Artes

#Cine Habla Alexander Payne: “Y resulta que yo soy de Nebraska”; por Cristina Raffalli

Por Cristina Raffalli | 20 de marzo, 2014

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#Cine Habla Alexander Payne “Y resulta que yo soy de Nebraska”; por Cristina Raffalli 640

Fotografía de Alejandro Izquierdo

 

Son aproximadamente las diez de la noche y hace apenas unas horas aterrizó en París. Su nombre de nacimiento, Alexandros Papadopoulus, revela su origen griego pero nació en Omaha, Nebraska, en 1961. Su modesta ciudad natal, lejos de los vértigos de Nueva York o del oleaje que perfuma la bahía de San Francisco, ha dado al cine otros nativos no menos célebres: Marlon Brando, Fred Astaire, Montgomery Clift, Nick Nolte, Hilary Swank.

Tiene 53 años. Sus movimientos, aunque ágiles y tónicos, dan cuenta de un evidente dolor de espalda. Sonríe, no obstante, y no parece tener ganas de irse pronto. Desde el principio deja sentir una plácida alegría y queda claro que no sólo está presente para “cumplir” con una actividad pactada en el plan de mercadeo de su película, sino, muy por encima de aquella tarea, para conversar con esos parisinos a los que supo retratar desde la omisión, desde la otredad, en su hermoso cortometraje 14ème arrondissement, incluido en la película Paris, je t’aime, en el cual una norteamericana (Margo Martindale), empleada de la oficina postal de Denver, visita París y termina descubriendo “a la vez la alegría y la tristeza”. Recordemos también que en la misma película, pero en el cortometraje dedicado al cementerio de Père-Lachaise, Alexander Payne se nos apareció como un fantasma, interpretando a un Oscar Wilde trasgresor de los umbrales de la vida y de la muerte. Esta noche volvemos a verlo en París, ahora en carne y hueso pero con idéntica elegancia.

El autor relata cómo comenzó el viaje hacia Nebraska, sí, otra road movie, también celebrada por la crítica y también prometedora coleccionista de premios en muchos países. En el suyo, Nebraska obtuvo seis nominaciones al Oscar: Alexander Payne como mejor director, Bruce Dern como mejor actor principal, June Squib como mejor actriz de reparto, Phedon Papamichael por mejor fotografía y Bob Nelson como autor del mejor guión original. Logró cinco nominaciones en los Golden Globe Awards, tres en los premios BAFTA, y formó parte de la selección oficial del más reciente Festival de Cannes.

Payne ha escrito y coescrito el guión de sus cinco películas anteriores, adaptaciones de novelas. Pero esta vez, el director trabaja con un guión original y de otro autor, Bob Nelson.

“Leí el guión hace diez años y me gustó. Encontré que había mucha calidad y mucho sentido del humor, me gustó su austeridad: ¡sólo son 91 páginas! Pensé que aun cuando no sería un film de gran perfil, podía ser una linda comedia. Pasaron ocho años entre la primera lectura que hice de este guión y el inicio del rodaje, tiempo en el cual comencé a vivir el envejecimiento de mis propios padres, lo que me permitió hacer este film de una manera más personal”.

Woody Grant, interpretado espléndidamente por Bruce Dern, ha recibido una “carta” donde dice que ha ganado un millón de dólares y que debe ir a cobrarlos a Lincoln, Nebraska… luego de suscribirse al plan de compra de una enciclopedia. El anciano, que ya presenta signos de trastorno cognitivo, tras realizar varios intentos de dirigirse solo a Lincoln, logra que su hijo David (Will Forte, del conocido show Saturday night live) complazca su deseo llevándolo a buscar su premio. Ambos emprenden un viaje en carro desde Montana hasta Nebraska. En el camino, la historia de la que nunca hablaron, la familia lejana, el paisaje, el acento, la ambición pedestre, los amores silenciosos, las grandes tierras y los pequeños mundos. La vejez. Y como tantas veces en su filmografía, el hombre vulnerado, la masculinidad en constante proceso de construcción y deconstrucción.

Acaba de referirse a la película que ha conmovido al público y a la crítica como “una linda comedia”. En realidad, más exactamente, ha dicho “a nice little comedy”. Inevitablemente, la primera pregunta intercepta esta inesperada afirmación:

¿Por qué la califica de pequeña linda comedia?

¡Porque lo es! Eso no quiere decir que sea una película insignificante, pero la veo como una comedia. Fue muy grato hacer esta película y una de las razones de que haya sido tan grato es el hecho de haberla filmado en blanco y negro, algo que siempre quise hacer. Fue un gran ejercicio de exactitud, austeridad y hasta minimalismo y al mismo tiempo, de un elegante estilo visual. No teníamos un gran presupuesto, y como director yo puedo recibir bien la necesidad de ponerle disciplina a un rodaje y de ser preciso en mi trabajo. Creo que es un ejercicio que vale la pena, inclusive cuando estamos haciendo películas de mayor presupuesto.

El público entra rápidamente en calor y las preguntas continúan:

He visto todas sus películas y he podido observar que en cada una de ellas se repite una constante: hombres frágiles, varones que desafían el prototipo. Una masculinidad que no aspira al heroísmo sino a la integración o al ordenamiento de un inmenso caos. ¿Podría usted hablarnos de eso?

Yo hasta ahora sólo he hecho seis películas. Y aspiro a que estas seis películas terminen siendo un pequeño porcentaje del trabajo que llegaré a hacer. No puedo hablar por mi trabajo futuro, pero por alguna razón en estos seis films yo, y mi coguionista junto conmigo, nos hemos interesado en ese tipo de hombre que es el hombre común. Un hombre que está luchando con su vida, para saber quién es él, lidiando con la discrepancia entre el hombre que él quisiera ser y el que es en realidad. Creo que también estamos hablando de un arquetipo cómico, sobre el cual siempre se puede construir una comedia.

En el público, alguien ha quedado insatisfecho con la explicación que minutos antes y de manera espontánea dio el autor sobre su decisión de filmar Nebraska en blanco y negro. El espectador alude al potencial visual de los paisajes de los Estados Unidos, y culmina formulando simplemente una pregunta:

¿Por qué un road movie en blanco y negro?

¡Porque quise! (ríe y suaviza su impetuosa afirmación) Pienso que el blanco y negro hacía que esta película fuera más hermosa, y no menos hermosa. Siempre quise hacer una película en blanco y negro (y aquí disculpen mi esnobismo) porque pienso que uno sólo llega a convertirse en un verdadero director de cine cuando hace una película en blanco y negro. Nuestra gran herencia cinematográfica es en blanco y negro. Queremos que el arte en general y en particular el cine, transforme la realidad que está reflejando, no que la muestre exactamente como es. Yo me pregunto: ¿queremos la exactitud de los colores que ofrece el lenguaje digital, o los que mostraba el technicolor de los años 50? Lo que queremos es que las películas se vean hermosas, aun cuando la realidad que captan no lo sea. La transformación debe ser un acto de belleza y de encantamiento.

En su anterior película, The desendants, y en Nebraska,  usted evoca la relación padre–hijo. Mi pregunta es: ¿qué debería un padre darle a su hijo como herencia?

¡Hombre, yo no lo sé! ¡Es sólo una película!

El público ríe. Payne ha hecho todo lo posible por no caer en el exceso de intelectualización tan propio de ciertos círculos de la cultura en Francia. Sin embargo, reconsidera a su interlocutor y le brinda una respuesta:

No te culpo, hay mucha gente que ve conexiones entre la familia de The descendants y la familia de Nebraska, pero para mí es apenas una coincidencia. Yo elegí The descendants porque estaba absolutamente desesperado por hacer una película. Leí ese libro, me fascinó, hice la película y resulta que es sobre una familia. Leí el guión de Nebraska hace diez años y pensé que podía ser una buena comedia, y resulta que es sobre una familia… – Hace una pausa breve y continúa: Ésta es mi respuesta a nivel consiente. A nivel no consiente… Nunca te diría la verdad.

Ha dicho en algunas entrevistas que siempre piensa, para sus películas, en actores que están muertos, lo cual dificulta un poco su disponibilidad. También ha dicho que 90% de la dirección es el casting. ¿Cómo llega a seleccionar a sus actores?

Cuando leí el guión por primera vez pensé que el papel de Woody Grant era para Bruce Dern. Pero no estaba seguro. Y aun cuando desde siempre pensé en él, consideré también a otros cincuenta actores de su generación. El único de ellos a quien no pude contactar fue Gene Hackman porque está retirado, la última película que hizo fue en 2004. Lo llamé, le envié correos pero nunca tuve respuesta. Si Bruce Dern no hubiera podido, yo no tenía otra opción. Su rol era ciertamente muy difícil a nivel de casting. ¡Lo elegí por su cabello y por su manera de caminar! ¡Le crees, lo ves! Y por otro lado, me daba mucho gusto hacer este redescubrimiento de Bruce Dern, y él estaba listo.

En lo que respecta a los roles menores, tanto para Nebraska como para sus películas precedentes, Payne  suele captar a personas que no son actores. Si hay un barman en una escena, busca para ese rol a un verdadero barman, si hay un taxista, a un verdadero taxista y así para todos los personajes que aparecen brevemente, a fin de encontrar los verdaderos rostros, el genuino lenguaje corporal, los acentos, las maneras más sutiles y arraigadas. En Nebraska, buena parte de los personajes son interpretados por gente de diferentes poblaciones del estado, y su captación se realizó a través de convocatorias publicadas en los periódicos locales y en las radios comunitarias.

Es la primera vez que dirige una película cuyo guión no es suyo. ¿Por qué tardó ocho años en iniciar el rodaje?

Pues, porque cuando leí el guión por primera vez acababa de hacer Entre copas y no quería salir inmediatamente con otra película sobre dos tipos que viajan en un carro.

En entrevistas anteriores, ha expresado que uno de los asuntos que le preocupa a la hora de dirigir es la economía del lenguaje, en la cual suele buscar el sentido rítmico de sus películas. Ha dicho que la edición debe ser tan corta y rítmica como sea posible y que debe buscarse la eficiencia, para lograr una estructura similar a la de una sinfonía, donde cada movimiento respira a su modo, goza de independencia y a la vez ocupa un lugar dentro del todo. En Nebraska, esta eficiencia se logra a fuerza de austeridad. La áspera belleza de ciertos instantes recuerda a las primeras películas de Jim Jarmusch, terrenas, dilatadas, de un lirismo curtido y asolado.   

Mi pregunta no está relacionada con la película sino con usted: ¿cómo es ser un director de Nebraska en la industria cinematográfica de hoy?

El autor sonríe encantadoramente antes de responder, alzando ligeramente los hombros y  con absoluto desenfado:

¡A mí me gusta! No sé mucho qué decirte… Sí, soy de Nebraska, crecí allí, todavía tengo allá una casa, pero también he vivido en Los Ángeles por treinta años. Todo el mundo es de algún lugar. Y resulta que yo soy de Nebraska y elegí no cortar mis raíces. Encuentro delicioso filmar allá, siento que dentro del inmenso territorio que ocupa los Estados Unidos, yo tengo en Nebraska mi pequeña República Checa.  – el público ríe, él también ríe y continúa: Puedes sentir el sabor de todos los océanos sólo con poner sobre tu lengua una pequeña gota de agua de mar. Nebraska es un lugar tan bueno como cualquiera. Me gusta su gente, son graciosos, son personas tan locales como universales. Y además, ¡allá puedo hacer películas checas!

El moderador ha anunciado que sólo se dará oportunidad a una pregunta más. Payne lo objeta, pidiendo chance para, al menos, dos preguntas adicionales. Pero sólo habrá una, y será un cierre absolutamente inesperado para el autor:

Si no recuerdo mal, usted fue una especie de “padrino” de Ciudad de Dios, la gran película brasileña. Entiendo que intervino de cierta manera en el guion y en la historia de esta obra que es, por cierto, completamente diferente a toda su filmografía. Por curiosidad, ¿podría contarnos de qué manera estuvo usted involucrado en Ciudad de Dios?

Inspira, mira fijamente a quien hizo la pregunta, sonríe y en un tono de inmensa curiosidad, responde:

¿Cómo sabes eso? ¡Es cierto, sí! Y estoy particularmente orgulloso de haber tenido una participación en Ciudad de Dios. Yo fui asesor de guionistas brasileños, y me fue asignado el proyecto de Ciudad de Dios. Yo sólo le di a Braulio Mantovani unos pocos consejos. Pero nos hicimos amigos. De inmediato se me hizo evidente la gran calidad de ese proyecto y me involucré mucho en el proceso, no en su origen pero sí en la fase de reescritura y contribuí con algunas ideas relacionadas con la estructura y los diálogos, y ellos tuvieron la bondad de poner mi nombre en los créditos finales. Es algo de lo que estoy particularmente orgulloso. Ciudad de Dios es una gran película y me hace muy feliz haber participado en ella. Además, hubo otra cosa muy hermosa: por primera vez yo presentaba una película en competencia en el Festival de Cannes (Entre copas) y Ciudad de Dios estaba también ahí ese año, 2002. Luego, Ciudad de Dios estuvo nominada en los Oscars, así que el equipo fue a Los Angeles y yo les hice una fiesta en mi casa.  Gracias por hacerme esa pregunta.

Nadie se le acerca a pedirle un autógrafo, nadie lo abraza ni se toma fotos con el autor. Alexander Payne se va, sale tranquilamente de la sala y afuera es uno más. Si alguien no lo reconoce y le pregunta cuál es su profesión, tal vez opte por contar que estudió Literatura Española en la Universidad de Stanford. Dirá que nació en Omaha, Nebraska, que vivió en Medellín, Colombia, y en la ciudad española de Salamanca. Dirá, quizás, que le apasiona la obra de Juan Rulfo y que siempre ha hecho lo que ha querido.

Cristina Raffalli 

Comentarios (1)

Edgard J. González.-
26 de marzo, 2014

“actores que están muertos, lo cual dificulta un poco su disponibilidad”. Yo (y cualquiera)afirmaría que la dificulta mucho más que sólo “un poco”. Si estando vivos ya es muy difícil que estén disponibles, ya enterrados o cremados es cuesta arriba filmar con ellos !!

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