- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

#AlLímite Venezuela desde Princeton y Harvard; por Luis García Mora

al_limite_princeton_harvard_640

Una semana activa esta Semana Santa. Citas venezolana y latinoamericana en dos foros internacionales en las Universidades de Princeton y de Harvard, ambas con el foco perfectamente colocado desde los ángulos sociopolítico y económico, además del académico, en la gravedad de nuestra crisis.

En nuestra supervivencia democrática.

Fue gracias a la iniciativa de ambos centros académicos norteamericanos y los oficios inestimables del Center for Democracy and Development in the Americas (CDDE), para contribuir con la visualización de soluciones estratégicas que permitan ver más allá de la dinámica táctica en la cual se ven obligados los actores locales, en medio de un conflicto que mantiene al país casi paralizado.

Unas de las conclusiones sobresalientes fueron las del académico canadiense y experto en resolución de conflictos a nivel internacional, John Packer, quien reivindicó la importancia del diálogo iniciado en Venezuela. Y son importantes sus apreciaciones, como que “el diálogo puede tener muchos objetivos antes de desembocar en una mediación, entre los cuales se destaca, primero, la importancia del reconocimiento recíproco”. El aprendizaje sobre el otro. Por eso su presentación concluyó reivindicando incluso al diálogo en sí mismo, porque es el antídoto contra la violencia y el paso inicial para resolver los conflictos.

Explicó que en el caso de Venezuela sería útil lograr que el diálogo llegase a ser prospectivo, “la importancia de crear, a partir de acometer temas específicos, momentos para el intercambio reservado a propuestas y posibilidades de acuerdos que se hagan públicos, cuando las partes estén preparadas para ofrecer avances de impacto positivo para el país”. (Algo que hasta ahora no termina de concretarse, mientras el tiempo corre y apremia).

La magnitud del problema venezolano abordado en cada uno de los paneles en las conferencias de Princeton siempre puso de relieve la importancia de apostar al encuentro y a que de allí puedan salir resultados que prevengan e impidan que la crisis escale.

Los paneles. Del panel sobre economía, petróleo y política internacional, las intervenciones de Francisco Monaldi y Leopoldo Martínez permitieron concluir que, primero, los éxitos electorales del modelo chavista estaban basados tanto en las cualidades de Hugo Chávez como líder como en la bonanza petrolera y la forma en la que se invirtieron esos recursos. Sus intervenciones explicaron con abundancia de cifras que la caída de la producción nacional (incluida la petrolera) ha dejado un legado fiscal y económico muy difícil para el régimen, obligado a aplicar cambios profundos so pena de zozobrar.

Y que tales cambios no esperan.

El panel reconoció que el ingreso de los sectores más pobres creció hasta el 2010, pero luego ha declinado de forma dramática. También que en lo que va del año el salario mínimo cayó de 520 dólares a 65 mensuales, amenazando todos los avances en la reducción de la pobreza sin que se haya logrado alguna movilidad social.

Los economistas José Manuel Puente y José Guerra, en una tomografía axial de la crisis, dejaron clara la enorme dificultad política a la que se enfrenta tanto el Gobierno como la Oposición, de ambos lograr colocarse en conjunto sobre la crisis, por unas magnitudes del problema fiscal que exigen ajustes de alto costo y porque en la última década los ganadores han estado en el campo financiero-comercial y los perdedores en la industria y la actividad agropecuaria, convirtiendo al país en una economía de puertos. Sin dejar de advertir que la caída de los volúmenes de exportación petrolera pone en peligro la estabilidad económica interna.

Del panel político-militar en Princeton, se puede concluir que en medio de las turbulencias que agotan a la nación, el actual régimen se encuentra en transición de una legitimidad carismática hacia una burocrática, donde su único patrimonio parece consistir en la imagen del fallecido presidente Chávez.

Sin embargo, según explicó Margarita López Maya, la anuencia del líder carismático y las dificultades sociales y económicas hacen de éste un régimen más represivo. Mientras que Rocío San Miguel expuso lo que alguien dentro del público denominó como una “resonancia magnética” de la militarización del actual régimen. Explicó cómo la actual logia militar que gobierna por primera vez en años no pasa a retiro por espacio de tres años. Igualmente, Roberto Briceño León analizó la vulnerabilidad venezolana en este momento, dada la instalación de una cultura de la violencia.

Para finalizar, el panel sobre tecnología, innovación, emprendimiento y movimientos migratorios se encargó de poner en evidencia cómo Venezuela se ha quedado al margen de la actual economía del conocimiento. Nos hemos quedado sin músculo emprendedor ni innovador, razones por las cuales su mayor talento ha emigrado y se ha convertido en un importante actor en otros mercados y países. Se analizó lo que representa la diáspora venezolana como reserva para el desarrollo nacional y como agente promotor de cambios a nivel global, sin que el país saque provecho de ello.

Uno estuvo allí, coordinando una mesa, y sufrió como cualquier compatriota que asistió (o hubiera podido asistir) el dolor del poder ser y no haber sido.

La visión desde Washington. Desde el Congreso y el gobierno de Obama observan, en paralelo, al desempeño de los dos encuentros de Princeton y Boston, tres tendencias a la hora de contextualizar nuestra situación. La primera es la inviabilidad económica e institucional del modelo chavista: una nomenklatura que dirige los distintos sectores, dentro de este intento de régimen soviético que dificulta su tránsito a la legitimidad democrática. Luego está la pérdida de su influencia internacional en la región por el lado de Petrocaribe y Centroamérica, debido a la contracción de la producción, y por el Cono Sur, dado el profundo impacto producido en esos países por el represivo rostro militar violador de los derechos humanos que ha esgrimido por el gobierno. Y, aún más allá, se toma en cuenta el hecho de que Estados Unidos se esté consolidando hoy como una potencia energética.

Y es en este contexto en que la administración de Obama, con respecto a Venezuela, define sus intereses con las subsiguientes conclusiones. Una: “Hay que trabajar para que la oposición tenga el mínimo espacio democrático que garantice la competencia”. Otra: que la solución a la crisis venezolana solamente puede darse desde el lado de los venezolanos y que desde afuera solamente puede acompañárseles. Y en ese sentido ven a un latinoamericano de excepción para influir y moderar esto: el Papa Francisco.

Pero además hay un factor político que corre con la ecuación: las elecciones parlamentarias norteamericanas, en las que los diputados de Florida afiliados a la comunidad latina (Marcos Rubio, Meléndez e Ileana Ros-Lehtinen) están planteando francamente el embargo petrolero contra Venezuela, mediante la reducción de las compras de petróleo. Esto con muy poca viabilidad política, ya que en los sectores moderados estos planteamientos se asimilan a la misma política que condujo al bloqueo cubano impuesto en 1960 y que ahora, años después, se trata de distender.

CRÁTERES

– Casi simultáneamente a los eventos de Princeton y Harvard se presentaba otro en Nueva York, dada la altísima preocupación de los venezolanos en el exterior por la crisis que nos agobia y la ruina y el colapso del violento modelo de convivencia que se nos impone desde el poder. Convencidos como están de la necesidad de reaccionar más activamente ante la inmensa movilización de recursos económicos y financieros por parte del gobierno para invisibilizar el problema venezolano en esos centros académicos, mediante una fuerte operación de propaganda y contrainformación, los venezolanos están reaccionando desde sus centros de estudio e induciendo a la reflexión intelectual y académica que permita contestar la ficción que el gobierno vende. Y comenzar a crear vasos comunicantes entre los intelectuales y académicos con prestigio, para que estimular el debate sobre la sufrida democracia venezolana.

– Como decía el padre Virtuoso el miércoles en la UCAB, es urgente establecer las reglas del juego que permitan la convivencia política del país. El tiempo apremia. Y si el diálogo no produce acuerdos concretos y tangibles, se les dará la razón a los sectores extremistas del actual estatus quo, en el que ya tocamos el extremo radical y no terminamos de rebotar.

– Se sigue sintiendo a Maduro demasiado débil y entrampado y, según se dice, no puede actuar con la libertad que quisiera. Está montado en un diálogo buscando la estabilidad, en medio de una de una política económica equivocada, la cual está sacudiendo a la sociedad desestabilizándola en todo sentido y no puede avanzar porque desde ese archipiélago de violencia que se estremece dentro del chavismo, lo que le exigen es agredir, atacar y acabar con lo que queda, incluso al costo de deshacerlo todo. Algo por lo demás políticamente muy venezolano, que uno no sabe por qué pero parece que alienta en su interior una política e histórica tendencia suicida.

– La elementalidad de los extremos ciegos y sordos ante la realidad que se deshace, desde Gobierno y Oposición, y con una agresividad casi autodestructiva, insiste en arrastrar y colocar al límite la actual situación, entrampando al país en los extremos. Por lo que al final no se sabe qué va a pasar, ya que el mismo Maduro le va poniendo minas al encuentro nacional y para la Oposición hasta ahora no hay concreción. Y, si definitivamente no la hay, tendrá que pararse de su silla e incorporarse de cuerpo entero a la protesta nacional, pacífica y democrática, para dotarla de esos contenidos orgánicos de los que hasta ahora ha adolecido.

– Hay un craso error de apreciación en algunos sectores, tanto de un bando como del otro, al considerar que no se negocia por alcanzar la paz, sino por temor o cobardía. En esto no dejaría de ser provechoso echar un vistazo a nuestra propia historia y a la latinoamericana, para ver que no hay que esperar a ver ante nuestros ojos los millares de muertos que siempre acarrean las guerras civiles para, al final, vernos obligados a conversar sobre una montaña de cadáveres.