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Si algo sorprende al atravesar el Río de la Plata desde Buenos Aires es el larguísimo malecón —la Rambla— en torno a la cual se despliega Montevideo. Olvidémonos de los clichés: en contra del lugar común, la capital uruguaya no es un lugar grisáceo o mortecino, y sus habitantes no están marcados a fuego por esa suave melancolía que se desprende de sus barrios apacibles o del decadente encanto de su centro histórico. Frente al bullicio y la extroversión bonaerense hay un contraste claro, pero se encuentra más del lado de la discreción que de la tristeza. De lo que no cabe duda es de que Uruguay luce como una urbe serena —sabiamente tranquila—, sobre todo si se la compara con el pandemónium de la ciudad de México.
Pero esta aparente paz no siempre estuvo allí. Apenas a mediados de los ochenta el país dio paso a una democracia cada vez más sólida tras doce años de una siniestra dictadura cívico-militar que no dudó en enfrentarse, al amparo de la Operación Cóndor financiada por la CIA, con los guerrilleros tupamaros que se habían alzado en armas desde principios de los sesenta. En proporción con el tamaño de su población, Uruguay fue el país que mayor número de prisioneros políticos tuvo en esa aciaga época. La llamada “Suiza de América Latina” se convirtió entonces en otro de los pequeños infiernos que caracterizaron a la región por su brutalidad y su barbarie.
Uno de los prisioneros recurrentes de la dictadura cívico-militar, encarcelado en un arduo régimen de aislamiento, era uno más de los integrantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, de nombre José Mujica. Herido en una refriega con las fuerzas de seguridad y considerado uno de los “rehenes” que serían ejecutados en caso de que sus camaradas llegasen a proseguir con sus atentados, pasó quince años tras las rejas antes de ser liberado gracias a la ley de amnistía del 8 de marzo de 1985. Hoy, casi treinta años después, se ha convertido en uno de los presidentes más carismáticos visionarios y atípicos de América Latina.
Admirado —o criticado— por su carácter espontáneo e imprevisible, por su estilo humilde e informal y por la acompasada sencillez de sus discursos, Pepe Mujica se ha puesto a la vanguardia de ese pequeño grupo de mandatarios sudamericanos, a lado de Dilma Rousseff y Michelle Bachelet, que, con un pasado guerrillero a cuestas, se han transformado en los líderes más hábiles, comprometidos y exitosos de la zona. Provenientes de movimientos radicales, han sabido conservar una honda visión social a la vez que se han curtido en el arte de la prudencia democrática sin jamás aspirar a la condición de redentores, a diferencia de sus colegas de Venezuela, Ecuador o Argentina.
Sucesor del también muy popular Tabaré Vázquez, y miembro como él del llamado Frente Amplio, pero poseedor de un estilo personal que no podía resultar más contrastante, Mujica no ha dejado de sorprender con una serie de arriesgadas medidas políticas que contrastan con su apariencia bonachona. Haciendo gala de un liderazgo que resulta envidiable entre nosotros, consiguió la aprobación, con un gran apoyo popular, de dos medidas que ponen a Uruguay a la cabeza de las reformas sociales en el mundo: la legalización de la marihuana y el matrimonio igualitario.
El pasado agosto, el Congreso uruguayo finalmente aprobó, después de varios meses de consultas y polémicas, la primera ley en el orbe que, en vez de centrarse en la prohibición de las drogas, regula la distribución y el consumo de la marihuana. Se trata de un hecho histórico que ha de ser contemplado no como la excentricidad propia de una nación pequeña, como han querido señalar sus enemigos, sobre todo entre los conservadores de Estados Unidos, sino como un gran avance del que deberíamos aprender todos los demás.
Basándose en la idea de que el combate frontal a las drogas resulta tan inútil como costoso —en vidas y en recursos—, la ley uruguaya va mucho más allá de las medidas puestas en marcha en Colorado, Washington o la ciudad de México, y permite que los adultos cultiven hasta seis plantas, que las cooperativas productoras pueden proporcionar su producto a un número limitado de clientes y que la marihuana pueda ser vendida en las farmacias. En cambio, es ilegal publicitarla, el castigo por manejar bajo su influjo es muy severo y se prohíbe estrictamente su venta a los menores.
Si la ley es aprobada por el senado en los próximos días, el experimento supondrá una auténtica revolución —una revolución tranquila, como el temple del propio presidente uruguayo. Lo mismo vale decir de la ley, aprobada también hace poco, que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo, sumándose a lo que ya ocurre en Brasil, Argentina, la ciudad de México y Quintana Roo. Quizás Uruguay sea un país pequeño, ubicado en los confines de nuestro continente —el fantasmal escenario de la Santa María de Juan Carlos Onetti—, pero ha llegado la hora de mirarnos en su espejo.
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LEA TAMBIÉN: La marihuana en las políticas públicas de Uruguay
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30 de octubre, 2013
¿Por qué el autor pretende desconocer que en proporción con el tamaño de su población, el país que mayor número de prisioneros políticos tuvo fue la Cuba de los hermanos Castro?
30 de octubre, 2013
El prisionero político cubano Ángel Yunier Remón Arzuaga está en huelga de hambre desde hace 15 días y hace más de una semana que se niega a beber agua.
30 de octubre, 2013
Uruguay me sorprende por lo organizado que es. Es, efectivamente, un país pequeño, con pocos habitantes y su capital es como un pueblo grande o una ciudad chica pero es un país con organización, a mi modo de ver, de primer mundo. La gente respeta por lo general las normas de convivencia y un respira una calidad de vida en sus habitantes que ya quisiéramos tener en Venezuela. Es un país con conciencia ciudadana. Creo que es esa conciencia lo que ha llevado al Uruguay a estar a la cabeza con leyes como la del matrimonio igualitario y la marihuana. Siempre me ha parecido de Pepe ha logrado afianzar esa conciencia ciudadana logrando un buen gobierno a lo interno aunque siempre me desilusiona con sus posiciones con respecto al régimen venezolano. Pero eso ya es otra historia.
30 de octubre, 2013
Ángel Yunier Remón Arzuaga es un rapero al que se conoce como El Crítico. En este enlace puede ver cómo denuncia a la tiranía castrista:
http://www.youtube.com/watch?v=HjUYImAxGy0
30 de octubre, 2013
Montevideo es una ciudad a todo punto de vista, mucho más tratable que Buenos Aires. Esta “imitación” sureña de París, -así proclamada todo el tiempo-, se hincha con su vanagloria de capital del Cono Sur. Para algunos argentinos, casi capital de América del Sur. El trato de los ciudadanos uruguayos es muy sencillo y cordial. Y nada de grises: Montevideo calienta el corazón con un gran sentido acogedor y amical. José “Pepe” Mujica me atrajo desde su primer discurso, al tomar la Presidencia. Conservo casi todos sus discursos e intervenciones -la última en la ONU- por su contenido sencillo, pero profundo al mismo tiempo, decantado en el crisol de la edad y de la experiencia en cautiverio. No siempre he estado de acuerdo con él. No lo estuve cuando la tragicomedia de la destitución de Fernando Lugo, la presencia intempestiva y desafortunada de Nicolás Maduro en Asunción, la exclusión temporal de Paraguay del Mercosur y la inmediata inclusión de Venezuela en dicha Unión del Sur. Su Canciller se expresó, inicialmente, de una manera negativa -según parece con la bendición de Pepe Mujica- para dar marcha atrás, bajo la presión de Argentina y Brasil. La jugada no descolló como muy limpia ni muy sincera. Pepe Mujica intentó justificar posteriormente esta actitud con razones de tipo energético, de un lado, -Venezuela suplidor necesario de energía-, y de tipo “político” de otro -Hugo Chávez era necesario para sacudir el adormecido Mercosur-. Sus explicaciones, el cambio rápido de posición de su canciller, han dejado siempre una neblina de insinceridad flotando en todo este asunto. En visita posterior a Venezuela apoyó ciertas declaraciones de Hugo Chávez, no tan aceptadas por los venezolanos. Pero lo hizo con esa suavidad que edad y sufrimientos le han otorgado, y de nuevo, la neblina de una cierta insinceridad ha quedado flotando en la política del Grupo. Cristina Kirchner le quiso corregir, tratándolo como a un viejito perdido, criticando con diplomacia algunos puntos de su discurso ante la ONU. El se limitó a sonreir: estaba en Argentina, en primer lugar, y lo que Cristina expresó era una barbaridad socio-económica sobre el concepto de consumismo. Montevideo es maravillo; José “Pepe” Mujica es un excelente Presidente que, desafortunadamente, como todos los Presidentes democráticos, cambia de chaqueta cuando la situación lo exige. Sus últimas iniciativas-ensayos serán muy exitosas, aunque EE.UU. -y otros países y grupos económicos- no lo aprueben porque tienden a fracturar ciertamente unos intereses financieros y de poder social enormes. Creo que ahí Pepe Mujica tiene razón. Esperemos que el futuro se lo de plenamente contra toda zancadilla direta o indirecta.
31 de octubre, 2013
Y como si fuera poco en las alabanzas y reconocimiento al Uruguay , se les olvidó decir que :tenemos 4 campeonatos Mundiales de fútbol, 5 copas Intercontinentales (clubes), 8 Libertadores (Clubes) 16 Copas de América. Además de inventores de la vuelta olímpica. Y muchas otras cosa más. En definitiva un enorme país.