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El “Yo, lector” de Alonso Moleiro [@amoleiro]

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Alonso Moleiro es periodista. Fue reportero y columnista de El Nacional durante varios años y colabora habitualmente con publicaciones culturales e informativas. Fue el director de la revista Contrabando y ha publicado dos libros: Sólo los estúpidos no cambian de opinión, Conversaciones con Teodoro Petkoff (2006) y co-autor, junto a José Roberto Duque, De un lado y del otro: Caracas, ciudad en conflicto (2006). Actualmente es columnista semanal de Tal Cual y tiene un blog en Prodavinci. Conduce el programa La Guarandinga, junto a Valentina Quintero, en Onda La Superestación. Éstas son las confesiones de su “yo, lector”:

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Mis fuentes informativas cotidianas son internet, la radio, la prensa y la televisión.

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El País, de Madrid, con sus altibajos y su relativa decadencia actual, sigue siendo, para mí, el mejor medio en español del mundo. De todos los medios llamados “perspectivistas” y globales que crean opinión pública mundial, El País es el que más me gusta. Es un periódico que atiende todos los contenciosos internacionales con recursos propios y tiene un excelente servicio de columnistas propios e invitados.  Sus notas informativas escapan del tono helado de algunas agencias de noticias y tienen el sesgo interpretativo adecuado: uno que le permite al lector orientarse. Su posición política, aún con sus excesos y lagunas, es muy correcta. Por lo demás, yo puedo leer en inglés, pero opino que nada supera en esta vida el placer de leer una nota bien hecha en buen castellano”

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“En Venezuela leo con mucha frecuencia el portal de El Universal. El Nacional lo leo todos los domingos. El Mundo Economía y Negocios está haciendo un excelente trabajo: si en Venezuela existiera un contexto económico que lo permitiera, y las informaciones vinculadas a los negocios no estuvieran tan acorraladas, éste sería uno de los grandes medios latinoamericanos en su área. Incluso, en las condiciones actuales creo que lo es. Leo ocasionalmente Clarín, de Buenos Aires, el New York Times, El Tiempo de Bogotá y el Nuevo Día de Puerto Rico. También leo Granma, más por curiosidad antropológica que por cualquier otra cosa. Ocasionalmente leo Newsweek y The Economist… las compro cuando viajo. No hay que engañarse: siendo excelentes, ellos también cometen ocasionalmente graves simplificaciones y errores de bulto. Son seres humanos, finalmente. La Vanguardia, de Barcelona, ha ido emitiendo dossiers con temas internacionales y análisis de tendencias y trabajos académicos de gran calidad. Los he ido comprando uno a uno. Me gusta revisar mucho los medios de los países en los cuales se desarrolla la noticia, ahora que internet lo permite: intento palpar su cotidianidad, incluyendo sus menudencias”

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“Moisés Naim no es un periodista químicamente puro, pero da lo mismo: maneja una asombrosa cantidad de información y es un agudo comunicador. Ilícito, el libro que publicó en 2006, es, sobre todo, un excelente reportaje que abona sobre lo inusitado y tiene la virtud de derrumbar verdades convencionales. Aún con las máculas aparecidas sobre su vida luego de su muerte, Richard Kapushinski es, con toda justicia, el reportero más completo que he leído. El más comprehensivo y preciso: Idí Amín, el Apartheid, la caída del Sha, la guerra civil etíope. Gracias a su pluma y su capacidad interpretativa, he podido comprender mejor estos conflictos. Jon Lee Anderson se lleva una mención muy similar. Hay otros: Tomás Eloy, Orizzio, Miguel Bonasso. De los venezolanos respeto y aprecio mucho a Boris Muñoz, Sergio Dahbar, David González, Fabiola Zerpa, Mirta Rivero, Tamoa Calzadilla, Lisseth Boon. En el país hay en este momento una red respetable y cada vez más robusta de periodistas de investigación. Aprendí mucho de Elizabeth Fuentes cuando comenzaba: fue mi mentora y mi primer jefe, la aprecio mucho. Disfruto mucho leyendo a Alexis Correia y a Víctor Salmerón”

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“El periodismo de este tiempo ha ido ganando quilates desde todos los puntos de vista. Los periodistas hoy tienen una visión más completa y compleja del devenir humano, conocen mucho mejor el drama de las sociedades y son mejores lectores que hace, digamos, unos cincuenta años. Éste es un oficio en plena expansión y, con sus taras y lagunas —que existen— preñado de posibilidades en el futuro”

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“Me llegó de manera muy especial El Pasajero de Truman (2008), de Francisco Suniaga: es un excelente relato sobre la naturaleza del poder, una constante de la literatura de todos los tiempos. Junto a Alberto Barrera Tyszka y Federico Vegas, son la vanguardia de este nuevo aliento que ha tomado la literatura nacional. Me conmovió mucho también El olvido que seremos (2010), de Héctor Abad y Delirio (2004) de Laura Restrepo: dos de los muchos ejemplos actuales del talento colombiano en las letras. Coetzee, Orwell, Vargas Llosa, Octavio Paz, Borges: nadie debe morirse sin haber recorrido algunas de sus páginas. Recomiendo El Laberinto de la Soledad (1950) y La Fiesta del Chivo (2000)”

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A Sangre Fría (1966), de Truman Capote, es un libro ideal para leer en estos momentos. Si hablamos de grandes reportajes de carácter contundente y universal, ahí está una de las grandes obras del siglo XX. Es la prueba viva de que el periodismo no es sólo dar carreras para cerrar una edición: el buen periodismo es un documento vivo, universal, perecedero, destinado a encadenar reflexiones estructuradas”

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“Para entender al país, me parece importante acercarse al pensamiento político venezolano, desde Teodoro Petkoff hasta Carlos Rangel, pasando por Carlos Raúl Hernández, Américo Martín y Moisés Moleiro. Tengo grandes diferencias con Vladimir Acosta y Aníbal Romero, cada uno de ellos ubicados en extremos opuestos del pensamiento político, pero los respeto. He aprendido cosas importantes con sus libros. Algunas novelas de Uslar Pietri a mí me han ayudado mucho a comprender el devenir nacional, especialmente Las Lanzas Coloradas (1931). Fiebre (1939), de Miguel Otero Silva. Boves el Urogallo (1980), de Francisco Herrera Luque. Manuel Caballero, Elías Pino e Inés Quintero. José Balza, Ibsen Martínez. La Herencia de la Tribu (2009), de Ana Teresa Torres, es, en mi modesto criterio, uno de los grandes ensayos latinoamericanos del momento, el más completo hecho en el país en los últimos años. Y, finalmente, es imposible intentar comprender al país sin aproximarse por algún lado a José Ignacio Cabrujas”

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“Creo que sigo siendo un lector muy parecido al de diez años atrás. Suelo leer novelas, ensayos de historia, algo de teoría política, comunicación y cultura de masas. De vez en cuando leo poesía. Es el mismo eje que he tenido siempre. No lo he modificado mucho. Consumo autores: el autor me lleva al tema, nunca al revés”

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“Son un lector lento y disperso, pero persistente y disciplinado. Suelto los libros a las  veinte páginas, me paro, cambio de libro, lo dejo, pongo la televisión, los vuelvo a tomar, voy a la nevera, salgo a la calle, regreso. Rara vez dejo un libro sin terminar. En rigor, lo único que yo he hecho disciplinadamente en esta vida es leer. Los libros se me amontonan, estoy con tres a la vez y no los termino rápido, lo cual me exaspera. Para poder avanzar como quisiera, inauguré hace unos años una especie de canal rápido de lectura: puedo comprar una obra que sé que no voy a leer completa y consumo los dos capítulos que me interesan. Los otros los dejo para después. Esto lo hago sobre todo con los ensayos. La última vez lo hice con Manuel Castells. Me perturba comprobar que me falta tiempo para leer como quisiera. Leer es la expresión por excelencia del consumo de cultura. No hay nada como el placer intelectual que produce leer: es varias veces superior al de, por ejemplo, una ida al cine”

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