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Una vuelta de tuerca, por Piedad Bonnett

Fotografía de Associated Press

Fotografía de Associated Press

Históricamente lo que pasa en Venezuela toca de manera especial a los colombianos. De ahí que hayamos seguido muy de cerca y con preocupación los graves hechos ocurridos en estos días y que sintamos como nuestras las muertes de estudiantes inocentes y la incertidumbre que en la población genera la violencia.

Se discute en estos momentos si hay divisiones irreconciliables dentro de las fuerzas de la oposición. Yo no creo. Me parece, más bien, que en un momento de crisis especialmente agudo, con un Estado en bancarrota, una inseguridad inaguantable y unos niveles de escasez que han deteriorado en forma notable la vida de los venezolanos, Henrique Capriles y Leopoldo López apostaron de modo diferente. Tan respetable es la postura del primero, para el cual no están dadas las circunstancias de una caída del régimen chavista y por tanto no vale la pena correr riesgos protestando en la calle, como la de la Mesa de Unidad Democrática, que pretende remover a Maduro a punta de manifestaciones y usando el lema #LaSalida para convocar a los inconformes. Y sin embargo, pienso que esta vez la intuición política la tuvo López, que midió bien el grado de descontento de una parte de la sociedad venezolana y supo convocar y convertir su entrega a la justicia en un acto simbólico, que lo catapulta como figura política y lleva las cosas a un estado límite que exige definiciones.

No quiere decir esto que la MUD vaya a lograr la salida de Maduro, pero sí puso en evidencia, una vez más y tal vez como nunca, la naturaleza represiva de un régimen que se ha caracterizado por atizar los odios. El presidente reaccionó, previsiblemente y como lo hacía Chávez, con amenazas e insultos, y con un lenguaje elemental y gastado, que acusa de fascista a la oposición y recurre de nuevo al argumento del complot internacional. Y si el Gobierno ya había mostrado su incapacidad de manejar la economía y la seguridad ciudadana, ahora mostró que se le salieron de las manos los llamados “círculos bolivarianos” o los “colectivos motorizados”, que han sido grabados disparando contra los manifestantes.

Olvidan los chavistas que cuando son estudiantes los que lideran las masas inconformes, es porque “algo hay podrido en Dinamarca”. Que una multitud de jóvenes sea ya una fuerza de resistencia y persevere en las calles a pesar de que sus vidas peligran, es prueba de su decepción, de su enojo con las condiciones del presente y de sus ganas de luchar por un futuro que hoy les resulta incierto. A su lado, amas de casa, profesionales, intelectuales y buena parte de la clase trabajadora también protestan. Algo cambió radicalmente a partir del 12F: López ha generado una vuelta de tuerca que, para bien o para mal, ha precipitado los hechos. A la ya crítica situación venezolana se suma ahora la indignación por los muertos inocentes víctimas de fuerzas oscuras, y por los encarcelamientos, los allanamientos y la clausura de medios que adelanta el Gobierno. Lo que viene, nadie puede predecirlo. Los colombianos esperamos de corazón que no sea más sangre. Ucrania puede ser un doloroso espejo de lo que puede llegar a suceder cuando chocan indignación y represión.

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Texto publicado en el diario El Espectador