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Los Informantes // Vasiliy Mitrokhin y su archivo clandestino

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Vasiliy Mitrokhin tenía una de las posiciones con mayor acceso a información de todo el planeta: era archivista del servicio de inteligencia extranjera de la Unión Soviética. Desde esa posición, contrabandeó un gigantesco archivo de datos y pruebas que incriminaban al gobierno estalinista hacia Inglaterra.

Su primera misión internacional fue en 1952, el último año de vida de Iósif Stalin. Destacaba en misiones encubiertas en ultramar y trabajos de campo con alto nivel de confianza, como acompañar a la delegación soviética en las Olimpiadas de Melbourne 1956. Pero, tras un supuesto error, fue condenado a abandonar la vida de agente encubierto. El buró político nunca supo que lo estaban convirtiendo en un oficinista con mucho poder.

En varias ocasiones, Mitrokhin hizo saber que su desilusión con respecto al régimen soviético tuvo mucho que ver con el discurso de Nikita Jrushchov en el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, en 1956. Ese discurso, conocido luego como Sobre el culto de la personalidad y sus consecuencias, criticaba varias de las políticas arbitrarias y desmedidas del dictador, entre ellas las deportaciones masivas. Es posible que el comentario sobre los ucranianos haya sido determinante para Mitrokhin, por sus vínculos con la región, ya que allí inició su carrera. Jrushchov decía, no sin ironía, que los ucranianos se salvaron de las deportaciones porque eran demasiados y Stalin no tenía un lugar al cual mandarlos.

A esto debemos sumar que Mitrokhin era un oyente habitual de los programas de radio que hacían en ruso tanto Voice of America como la BBC. El contraste con la  propaganda del PCUS le resultaba evidente, así que empezó a escudriñar esos archivos que hasta entonces ordenaba y custodiaba. Una frase suya al respecto pasó a la historia: “No podía creer tanta maldad”.

En 1972 empezó una mudanza del archivo del Primer Directorio de la KGB que no terminó sino 1984. Todos los documentos debían ir desde la sombría región de Lubyanka hacia las nuevas y deslumbrantes oficinas del nuevo edificio de la KGB en Yasenevo. El encargado de supervisar ese traslado fue Mitrokhin, quien copió y sustrajo documentos clasificados y fue escondiéndolos en su casa. Lo hizo con tanto tino que pudo jubilarse en 1985, meses después de haber terminado su trabajo.

Sorprende que, durante toda la era soviética, Mitrokhin no contactara a ningún servicio de inteligencia enemigo. No fue sino hasta 1992, ya disuelta la URSS, que viajó a Estonia con algunas copias del material hasta las oficinas diplomáticas de EE.UU., pero la gente de la CIA no le creyó y pensaron que sus documentos eran falsos. Fue la embajada británica y el MI6 quienes lo recibieron e incorporaron como nuevo agente. También fueron ellos quienes ganaron el botín: 25.000 páginas guardadas en su propia casa.

De esos documentos surgieron, con coautoría de Cristopher Andrew, los libros The Mitrokhin Archive: The KGB in Europe and the West, un inventario histórico de las misiones de inteligencia soviéticas, y The Mitrokhin Archive II: The KGB in the world, el polémico título que se publicó en 2005, un año después de su muerte.

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