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¿Qué hay detrás del reciente atentado a la Plaza de Tian’anmen?

Por Prodavinci | 26 de noviembre, 2013

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El mes pasado hubo un incidente en la histórica Plaza de Tian’anmen, en Beijing: un vehículo de doble tracción se estrelló contra la barandilla del puente de Jinshui y generó un incendio. Los pasajeros del vehículo causaron su propia muerte y la de dos turistas así cuando, después de estrellarse, prendieron fuego al depósito de combustible. La Plaza de Tian’anmen es llamada así por estar ubicada justo al sur de la puerta de Tian’anmen, portal construido en 1415 por la dinastía Ming como entrada principal a la Ciudad Prohibida. La propia plaza alberga otros sitios importantes como el Museo Nacional de China, el Gran Salón del Pueblo, el Monumento a los Héroes del Pueblo y el Mausoleo Mao Zedong, donde el primer Presidente del Comité Central del Partido Comunista Chino se encuentra embalsamado.

Esta agresión ha reavivado las tensiones entre los chinos Han y la etnia musulmana Uyghur que está radicada en el extremo occidental de las fronteras. Los chinos Han son la etnia más numerosa de China, constituyendo un 92% de la población de la República Popular y el 20% de la población mundial. Provienen de la región de Hanzhong, en el centro del país, y hoy en día ocupan la mayoría de las provincias desde el centro hasta el oriente de China. Antes de la dinastía Han (206 a.C – 220 d.C.) eran conocidos como el pueblo Huaxia, que se traduce como “el pueblo civilizado”.

Aunque los grupos de derechos humanos insisten en que las autoridades se apresuraron en hacer responsable a los musulmanes del ataque, las fuentes oficiales dicen haber encontrado suficientes evidencias para vincular el atentado a los Uyghur. En unas declaraciones para The Diplomat, Alim Seytoff, director del Proyecto de los derechos humanos para los Uyghur, desconfía del resultado de las investigaciones locales debido a que “es muy improbable que unos Uyghur pudieran hacer algo así en una de las plazas más seguras de China”. Las declaraciones de Seytoff se basan en que las autoridades detuvieron a los reporteros de la BBC y de APF que se hallaban en el lugar y borraron todo su material fotográfico.

Sean Roberts, de CNN, reflexiona sobre la naturaleza de lo ocurrido poniendo de relieve, por un lado, la falta de transparencia del estado chino en relación al conflicto con los Uyghur y, por otro, las demostraciones de violencia étnica que se han dado en la provincia de Xinjiang entre este pueblo y los chinos Han. Sin embargo, Roberts se muestra escéptico ante la postura oficial de mostrar a los partícipes del atentado: presuntamente un hombre Uyghur, su esposa y su madre, armados con cuchillos, cabillas y gasolina como una organización terrorista internacional. La lectura de Roberts se inclina a la lectura de que el incidente sea un grito desesperado debido al ensañamiento que tienen las autoridades estatales sobre el pueblo Uyghur, como la persecución que sufren por practicar su religión, las limitaciones que tienen para participar en la política y las restricciones que tienen para estudiar en su propio idioma.

Matt Schiavenza, de The Atlantic, adelantándose a la posición de las autoridades chinas de bloquear las fuentes de información no alineadas con el estado, concentra su reflexión en sopesar la importancia de la Plaza de Tian’anmen en el imaginario popular. Esta plaza ha sido escenario de distintas situaciones: en el 1ero de octubre de 1949, Mao Zedong proclamó allí la fundación de la República Popular China y dos décadas después se dirigiría a los jóvenes guardias rojos en el clímax de la Revolución Cultural. Fue éste el lugar donde miles de chinos se reunieron para honrar a Zhou Enlai, quien había muerto un día antes. Sin embargo, todo esto pasa a un segundo plano frente a las protestas de 1989 realizadas por estudiantes que creían que las reformas de Deng Xiaoping no habían ido suficientemente lejos y por los trabajadores que se habían visto perjudicados por la inflación y desempleo que habían venido con la apertura económica. Desde entonces se han implementado complejos sistemas de vigilancia con cámaras y oficiales de policía vestidos de civil, convirtiendo a Tian’anmen en uno de los lugares mejor resguardados de China. Schiavenza también reconoce que la violencia política no es algo raro en China. Las inmolaciones de tibetanos los últimos años han sido demostraciones contundentes contra el gobierno, pero la situación es distinta en esta oportunidad, pues no suelen haber demostraciones de este tipo cerca de los centros de poder.

Sin embargo, todas estas reacciones son previas a lo que sucedió el 25 de noviembre de 2013, cuando la página dedicada a monitorear y publicar la actividad de los grupos extremistas islámicos news.siteintelgroup.com publicó un audio del Partido Islámico de Turquestán, en el cual el grupo se hace responsable del ataque a Tian’anmen al que se refiere como una “Operación Jihadi”. La cadena Aljazeera en su sitio web en inglés hace una transcripción del audio en el que el líder del grupo se dirige a los “infieles chinos”, reclamando que han estado engañando a Turquestán Oriental durante años, pero ahora “han despertado”. La grabación agrega que “El pueblo (de Turquestán Oriental) ha comprendido quién es su verdadero enemigo y ha vuelto a su religión”. Ante lo cual, el ministro de exteriores chino Qin Gang ha declarado que este audio es “una prueba para callar a los escépticos que creen que no hay amenaza terrorista dentro de China“, según lo reseña EuropaPress.

Prodavinci 

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