Artes

Great Black Music: El delta se desborda, por Cristina Raffalli

Por Cristina Raffalli | 2 de abril, 2014

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Great Black Music El delta se desborda, por Cristina Raffalli 640

Domingo, París, once de la mañana. Falta un buen rato para que abra la exposición Great black music pero nadie ve el reloj: al lado de la cola, una pantalla con impecable sonido muestra la fastuosidad de Celia Cruz en concierto. La espera transcurre sin objeción al ritmo de la Reina de la Salsa.  El público está por iniciar un baño de inmersión en las aguas de la música africana.

Great black music abrió sus puertas hace pocos días en la Cité de la Musique, complejo dedicado a la exhibición, el estudio, la investigación y la ejecución musical que sin la menor reserva reconoce por igual las manifestaciones provenientes del ámbito popular y académico. La Cité de la Musique es una de las instalaciones que conforman el Parque de la Villette, un desarrollo urbanístico dedicado a la cultura y el entretenimiento, cuyos museos se basan en la interactividad. Sólo a partir de este recurso era posible concebir un espacio expositivo para la música, donde se ofreciera al espectador algo más que la contemplación de instrumentos antiguos, exóticos o únicos, resguardados en vitrinas. El sentido lúdico que inspira a las exposiciones de este espacio es una de las claves que explican la afluencia masiva y el éxito que sus actividades tienen entre el público joven.

Al iniciar la visita, un guía explica que cada uno de los asistentes recibirá un Smartphone con sus audífonos. En este dispositivo, el espectador debe pulsar el número que vea en cada módulo de la exposición, para obtener el audio correspondiente.Si lo desea, también puede escribir, en el campo indicado, su dirección de correo electrónico. De hacerlo, el espectador podrá indicar, en cada estación de la exposición, qué música de la que vaya escuchando en la muestra desea recibir vía e mail. Junto a la pieza seleccionada, el envío incluirá el playlist considerado por la curaduría como ideal para cada intérprete. De esta manera, el museo busca prolongar la visita hacia mucho más allá de la presencia en sala, y multiplicar su potencialidad didáctica, su valor divulgativo. La aplicación, especialmente desarrollada para esta muestra, permite también vincular la visita a las redes sociales del usuario, compartiendo contenidos con quienes no están en la sala.

Esta exposición viene de África y fue exhibida por primera vez en Dakar. La Cité de la Musique se ha unido al equipo de la revista Mondomix (creadores de la primera versión de la muestra) para traerla a la capital francesa. La dotación tecnológica adicional se debe a esta escala europea. En el continente africano, la exposición itineró bajo el nombre Les Musiques Noiresdans le Monde. Una visión más específica la rebautiza: en París, es la hora de la Great black music. Emmanuel Parent, curador de la muestra en Francia, seleccionó este término que fue propuesto a finales de los años sesenta por el Art Ensemble of Chicago, el mítico grupo de free jazz, para abarcar la frondosidad de la música de raíz africana. Si bien es cierto que en Great black music caben todos los cauces generados desde el gran torrente, la exposición se centra en los afluentes afroamericanos y afrolatinos.

En este recorrido, que ocupa 800 metros cuadrados y describe una trayectoria de 11 horas de documentos audiovisuales, la música queda propuesta como columna vertebral de una inmensa cantidad de eventos políticos, económicos, religiosos, sociales, en fin, históricos. Resulta difícil no ceder ante la afirmación de que el destino de la música negra es la gran epopeya artística del siglo XX. Una de las fortalezas de la muestra reside en no haber caído en la tentación historicista o antropológica, sino haber permanecido fiel a la música y a lo musical como origen y destino de la curaduría. Historia, antropología y etnología están presentes, sí, pero obedecen a un orden donde el placer y el goce artístico ejercen la jerarquía. Desde este punto de vista, como también desde las posibles objeciones o reiteraciones, la curaduría podría ser acusada de arbitraria. Es el riesgo que eligió.

Sala 1, “Las leyendas”. 21 tótems cilíndricos de aproximadamente un metro de altura y unos 30 cms de diámetro en su tope, que es a la vez una pantalla, proyectan documentales breves que resumen la trayectoria y los principales aportes de los artistas seleccionados. Es el panteón de la música negra,los representantes que la exposición ha privilegiado luego de al menos tres rondas de depuración. Su curador explica que para decidir quién estaría en esta selectísima sala, prevaleció el criterio de “aquellos por medio de los cuales el gran público tuvo acceso a la música afroamericana y afrolatina”. En este Olimpo de 21 deidades, el público descubre o reencuentra a Fela Kuti, Ray Charles, Youssou N’Dour, Jimi Hendrix, Michael Jackson, Ella Filzgerald, DukeEllington, Elvis Presley, Kassav’, Nina Simone, James Brown, Miriam Makeva, Harry Belafonte, Celia Cruz, Franco, Billie Holiday, Miles Davis, John Coltrane, Aretha Franklin, Bob Marley, Gilberto Gil y Marvin Gaye.

Sala 2, “Mama África”. Los primeros africanos que desembarcaron en las costas de las Américas, tenían la creencia de que al morir, sus almas regresarían al continente madre. Esta sala emula, en cierta forma, esa creencia: a través de documentos fílmicos (muchos de los cuales, inéditos) se muestran diversos eventos que procuraron el encuentro de los músicos nacidos en América con sus raíces africanas. Lejos de permanecer estático en el pasado, el continente africano participa de la modernidad musical y perpetúa la producción artística de cada una de las generaciones desde el blues, o el jazz, hasta el funk, el soul, la rumba, la cumbia, la salsa, el reggae,la samba, el bossa nova, el ska o el hip-hop. En esta sala se muestra la manera en que África ha recibido la influencia de los ritmos afroamericanos y afrolatinos, para generar, de nuevo, aportes desde su propio núcleo, perpetuando así el diálogo con los hijos perdidos de la diáspora.

Sala 3, “Ritmos y ritos sagrados”. Música, danza y religión, expresiones inmateriales, pudieron ser conservados y redimensionados en la penosa circunstancia de la esclavitud. Con estas tres puertas,abiertashacia otras formas de libertad, el pueblo africano restituyó su poder creativo y se inscribió en el sincretismo del que nacieron la santería, el vudú, el góspel, el maloya, el spiritual… Se muestra aquí la reconstrucción de un pueblo a través de su espacio religioso. El espectadorasiste, gracias a la escenografía y los documentos de esta sala, a una inmersión en el mundo ritual afroamericano y afrolatino, que apela a las fibras más emocionales del espectador.

Sala 4, “Américas negras”. Seguidamente, el público se interna en la producción creada por las poblaciones negras de América. Las primeras manifestaciones, nacidas en tiempos de la esclavitud, no sólo inventaron la libertad que los negros no tenían, sino que este espíritu trasgresor, contestatario y estéticamente liberador, se perpetúa en cada nueva invención que comparte una raíz africana. Esta premisa queda aquí muy claramente planteada: un mismo hilo de sublevación conduce del blues de finales del siglo XIX al rap de la segunda mitad del siglo XX o a algunas de las hibridaciones del tecno del siglo XXI. La criollización de la música negra tiene una diversidad tan vasta como la geografía continental, y genera expresiones tan disímiles como el calipso y el blues, la guaracha y la cumbia, el hip hop y la salsa. Mención muy especial merece en esta sala la música cubana, y su documentación deja ver cómo las élites del poder fidelista intentaron sofocar la tradición imponiendo, para fines propagandísticos, la voluntariosa producción de la nueva trova cubana.

Una selección de instrumentos musicales alterna con la oferta de documentos audiovisuales que sostienen la muestra. Juegos para niños y actividades didácticas planteadas como entretenimiento, están dispersas durante todo el recorrido.

Sala 5, “Global Mix”. Aquí se intenta dar pistas en relación a la manera en que la Great black music se perpetúa en la actualidad y se proyecta hacia nuevos géneros y corrientes. Cómo se actualiza y se renueva la conciencia panafricana y su descendencia americana y europea. Uno de los movimientos que más responde a este cuestionamiento es el coupé-décalé, nacido en París, de paternidad reconocida por un grupo de DJs llamado Jet Set, proveniente de Costa de Marfil. El coupé-décalé llegó a las capitales europeas para quedarse, y se ha afianzado en Costa de Marfil como la música pop nacional. Sus orígenes se remontan al Zouk (género híbrido del soul y el calipso) pero cultiva una rítmica repetitiva y asistida por los medios digitales. Otra novedad de la década, cuyas raíces se remontan a siglos atrás, es el booty shaking. Se observa que los nuevos ritmos y tendencias están, en su totalidad, intervenidos por la música electrónica en mayor o menor grado, mientras que lo que se produce en África es, a su vez, mezcla de sus tradiciones vernáculas con las tendencias más contemporáneas producidas en cualquier rincón del planeta.

A bailar. Frédéric Chaslin, pianista, compositor y director de orquesta, en su hermoso ensayo La musique dans tous les sens (La música en todos los sentidos) propone una respuesta al misterio de dónde reside el poder de la música. Según él, al tratarse de un arte inmaterial (cuyo vehículo es inaprehensible) la música posee el don de entrar al cuerpo, incorporarse al ritmo de los tejidos, correr por el torrente sanguíneo y llegar a todos los confines de nuestra organicidad. El autor asegura que es la música, por encima de cualquier otra forma de expresión artística y debido a su cualidad inmaterial, la que toma posesión, por consiguiente, del alma, que no es otra cosa que el cuerpo vivo. El cuerpo es el vehículo donde  la música se aloja, se expande y se transforma.

Se transforma, entre muchas cosas, en movimiento, en baile. Así que la exposición propone, al finalizar, que el espectador se lleve la música en el cuerpo: la última estación de la muestra son tres cabinas donde el visitante puede bailar. Están dotadas de un monitor, en el cual un video muestra series de pasos e instrucciones de un bailarín profesional. Música festiva del Caribe, disco music y hip hop son los géneros propuestos para esta actividad. Mientras el visitante sigue al bailarín, una cámara va grabando su video y, si así lo desea, puede solicitar que se lo impriman a la salida.

A saber: mientras bailamos, hay monitores que transmiten la “lección de baile” en varios puntos del pasillo, al exterior de las cabinas. Pero a estas alturas, y luego de tantos trances, de tanta sangre caliente, luego de tanta fiesta y de tanto son, no queda un solo vestigio de timidez.

Cristina Raffalli 

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