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Al límite: El vendedor de sacudones; por Luis García Mora

Por Luis García Mora | 27 de octubre, 2013

Maduro vende continua y reiterativamente un sacudón en su discurso, como si inconscientemente no quisiera estar ahí. Maduro “matriza” su salida. Y esto, en el discurso de un Presidente de la República, genera una ola desestabilizante que termina, primero, convocando e induciendo al desorden; y, en segundo término, sugiere que actúa sin medir las consecuencias de sus actos.

Por ejemplo: hace unas noches, de manera insólita, anunciaba la juramentación de un “Comando Anti-Golpe Nacional”, que estipularía el orden público en caso de “un golpe”.

Todo lo advierte, todo lo proclama, todo lo publica en esta especie de gobierno nominalista (groseramente manipulador).

Y apunta hacia todos lados.

Como esto del gran Viceministerio para la Suprema Felicidad Social, a imitación de las más despreciables dictaduras africanas de Mugabe o Idi Amín Dadá. O ese macabro y facho Centro Estratégico de Seguridad y Protección de la Patria (CESPPA), sin pie alguno en la Constitución y de la más profunda raigambre gorilista y videlista sureña.

Asegura, presagia, adivina y predice un golpe. ¿Entonces? ¿A qué atenerse?

Él es el Presidente de la República y nosotros somos sus gobernados.

¿Qué debemos hacer según él? ¿Salir a la calle a defender la Suprema Felicidad y olvidarnos de la crisis?

¿Sabe él cuáles son los problemas de los ciudadanos? ¿Cuándo los va a enfrentar?

No, poeta. Las cosas son y están demasiado duras. Es roca lo que se palpa en las calles de esta Venezuela autoritaria.

Uno no puede dejar de sentir un profundo asombro ante la compleja situación que le toca presenciar. Cifras, datos, encuestas y los últimos focus groups apuntan todos a una toma de decisiones urgente e inevitable ante tantas necesidades represadas que presionan las compuertas del 8-D y pugnan por alcanzar de una vez ese tan temido 2014.

Es el diagnóstico general: la actual situación está soportada por hilos.

Ahora bien, ¿esto es cierto o falso?

Si se analizan los números de las últimas encuestas de septiembre, como dirían Seijas, Keller o León, se evidencia la fractura entre el chavismo light y el duro. Por encima del 60% de las alcaldías gubernamentales se pueden perder. Es decir: para el 8-D se espera una debacle electoral. O como dice el taxista volteando a mirarme: “una pela con una chola de goma mojada”.

Y todo está referido a la situación interna del chavismo, que es un verdadero polvorín. No se toman decisiones urgentes en materia económica porque las pugnas internas y el caos se los impide.

Todo está orientado a la política inmediata. Es la hora miope de los cerebros tácticos.

“El consenso es que Maduro no funciona y todo puede precipitarse”, me dicen. Y Maduro, se ve, trata de aproximarse al sector militar aunque, piensa uno, con demasiada torpeza.

Hay una dinámica, según explicaba una voz supuestamente enterada, de acción y reacción donde los militares están cada vez más descontentos con él. De ahí que trate reiterativamente de esgrimir una militarización simbólica y exagerada de su personalidad y de su propia imagen pública. Es más: hay en este último Maduro una adhesión casi incondicional a la imagen militar, muy postiza, muy forzada, pero cierta. ¿Para protegerse? ¿De qué?

Observando los números, nos damos cuenta de que estamos en el estatus económico de 2002, pero con las cifras negativas, peores aún, y con precios del petróleo más altos. Y entonces el comentario: “el Estado está paralizado. La inflación crece todos los días. El que vende hoy, mañana no puede reponer. La escasez ya es estructural. Y todo es consecuencia de la incapacidad de cohesionar, de dar viabilidad. Y de pensar. No funciona el BCV ni Finanzas. Giordani es un pterodáctilo. Y Maduro no articula bien: no puede ni hablar”.

La emocionalidad social (según las encuestas) está en los mismos niveles de febrero del año 1992, cuando Chávez dio el golpe de Estado. Por primera vez en estos quince años el venezolano comienza a sentir que su situación personal está peor que la situación del país. Y eso, todo eso, amigo lector, es una bomba de tiempo.

El discurso del poder está disociado por completo de lo que está sintiendo y padeciendo el ciudadano. Como dicen: El Presidente le habla a su sombra. No tiene el pulso del dolor nacional. Y le dicen que importando juguetes y arbolitos de navidad para diciembre pasará este chaparrón. Y él va e importa juguetes y arbolitos de navidad. Por otra parte, está totalmente desconectado con un discurso ideológico casi infantil y, como dice Dieterich, con una oratoria pseudo-clerical y a veces casi angélica, para adentro, que obedece a la guerra interna, pero no a lo que está pasando en el país.

Ya se quemaron las reservas estratégicas alimentarias (que normalmente alcanzan a cubrir tres meses de seguridad). El estado improductivo no tiene con qué, y depende de los barcos.

Un país que vive en el muelle.

Y todo esto mezclado, amigo lector, entre tanta maleza y bananas, ¿no es un coctel Molotov? ¿Una bomba que hace tic-tac?

Cráteres

– Gobierno adentro, la lucha por el poder aún no ha sido resuelta. Hay quien dice que en uno de los viajes de Diosdado al exterior Maduro, Jaua y El Aissami le vaciaron las alforjas de alcaldes que ya tenía amarrada a unas primarias del PSUV para escoger los candidatos e hicieron nombramientos a dedo.

– Hay una necesidad real que está creciendo. En las encuestas el sector de No sabe / No contesta (o a quienes casi nunca les importa nada esto de la política) es hoy un tercio del país. Similar a los años ochenta y noventa, cuando el estallido social del 27-F de 1989 y los dos intentos de golpe de Estado de 1992. Como me dice un dirigente político: “Fueron los que escribieron en las paredes durante los noventa Golpe ya”. Un feeling que atemoriza, que muestra la insatisfacción política y la frustración económica. Y las instituciones no responden. Quizá tenga razón el rector del CNE Vicente Díaz al asegurar que “La factura la puede terminar pagando la clase política en su conjunto, si no se salen de la peleadera empinándose sobre las diferencias”.

– Pregunto con quien pregunta: ¿qué motiva a Nicolás Maduro a militarizar el Gobierno?

Luis García Mora 

Comentarios (4)

Hernani
27 de octubre, 2013

Respuesta a última pregunta: “Desesperación”

Ernesto Pacheco
27 de octubre, 2013

Es una demostraccion cruenta de lo instranferible del carisma del lider a su entorno más cercano; No obstante ello no desestimo la postura pitonisa de Maduro algo de cierto adivina El Heredero Eterno del Comandante de marras, una especie de Deja Vu, de aquel 1989, recuerdo lo que NO hizó CAP entonces, confiado en su liderazgo Masíanico, no escucho los concejos de la CTV, AD, Los Notables, y el mismo FMI; pero esta vez no debemos cometer los mismos errores cuando los militares lanzaban proclamas dentro de los cuarteles y se nos vino encima todo ese magma despotico que representó “mí comandante”. La historia se repite unas veces como comedia y otras como tragedia.

Rafael Rivero Muñoz
27 de octubre, 2013

Siendo verdad lo afirmado por Pilar Jericó en su famoso libro: “… sólo quien tiene poder puede generar miedo…”. Entonces, cuando quien fingiéndose poderoso sólo está desde la cúpula disfrutando de los signos exteriores de poder y donde por sus cotidianos y evidenciados miedos se le conoce, al estar al borde de una espiral del pánico, es porque el poder no lo tiene, está en otra parte. En definitiva, es otro quien tiene el poder, lo ejerce y el cucuteño Nicolás Maduro Moros lo sabe tan perfectamente, que cuando evoca las desapariciones de Ernesto Guevara de la Serna, alias “El Ché Guevara” en 1967; de Salvador Allende Grossens en 1973; de Arnaldo Ochoa Sánchez en 1989 y del más reciente, Hugo Rafael Chávez Frías 2012, un gélido y electrizante estímulo le recorre el espinazo desde abajo hasta el cogote.

Orlando
27 de octubre, 2013

Tengo 15 años oyendo el final de este desastre, “ya la gente está harta”, “en estas elecciones el gobierno tiene todos los números en su contra”, “eso mismo le pasó a CAP”, y así un largo bla, bla, bla, y el gobierno sigue allí, destruyendo todo. Las elecciones en este expaís ya no significan nada, ellos (chavistas) las hacen, ellos cuentan los votos, ellos dan los resultados, no hay chance; ¿los militares? no amigo, estos militares no son como los de antes, estos son importadores, dueños de negocios (buenos y malos), tienen el poder del dinero, y cambio no quieren. No nos engañemos, no va a pasar nada que el gobierno no quiera que pase, y por supuesto que la gente no tiene nada que ver en ello.

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