosamente documentada del nacimiento del Estado Moderno en Venezuela, es también el testimonio vivo de uno de los venezolanos más importantes de nuestra época. Un testigo excepcional de la historia, dotado de una capacidad sobrehumana para presenciar e interpretarla como si se tratara de una gran gesta, regida por las mismas leyes de héroes y dioses que rigieron los destinos del género humano en paisajes más gloriosos que los nuestros.

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[1] Ramón J. Velásquez. Memorias del Siglo XX. (Caracas, Biblioteca Últimas Noticias, 2005) ISBN 908-6509-03-X

 

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