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¿Qué dijo, en realidad, el papa Francisco sobre los gays?

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En el viaje de regreso a Roma, tras  la clausura de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, el argentino Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, debió sentirse satisfecho con su actuación. La Jornada atrajo a más de tres millones de personas, la audiencia más grande convocada por un Papa al menos en veinte años.

La mayoría de los medios de comunicación reseñaron el recibimiento que los católicos volcaron sobre su líder. Y el Papa Francisco no respondió con timidez: conocido por su carácter directo y presencia popular, saludó, abrazó y cautivó a los asistentes con su actitud abierta y carismática. Y tras el éxito de la visita, parecía que el Papa había sacudido lo suficiente la imagen austera y dogmática que su predecesor, Benedicto XVI, había instaurado en la Iglesia.

Sin embargo, en el vuelo de regreso a Europa, acompañado de setenta y cinco periodistas con libertad absoluta de preguntar lo que quisieran, guardó su última y más controversial impresión para el final. Al responder una pregunta sobre el Monseñor Battista Ricca —actualmente acusado de “comportamientos inadecuados”— y la posición de la Iglesia Católica frente a la homosexualidad, Bergoglio contestó: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”. Luego procedió a explicar que “el Catecismo de la Iglesia Católica lo explica de forma muy bella: dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia. Debemos ser hermanos”.

La declaración ha sido debatida por la opinión pública, siendo tópico de análisis en múltiples medios. En un reportaje del New York Times, Rachel Donadio subraya que la opinión de Francisco no cambia en nada la doctrina de la Iglesia, institución que sostiene que la homosexualidad es un pecado y que aquellos con tendencias homosexuales no están aptos para el oficio clerical. Sin embargo, “el hecho de haber realizado esos comentarios —y que utilizara la palabra ‘gay’— fue revolucionario”. Esto es coherente con la actitud general de Francisco en cuestiones papales, diferenciándose de su predecesor en su objetivo de abrir la Iglesia hacia el mundo y entablar diálogo con grupos e instituciones que el Vaticano ha distanciado anteriormente.

En la revista Time, Elizabeth Dias pondera sobre las posibles reacciones ante la declaración de Francisco en países como la República Democrática del Congo, donde la homosexualidad es legalmente perseguida y la violencia contra los gays es común, pero el 50 % de la población profesa la religión católica.También explica que el Consejo de Obispos Católicos de Estados Unidos se encuentra bajo la presión de tener que tratar como iguales a sus prójimos homosexuales.

Por ser la última y más importante autoridad eclesiástica, muchos cardenales tendrán que actuar de acuerdo con las palabras de Bergoglio, despertando un conflicto entre el tono y la visión personal del Papa argentino y la normativa de la Iglesia Católica.

En una nota considerablemente más escéptica, Michael Brendan Dougherty escribe para Slate acerca de si la estancia de Bergoglio efectivamente suaviza la severidad de la Iglesia sobre los gays. Para Dougherty, el “¿Quién soy yo para juzgarlo?” no es importante por su novedad: en realidad, es una traducción amable de lo expuesto en el párrafo 2358 del Catecismo:

Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.

Dougherty señala que lo realmente notable de la declaración de Bergoglio es que refleja la actitud relajada y desinteresada del Papa, conducta que ha propiciado alegría entre sus seguidores y un impulso de renovado interés público por una institución colmada de escándalos sexuales y de corrupción. Si algo han logrado sentencias aparentemente modernas como ésta es relajar el escrutinio mediático sobre el Vaticano, no su perspectiva sobre los gays. Bergoglio ha pujado fuertemente por la canonización de papas anteriores (Juan XIII y Juan Pablo II) y por las causas de Pablo VI y Juan Pablo I. Dougherty, entonces, se pregunta: “¿Podemos creer seriamente que todos los Papas recientes fueron santos, aunque la iglesia haya experimentado increíbles escándalos penales y de contracción bajo sus pontificados?”.

Además de esto, están las retrasadas reformas de la Curia Vaticana (el conjunto de órganos gubernamentales de la Santa Sede), que Bergoglio prometió ante el Conclave y que determinaron su elección como Papa: “En entrevistas anteriores, Francisco ha puesto toda la responsabilidad de la reforma del Vaticano y su banco en comités nombrados por él. Con frecuencia nos recuerda que no está interesado en detalles administrativos. ¿Tal vez alguien en el excesivamente crédulo cuerpo de prensa del Vaticano pueda presionarlo sobre eso?”, remata Dougherty.

Además, aunque el Papa Francisco parece haber abierto una rendija de esperanza en el debate entre la Iglesia y sus seguidores homosexuales, cerró con fuerza las ambiciones de otro importante colectivo: las mujeres. Sobre el rol de la mujer en la Iglesia, Bergoglio ratificó la postura asumida por Juan Pablo II y que continúa siendo la norma: “En cuanto a la ordenación de las mujeres, la Iglesia ha hablado y dice no. Lo dijo Juan Pablo II, pero con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada”. A pesar de su negativa, Francisco exclamó que “la mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas”. Por su parte, para Janice Sevre-Duszynska, representante de la Asociación Católico Romana de Sacerdotisas, el significado de esa sentencia es nulo dentro de un sistema donde “es necesario ser ordenado como sacerdote para tener autoridad. Necesitamos líderes mujeres”.