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Lamata: “Bolívar en algún momento se nos escapó de las manos”, por Nelson Algomeda

Por Nelson Algomeda | 27 de agosto, 2013

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Para Luis Alberto Lamata, el encargo de Bolívar, el hombre de las dificultades (2013) fue desde el principio un trabajo hecho a su medida. Si contamos su récord en el género histórico [Jericó (1990), Miranda Regresa (2007), Taita Boves (2010), entre otras] no sólo parece apropiado que esté involucrado en el proyecto liderado por TVE y Wanda Films en España —enmarcado dentro de una serie de películas latinoamericanas sobre próceres nacionales—, sino que saldó una deuda personal del director sostenida desde hace treinta años.

“Cuando yo estaba recién salido de la universidad me tocó trabajar para una miniserie que Radio Caracas Televisión quería hacer sobre la vida de El Libertador. Esa miniserie la iba a escribir José Ignacio Cabrujas y yo entré a trabajar por lo que era: un recién graduado en Historia, que tenía algunas nociones de guión, y podía suministrarle información a Cabrujas. Eso me permitió durante año y medio leer mucho sobre Bolívar y buscar fuentes incluso insólitas y extrañas, pero con un criterio: encontrar a un Bolívar humano, irreverente”. Las reuniones de la serie contaron con la participación de historiadores y artistas como Ibsen Martínez, Elías Pino Iturrieta, César Bolívar y Salvador Garmendia. En un momento se consideró a un Bolívar interpretado por Dustin Hoffman o Al Pacino. Tales eran las expectativas reunidas bajo el poder adquisitivo del dólar a Bs. 4,30. Pero llegó el Viernes Negro, RCTV no pudo seguir con el proyecto y sólo llegó a escribirse un capítulo.

Estas experiencias inculcaron en el director el deseo “de contar un Bolívar lejos del bronce, lejos de la solemnidad vacía”. Para ello, Lamata reclutó a un elenco que cuenta con actores conocidos del director como Juvel Vielma y Jorge Reyes, y le dio el papel del Libertador a Roque Valero, quién para el director “siempre fue el Bolívar que imaginé. Bolívar es un personaje romántico, emotivo, sentimental. Estamos en pleno siglo XIX, el siglo del Romanticismo. Tenía que ser un actor que fuese capaz de transmitir esa pasión”. Desde su estreno, el drama ha sido constante dentro y fuera de la pantalla: desviaciones biográficas, lucha de esclavos y problemas de distribución son sólo algunas de las cuestiones que Lamata nos aclara en esta entrevista.

El guión parte de una idea original que está basada en hechos históricos. ¿Cómo fue el proceso de reunir elementos de ficción y hechos reales para elaborar la premisa detrás de Bolívar, el hombre de las dificultades?

Primero tenemos que tener algo muy claro: estamos hablando de un trabajo dramático, una película de ficción. Y cuando haces ficción haces precisamente eso: ficción. Tienes que ser fiel a la historia que estás contando. Si haces una película lo más importante es que la gente vaya, se siente, se coma unas cotufas y salga feliz. Ese es el primer mandamiento.

A mí me gusta la historia y me parece que la verdad es emocionante, pero al hacer una película como Bolívar, yo sé que no puedo ponerme la cachucha del historiador. Se basa mucho en documentación y testimonios. Nada es del todo arbitrario. Y hay cosas que tienen más ficción y otras que menos, pero en general todo está basado en la realidad. Yo pienso que la imaginación puede (y debe suplir) lo que no tienes documentado. Como ejemplo está la escena en que Bolívar se pone una pistola en la sien: nadie puede decir que ese suceso está documentado. Pero si lees la carta que redactó en ese momento y la vinculas con esa imagen, puedes entender que es la carta de un suicida.

¿No pensó en algún momento en la potencial controversia y choque que podía levantar esa imagen suicida y debilitada de Bolívar? 

Estoy seguro de que es una imagen chocante. Muchos dirán que este hombre de hierro, de bronce, incluso de oro, no puede tener un momento de debilidad. Lo que me atrapa de Bolívar es precisamente que no es un héroe invicto. Como decía el boxeador Floyd Patterson: cada vez que caemos a la lona es un momento para volvernos a levantar. Bolívar era el Floyd Patterson de la política del Caribe, desde 1815 hasta 1830. A pesar de sus debilidades, Bolívar las superó porque fue capaz de rectificar, de revisarse y preguntarse sobre lo que hizo mal y lo que se le fue de las manos. Por eso escribe el Manifiesto de Cartagena. Se pregunta qué sucedió con la Segunda República, y de ahí parten todas las reflexiones de Jamaica y Haití. Hasta que llega a una Tercera República donde consigue la independencia de Venezuela. Y estoy seguro que de no haber muerto en 1830 hubiera reflexionado nuevamente sobre la separación de la Gran Colombia.

¿Qué nos dice esta versión de Bolívar sobre nuestra concepción nacional de los próceres y héroes nacionales?

Este Bolívar trata de que no lo caguen tanto las palomas. Los venezolanos tenemos una relación compleja con nuestra historia porque Bolívar en algún momento se nos escapó de las manos. Probablemente desde Guzmán Blanco hasta nuestros días. E incluso desde antes, con Páez, se establece una especie de religión no-oficial alrededor de Bolívar. Y nuestra particularidad es que lo bolivariano no sólo está en el nombre del país, sino que desde hace años toda plaza central de todo pueblo lleva por nombre Plaza Bolívar. A raíz de esto, Bolívar se ha convertido en un peso muerto que al menos a mí, como venezolano, no me interesa.

Mi interés reside en un Bolívar realmente vivo. Y lo que voy a decir va a sonar polémico en cierta medida, pero creo que Chávez contribuyó enormemente a bajar a Bolívar del pedestal, contrario a lo que mucha gente podría percibir políticamente. Yo creo que Chávez le dio la vuelta a Bolívar y nos obligó a remover su figura: se puede estar de acuerdo o no con ésta y muchas otras visiones, ¿pero el Bolívar de Chávez es el mismo que el Bolívar de la Sociedad Bolivariana de Caracas? No lo es. No es un Bolívar académico.

¿Qué es lo que tenemos que ver en esos próceres? No hay que ver hombres perfectos que tienen la frase correcta para el momento preciso, sino a seres que estuvieron en medio de procesos políticos muy complejos y que tomaron decisiones que estamos obligados a evaluar. Es importante comprender y valorar a la vez lo ocurrido. Y debemos abarcar el pasado para que nos sirva como cualquier memoria, como una base para analizar nuestro manejo del presente y cómo nos preparamos para el futuro.

Bolívar también maneja muchísimo el tema de la esclavitud y ésta sería su tercera película en abarcarlo. ¿Estamos frente a una especie de trilogía muy suelta sobre la esclavitud?

Creo que no. Es casi una casualidad. Cuando me plantean el proyecto de Bolívar ya estoy montado en Azú (2013), y los productores españoles querían un Bolívar más cercano a la época de Manuelita Sáenz. Yo les propuse la faceta en Jamaica; pero tratar Jamaica inevitablemente te hace lidiar con Haití y eso te lleva a manejar directamente el problema de la esclavitud. Viendo estos últimos años, agradezco que estos temas se hayan enganchado, porque me ha permitido investigar y entender sobre la esclavitud.

Siempre me llamó la atención el hecho de que Bolívar fue un sincero abolicionista, pero todo lo que propuso respecto a la abolición de los esclavos fue echado para atrás por el Congreso. Bolívar trató de abolir la esclavitud y no lo consiguió. Además de lo que pasa en la película, hay una carta que Bolívar escribe después de la Batalla de Carabobo donde prácticamente le suplica al Congreso que libere a los esclavos, que es un compromiso que tiene que resolver. La esclavitud es una institución que lo enferma todo y es algo que tratamos de contar en Azú. Es una especie de cáncer que en la medida que una sociedad permita que ocurra contagia muchas otras áreas.

Hay una temática que usted ha desarrollado en varias de sus obras: abarcar un grupo marginado o esclavizado, como los negros o los indios, pero a través de los ojos de un agente externo. El fraile Santiago en Jericó, Boves y hasta el propio Bolívar. Son individuos conflictivos que sufren cambios importantes al tratar con un ambiente extraño en principio, pero que termina transformándolos en seres totalmente distintos. 

En el caso de Jericó, yo sentí que sería poco sincero contar esa historia desde la mirada del indígena. Quiéralo o no, mi cultura es mucho más europea que aborigen. Quería meterme en ese mundo sin perder un ancla de realidad, que en este caso fue el fraile Santiago. Creo que Venezuela tiene la virtud de ser una mezcla de distintos aportes culturales y genéticos, resultando en un producto bastante extraño.

La historicidad en Taita Boves determinó el tipo de relato que quería contar. Trataba de este blanco que por circunstancias políticas, y por esos insólitos saltos que dan los procesos, se convierte súbitamente en el apóstol de los pardos y los esclavos. Y con Bolívar, me llamó la atención su cualidad de estar adelantado a su tiempo. No es que faltasen quienes apoyaran el abolicionismo: sólo tienes que ver la Revolución Americana, que hizo lo mismo que la Primera República venezolana. La Declaración de Independencia que redactó Thomas Jefferson es hermosísima al anunciar que “todos los hombres son creados iguales”, pero al olvidarse de eliminar la esclavitud, resulta que hay unos hombres más iguales que otros. Bolívar quería arremeter contra eso y el único país que lo había logrado fue Haití, que podía apoyarlo en sus intentos de enfrentar una cuestión que nadie se propuso a eliminar sino él.

Lo primero que ha levantado controversia sobre la película, curiosamente, no tuvo nada que ver con su contenido sino con las circunstancias de su exhibición: el CNAC emitió una sanción contra Cines Unidos por irregularidades y desperfectos durante proyecciones de su película. ¿Es ésta la primera vez que tiene que lidiar con este tipo de asuntos?

Yo estrené mi primera película, Jericó, hace 23 años, y desde entonces ningún estreno ha sido fácil. Cada estreno tiene su particular biografía de problemas. Mis quejas respecto al caso de Bolívar fueron varias. Ha habido una cantidad de detalles importantes al momento de proyectar la película —como la proyección, horarios, condiciones de las salas, colocación de la publicidad— que se han descuidado. Y, al ser dejados de lado, terminan reduciendo la cantidad de espectadores.

Me molesta que las películas venezolanas tengan desde el principio menos pantallas a su disposición. Yo no aspiro a la cantidad de salas que tiene, por ejemplo, Los Pitufos 2. Lógicamente estas películas tendrán mucho más público en comparación a lo que estoy ofreciendo. Tampoco deseo que el cine venezolano tenga un trato preferencial, sino uno equilibrado y justo. Y que la inclusión del cine venezolano forme parte de una democratización de nuestra cartelera, donde veamos mayor cantidad de cine europeo y asiático, más allá de los festivales y los esfuerzos del circuito Gran Cine.

Creo que los distribuidores tienen que asumir que el cine venezolano tiene una relación con su público cada vez mejor. Sólo este año ha habido dos películas muy importantes en términos de taquilla, como lo fueron Azul y no tan Rosa y La Casa del Fin de los Tiempos. Y si revisas los números de taquilla venezolana de una película como Lincoln —un film prestigioso, excelente y realizado por Steven Spielberg—, que fueron de 26.000 espectadores en Caracas frente a Bolívar, que logró lo mismo en su primera semana, puedes intuir que hay un interés de la audiencia no sólo por cineastas exitosos extranjeros, sino también por productos venezolanos.

¿Qué incentivos cree que son importantes para un mayor desarrollo del cine venezolano por autores jóvenes? ¿Es posible aventurarse por el camino del cine independiente en Venezuela?

Siempre puedes presentar tu proyecto al CNAC, donde una comisión imperfecta pero heterogénea evaluará las virtudes de tu propuesta y puede que te ayuden a financiarlo. Luego está la Villa del Cine, que es una productora del Estado pero que también considera proyectos externos. Pero el elemento que siento que falta refinar en el sistema de financiamiento y promoción actual, y que debe ser alimentado aún más, es la posibilidad de que si tu proyecto no fue aprobado por el CNAC ni financiado por la Villa del Cine, tengas las posibilidades de salir independientemente y hacer tu película. Las nuevas tecnologías digitales han hecho posible hacer productos de gran calidad por muy bajos costos, mientras que antes al trabajar únicamente en 35mm era casi impensable.

Yo también he tenido proyectos rechazados por el CNAC. Y antes por los concejos municipales. En respuesta, realicé mis primeros cortos de manera independiente que terminaban ganando, paradójicamente, los concursos municipales. Y una película de bajo presupuesto, El enemigo (2008). Creo que los escenarios donde se pueda hacer cine independiente con algo de asistencia del Estado, en la posproducción, en la distribución, son opciones que deben refinarse mucho más.

Nelson Algomeda  Escritor de artículos sobre cine y TV. Editor y fundador de Revista Arepa. Puedes seguirlo en twitter en @algomedista

Comentarios (5)

Colette Siwka
27 de agosto, 2013

Muy interesante esta entrevista.

Gustavo Gil
27 de agosto, 2013

Vi la película y me pareció divertida, entretenida y dotada de una estupenda fotografía. Algo panfletaria y como director hubiese exigido más a algunos de los actores noveles. Lo mejor fue Valerio, Reyes y la actriz Beatriz Valdez.

Julio Grau
28 de agosto, 2013

La pelicula me pareció que se fue por camino facil,un guiño al poder actual. Esto lo manifiesta Lamata cuando dice que, en su opinión, “Chavez sacó al personaje histórico del pedestal”. Si, lo sacó del pedestal y lo acompañó para subir a los altares como una nueva santisima trinidad: Jesus, Bolívar y el propio Chavez.

Antonio Gonzalez
29 de agosto, 2013

existe la posibilidad de traer la pelicula a los estados unidos?

gracias

Roselis
29 de agosto, 2013

Muy buena la entrevista. Redondita le quedó. Felicitaciones. Muy bueno también el entrevistado.

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