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Marianne Díaz Hernández responde sobre la situación de Internet en Venezuela

Luego de esta semana de protestas, seguida de la entrega de Leopoldo López, y el comportamiento de los cuerpos de seguridad del Estado y la actuación de algunos grupos irregulares, ¿cómo debe interpretarse el papel de internet y las redes sociales en la comunicación e información de los venezolanos?

Teniendo en cuenta no sólo los hechos que han sucedido, sino también el estado de los medios tradicionales, creo que es un buen momento para analizar el rol que han desempeñado, en la práctica, las redes sociales e internet en la organización ciudadana, la construcción de redes de voluntariado, de apoyo y de protesta, y en particular la naturalidad y la fluidez con la que las personas se han abocado a la construcción de estas redes, asumiendo los roles que se adapten mejor a sus aptitudes y preparación, para la creación, verificación y difusión de información sobre derechos humanos, sobre mecanismos para evadir la censura, sobre maneras de ayudar a quienes se han visto afectados por todos estos sucesos.

Creo que es importante mirar el fenómeno generado y darnos cuenta del germen, de la semilla que se encuentra en estos hechos, y del potencial que tienen estas estructuras y estas capacidades recientemente aprendidas, no sólo para suplir la falla de los medios tradicionales de comunicación e información ni sólo para superar el blackout, sino también para la potencial reconstrucción del tejido social del país, que es una necesidad urgente y una difícil tarea que enfrentar.

Ante las diferentes denuncias de un deterioro en la capacidad de los servicios de Internet a los ciudadanos y las denuncias de suspensión parcial del acceso a la red en Táchira, ¿cómo debe interpretarse el estatus actual de la ciberciudadanía venezolana?

El deterioro gradual, nada reciente, de los servicios de Internet en el país, sumado a la ofensiva frontal del gobierno con leyes como la de responsabilidad social en radio, televisión y medios electrónicos, y con medidas como el bloqueo de más de trescientas páginas web sobre el mercado negro del dólar y a circunstancias turbias como la desconexión en Táchira por más de veinticuatro horas, o el problema de inaccesibilidad de Zello, evidencian una voluntad política de controlar el contenido de la red, que no es tampoco inventar la rueda. Medidas similares se han aplicado o intentado aplicar en otros países, nunca con buenos resultados.

El rol de la ciberciudadanía, en todos los lugares, es comprender lo que no comprenden los gobiernos: que intentar controlar la red es querer ponerle puertas al campo, puesto que tomar medidas que logren de manera efectiva controlar el flujo de información en Internet es técnicamente muy complejo y, en la práctica, casi imposible: siempre, los más avezados encuentran maneras de sortear estos obstáculos ellos pueden enseñarle a otros la forma en la que lograron hacerlo. En consecuencia, al igual que frente a cualquier otra circunstancia nueva, el reto es enfrentar el obstáculo, aprender a sortearlo y continuar adelante: no hay otra manera.