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El negocio del espionaje

Por Prodavinci | 29 de junio, 2013

nsa textoFragmento de un artículo de Daniel Pardo publicado en BBC Mundo

El enorme aparato de inteligencia y vigilancia que Estados Unidos construyó en los últimos 50 años cuesta cerca de US$50.000 millones anuales. Y el 70% de su presupuesto se canaliza mediante contratistas privados, protagonistas de una industria de alto crecimiento.

Edward Snowden era parte de este complejo público-privado de espionaje.

El hombre que reveló documentos secretos del espionaje estadounidense y solicitó asilo a Ecuador, inició su carrera en inteligencia trabajando para el gobierno pero en 2009 pasó al sector privado, donde fue eventualmente contratado por una consultora llamada Booz Allen Hamilton (BAH) que opera como contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas in inglés).

Según un informe de la revista estadounidense Businessweek, 99% de los ingresos de presta BAH, una empresa con 25.000 empleados que tuvo US$5.760 millones en ventas en 2012, provienen de contratos con el gobierno estadounidense.

Y no es la única firma con grandes contratos. Compañías como General Dynamics, Lockheed Martin y Science Applications Internacional, entre muchas otras, son también importantes beneficiarios del gasto en inteligencia de EE.UU..

La filtración de Snowden de documentos de la NSA en los que se detalla una polémica campaña de ciberespionaje por parte de EE.UU. revitaliza un viejo debate en ese país: el papel de estas empresas privadas en el campo de la seguridad.

Mientras unos las ven como una necesidad para que el sector de la seguridad funcione, otros creen que su poder es desmedido y que por eso, en parte, fue que Snowden, como empleado de BAH, tuvo acceso a documentos de la NSA.

Pero, ¿cuál es la historia de estas empresas? ¿Cuál es su lógica? ¿Cómo se mantienen a flote?

El estrecho vínculo del gobierno con BAH se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi desarrolló una poderosa flota de submarinos y la consultora, contratada por la Armada estadounidense, desarrolló un sistema de sensores capaz de detectar las comunicaciones de radio que entablaban los barcos alemanes.

Con la ayuda de BAH, los aliados hundieron o destruyeron la mayor parte de la flota submarina alemana, recordó esta semana la revista Businessweek.

No obstante, fue tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 que la inteligencia estadounidense aumentó de manera exponencial su uso de firmas privadas.

El entonces director del Comité de Inteligencia del Senado, Bob Graham, pidió “una relación simbiótica entre la comunidad de la inteligencia y el sector privado”.

Y así ocurrió. Según una investigación de 2011 del diario The Washington Post, un total de 265.000 de los 854.000 empleados del gobierno con autorización de tener acceso a información secreta trabajan para el sector privado.

En esa investigación del Post se demuestra que, para ese momento, unas 2.000 empresas privadas eran contratadas por el departamento de Defensa.

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