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“Lo interesante de cada ser humano es soñar su propio sueño”. Entrevista a Oswaldo Vigas

Oswaldo Vigas 640

¿Podría describir el proceso mental y sensible que impulsa su creación?

Para responderte me voy a salir del arte. En la naturaleza, la primera ley de la termodinámica es que nada se crea y nada se pierde. El universo es así.  Todo lo que tú usas lo desgastas y, entonces, se transforma en material de desecho… si no en su totalidad, una gran parte. El petróleo que utilizas lo transformas, tomas un poco de la energía en él almacenada. El petróleo se forma de maderas y otras materias que desde hace millones de años han sufrido un proceso de descomposición. La combustión se va a las capas superiores de la atmósfera, y así se produce el fenómeno llamado de invernadero. A los desechos del petróleo le agregas los del carbón, metano, óxido nitroso. Así sucede con el Arte: nada se crea y nada se pierde, se transforma. Por eso se dice que toda creación es, en realidad, recreación. Ni siquiera el hombre de las cavernas creaba. Él copia lo que ve afuera, el bisonte, el tigre, el jabalí. Y, al copiarlo, hacía resaltar detalles que para él cobraban mayor importancia y otros desaparecían. A unos aspectos el hombre les da mayor realce, a otros menos. Se ocultan algunos detalles, otros se ponen de relieve. Cuando uno ve el resultado, uno piensa: “¡Qué interesante!  Nunca un mamut fue así en realidad”.

Si tuviera que catalogar su estilo dentro de una corriente, ¿qué diría?

Yo no soy un pintor naturalista ni realista. Soy un pintor que toma de las formas que él hizo antes. Cuando comencé tenía pocas formas en mi repertorio, como si fueran pocas cuerdas en un arco.

Esas formas que vas concibiendo, vienen de la observación…

Claro. Vienen, en gran parte, de la observación del mundo exterior y también de la observación de lo que yo mismo he hecho. En mi caso es así. En mis primeros cuadros te decía que había pocas formas, y el repertorio se va enriqueciendo, se van agregando elementos de la imaginación, se mezcla la realidad con lo imaginario. Separo algunas cosas que están unidas en la naturaleza. Uno otras que están separadas. Por eso me interesan el reino animal, vegetal y mineral por igual. La naturaleza es una suma de todos los reinos.

En su proceso creativo, entonces, influye el contacto de los sentidos  con las cosas, porque le produce emociones, sentimientos, reminiscencias.

Influye un estado del espíritu, una emoción. Puede ser la emoción que me produce una persona bella, un sentimiento agradable, un recuerdo de un amor, una música, una amistad. Todo eso influye. Y también la emoción que me produce la obra de otros artistas, con los cuales no tengo ninguna relación y que tal vez están en el polo opuesto de mi trabajo. Por ejemplo, ver un buen Velásquez, que todos son buenos, o un Goya,  Tuve la ocasión de ver en Venezuela la obra de Goya. Era un gran colorista, tenía un extraordinario dominio del color. Ver un cuadro de Goya es sentir el placer que él sentía al  observar la naturaleza y los estados de ánimo, las pasiones…

Yo no voy a copiar a Goya. Incluso, en una época lo consideraba un pintor menor porque no era del grupo de los grandes pintores franceses. Más bien pertenece a un postimpresionismo que en Venezuela nunca valoramos como una cosa muy seria. Goya influencia, por ejemplo, a Tito Salas. Pero viendo un cuadro de Goya, eso me estimula. Un grabado. Una persona me dice algo gratificante o me da un beso o no me da nada, pero es bella. Una mujer, generalmente, o a veces un amigo, me dice algo interesante y eso me hace crear relaciones, los pensamientos se entrecruzan, me siento estimulado espiritualmente y eso me ayuda. Por ejemplo: el mar, los ríos, la selva, me estimulan menos.

No obstante, se observa en buena parte de su obra un predominio de la naturaleza, una exuberancia vegetal.

Sí, pero esos elementos no los tomo de la naturaleza: los llevo adentro. Por eso es que a mí no me hace tanta falta viajar. Si viajo es porque me interesa algo, para ver a una persona, para asistir a un evento, para provocar un evento. Pero viajar para ver un paisaje, no. Yo tengo mi selva, mis ríos, mis árboles dentro de mí. Y, cuando estoy pintando, a veces un paisaje de afuera  ayuda a que salga un paisaje de adentro. Lo que me estimula más del mundo es la gente. Eso creo que es lo único que me interesa, en realidad.

Y los paisajes de su infancia, ¿no lo influenciaron?

No. Hay algunos paisajes que pinté en un principio que a la gente no le interesaba mucho porque decían que eso no existía. Yo pintaba algunas cosas que sí existían, por la necesidad de vender los cuadros y ganar algún dinero. Complacía entonces a alguien que quería un paisaje o un ramo de flores. Me iba a las lindes de Guacara o Tinaquillo, donde viví por algún tiempo.

Lo que sí se observa en el transcurso de su vida es un profundo interés por el ambiente.

Bueno, esa es otra cuestión. Hoy en día toda mi pintura revela figuras que, en última instancia, pueden ser consideradas humanas. Yo no pinto objetos, sino figuras, en su mayoría femeninas. Rara vez se ve una figura masculina en una pintura mía. Me recreo en la feminidad. Cuando uno realiza una obra de arte, tiene que realizarla con toda la sexualidad. Ella tiene un lugar importante para mí. No puedo hacer una obra sólo con  mi lado masculino: tiene que estar presente la sexualidad femenina. Si se trata de una mujer pintora, ella tiene que ponerle a la obra su parte masculina. Si se trata de los escritores también es así. La creación es producto de la unidad del ser, no del individuo como macho o hembra. El ser no es masculino ni femenino. Es una totalidad. El ser es un todo.

¿Qué idea se forma de la divinidad? ¿Cree en Dios?

Si vamos a la idea de Dios pienso que, si Dios existe, para mí sería una mujer. La naturaleza es femenina. Si en la humanidad sólo existieran hombres, el hombre habría terminado con la humanidad. Si no existiera la mujer, hace tiempo que la humanidad se hubiera extinguido. No me refiero a su capacidad de ser engendrada, hablo de que ella es la que conserva y el hombre lo que busca es destruir, justificándose diciendo que quiere construir algo nuevo.  Hacer la guerra y encontrar la forma de dominar a los demás. En cambio el interés femenino está en preservar las cosas, enriquecerlas, y eso es lo que conserva la vida.

¿Una inteligencia ordenadora y la enorme fuerza del espíritu en toda la creación?

El universo es tiempo. Creer en Dios es una soberbia del hombre. El hombre no puede imaginar nada que no sea producto de su mente. Cuando se habla de Dios, se ignoran las dimensiones del universo. El universo es tan vasto que podemos decir que todo lo que imaginamos existe en el universo. Pero nunca lo tocaremos ni lo tendremos a nuestro alcance. Si queremos ir a Alfa Centauro a la velocidad de la luz, tardaríamos miles de años y tampoco podríamos hacerlo porque toda masa que viaja a la velocidad de la luz se vuelve infinita. Aquello que viaje a la velocidad de la luz no es sino luz. Imaginar ese tipo de cosas es muy bello para la ciencia ficción.

El universo está en expansión y viaja en una sola dirección, siempre envejeciendo según la segunda ley de la termodinámica. Ahora, en cualquier sitio del universo te puedes imaginar cualquier cosa, porque es inconmensurable. Pero es igual que si no existiera,  porque si la mente humana no puede abarcar su propia realidad, menos aún puede abarcar la realidad ilimitada. La raza humana está en la tierra hace no más de tres o cuatro millones de años. Y los hombres del neolítico cuando conseguían un hueso de dinosaurio no sabían lo que era. En el universo todo es azariento. El universo se mantiene gracias al azar y la necesidad. Esto se ha plasmado en la Ley de Heisenberg. Einstein decía que él no podía imaginar que Dios juegue a los dados. Estaba en contra de  las teorías de Werner Heisenberg sobre la mecánica cuántica. Para él nada está determinado, por eso el universo es vivo. La evolución de las especies es el resultado de los errores en la copia de los códigos genéticos. La copia de las cosas produce enfermedades y también la evolución. Hay un copiado malo que puede tener ventajas sobre uno bueno. Ese error va a predominar y ahí se produce lo que se llama una mutación. Por eso los animales cambian, los planetas cambian, los seres humanos cambian. Si no, todo se hubiera quedado congelado. Si Dios hubiera creado al hombre, éste no habría cambiado

A menos que lo hubiese creado como un ser perfectamente libre para evolucionar

Yo creo que la vida es el error. Y eso es lo maravilloso de la vida: que es un fenómeno especial de la materia: modificarse, reproducirse. No se sabe cómo comienza la vida. Hay un proceso físico-químico, ¿pero cómo es el origen de los primeros ácidos, proteínas…?

Háblenos de las relaciones entre el microcosmos y el macrocosmos

Sin duda, las estructuras se repiten, aun cuando hay manifestaciones que no existen en la naturaleza que conocemos en nuestro planeta, como los agujeros negros. Se sabe que existen, pero nadie ha estado allí. El universo se está reventando, se está cayendo a coñazos todo el tiempo. No hay nada que se quede tranquilo en el universo. Las formas se mueven. Pero en el cuadro hay que exigir que no se muevan. Un cuadro que se está moviendo a mí me incomoda y me marea.

¿Podría considerar su pintura como una pintura estática?

Depende del momento. Hay obras tranquilas, hay otras angustiadas. Unas evocan movimiento, otras transmiten tranquilidad. Unas tristezas, otras alegrías. Si un artista es fiel a sí mismo, a sus circunstancias, a sus inquietudes, lo que cambia es la perspectiva del artista, su instante de ánimo, su visión del mundo en un instante determinado. Lo que yo espero de un cuadro es que me mueva a mí y no que él se mueva. Que mueva mi espíritu. Un Goya, un Velásquez, un Rembrandt, un Van Gogh me conmueven.  A mí no me conmueve un fenómeno que produce la física.

Como, por ejemplo, una persiana movida por el viento.

Ese movimiento ya lo hace el viento con la persiana. ¿Para qué lo voy a repetir yo? En el universo se producen muchos fenómenos, ¿para qué los voy a tratar de reproducirlos? Yo los puedo usar para transformarlos, paro hay que respetarlos.

¿Cómo definirías esta etapa de su pintura?

Mis últimos cuatro años son el resultado de un proceso que se gestó durante los cincuenta años anteriores. Tiene que ver con una toma de conciencia, una introspección sobre lo que se ha hecho.  Uno de pronto se detiene, llega un momento de meditación y vienen las preguntas:  ¿qué he hecho hasta ahora?; ¿cómo estoy trabajando?; ¿por qué estoy trabajando así? La introspección viene después de la obra. Me detengo a pensar si me siento satisfecho con el camino que llevo o debo dar un paso atrás. No creo que la pintura o cualquier otra manifestación del arte sea un camino hacia adelante. Tampoco creo que nada sea un camino hacia delante, porque es igualmente importante un camino hacia atrás que hacia delante o hacia los lados. Cuando me preguntan si voy  hacia adelante me doy cuenta de que voy hacia atrás. La idea de progreso no existe en el arte. Ni existe la idea de que es mejor una forma de arte que otra. Lo que es malo en el arte es aquello que no es auténtico. Hay que buscar la autenticidad.

No obstante, no hay que tenerle miedo a las influencias. Quevedo se inspira en Propercio. Shakespeare se inspira en dos historias, una que fue escrita en la Edad Media y otra del siglo XIV, para escribir Hamlet.

Igual sucede en la pintura. Las Meninas de Velásquez fueron transformadas por Picasso en otra cosa. No copian la obra, sino que les sirve de estímulo. La exposición de Sorolla me ha tocado muchísimo. Cuando veo cosas de El Greco, me emociono y me dan unas ganas inmensas de trabajar. Y cuando veo mala pintura, me deprimo. Hay que ponerse  unas gríngolas, mirar para otro lado, porque la mala pintura se contagia. Hay que esforzarse por encontrar las cosas buenas, por sentirlas, por saberlas y comprenderlas. Exigen un esfuerzo de la mente y del ánima. A veces una obra que no te gusta en un principio después te atrapa por su fuerza.  Eso sucede también con la poesía y la música.

¿La música lo lleva a un estado creativo?

No me inspira. No necesito de la música para pintar. La música me vuelve reflexivo, meditativo y posiblemente meláncólico. Cuando oigo música, busco la compañía de otras personas, no me gusta estar solo. En ocasiones, la música me entristece. Un estudio de Chopin bien tocado me hace llorar y gozar llorando. No me sirve para pintar. Esa música que llaman de relajación, para dormir culebras, me pone los nervios de punta. Prefiero una buena música clásica o folkórica o un buen tango.

¿En qué estado de ánimo prefiere pintar?

Pintar es un esfuerzo físico y psíquico. Exige un estado de ánimo vital. Cuando uno pinta un cuadro de dos metros por dos, tiene que subirse y bajarse de la escalera quinientas veces. Eso requiere un buen estado físico.

Usted ha abordado en su pintura temas míticos.

Mis últimos grabados eróticos, casi todos se refieren a temas mitológicos. Los Testigos de Priapo, por ejemplo. O Hermes Itálico con una vacante, Apolo persiguiendo a Daphne. Los títulos casi siempre surgen después de que la obra está terminada.  Entonces me digo: ‘Ésta podría ser María Lionza´. Y la bautizo así. Cuando pinté las brujas, yo no pensé en brujas. El escritor Oswaldo Trejo me dijo: ponle a ese cuadro “Bruja”, y así quedaron bautizadas. Muchas veces le pongo título a los cuadros conversando con mis amigos o con Janine. Algunos cuadros tienen dos títulos. No sé por cual de ellos decidirme. Igual me pasa con la pintura. Para mí la obra nunca está terminada. Con los cuadros montados, todavía estoy corrigiendo. Recuerdo a Bonnard que se metía en los museos y aprovechaba la distracción de los cuidadores para corregir algún lienzo. Un cuadro nunca está terminado. Hay una pintura mía en Francia muy conocida y yo quisiera hacerle un retoque. La Gran Crucifixión, que ganó el Premio de Montecarlo, yo quería retocarlo. Menos mal que no lo hice. Acepté lo inevitable. Ya estaba crucificado y reproducido. Había que dejarlo así. Si no, todavía lo estuviera corrigiendo. A casi todas las serigrafías y reproducciones, litografías, grabados, aguafuertes, yo les meto la mano. Ninguna es igual a otra. Por eso su valor aumenta. No son idénticas.

Es apasionante saber cómo los artistas realizan su trabajo, que piensan, qué sienten en el momento de la creación.

Los arquetipos me fascinan. Son de una extraordinaria riqueza. Lo que vivo y lo que hago es mi sueño. Yo nunca he pretendido vivir el sueño de otro. Lo interesante de cada ser humano es soñar su propio sueño. Pretendo ser humilde ante lo que realizo. Salió así y lo acepto así. Es el hecho de que sea mío lo que para mí tiene valor. Puede que haya obras mejores, más interesantes, pero lo que yo hago es mío. Cuando alguien ve algo mío dice: es un Vigas.

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[Entrevista inédita realizada en el estudio del artista, en 1998]