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Los medios y la telenovela a 10 años de “Cosita Rica”, por Carolina Acosta-Alzuru

Por Carolina Acosta-Alzuru | 30 de septiembre, 2013

El 30 de septiembre se cumplen diez años de la transmisión del primer capítulo de la telenovela Cosita Rica  por Venevisión. La novela traía un atractivo coctel de romance, realismo, humor y comentario tanto político como sociocultural. Cosita Rica incluía personajes alegóricos a personalidades políticas. En particular, Olegario Pérez era una metáfora de tinte opositor del entonces presidente, Hugo Chávez.  Esta telenovela se constituyó en un éxito de gran resonancia mientras transitaba en paralelo con el país el espinoso camino hacia el referendo revocatorio presidencial de agosto de 2004. Cosita Rica ganó la guerra del rating contra la televisora rival, RCTV, y recuperó para Venevisión el primer puesto de sintonía que le había eludido por más de dos años. Hoy en día, sin embargo, es imposible producir y transmitir una telenovela como Cosita Rica en Venezuela. En la última década el marco legal, el panorama mediático, la televisión y la industria de la telenovela han cambiado de manera fundamental en el país.

¿Qué ha pasado desde el 2003? El contenido de los medios de comunicación estaba profundamente polarizado en el año 2003. En general, los medios privados, incluyendo a Venevisión, eran críticos del gobierno de Chávez y los medios estadales tenían el aroma indiscutible del proselitismo oficialista. El presidente imponía su presencia a través de cadenas en las que atacaba a los medios privados con insistencia. Fue en este ambiente mediático que Leonardo Padrón escribió Cosita Rica con dos objetivos: “analizar el poder y sus miserias y escribir acerca de la posible reconciliación entre los dos bandos políticos”. El público, chavista, antichavista y ni-ni, respondió masivamente siguiendo la telenovela noche a noche. (En mi libro Venezuela es una telenovela (Alfa, 2007)) detallo la escritura, producción y recepción de Cosita Rica).

Siete meses después del final de Cosita Rica, en marzo de 2005, la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (conocida por sus siglas como “Ley Resorte”) entró en efecto. Esta ley imponía penalidades severas a emisoras que no cumplieran con sus regulaciones e incluía normas estrictas en cuanto a las historias, y al lenguaje verbal y visual, que se podía transmitir en el prime-time, horario tradicionalmente destinado a las telenovelas.

En mayo de 2007, salió del aire Radio Caracas Televisión cuando su licencia expiró y no fue renovada por el gobierno. Su lugar en el espectro radioeléctrico fue ocupado por la televisora estatal TVeS. El cierre de RCTV le puso fin a una era que definió a la televisión venezolana durante cincuenta años: la competencia entre RCTV y Venevisión. La industria de la telenovela nacional había perdido uno de sus dos principales productores. Y el país experimentaba la ausencia de uno de sus medios emblemáticos. El mensaje para las televisoras que quedaban era inequívoco.

De hecho, ya Venevisión había puesto sus barbas en remojo, cambiado su postura política. La mutación comenzó en el 2004, durante los dos últimos meses de Cosita Rica. Primero, la televisora accedió a la exigencia gubernamental de que el resultado del referendo revocatorio de Olegario en la novela no ocurriera antes de que el referendo revocatorio del Presidente Chávez sucediera en la realidad. Segundo, Venevisión estableció un sistema de autocensura en el cual el departamento legal revisaba cuidadosamente los libretos de la telenovela. Durante el último mes de Cosita Rica, Leonardo Padrón tuvo que re-escribir diálogos y situaciones y algunas escenas fueron re-grabadas.

Estas medidas fueron precedidas de dos eventos significativos. El gobierno allanó la Quinta Guadalupana, propiedad del Grupo Cisneros (dueños de Venevisión) y reportó que había encontrado armas y “material de insurrección”. Víctor Ferreres, entonces presidente de Venevisión, negó la presencia de armamento en la casa y sugirió que había sido “sembrado” allí “en un esfuerzo gubernamental para desacreditar al Señor Cisneros”. Días después, Gustavo Cisneros y Chávez se reunieron junto al ex presidente norteamericano Jimmy Carter, quien actuó como mediador. (“Carter reunió a Chávez y a Cisneros”. 2004, Junio 19. El Nacional, p. A/8). Seguidamente, Venevisión implementó el sistema de autocensura ya descrito y comenzó a moderar su línea política. Unos meses después, el contenido de la televisora ya no podía ser calificado como de oposición.

Televén también atemperó su contenido político, eliminando algunos programas de opinión de corte opositor.  Este canal, tradicionalmente comprador de telenovelas foráneas, pasó a ser el competidor más cercano de Venevisión y comenzó planes para producir sus propias telenovelas.

El Presente. Hoy en día que un medio venezolano esté en manos privadas no significa que su contenido sea opositor al gobierno. Una mezcla de leyes de contenido, la autocensura como mecanismo de supervivencia y compras de medios por grupos cercanos al gobierno han reducido de manera significativa el espacio para las voces disidentes.

La industria venezolana de la telenovela, que fue considerada entre las más importantes del mundo en los años ochenta y noventa, hoy está severamente disminuida. La ausencia de RCTV la redujo a la mitad encogiendo, en esa misma proporción, el número de empleos. Desde entonces se observa una diáspora sostenida del talento venezolano que debilita aún más a la telenovela local y fortalece a la televisión hecha en Colombia, México y Miami.

En el aspecto económico, las políticas cambiarias dificultan la actualización de equipos y el entrenamiento de sus operadores. La inversión en telenovelas ha bajado mientras Venevisión y Televén navegan la encrespada situación política y buscan la varita mágica que le devolverá a la telenovela venezolana su elusivo esplendor del pasado.

La producción y la presencia de nuestra industria de la telenovela es, claramente, menor. Hace diez años, tanto Venevisión como RCTV producían entre cuatro y seis telenovelas al año. Su prime-time se llenaba con producciones nacionales. En contraste, este año Venevisión realizó tres producciones: una serie de acción (en co-producción) y dos telenovelas. De ésas, solo una ha visto el aire: De todas maneras Rosa, actualmente a las nueve de la noche. Televén ha co-producido dos telenovelas con Telemundo (USA) y Cadena Tres (México). Una ya fue transmitida y la otra apenas comienza su etapa de producción. La grilla de programación de ambas televisoras está repleta de telenovelas importadas de Colombia, México y Telemundo. Y, en una dramática inversión del flujo de la globalización de las telenovelas, hasta los dramas coreanos tienen ya presencia en nuestra pantalla chica. Por su parte, TVeS transmite una telenovela brasileña en su prime-time y se alista para colocar en pantalla la producción independiente Guerreras y Centauros, luego de dos experiencias previas —Caramelo e’ chocolate y Teresa en tres estaciones— que tuvieron bajísimo rating y críticas negativas.

En estos días las co-producciones que utilizan “know-how” venezolano y/o que se realizan en las instalaciones de RCTV, parecen ser la nueva norma. Estas telenovelas rara vez tienen actores venezolanos en los roles protagónicos. También exigen los llamados “acento neutro” y vocabulario “universal”, que son más cercanos al acento y vocabulario mexicanos que a los venezolanos. En consecuencia, en esas telenovelas nuestros actores no suenan como el país mientras “platican” en un acento impuesto y dicen, por ejemplo, “claxon” y “alberca”, en vez de “corneta” y “piscina”. Este patrón también se observa en las co-producciones de Televén y hasta en algunas novelas de Venevisión.

Un factor aún más importante es que la camisa de fuerza de la Ley Resorte, más el miedo convertido en autocensura, trae como consecuencia tramas sosas y pacatas que contrastan con las historias más contemporáneas y arriesgadas que se están haciendo en otros países.

Las consecuencias de todo esto se ven tanto en el mercado internacional, donde no les va bien a las telenovelas venezolanas, como en la pantalla local, donde el desencanto de los televidentes se evidencia en ratings y shares que favorecen cada vez más a las opciones del cable:

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El contraste entre los once meses de Cosita Rica (2003-2004) y el ahora es claro. Y evidencia el impacto que el contexto político-económico ha tenido sobre la televisión venezolana y su espina dorsal: la telenovela.

Pero la telenovela no es simplemente una empresa comercial, sino un epicentro donde medios de comunicación, cultura y sociedad muestran la trenza que los une. Como lo han demostrado Cosita Rica y otras telenovelas (Por estas calles, Roque Santeiro, Nada Personal, La Mujer Perfecta, etcétera), este género de la cultura popular puede ser un espejo donde la formación social se mira a sí misma y un espacio discursivo en el cual contenidos y significados son interrogados y negociados. A medida que la telenovela venezolana se difumina, también lo hacen las historias, temas, personajes, vocabulario y acento venezolanos. Y con ellos desaparece un terreno de discusión que está incrustado en la cotidianidad del país.

Quizás sea esto último la razón por la cual el gobierno venezolano se ha asegurado que ninguna telenovela como las mencionadas sea escrita, producida o transmitida en el país. Esto también puede estar detrás del anuncio de Nicolás Maduro de que el gobierno creará un centro para la producción de telenovelas.

Cerrar espacios de debate. Dominar tanto la agenda de temas, como el discurso. He ahí los objetivos.


[1] Escogí de forma aleatoria una semana reciente y calculé el promedio de ratings y shares para el horario de las 9 p.m. de Lunes a Viernes.

[2] A las 9 p.m., Venevisión transmite la única telenovela venezolana que actualmente está en el primetimeDe todas maneras Rosa.

[3] Las primeras dos noches de la semana escogida, Televen tuvo al aire los dos episodios finales de Las Bandidas,  un remake de la telenovela venezolana Las Amazonas, co-producida por Televisa (México) y RTI (Colombia) en los estudios de RCTV.  El resto de la semana, Televen transmitió Marido en alquiler, un remake de la telenovela brasileña Fina Estampa, co-producida por Telemundo (USA) y Rede Globo (Brazil).

[4] AGB Venezuela reporta las estaciones por cable como una medida agregada. Probablemente no hay un canal de cable individual que tenga un rating más alto que Venevisión o Televen. Pero el agregado del cable es cada vez más alto.

[5] TVeS transmite generalmente fútbol y/o noticias hasta las 9:30 p.m., seguidas de la telenovela brasileña Río del destino, producida por Rede Globo.

Carolina Acosta-Alzuru 

Comentarios (8)

Petrusco
30 de septiembre, 2013

La autocensura es un mito. Convertirse en medio y no en actor político es, sin duda, lo más sano para cualquier medio de comunicación, más aun si no quiere enfrentarse al Estado, sea cual sea el gobierno de turno, frente al cual siempre llevará las de perder.

Aproximar la programación, en sus contenidos de opinión, noticiosos y de entretenimiento, hacia un punto medio, objetivo, es absolutamente necesario, pues convierte el medio en una herramienta de alcance masivo y no en un instrumento propagandístico para un sector poblacional. Eso no es autocensura, es sentido común.

Por otro lado, luego de años de extremismos creyéndose algunas empresas poder ser sustitutas de los andamiajes de los partidos políticos y ganando mucho dinero con ello, los medios de comunicación, en particular los privados, han descubierto que ahora es aún más negocio volver a ser lo que han debido ser siempre: lo mas neutrales posibles. Obviamente eso tampoco es autocensura sino olfato comercial. Al fin y al cabo la comunicación es un negocio. Su negocio.

Manuel
30 de septiembre, 2013

En situaciones de totalitarismo, como la de Venezuela, necesariamente toda expresión no conteste con el poder de turno, será considerada subversiva, pues irrumpe eñl status quo; status, que boliburgueses y narcogenerales han establecido, al amparo de la potencia colonial que es Cuba. Nisiquiera en el peor momento de la IV, el gobierno de CAP censuró a “Por Estas Calles”; esos gobiernos, por cierto, tampoco censuraron a JV Rangel cuando transmitía entrevistas al finado comandante, quien hacía públicos llamamientos a la abstención, entre otros. El franquismo, en España, censuró también a Lorca, al punto de eliminarlo. Ese racismo político, donde solo es permitido lo que piense y diga lo mismo que el establishment, se llama fascismo. La libertad de expresión, finalmente, es un Derecho Humano, le guste o duela a los por ahora poderosos.

Arturo
1 de octubre, 2013

Pobre del País en que la principal forma de pensamiento político-social sea una telenovela llamada Cosita Rica.

Rubén Rojas Gratz
2 de octubre, 2013

“Convertirse en medio y no en actor político es, sin duda, lo más sano para cualquier medio de comunicación”

Sobre todo para los medios del Estado, pagados por el dinero de todos los venezolanos, chavistas o no ¿Verdad, Petrusco?

Los medios privados pueden ser todo lo políticos que quieran, esos son sus reales. Condenable es que los medios públicos, los cuales se supone deben estar al servicio de todos los ciudadanos y no de la mitad del país, se conviertan en los canales de televisión de determinada alianza de partidos.

Eso sí es perfectamente normal ¿Verdad, Petrusco? Mira como TVE es el órgano de propaganda del PP… Mira como la BBC no sirve para nada más que alabar a Cameron.

“Pobre del País en que la principal forma de pensamiento político-social sea una telenovela llamada Cosita Rica.”

Infinítamente de acuerdo.

Petrusco
2 de octubre, 2013

Los Medios del Estado son DEL ESTADO, es decir, herramientas comunicacionales estatales, lamentablemente siempre utilizadas más para mercadeo de los gobiernos de turno que para la difusión de cultura, conocimientos útiles, sano entretenimiento y formación profesional. Curiosamente, hoy en día, apartando toda la exagerada promoción pro gobierno presente en los medios públicos, hay una cobertura de eventos culturales, deportivos, científicos y de producción documental que nunca se había visto. Debería ser muchísimo más, por supuesto, más cultura y menos política.

Los medios privados, por su parte, pueden ser lo que quieran pero siempre dentro de el marco de la Ley cuyas reglas conocen al pie de la letra, incluyendo las sanciones, por supuesto. Eso quiere decir que si deciden ser actores políticos, y no medios, deben atenerse a las consecuencias de enfrentarse a rivales políticos en su arena y recibir el mismo trato que cualquier actor político de cualquier signo. Es decir, si deciden portarse como factor político no deben esperar ser tratados como intocables medios de comunicación. Ellos lo saben muy bien, así como conocen que el papel de “víctimas” vende mucho y consigue solidaridades automáticas muy sustanciosas en lo comercial.

Por otra parte los medios privados EXPLOTAN, es decir, hacen dinero y mucho, utilizando un bien que es de todos los venezolanos: el espectro radioeléctrico. Ellos saben que eso también implica una serie de responsabilidades que deben cumplir y conocen que el Estado tiene libre decisión sobre los permisos para utilizar dicho espectro.

Luego de esa experiencia como partidos políticos en la cual, mas bien fueron tratados con una enorme indulgencia por parte de un gobierno que se supone es violento y dictatorial, estos medios, sin dejar nunca de producir muchísimo dinero, ahora apuestan al centro para ganar aún más plata y seguir haciendo florecer sus negocios en un entorno que apuestan les sea menos amenazante, aunque sea más el ladrido que el mordisco.

La autocensura es un mito. Los negocios son la realidad detrás de todo.

Juan Herrera
4 de octubre, 2013

El análisis de Petrusco, duelale a quien le duela, es impecablemente exacto, realista y alejado de fanatismos. Concuerdo al 100%.

Carolina Acosta-Alzuru
5 de octubre, 2013

Agradezco la lectura de este texto y todos los comentarios recibidos por esta y otras vías.

Los medios de comunicación (privados y públicos) tienen entre sus funciones informar y entretener. Por eso no son empresas cualquiera. Sí, los medios privados son un negocio comercial, pero con sus funciones viene una responsabilidad. Los medios públicos son eso: públicos. No deben estar al servicio exclusivo del estado.

Podemos decir que los medios de comunicación no deben ser actores políticos. Pero, dadas sus funciones, juegan un innegable rol político (también social y cultural). La apertura a todas las posiciones y voces debería ser el norte. Reconocer al “otro” en Venezuela es fundamental. Por ello es tan preocupante para mí que hoy se reduzcan los espacios para la disensión política, como lo fue hace una década la polarización mediática.

La autocensura es difícil de documentar justamente porque es una remoción de un contenido que ocurre internamente por razones de miedo y/o supervivencia. La autocensura no es confesable. En mi investigación sobre las telenovelas yo la he visto ocurrir con frecuencia. Su resultado es aislar las historias de la realidad del país. Su objetivo es no meterse en problemas. Cada quien puede llamar a esto de la manera que prefiera, yo lo llamo autocensura. He aquí solo tres ejemplos:

1) A la hora de grabar la escena en el estudio llega una directriz de modificar este parlamento para que no haya mención del Metro de Caracas: “Disculpe mi tardanza, profesor, es que el Metro está colapsado”. 2) Una vez que se transmite la primera escena relacionada con una trama sobre la invasión a un edificio vacío, la directiva del canal decide abortar la historia, a pesar de que ya estaban grabadas numerosas escenas de los próximos capítulos. La trama de la invasión desapareció. Se editaron los capítulos grabados y los personajes aparecieron en la siguiente transmisión, mágicamente, en el lugar donde estaban antes de invadir el edificio. 3) Con 38 episodios escritos y 12 grabados, se le da la directriz al equipo de escritores y a edición que eliminen parlamentos en los que se mencionen, entre otros temas, la inflación, la inseguridad y la escasez. Por ejemplo: “Es que todo está muy caro”. “Un secuestro más en este país”. “Si no hay papel en este país lo consiguen en Australia, pero lo consiguen. ¿O ustedes pretenden que esta revista no salga más?”.

La telenovela es un género comercial, un negocio. En Venezuela fue uno de los productos de exportación no tradicional más importantes. Ya no lo es. Si “la autocensura es un mito” y “los negocios son la realidad detrás de todo”, hay que decir que, a pesar de todas las “aproximaciones hacia un punto medio”, al negocio le va cada vez peor. Es un contraste notorio con la telenovela a nivel mundial que goza de excelente salud. Pero es cónsono con los números de audiencia de los canales públicos venezolanos que siguen siendo muy bajos. La emigración al cable avanza. Y hacer televisión en Venezuela ya no es negocio.

Es muy fácil despreciar a la telenovela. Tiene tantos pecados. Sin embargo, sigue siendo de consumo masivo y global. En Venezuela no hay transmisor más eficaz que el melodrama. Eso lo sabía el presidente Chávez, quien manejaba los códigos de la telenovela a la perfección. La telenovela, imperfecta, despreciada y vista por tantos, es un vehículo poderoso para transmitir contenidos. Y es ese poder el que el gobierno quiere controlar.

alicia plaza
4 de diciembre, 2013

Muy interesante y definitivamente su autora dio en el clavo. Soy actriz de telenovelas desde hace 35 anios y nunca vi a esta industria tan deprimida y mediatizada. Es una lastima…como extraño a un Cabrujas, a un Garmendia…y a mi pais libre y sin mordaza!!!

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