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La Sinfónica Simón Bolívar en Austria (o “Salzburgo se va a caer”), por Diajanida Hernández

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Calle Hofstallgasse, donde se encuentra el Grosses Festspielhaus. Cortesía de Fundamusical

 

I

Salzburgo y su festival de verano acogen a Venezuela. En sus teatros, en sus salas de conciertos, en sus hoteles, en las calles. Sobre el tradicional Hotel Sacher tres banderas ondean en lo alto: la de Austria, la de la Unión Europea y la de Venezuela. Frente al Grosses Festspielhaus, el principal teatro del festival ubicado en la calle Hofstallgasse, el tricolor ondea en un lugar privilegiado. A la orilla del río Salzach, las fotos de la edición especial que la revista Leica dedicó al “milagro venezolano” (das wunder) están expuestas a los transeúntes: preciosas instantáneas de los núcleos del Sistema en las que se muestran a los niños con sus instrumentos, en las clases, a la Simón Bolívar, a algunos integrantes del Coro de Manos Blancas. Esa exhibición también está en el lobby del Festspielhaus. Camino por las calles de Salzburgo y encuentro afiches y gigantografías con aquella linda foto, tomada por Luis Cobelo, de Dudamel y los chicos de la orquesta sonrientes, con las manos en alto. Y todas esas instantáneas se pueden volver a ver en un autobús, en una revista, en un periódico, en una cartelera, en un volante, en las tiendas de los teatros. El entusiasmo con el que el Festival de Salzburgo ha recibido al Sistema es abrumador.

La gente en la calle se voltea a verte cuando escuchan que hablas español, con una curiosa sonrisa preguntan: “Are you from Venezuela?” Y tras el “Yes!”, exclaman ¡El Sistema!, así en español, y se deshacen en felicitaciones. La escena puede darse en una calle, en un restaurante, en los teatros donde los músicos venezolanos se presentan. Al Festival de Salzburgo vienen personas de todas partes del mundo y los conciertos están llenos de ese crisol cultural. He escuchado elogios de asiáticos, europeos, africanos, latinoamericanos y norteamericanos. Quizás los testimonios más conmovedores han venido de los vecinos de nuestra región: por ejemplo, argentinos o colombianos que se han acercado a agradecer y saludar: “ustedes son una inspiración para todos”. No les importa si eres músico o no, eres de Venezuela y eso basta. Y uno que siente que esos agradecimientos deberían ir a las personas que diariamente trabajan en El Sistema, recibe una lección: el esfuerzo vale por todos. Esta es la muestra. Así que cada vez que se me acercan, sonrío y agradezco; doy apretones de manos y converso; saludo y asiento; pongo atención y respondo preguntas.

II

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Proyección de un concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar en ocasión del Festival de Salzburgo, en Kapitelplatz. Cortesía de Fundamusical

 

Salzburgo es conocida por ser el lugar donde nació Wolfgang Amadeus Mozart, Herbert von Karajan o Stefan Zweig. La ciudad atesora el hecho de ser cuna de varios notables y se ocupa de mostrarlo a sus visitantes como una forma de homenaje. Museos, plazas, calles y tiendas recuerdan el linaje de la ciudad. Por supuesto, Mozart es el privilegiado, está hasta en las cajas de fósforos.

Con su arquitectura y apariencia barroca, y varias iglesias y castillos, Salzburgo recuerda el poderío religioso y económico que tuvo. Su nombre se podría traducir como castillo de sal, que viene de la época en la que por su río, el Salzach,  las barcas transportaban el oro blanco. Hoy, es la cuarta ciudad más poblada de Austria y mezcla su historia con sofisticación. Es un lugar elegante y orgulloso. Con el verano y el festival llegan cientos de visitantes de distintas partes del mundo. Enjambres de turistas asiáticos van recorriendo los lugares de interés; las principales calles se llenan con ríos de gente que comen, que compran, que toman fotos, que andan.

Esta localidad austriaca organiza desde 1920 el Festival de Salzburgo (Salzburger Festspiele, en alemán), un evento que recibe lo más granado de la música académica y que es considerado como uno de los más importantes del mundo. En el programa de este año, que va del 19 de julio al 1 de septiembre, se ofrecen óperas de Bellini, Verdi, Mozart o Wagner; conciertos de la Filarmónica de Viena o de Berlín; programas dirigidos por Zubin Mehta o Daniel Barenboim, y otros dedicados a jóvenes talentos (cantantes y directores). El festival que nació un 22 de agosto de 1920 con la puesta de escena en la Plaza de la Catedral de Jedermann, de Hugo von Hofmannsthal, bajo la dirección de Max Reinhardt, ha recibido este año al Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, que tiene el honor de llevar la Residencia de esta edición. Son 1.400 músicos venezolanos en Salzburgo.

III

La primera parte de la Residencia del Sistema en Salzburgo ha sido emocionante. La Orquesta Juvenil de Caracas, la Teresa Carreño, la Coral Nacional Simón Bolívar de Venezuela, el Ensamble de Metales de Venezuela, el Cuarteto de Cuerdas Simón Bolívar y la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar abrieron la participación venezolana en el festival.

Bajo la conducción de Dietrich Paredes y Vásquez, la Juvenil de Caracas y la Teresa Carreño ofrecieron recitales que pusieron de pie a la audiencia y marcaron hitos en la historia del evento. Los 253 músicos de la Juvenil de Caracas son los primeros extranjeros que abren el festival y tocan el himno nacional de Austria, un honor reservado hasta ahora para la Orquesta del Mozarteum. La Teresa Carreño sorprendió cuando ejecutó un repertorio por casi cuatro horas.

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Concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar en el Grosses Festspielhaus. Cortesía de Fundamusical

 

En la Sala Vienesa del Stiftung Mozarteum, la Coral Nacional Simón Bolívar de Venezuela y el Ensamble de Metales de Venezuela hizo que el público se pusiera de pie y se emocionara hasta las lágrimas. Thomas Clamor, quien fue parte de la fila de las trompetas de la Filarmónica de Berlín y dirigió a los 80 músicos del Ensamble de Metales de Venezuela, aseguró que el público de Salzburgo había quedado deslumbrado con los músicos venezolanos. En ese mismo lugar, el Cuarteto de Cuerdas Simón Bolívar ofreció un precioso concierto de cámara que terminó con un bis y una salva de aplausos.

En la Abadía de San Pedro y en la Grosses Festspielhaus, la Orquesta Simón Bolívar, bajo la dirección de Gustavo Dudamel, encantó, una vez más, al público que fue a escucharlos. La interpretación de la Sinfonía 3, de Mahler, por la OSSB y la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar de Venezuela recibió una ovación de 18 minutos; la ejecución de la Sinfonía Nº 7, también de Mahler, fue aplaudida por diez minutos.

Quizás en la impresionante Abadía de San Pedro se vivió la presentación más conmovedora. Allí los venezolanos interpretaron la Misa en Do Menor, de Mozart, acompañados  por las voces de las sopranos Anna Prohaska y Roberta Invernizzi, del tenor, Mauro Peter, y del barítono, Florian Boesch. Esta composición se escucha, desde 1935, en cada edición del Festival de Salzburgo, allí en la Abadía de San Pedro, donde Mozart la estrenó hace 230 años. La OSSB y la CNJSBV son los primeros foráneos en ejecutar esa obra. Y lo hicieron de forma extraordinaria. Aquí, hago un paréntesis porque es necesario apuntar la sublime presentación de la soprano autriaco-inglesa Anna Prohaska, una mujer hermosa con una fuerza interpretativa y una voz de diosa, que se conjugó de manera extraordinaria con la ejecución de los músicos venezolanos.

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Concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar en la Abadía de San Pedro. Cortesía de Fundamusical

Todos estos conciertos han sido elogiados y celebrados por el público y por personalidades del mundo de la música. Alexander Pereira, director artístico del festival, dijo que El Sistema ha conquistado a la audiencia con su talento y carisma. Zubin Mehta, el director hindú de la Orquesta Filarmónica de Israel, declaró al terminar una de las presentaciones en la Grosses Festspielhaus: “No tengo palabras para describir la grandeza de la música que estos jóvenes son capaces de hacer (…) El Sistema está inspirando al mundo”. En la salida de la Abadía de San Pedro, el gerente de la Orquesta Filarmónica de Medellín, Alfonso Arias, se acercó a saludar a “los hermanos venezolanos”. Muy emocionado, conversó un rato con el grupo de periodistas venezolanos que estábamos allí: “fue algo realmente maravilloso, siento un orgullo inmenso como latinoamericano de ver a estos venezolanos triunfando en Salzburgo, es algo inolvidable. Los felicito de todo corazón, porque están haciendo un trabajo inmenso. Muchas gracias. Ya ustedes nos han mostrado que nosotros, los latinoamericanos, somos capaces de mucho”.

La presidenta del festival, Helga Rabl-Stadler, ha dicho que el Sistema ha encantado a Salzburgo y habló de la reacción de los asistentes. “El público en Salzburgo ha estado enormemente entusiasmado, más que en otros conciertos, en cada una de las presentaciones del Sistema”.

Pero, probablemente, la más entusiasta de todos ha sido Marina Mahler, nieta de Gustav Mahler, quien ha estado en todos los ensayos y conciertos del Sistema. Tenía años sin venir a la ciudad austriaca y viajó especialmente para ver al Sistema. Mujer dulce y amable, se declaró fan de los músicos venezolanos. “Siéntanse felices, es asombroso lo del Sistema, es algo muy especial”, nos dijo en las afueras de la Abadía de San Pedro. La nieta de Mahler no ha ahorrado en los elogios, “¡ustedes son la orquesta de Gustav!”, le soltó a la OSSB en un ensayo y al culminar el último concierto de la Sinfónica en el Festspielhaus afirmó: “estoy flotando”.

Esta ha sido la mitad de la Residencia del Sistema en Salzburgo, aún faltan las presentaciones de la Orquesta Sinfónica Infantil y el Coro de Manos Blancas. Después del paso de los músicos juveniles y adultos hay expectativa por la actuación de los niños: será la primera vez que una agrupación infantil se presente en el festival. Para Gustavo Dudamel, la gente se sorprenderá con el nivel, la entrega y la alegría de los niños, “Salzburgo se va a caer”, dijo. Seguro que sí. Y será al ritmo de Mozart y Mahler.