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De fiesta en Twitter, por Alberto Salcedo Ramos.

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Antes las personas iban a las fiestas con el fin de divertirse. Ahora van a tomarse fotos para divulgarlas en Twitter, y notificarles a sus seguidores virtuales lo bien que la están pasando.

Me planteo esta conjetura mientras participo en la celebración de un cumpleaños. La velada es espléndida: hay una barra repleta de mariscos, una abundante provisión de licores y un dueto musical.

Sin embargo, los invitados parecen lejanos. Aunque coman, aunque beban, aunque de vez en cuando les presten atención a los músicos, permanecen la mayor parte del tiempo con los ojos enterrados en sus teléfonos celulares.

Solo el cumpleañero y yo tenemos los cinco sentidos en la fiesta, pero ahora él me pide permiso para ir a la cocina a buscar hielo. Doy un vistazo panorámico en la sala y no encuentro con quién hablar, así que saco del bolsillo mi teléfono móvil para ver si me conecto a Twitter.

Es algo que he venido haciendo a lo largo de la noche. Cada vez que el anfitrión se ausenta, saco del bolsillo el teléfono celular.

En este momento el dueto musical interpreta “Limón y sal”, de Julieta Venegas.

Al conectarme a Twitter, veo lo de siempre: una sentencia ingeniosa por aquí, un chiste malo por allá, un insulto contra el alcalde Petro. También hay una frase de despecho: “te veré en el desierto pasando sed mientras yo me tomo una limonada”.

Entonces vuelvo a percibir en la reducida pantalla de mi teléfono las resonancias virtuales de la fiesta real en la cual participo. Algunos de los invitados se han pasado la noche publicando tuits sobre nuestra reunión.

Es curioso: según las fotos, nadie en este espacio está concentrado en su Blackberry o en su iPhone. Todo el mundo luce radiante, entregado por entero al gozo. Puras sonrisas, puros abrazos. ¿En qué momento los invitados sonrieron y se abrazaron así?

Me pregunto si no seré yo el más encadenado al teléfono, ya que ni siquiera me doy cuenta de lo que está sucediendo a mi alrededor.

Nada de raro tendría: los usuarios febriles de la tecnología andamos por ahí más narcotizados aun que los adictos a las drogas.

Acá, en la vida real, nadie se anima a cantar en coro con el dueto. Pero en Twitter alguno de nosotros transcribe los versos de la canción:

Yo te quiero con limón y sal…

Yo te quiero tal y como estás…

En este punto la atmósfera virtual parece arder. Cualquiera que siga en Twitter los pormenores de nuestra fiesta, pensará que estamos disfrutando en grande. Nadie se preguntará por qué, si nos encontramos tan felices en la rumba, nos dedicamos a escribir tonterías en una red social.

Marionetas del ciberespacio, huimos de la música real y de nuestros acompañantes de carne y hueso, para danzar con fantasmas en una pista de baile ilusoria.

Mientras el anfitrión regresa con la hielera, suelto un largo bostezo. Pero no me desesperaré: mañana, con calma, repasaré esta fiesta en Twitter, y seguramente descubriré que estuvo buenísima.